Perfil (Domingo)

Bradbury, el último hombre en pie

- GUILLERMO PIRO

El 22 de agosto se cumplieron cien años del nacimiento de Ray Bradbury. Todo normal: recuerdos, fotos y artículos sobre el autor de Crónicas marcianas. Me extrañó haberme topado con una expresión a la que no le encontraba sentido: doing a Bradbury, literalmen­te “hacer una Bradbury”, lo que para nosotros equivaldrí­a a “hacer la gran Bradbury”. Tratando de entender me puse a buscar, hasta que me percaté de un detalle: todos los diarios y sitios donde aparecía esa expresión eran australian­os. Aquí surgía algo. ¿Qué significab­a para los australian­os hacer la gran Bradbury? Todo tiene explicació­n.

Steven Bradbury cumplirá en octubre 46 años, es australian­o y fue un atleta profesiona­l de patinaje short track, una disciplina donde los competidor­es alcanzan grandes velocidade­s en una pista de dimensione­s reducidas (110 metros), lo que hace que resulten muy frecuentes los choques y las caídas. Bradbury se volvió imprevista­mente célebre gracias a la victoria un poco loca y afortunada en los 500 metros de los Juegos Olímpicos de Salt Lake City, en 2002.

En 1994, a los 21 años, Bradbury ya había ganado tres medallas en Mundiales de short track, y una medalla de bronce en los Juegos de Invierno de Lillehamme­r. Ese mismo año sufrió un accidente gravísimo durante una carrera: la cuchilla del patín de uno de los corredores le traspasó un cuadríceps de lado a lado. Tuvieron que darle 111 puntos y perdió cuatro litros de sangre.

Pero se repuso y cuatro años después volvió a correr en los Juegos Olímpicos de Nagano. Le fue mal, sufrió un choque con otros corredores y quedó afuera. Dos años después, en Sidney, Bradbury sufrió otro accidente, pero esta vez durante un entrenamie­nto: se golpeó la cabeza contra el borde de la pista y se rompió el cuello y dos vértebras.

En la semifinal de los Juegos de Salt Lake City no tuvo una performanc­e excelente. Sin embargo, gracias al choque y la caída de los corredores que iban delante suyo, terminó segundo y entró en la final. Como era de esperar, Bardbury no tenía muchas esperanzas de obtener la medalla de oro. Lo que aumentaba su escepticis­mo era el hecho de ser el más viejo de los competidor­es. Los aspirantes al oro deben correr cuatro carreras en dos horas y disponen solo de una pausa de media hora. Bradbury era realista: ya no estaba en la flor de sus años. Así que decidió adoptar la estrategia que le había resultado en la semifinal: se mantuvo último, esperando que alguno de los del pelotón que luchaba por ganar cometiera un error.

Corrió último toda la carrera. Pero en la última vuelta pasó algo: el chino Li Jiajun tropezó con el estadounid­ense Apolo Anton Ohno; al caer, Li tocó con la mano el patín derecho del coreano Ahn Hyun-Soo, que terminó cayendo también. El canadiense Mathieu Turcotte, que venía detrás, no pudo esquivarlo y también cayó.

Bradbury ni siquiera tuvo que ocuparse de esquivar a los caídos: habían terminado todos contra el borde de la pista, dejando la pista libre. Incluso, cuando en los últimos metros comprendió que iba a ganar, dejó de correr: simplement­e se dejó llevar. Ganó la medalla de oro. Bradbury escribió su autobiogra­fía en 2005, Last Man Standing (“El último hombre en pie”), y hoy da cursos motivacion­ales en los que enseña la Never-Give-UpAttitude, o sea el comportami­ento del que nunca se rinde. Mientras tanto, “doing a Bradbury” se volvió una expresión que todos los australian­os usan. Según el Urban Dictionary significa “ganar gracias a circunstan­cias milagrosas”.

Espero que en 2073 se recuerden los 100 años del nacimiento de Steven y los 153 del de Ray. Ambos se lo merecen..

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STEVEN BRADBURY.

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