Bocetos para una instalación
El libro, como el continente, impone sus propios derroteros, pero destaco sobre otros su valor como testimonio de lo que queda de las exposiciones, esos resabios fantasmales de conexiones de sentido
Latinoamérica en el arte y en la literatura
Autores: Rodrigo Alonso, Valeria Añón,
Sergio Chejfec, Edgardo Cozarinsky,
Gonzalo Díaz, Laura Isola, Graciela
Montaldo y Horacio Zabala
Género: ensayo
Editorial: Proa, $ 900
Articulada durante mucho tiempo como un artefacto de palabras – con una preponderancia narrativa iniciada como estrategia de lectura de las Cartas de relación, las crónicas de Indias y finalmente el advenimiento de novela–, América Latina ha sido sobre todo un ejercicio teórico y práctico violento que ha encontrado su definición mejor en el ensayo como género literario: entre nosotros la prosa ha sido un desafío tanto para la inteligencia como para la resistencia y la dignidad humanas. Ejercicio verbal perfeccionado durante el siglo XIX junto a las repúblicas y la pregunta por el ser de los Estados nacionales, no es sino hasta hoy, instalados a plenitud en el pandémico siglo XXI, que va quedando claro que el concepto de América Latina propuesto por Michel Chevalier ha sido siempre más parecido a una instalación artística que a uno de los múltiples frescos conceptuales de Néstor García Canclini, tan luminosos como necesarios. Gracias a la sofisticación de nuestras sociedades hoy estamos en condiciones de analizar la espesura de sus parcialidades.
La obra que nos atañe, Latinoamérica en el arte y en la literatura, es singular por varios motivos, todos esenciales para apuntalar el presente. Por un lado, se trata del resultado del seminario homónimo llevado a cabo en agosto de 2015 en la Fundación PROA en torno a la exhibición Colección Daros Latinamerica de Suiza que congregó a escritores, críticos y artistas para pensar la producción artística de la región con curaduría de Rodrigo Alonso y Katrin Steffen. Con cauces diferenciados y formatos distintos, que van de las consideraciones académicas de Valería Añón y Graciela Montaldo (que ofrece una mirada indispensable sobre la actualidad de los estudios latinoamericanos en los Estados Unidos) a los diálogos distendidos de la crítica Laura Isola con los escritores Edgardo Cozarinsky y Sergio Chejfec y una conversación entre Alonso, Horacio Zabala y Gonzalo Díaz, las páginas del libro se sostienen en la literatura, sin duda por la razón que arguye su editor, Carlos Ávila: “El literario es un fenómeno que descubre a la vez que construye un entramado complejo de raíces, simbologías de ideologías con identidad local”. Por más que el ejercicio de la crítica en el presente sea sostenido por viejos y nuevos parias, análogos y digitales, al momento de ensayar ideas la literatura sigue llevando la batuta.
El libro, como el continente, impone sus propios derroteros, pero destaco sobre otros su valor como testimonio de lo que queda de las exposiciones, esos resabios fantasmales de conexiones de sentido, que en este caso, tratándose de un material impreso publicado cinco años después de sucedida tanto la exposición como el seminario, plantea la pregunta sobre el lugar de América Latina en el presente desde la práctica artística, cuando no queda claro si se trata sobre todo de un territorio o más precisamente de una identidad, toda vez que permanece, aún ahora, como una proyección imaginada que se piensa desde afuera –España o los Estados Unidos– que obliga a pensar si tienen aún vigencia las proféticas palabras de Ángel Rama: “América Latina sigue siendo un proyecto intelectual vanguardista que espera su realización concreta”.
¿Tiene sentido preguntarse por la
condición de posibilidad de América Latina en nuestros días? Sin duda, sobre todo si es a la manera en que lo articula Sergio Chejfec: “Me gusta pensar mis propios relatos como si fueran prolongadas instalaciones que pueden ser, si bien no percibidas de un solo momento, al menos percibidas como podría serlo una instalación, un curador o una fotografía, decir, como el recuerdo de haber asistido a algo que duró poco tiempo pero que ha sido elastizado por el efecto de la lectura”.
Una condena a la lectura. Sin miedo ni pesar. Y también sin esperanza.