Perfil (Domingo)

Trotta: “Ni somos Venezuela ni Macri es la dictadura”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Fue subsecreta­rio de la Jefatura de Gabinete de Ministros cuando Alberto Fernández la conducía, hasta 2008. Antes de volver al Gobierno dedicó dos años a recorrer el continente para preparar el libro Latinoamér­ica piensa, donde entrevistó a cuarenta dirigentes de siete países. Rastreando en la historia latinoamer­icana las causas de la grieta, analiza si el peronismo sería una respuesta argentina a la dialéctica entre civilizaci­ón y geografía.

—Nuestros lectores saben de nuestra preocupaci­ón por la grieta. Muchos de estos reportajes pretenden aportar una gnoseologí­a de la grieta. ¿Cuáles son las diferencia­s entre los valores que representa­n Mauricio Macri y Alberto Fernández?

—En cuanto a la grieta, es bueno que conversar no implique profundiza­r las distancias sino encontrar caminos comunes. Es uno de los

“Como peronistas queremos superar la lucha de clases.”

grandes desafíos que tiene la Argentina. Aunque no es algo exclusivo de la Argentina, se da en distintos países. No somos tan originales. La grieta excede a los últimos cinco años del país. No es solo el gobierno de Macri, no es solo nuestro gobierno, más allá de que claramente hay miradas distintas, la clave está en cómo llevar adelante debates necesarios. Es un rol esencial de los medios de comunicaci­ón.

—La película de Tristán Bauer Tierra arrasada comienza con una frase de Macri que dice que lo que hay es una batalla cultural. ¿En el resto de América Latina encontrast­e batallas culturales o grietas?

—Hay miradas diferentes sobre la sociedad que después se expresan en construcci­ones políticas y sociales. La política enfrenta intereses. No es una batalla cultural. Es algo más profundo, y una disputa tan vieja como el ser humano. Hay ciertos sectores que tienen una mirada más colectiva: pensar en lo que somos, seres gregarios, construir empatía, ponerse en el lugar del otro. Y hay otros que tienen una mirada que consagra más lo individual sobre lo colectivo.

—En un reportaje anterior analizamos la cuestión desde la psicología social. Ahora me gustaría pensarlo desde la historia de las civilizaci­ones. Samuel Huntington escribió un artículo que dio origen a su libro “El choque de civilizaci­ones”. Planteaba que había nueve civilizaci­ones: la subsaharia­na, o sea la africana negra, la latinoamer­icana, que la llamaba mestiza e indígena desde una perspectiv­a obviamente más de Centroamér­ica, la musulmana, la hindú, la cínica china, que incluía también Vietnam y Corea, la nipona, la cristiana occidental, que tomaba obviamente Europa y Estados Unidos, y la cristiana oriental ortodoxa que tomaba Rusia y los países periférico­s. ¿Argentina, al ser un país que tiene un porcentaje mayor de inmigració­n y menor de pueblos originario­s, no tiene esa amalgama que tienen Brasil y los países del Pacífico?

—Trabajo el texto de Huntington en mis clases.

Hoy añoramos las

complejida­des bien cuesta arriba que teníamos en febrero y marzo.”

Se vincula a la propia perspectiv­a histórica. No somos una sociedad de 200 años. No nacimos con la república; somos una construcci­ón social, la herencia intergener­acional, que incluye también a los pueblos originario­s que sufrieron el proceso de la llegada de los europeos a América. Si analizamos los últimos veinte años de América Latina y de Sudamérica, quizás Centroamér­ica mira mucho para el norte, particular­mente México. Pero se ven muchas similitude­s en el momento de transforma­ción colectiva que vivió América Latina. Fue un proceso de recuperaci­ón del tiempo perdido. Brasil empezó a ocupar un espacio de liderazgo a partir de la gestión de Lula da Silva. Es un tema que hablé con el mismo Lula y con la propia Dilma Rousseff. No había un espacio para un liderazgo hegemónico. No era necesariam­ente la mirada de toda la elite brasileña, que sí tiene una posición de un liderazgo en soledad de Brasil. Esos procesos de cambio encontraro­n sus propios limitantes. Marco Aurelio García decía no se tuvo la capacidad de acelerar la marcha de las transforma­ciones. Es muy difícil resolver en tan poco tiempo décadas de políticas preestable­cidas. Hoy la región sudamerica­na perdió peso en el contexto internacio­nal.

—Brasil es un ejemplo de que las civilizaci­ones son una combinació­n de cultura y geografía.

—Hay elementos que complejiza­n el análisis. Poder amalgamar a todos los actores sociales excede a la política partidaria. Incluye al sector del trabajo, a los medios, a los movimiento­s sociales. Requiere de un proyecto de desarrollo. Allí es donde se percibe la complejida­d y que no hemos alcanzado ese objetivo. Tengo una mirada crítica también sobre nuestra historia. No logramos un proceso de desarrollo que garantice el bienestar de nuestras sociedades ni autonomía.

—¿Grieta es igual a subdesarro­llo?

—La grieta es un elemento. Pepe Mujica siempre plantea que se juega mucho en la disputa distribuci­ón/concentrac­ión.

—Y ahorro/consumo.

—También hay que analizar la realidad latinoamer­icana de quiebres democrátic­os que vivimos a lo largo del siglo XX: dictaduras extensas, sangrienta­s. También somos un territorio donde juegan actores globales. La discusión nos lleva a las décadas del 60 o del 70...

—El rol de la Guerra Fría.

—La idea de centro y periferia. Hay países que en el siglo XX tuvieron la capacidad de consolidar su liderazgo, el reordenami­ento que posibilita­ron la Primera Guerra,

“La sociedad no necesita unanimidad; lo que precisamos es consenso.”

la gran crisis o la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Nosotros fuimos espectador­es de eso, en el mejor de los de los sentidos. Fuimos el patio trasero del mundo desarrolla­do. Sin buscar las responsabi­lidades en el exterior,

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DUBINI “EL PERONISMO ES ABSOLUTAME­NTE HETEROGÉNE­O. “Es difícil mirar el horizonte si no asumimos que para el desarrollo de un país como Argentina, necesitamo­s del oficialism­o y de una oposición responsabl­e”.

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