Trotta: “Ni somos Venezuela ni Macri es la dictadura”
Fue subsecretario de la Jefatura de Gabinete de Ministros cuando Alberto Fernández la conducía, hasta 2008. Antes de volver al Gobierno dedicó dos años a recorrer el continente para preparar el libro Latinoamérica piensa, donde entrevistó a cuarenta dirigentes de siete países. Rastreando en la historia latinoamericana las causas de la grieta, analiza si el peronismo sería una respuesta argentina a la dialéctica entre civilización y geografía.
—Nuestros lectores saben de nuestra preocupación por la grieta. Muchos de estos reportajes pretenden aportar una gnoseología de la grieta. ¿Cuáles son las diferencias entre los valores que representan Mauricio Macri y Alberto Fernández?
—En cuanto a la grieta, es bueno que conversar no implique profundizar las distancias sino encontrar caminos comunes. Es uno de los
“Como peronistas queremos superar la lucha de clases.”
grandes desafíos que tiene la Argentina. Aunque no es algo exclusivo de la Argentina, se da en distintos países. No somos tan originales. La grieta excede a los últimos cinco años del país. No es solo el gobierno de Macri, no es solo nuestro gobierno, más allá de que claramente hay miradas distintas, la clave está en cómo llevar adelante debates necesarios. Es un rol esencial de los medios de comunicación.
—La película de Tristán Bauer Tierra arrasada comienza con una frase de Macri que dice que lo que hay es una batalla cultural. ¿En el resto de América Latina encontraste batallas culturales o grietas?
—Hay miradas diferentes sobre la sociedad que después se expresan en construcciones políticas y sociales. La política enfrenta intereses. No es una batalla cultural. Es algo más profundo, y una disputa tan vieja como el ser humano. Hay ciertos sectores que tienen una mirada más colectiva: pensar en lo que somos, seres gregarios, construir empatía, ponerse en el lugar del otro. Y hay otros que tienen una mirada que consagra más lo individual sobre lo colectivo.
—En un reportaje anterior analizamos la cuestión desde la psicología social. Ahora me gustaría pensarlo desde la historia de las civilizaciones. Samuel Huntington escribió un artículo que dio origen a su libro “El choque de civilizaciones”. Planteaba que había nueve civilizaciones: la subsahariana, o sea la africana negra, la latinoamericana, que la llamaba mestiza e indígena desde una perspectiva obviamente más de Centroamérica, la musulmana, la hindú, la cínica china, que incluía también Vietnam y Corea, la nipona, la cristiana occidental, que tomaba obviamente Europa y Estados Unidos, y la cristiana oriental ortodoxa que tomaba Rusia y los países periféricos. ¿Argentina, al ser un país que tiene un porcentaje mayor de inmigración y menor de pueblos originarios, no tiene esa amalgama que tienen Brasil y los países del Pacífico?
—Trabajo el texto de Huntington en mis clases.
Hoy añoramos las
complejidades bien cuesta arriba que teníamos en febrero y marzo.”
Se vincula a la propia perspectiva histórica. No somos una sociedad de 200 años. No nacimos con la república; somos una construcción social, la herencia intergeneracional, que incluye también a los pueblos originarios que sufrieron el proceso de la llegada de los europeos a América. Si analizamos los últimos veinte años de América Latina y de Sudamérica, quizás Centroamérica mira mucho para el norte, particularmente México. Pero se ven muchas similitudes en el momento de transformación colectiva que vivió América Latina. Fue un proceso de recuperación del tiempo perdido. Brasil empezó a ocupar un espacio de liderazgo a partir de la gestión de Lula da Silva. Es un tema que hablé con el mismo Lula y con la propia Dilma Rousseff. No había un espacio para un liderazgo hegemónico. No era necesariamente la mirada de toda la elite brasileña, que sí tiene una posición de un liderazgo en soledad de Brasil. Esos procesos de cambio encontraron sus propios limitantes. Marco Aurelio García decía no se tuvo la capacidad de acelerar la marcha de las transformaciones. Es muy difícil resolver en tan poco tiempo décadas de políticas preestablecidas. Hoy la región sudamericana perdió peso en el contexto internacional.
—Brasil es un ejemplo de que las civilizaciones son una combinación de cultura y geografía.
—Hay elementos que complejizan el análisis. Poder amalgamar a todos los actores sociales excede a la política partidaria. Incluye al sector del trabajo, a los medios, a los movimientos sociales. Requiere de un proyecto de desarrollo. Allí es donde se percibe la complejidad y que no hemos alcanzado ese objetivo. Tengo una mirada crítica también sobre nuestra historia. No logramos un proceso de desarrollo que garantice el bienestar de nuestras sociedades ni autonomía.
—¿Grieta es igual a subdesarrollo?
—La grieta es un elemento. Pepe Mujica siempre plantea que se juega mucho en la disputa distribución/concentración.
—Y ahorro/consumo.
—También hay que analizar la realidad latinoamericana de quiebres democráticos que vivimos a lo largo del siglo XX: dictaduras extensas, sangrientas. También somos un territorio donde juegan actores globales. La discusión nos lleva a las décadas del 60 o del 70...
—El rol de la Guerra Fría.
—La idea de centro y periferia. Hay países que en el siglo XX tuvieron la capacidad de consolidar su liderazgo, el reordenamiento que posibilitaron la Primera Guerra,
“La sociedad no necesita unanimidad; lo que precisamos es consenso.”
la gran crisis o la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Nosotros fuimos espectadores de eso, en el mejor de los de los sentidos. Fuimos el patio trasero del mundo desarrollado. Sin buscar las responsabilidades en el exterior,