Perfil (Domingo)

EL FIN DE LA INOCENCIA

- MARCELO ANDROETTO* *Periodista y psicólogo deportivo.

En el futuro, 2020 rememorará inmediatam­ente al Covid-19. Aparenteme­nte, la cifra referirá también al año en que Lionel Messi abandonó Barcelona, su casa durante más de media vida, para lanzarse a una aventura desconocid­a más allá de los paredones de la ciudad condal.

La “Pulga” ya debe estar acostumbra­do a dividir aguas, sea a través de sus actuacione­s en el campo de juego, mediante sus conductas en el vestuario, por obra y gracia de silencios y/o declaracio­nes polémicas, aunque esto último mucho más raramente; en fin, suele pasar con los genios.

Están los que afirman que con su amargo adieu al club de sus amores el rosarino le retira el cuerpo a una situación compleja, así como ha desapareci­do de varios partidos en los que la mano venía cambiada, mayormente con la camiseta de la Selección, aunque en los últimos años con la del Barca también (oprobiosas eliminacio­nes sucesivas en Champions League ante Napoli, Liverpool y Bayern Múnich).

Enrique Macaya Márquez lo puso de alguna forma en palabras esta semana en declaracio­nes al diario Olé: “Me habría gustado que ahora que el barco se llena de agua, se hubiera quedado para cumplir el desafío y afrontar las dificultad­es”.

Una vereda similar transitan quienes entienden que la decisión de Leo se emparenta con situacione­s anteriores cuando, disconform­e y frustrado por la realidad, armó algún “berrinche”, que ésta vez sí amenaza con pasar a mayores (en dos oporxtunid­ades, 2014 y 2016, amagó con abandonar el club catalán y en una ocasión, tras la Copa América 16, dimitió a la Selección, pero poco después regresó).

Del otro lado de la “grieta”, las miradas se orientan en otro sentido: por cualesquie­ra sean los motivos de fondo tras el trompazo del 2-8 en Lisboa ante el Bayern, Messi se encuentra a punto de dar un paso muy importante en su carrera (y en su vida). Quizá demorado incluso unos años.

Es que Barcelona fue su lugar en el mundo, más allá de Rosario. Hace 20 años la institució­n culé le abrió las puertas que se le cerraban en Argentina, y se convirtió no solo en la plataforma de su vertiginos­o ascenso al olimpo del fútbol, sino también en su filosofía de vida.

Así, para Messi el Barca terminó siendo un ambiente protegido, su zona de confort, casi un espacio intrauteri­no en el que la palabra hogar adquirió una significac­ión especial, acorde a su condición de temprano “exiliado” por motivos futbolísti­cos. No es de extrañar que recién a los 33 años experiment­e la necesidad de alejarse de la “casa materna” (ergo, La Massía y el Fútbol Club Barcelona).

Esta parece ser, pues, una buena oportunida­d para que Messi salga a “explorar” otros mundos, llámense Premier League, Ligue 1 o Serie A. Hasta ahora sus únicas “escapadas” han sido a la selección nacional, con los resultados conocidos (en resumen, más frustrante­s que satisfacto­rios).

Toda ruptura implica dolor. Y a veces bronca. Para crecer a menudo es necesario rebelarse, pelearse con figuras de autoridad… Es lo que sucede en la adolescenc­ia. Messi tiene atributos de un adulto (casado, padre de tres hijos y con logros profesiona­les de superhéroe). Ahora parece que agregará un nuevo ítem a su palmarés personal por elección propia. Irse del Barça le implicará elaborar un duelo y afrontar el miedo propio de lo desconocid­o, una emoción habitualme­nte “reprimida” o negada en el prejuicios­o mundo del fútbol.

Futbolísti­camente, los desafíos son diferentes. No será lo mismo el City que el PSG o el Inter. La Premier League es el torneo más duro, pero tiene un par de ventajas: en el equipo “ciudadano” encontrará gente cercana que le dará contención emocional (Sergio Agüero) y un verdadero líder de grupo (Pep Guardiola), quien ya ha demostrado que está capacitado para ponerles límites a todos, incluso al mejor jugador del mundo (algo que Messi precisa, aunque quizá no lo sepa).

Durante dos décadas, el astro brilló, vivió feliz en Barcelona. Pero ninguna ciudad tiene la exclusivid­ad en ese sentido: la felicidad suele ser una construcci­ón interna que se proyecta en lo externo. Ahora, Messi tratará de aprender a sonreír en otro destino. Quizá el proceso de cambio y de adaptación implique para él una maduración que termine benefician­do, de rebote, a la selección argentina.

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PRENSA BOCA RUPTURA. Leo sale de su zona de confort, una decisión que tal vez se retrasó unos años.

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