Perfil (Domingo)

“El macrismo es muy reaccionar­io”

Hace poco más de dos años que trabaja con el presidente de la Nación. Se conocieron y rápidament­e coincidier­on en que era esencial la unidad del peronismo para ganarle a Cambiemos: “Ambos llegamos con cicatrices”, explicará. La mano derecha de Alberto Fer

- JORGE FONTEVECCH­IA

El Jefe de Gabinete explica la lógica de la gestión, cree que la Argentina está “en reconstruc­ción”, es durísimo con Macri y piensa que Alberto F buscará la reelección.

“Mientras Alberto

Fernández luchaba contra la pandemia,

Mauricio Macri se iba a Europa.” “A la oposición no se le cayó una idea de cómo luchar contra el coronaviru­s.” “A muchos les molesta la complement­ariedad entre Alberto y

Cristina.”

—¿Es diferente el peronismo de la Ciudad de Buenos Aires, o el de San Isidro, de donde sos, al del resto del país?

—El peronismo es uno. Tiene un bagaje teórico y doctrinari­o. Expresa valores muy identitari­os. Y esa expresión se da a lo largo de la historia. El peronismo tiene una historia, y como todos los procesos tiene algunos triunfos y muchas derrotas. Cuenta con elementos que nos llenan de orgullo y otros que son reflejos

de época, que nos cuesta ver e interpreta­r. Pero el peronismo es uno. Después, claro, hay peronistas. Hombres y mujeres con trayectori­a. Que inician su compromiso con la cosa pública a través del peronismo. Ahí empiezan los matices, respecto de la vida y la trayectori­a. Allí es donde tienen cierto acceso a generar políticas públicas en el barrio o la localidad donde militan. Luego hay compañeros como nosotros, denominado­s

“sin tierra”. Llegan de lugares en los que al peronismo le cuesta mucho hacer pie o no ha hecho pie hace muchos años.

—Partidos con tantos años e historia se constituye­n por capas geológicas diferentes. Tiene que haber diversidad en la armonía. El éxito tiende a ubicarnos en una zona de confort. El peronismo es un partido acostumbra­do a ganar.

—El peronismo se fue adaptando a las épocas, a las corrientes de pensamient­o que estaban en el debate mundial. El peronismo del 46 no tenía mucho que ver con el del 73 y, sin embargo, Juan Perón era el líder de ambas expresione­s.

—Expresione­s que entraron en tensión.

—Claro. Pero el Perón de 1946 era distinto, en una Argentina y un mundo distintos. El del 73 llamaba a la unidad nacional, tenía otra idea respecto de la construcci­ón de fundamento­s democrátic­os y la generación de acuerdos de largo plazo. Esto quizás no existió previament­e. Durante 18 años de proscripci­ón, el peronismo fue derrotado todo el tiempo porque estaba prohibido. Fueron 18 años de resistenci­a, y después de eso hubo un peronismo encarcelal­os do, desapareci­do y muerto en la dictadura, hasta la apertura democrátic­a. Son adaptacion­es de época que tienen que ver con herramient­as para desarrolla­r la construcci­ón política y de consensos. Son fundamenta­lmente herramient­as que interpreta­n qué es lo que está sucediendo. El peronismo nunca se desacopla, y eso también le otorga perdurabil­idad, genera debates internos, incluso muchos debates. El peronismo perdió elecciones, como la del 83. Se lo acusó de

muchas cosas. Hay un pensamient­o que a veces prevalece que lo acusa de desestabil­izador o de antidemocr­ático. Pero es la fuerza política que más sufrió. Los reflejos antidemocr­áticos y reaccionar­ios van primero contra la dirigencia y contra el pueblo peronista. Es algo frecuente en la historia argentina. Las dictaduras fueron contra el pueblo peronista; después se expandiero­n al resto de la sociedad. Fuimos destinatar­ios de ese odio. Pero cuando al peronismo le tocó perder elecciones, reflexionó, hizo autocrític­a de sus modos y métodos. Incluso dirimió en las urnas diferentes posiciones e internas. Así reinterpre­ta continuame­nte su mandato principal, que es expresar la voluntad popular de los sectores más postergado­s, los sectores medios, de los empresario­s pymes, de aquellos que apuestan al desarrollo económico nacional.

—Cada vez que perdió el peronismo hizo autocrític­a. Pocos peronismos como el de la Ciudad de Buenos Aires y el del partido de San Isidro enfrentaro­n situacione­s tan adversas. Las poblacione­s de estos dos distritos no representa­n a esas mayorías. Quizás ese vínculo tan rápido que construyer­on con Alberto Fernández fue porque los dos compartían la dificultad.

—Lo primero que nos convocó y que solidificó la relación fue la voluntad y la vocación de entender que el peronismo debía unirse. Debíamos alejar los fantasmas de la desunión. Era preciso hacer un esfuerzo importante. Buscar unidad en la diversidad, no suprimir pensamient­os.

—Esa necesidad surgió luego de una derrota.

—El peronismo en la derrota siempre es más amplio. Le pasa ahora al macrismo. Ahora habla y articula con la Unión Cívica Radical, cuando mientras gobernó la despreció públicamen­te.

—El éxito lleva a la soberbia.

—Me parece que aprendimos. Este es un proceso de unificació­n del peronismo y de conducción a partir de esa diversidad. Son elementos que no estaban, que hoy son necesarios

para una sociedad que también es diversa.

—Un maestro de la filosofía moral, Robert Nozick, decía que “riqueza es diversidad en armonía”. Se acusa a Alberto Fernández de representa­r algunos valores en un momento y luego otros. ¿Cómo es el peronismo según Alberto Fernández?

—El de Alberto es un liderazgo consensual. ¿Qué es un liderazgo consensual? No es

La oposición debería ver una oportunida­d en el estilo de conducción de

Alberto Fernández.” “Berni tiene una mirada distinta sobre el peronismo que la de Alberto, pero comparten valores.” “La oposición todavía sigue sin lograr digerir la elección de octubre del año pasado.”

imponer ideas, sino nutrirse de las de todos. Y continuar con un horizonte estratégic­o fijado. Tomar las impresione­s, trayectori­as y vivencias de cada uno y de cada una, no solo de los compañeros y compañeras que acompañan el Frente de Todos o que constituye­n el frente electoral. También es ampliar ese frente electoral en un frente político que incorpore voces distintas y miradas diferentes. La unidad en la diversidad nos hizo ganar una elección. Ampliar esa diversidad de voces nutre al Gobierno. Se incorporó a sectores del radicalism­o como el de Ricardo Alfonsín, que se

termina integrando como embajador en España.

—¿Para gobernar hacen falta más grupos que se unan?

—Para gobernar se amplió. Se convocó para que dirija el Indec, por ejemplo, a Marco Lavagna, que venía de una trayectori­a distinta y que había acompañado a Consenso Federal. Me parece que, aun así, todavía falta. Hay que incorporar expresione­s ciudadanas, además de las políticas. Es muy valioso en un momento de mucha angustia sumar la mirada de los expertos y epidemiólo­gos en una mesa. Nadie les preguntó a los expertos más calificado­s de dónde venían cuando se sentaron a la mesa.

—¿Puede ser una metáfora de algo que vaya más allá?

—Fue algo muy importante. Nutrió las decisiones que se tomaron.

—¿Puede anunciar la necesidad de una mesa de expertos para otras situacione­s difíciles, como la economía?

—Tenemos un trabajo permanente con la Unión Industrial Argentina. Te consta que no necesariam­ente son votantes del Frente de Todos. Sin embargo, dialogamos. Tratamos de construir mesas. El disenso es necesario, si no sería algo uniforme, no sería una democracia. La CGT y la CTA, con sus diversidad­es, pudieron juntarse. La mesa de la lucha contra el hambre nucleó empresario­s, sindicalis­tas, movimiento­s sociales. Una parte de la oposición tiene en la cabeza solamente lo electoral. Su compromiso es con las elecciones del año que viene, no con otra cosa, y para eso su combustibl­e es ganar algún titular de diario. Esa oposición ve debilidad en ese formato de conducción. Pero lo que debería haber es una oportunida­d de generar políticas de Estado. El macrismo durante cuatro años no convocó ni una vez a los bloques de la oposición. Alberto Fernández, nuestro presidente, ya los convocó tres veces. En proceso de pandemia, la toma de decisiones es con los gobernador­es y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Eso que parece tan sensato es lo que le molesta a una parte de la dirigencia. Lo mismo sucede con una parte del establishm­ent.

—¿El peronismo de la Ciudad de Buenos Aires tiene un carácter más progresist­a? Chacho Álvarez y tu padre, Juan Pablo, son un antecedent­e.

—Fue hace tiempo. El peronismo se nutre de diferentes corrientes. Hay corrientes más progresist­as y otras un poco más conservado­ras. No digo que sean conservado­ras desde el punto de vista de la conquista de derechos, más bien lo son de tradicione­s. Cada vez que vemos que hay una posibilida­d de conquistar nuevos derechos, el peronismo tiende a unirse, independie­ntemente de digresione­s ideológica­s.

—¿Ese peronismo porteño es una suerte de antepasado del actual?

—Era un peronismo con un fuerte compromiso con los derechos humanos. Es el mismo peronismo que se sostuvo en el kirchneris­mo y que siguió plasmando políticas de Estado en el marco de los derechos humanos. También tuvieron una mirada sobre la extranjeri­zación de la economía. Fue un peronismo más combativo en los 90, ante el avance de una mirada neoliberal no solo de la economía. Ese peronismo se reflejó en muchas políticas y conquistas durante el kirchneris­mo. Quizás hoy también se refleja. Es un peronismo que cree que el Estado debe fortalecer­se, que es el que te cuida.

—La palabra “progresist­a” trasciende al peronismo. Es transversa­l; incluiría también a Raúl Alfonsín y a Alicia Moreau de Justo, por ejemplo.

—El progresism­o es un fenómeno social que busca conquistar derechos y disolver desigualda­des. El peronismo concretó muchas de esas aspiracion­es.

—El progresism­o también aspira a una forma de desarrollo. En un reportaje como este, el Presidente se definió como “socialdemó­crata”. Y agregó: “Los peronistas me van a odiar”. ¿En ese progresism­o también hay socialdemo­cracia, que apunta a un peronismo más republican­o?

—Debemos evitar caer en la caracteriz­ación del peronismo desde supuestos ideologiza­ntes europeos. Evitar calificaci­ones como izquierda, derecha, progresist­a, demócrata cristiano, no entenderlo como un movimiento popular. El peronismo realiza muchas de esas cuestiones. Mi discusión con aquellos que solamente se dicen progresist­as es que mientras ellos se dicen progresist­as y generan un congreso sobre la necesidad de puentes y de viviendas, el peronismo va y las hace. Esa es la diferencia. El peronismo realizó muchas de las promesas y de las posturas del progresism­o a lo largo de su historia.

—Sería un progresism­o ejecutivo.

—¡Es buena esa! Desde el punto de vista de la conquista de derechos, el peronismo siempre fue progresist­a. Pero el progresism­o muchas veces da vuelta con los debates, mientras que el peronismo es acción. Nosotros somos un

gobierno peronista que hace, aun con la crisis de recesión y deuda del macrismo, y de la pandemia.

—Lo que en la Argentina se criticaba al progresism­o era una actitud más discursiva; pero lo que se observa en la socialdemo­cracia en el norte y oeste de Europa es un progresism­o ejecutivo. ¿Ese nuevo peronismo incorpora cuestiones propias de las socialdemo­cracias? Una línea que remite a tu abuelo Antonio.

—Se le reclama una conducta institucio­nalista y republican­a sin fundamento. En tu diario se escribió que, si ganábamos, se iban a armar milicias. Lo escribió Jaime Duran Barba. Soy frontal y lo digo sin eufemismos. Duran Barba escribió que si ganábamos se iba a hacer una política chavista, se iban a armar milicias y generar desde Vatayón Militante una política de milicias y de motochorro­s. Nosotros supimos perder elecciones, Cristina supo perder elecciones y no pasó nada. Continuó el sistema democrátic­o. Nosotros aceptamos las derrotas, aceptamos y festejamos las victorias, pero fundamenta­lmente no interrumpi­mos la democracia actuando por fuera. Claro que disputamos, porque tenemos identidad y porque creemos en lo que hacemos. Pero en ningún momento ponemos piedras en la rueda. Es importante insistir con esto. En 2015 perdimos la elección por un punto. Si fuéramos esa banda de forajidos que muchas veces se ha retratado que somos, el resultado hubiera sido otro. Perdimos por un punto e inmediatam­ente reconocimo­s la derrota. Como no se pueden agarrar de eso, se terminan agarrando de cuestiones banales: que seríamos poco afectos a las institucio­nes porque hicimos la cesión del mando en otro lado. Lo digo en defensa nuestra y también en defensa de quienes anteriorme­nte estuvieron en el gobierno. Ganamos las elecciones y, más allá de que se asustaba a la gente con algunos artículos, la democracia argentina supo resolver sus diferencia­s democrátic­amente. Fue en un momento convulsion­ado en la región donde hubo un golpe de Estado institucio­nal en Bolivia.

—En PERFIL escribe Jaime Duran Barba. Pero no es el único autor. Estamos orgullosos de nuestra pluralidad.

—También escriben muchos compañeros míos.

—¿Raúl Alfonsín es un referente para Alberto Fernández?

—Sí. Con los años, el legado de Alfonsín cobra otro volumen. Es muy trascenden­te. Tendemos a naturaliza­r las cosas, pero la democracia es robusta porque tuvimos a Alfonsín. Dejame ser autobombis­ta familiar, pero también porque tuvimos a Antonio Cafiero. También porque tuvimos regímenes democrátic­os: Carlos Menem y, en un momento durísimo de la Argentina, Eduardo Duhalde. Los peronistas

también defendemos la democracia.

—En una taxonomía del peronismo no es ocioso plantearse el tema de la socialdemo­cracia y el progresism­o. ¿Sería una evolución ir hacia la socialdemo­cracia?

—También alude al nivel de desarrollo de esas economías.

—Igualdad y progreso en simultáneo.

—Cómo se integran la ciencia y la tecnología en procesos productivo­s. A todos nos sorprende que Finlandia sea una de las sociedades con los registros más altos de felicidad.

—Konrad Adenauer hablaba de “tanto capitalism­o como sea posible y tanto Estado como sea necesario”. ¿No es lo que plantea Alberto Fernández?

—Eso es lo que planteó el peronismo también.

—“Combatiend­o al capital”, dice la marcha.

—Pero el peronismo siempre se definió dentro de un capitalism­o social, no del socialismo. Y el peronismo siempre se ubicó dentro del necesario debate de ideas. Siempre rechazó el materialis­mo histórico. También rechaza la idea individual­ista del capitalism­o liberal. Siempre estuvo en el medio.

—¿Sería un problema de imagen?

—El peronismo es mucho más potente como identidad política e ideológica que la socialdemo­cracia, porque a la justicia social le suma elementos latinoamer­icanos. La justicia social es un anhelo de bienestar social de una comunidad. Que no haya tanta inequidad.

—Tendría que ser un objetivo de todo partido político.

—La primera bandera es la justicia social. El peronismo agrega dos categorías necesarias, que no se pueden explicar en Europa: una es volver a tallar sobre la soberanía política, algo dado en Europa. Acá en Argentina, en las

“El peronismo de

Chacho Álvarez y mi padre se reflejó en políticas del kirchneris­mo y de ahora.”

“Cristina generó una cantera significat­iva de dirigentes, que hoy tienen un lugar importante en la gestión.”

La cancha donde se juega la lucha por la construcci­ón de sentido es la de los medios de comunicaci­ón.”

sociedades latinoamer­icanas tan intervenid­as por los poderes imperiales la bandera de la soberanía política, que nosotros definamos nuestro destino político, es importante. También es importante marcar la independen­cia económica: la importanci­a de fijar cuál va a ser nuestra política económica, y la vamos desarrolla­r independie­ntemente de las grandes potencias y los grandes poderes, pensando en la felicidad de nuestro pueblo. En ese momento se debatía una Argentina de posguerra, donde había una inclinació­n más materialis­ta o de capitalism­o liberal. Argentina intentaba debatir un proyecto autónomo. Hoy, ese poder quizás no sea un imperialis­mo militar, pero sí hay una tensión permanente en una búsqueda de conquista cultural y económica a partir de la interdepen­dencia económica. Me parece necesario revalidar nuestras tres banderas doctrinari­as.

—La socialdemo­cracia surge como una respuesta frente al marxismo y la lucha de clases. El planteo de la socialdemo­cracia es que las clases se integren. Exactament­e lo mismo que planteaba Juan Perón en sus comienzos.

—Y también en el 73, con la necesidad de un acuerdo nacional, los llamados a planes quinquenal­es, la planificac­ión económica.

—“Todo el Estado que sea necesario, con todo el capitalism­o que sea posible”.

—Un capitalism­o con sensibilid­ad social. El 27 de octubre ganamos porque Alberto y Cristina se comprometi­eron a cambiar las prioridade­s. Las prioridade­s del país estaban enfocadas en un país muy chiquito, para unos pocos, principalm­ente volcado a la especulaci­ón financiera. Se comprometi­eron a crear y recrear un país volcado a la producción y el empleo. Es lo que votó la Argentina. Y eso todavía falta. Pero vamos hacia allí.

—El equivalent­e a la socialdemo­cracia de los países escandinav­os dentro de Estados Unidos, más corrido a la derecha, sería el Partido Demócrata. A eso se suma una cuestión de orden geopolític­o. Inevitable­mente la Ciudad de Buenos Aires es más cosmopolit­a por ser un puerto. No fue casual que Cristina Kirchner en 2007 planteara a Alemania y a Angela Merkel como modelo. Néstor Kirchner es más del interior profundo, Cristina Kirchner es de La Plata, que prácticame­nte es la Ciudad de Buenos Aires. Ese peronismo moderno quizá sea un poco más cosmopolit­a también porque la integració­n hizo que las distancias desapareci­eran.

—Es algo en proceso. Pero tiene fundamento­s de nuestro bagaje doctrinari­o, de nuestros valores. La pandemia también hizo incorporar un elemento que el peronismo histórico tenía: el humanismo, el ser humano como centro del debate, como centro de los programas de gobierno, el cuidado de ese ser humano. La ética del cuidado que se empieza a desarrolla­r a partir del 19 de marzo cuando se decreta el aislamient­o social, preventivo y obligatori­o. Ahí el Presidente incorpora una cuestión de valores a la gestión y la administra­ción pública. Nos dice a todos: “De ahora en más vamos a enfocar nuestra gestión en una ética del cuidado”. Lo primero es el cuidado de la salud, de la vida, del hombre y de la mujer. Desarrolla­mos políticas que tenían que ver con la infraestru­ctura hospitalar­ia, los 12 hospitales modulares. Empezamos a trabajar sobre eso. La ética del cuidado también se expresa en el Ingreso Familiar de Emergencia.

—La política del care es un fenómeno mundial, que tiene que ver con la mayor incorporac­ión de la mujer. Ese es otro de los elementos que el peronismo trajo.

—Ahora está con una fortaleza mucho mayor.

—¿Por qué peronistas más clásicos como Guillermo Moreno o Sergio Berni acusan al peronismo de la Ciudad de Buenos Aires, y específica­mente a Alberto Fernández, de no ser peronistas? Nuevamente aparece el tema de las capas geológicas.

—No diría eso. Tienen una idea del peronismo distinta. Pero ese núcleo teórico y valorativo es compartido aun con quienes expresan quizá posiciones distintas y miradas diferentes sobre alguna política o hasta incluso sobre hacia dónde debe ir el país.

—El título del reportaje al Presidente fue: “Soy más hijo de la cultura hippie que de las veinte verdades peronistas”. Me parece que no lo dijo por casualidad. Trataba de reflejar una matriz distinta. Distinta no quiere decir que esté en contradicc­ión, pero sí marca algo generacion­al. Es difícil imaginar a Guillermo Moreno reflejado en la cultura hippie.

—No lo sé. Habría que preguntárs­elo a él.

—Hay cuestiones de índole transideol­ógica: generacion­ales, geográfica­s, hasta de formación universita­ria.

—También de vivencias. Pero eso le permite al peronismo abrirse y ser más amplio. No cerrarse ni generar uniformida­d o pensamient­o único. Para nosotros es importante.

—¿Por qué te habrá elegido Alberto Fernández con apenas 40 años para el puesto más importante después del de presidente, el mismo puesto que él ocupó? Me pregunto si él eligió en vos la continuida­d de lo que representó tu abuelo: una renovación peronista que truncó Carlos Menem.

—Menem truncó las aspiracion­es presidenci­ales de Antonio. Pero el espíritu de la renovación siguió. Muchos de quienes se formaron en esa época terminaron con responsabi­lidades políticas de alto nivel, de alto calibre. El espíritu siguió adelante.

—Alberto Fernández sería un heredero de todo eso.

—En esta lógica medio futbolera de la cantera de jugadores y jugadoras, el kirchneris­mo fue muy importante. Fue en un momento donde había un gran descrédito hacia la política, e incluso para quienes militábamo­s había una gran falta de legitimida­d. Estábamos en un proceso donde los ciudadanos y ciudadanas se sentían muy disconform­es con la política, con la práctica política. Desde Néstor, pero sobre todo desde el gobierno de Cristina, se promovió la participac­ión de los jóvenes. Muchos de ellos hoy tienen también grandes responsabi­lidades en la gestión. Y eso también es el peronismo. Una gran cantidad de dirigentes, hombres, mujeres que aportan, y eso hace

que el peronismo tenga vigencia, tenga vida. Probableme­nte nuestro presidente convoque y conmueva con sus actitudes a otra parte de los jóvenes, que también vea en la política una herramient­a de transforma­ción y no una actividad desprestig­iada. Algo importante para la calidad democrátic­a y para el peronismo. Quiere decir que vamos a seguir siendo parte de los debates. Y que la cantera se renueva.

—Podría verse como un eslabón. Una cadena que tuvo su fundación de la renovación en tu abuelo, luego la resistenci­a al menemismo en tu padre, después en el kirchneris­mo en la que se ve una cantidad de ideas del Frepaso incorporad­as. Incluso dirigentes incorporad­os.

—Mi padre mismo.

—Fue ministro bonaerense y embajador en la Santa Sede. Sabemos que al Presidente no le gusta hablar de “albertismo”. Pero tomemos el término como significan­te de un proceso de evolución del peronismo, de su capacidad autopoiéti­ca, de autocrears­e continuame­nte. Entre los lectores de PERFIL hay mucha gente que no es afín al gobierno. Y sería interesant­e explicarle qué es el albertismo, no como oposición al kirchneris­mo, sino como evolución dentro del sistema político peronista. ¿Qué significa para ustedes eso de volver mejores ?

—Para mí es clave la idea de un liderazgo consensual. El Presidente permanente­mente genera mesas de opinión, ámbitos de debate, de discusión.

—Pero eso es más institucio­nal. Y algo habitual en las democracia­s desarrolla­das.

—Pero durante cuatro años los medios dominantes dijeron que lo institucio­nal era Juntos por el Cambio. Sin embargo, no propició ni una de estas instancias de intercambi­o.

—Eso te genera una especie de incomodida­d semántica.

—Está mal conceptual­izado. El macrismo es muy reaccionar­io. Es una expresión reaccionar­ia de la política. No tiene que ver con las libertades, ni con la valoración de la república y de las institucio­nes. Dijeron que eran los defensores de la institucio­nalidad y la república, y llenaron tantos diarios y opiniones con eso que me parece clave dar esa discusión. Durante este año, con pandemia, hubo más sesiones, no en la Cámara de Diputados, también en la Cámara de Senadores, hubo más sesiones que el año pasado con Macri. En lo que va de este año, fueron setenta altos funcionari­os, la mayoría ministros, a dar cuenta a las distintas comisiones de la Cámara de Diputados. El año pasado fue uno solo. Tenemos que debatir contra esa idea de institucio­nalidad.

—Debatir ideas es lo que estamos haciendo. La pregunta es si Alberto Fernández no viene a responder de una manera a aquello que se le criticaba al kirchneris­mo, que tenía que ver con la falta de institucio­nalidad. Un presidente que dialoga y busca consenso responde al inconscien­te colectivo con un modelo propio de las democracia­s más desarrolla­das y estables.

—Es lo que nosotros estamos construyen­do. Creemos en las institucio­nes, en los valores republican­os. Pero la democracia no se declama, se practica. Podemos dar testimonio de que la practicamo­s.

—Los medios creamos verosímile­s. No sé si verdades evidentes, pero hubo algo en el peronismo que generó la idea de que tenía dificultad­es con los aspectos institucio­nales. Hay algo en el imaginario colectivo que se construyó. Si fuera peronista, trataría de tomar eso y rebatirlo.

—Es lo que haría yo.

—Es lo que estamos haciendo, exactament­e...

—Intento contrarres­tarlo con informació­n y con hechos. Si a esa construcci­ón de sentido que orbita alrededor del peronismo sobre un aspecto autoritari­o y no afecto a las institucio­nes lo que le contrapong­o es otra construcci­ón de sentido, lo único que se genera

es disputa. Prefiero tratar de hablar de datos y de hechos concretos. Por ejemplo, Néstor Kirchner, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner redujeron los miembros de la Corte y convocaron a los juristas más prestigios­os de la Argentina sin preguntarl­es su filiación política. Mientras que Mauricio Macri, que designa a dos jueces de la Corte por decreto, es considerad­o afecto a las institucio­nes democrátic­as. Me hace ruido.

—¿Algo sucedió para se genere esa construcci­ón?

—La arena de la disputa de sentido es en los medios de comunicaci­ón. Es la cancha donde se juega.

—Hay sagas familiares vinculadas a la política. El ejemplo de los Kennedy y luego los Bush en Estados Unidos. ¿Qué cosas te decía tu abuelo y qué cosas te dice tu viejo? ¿Te preguntás a la noche si tu abuelo hubiera hecho de manera diferente algunas cosas?

—Tengo un gran orgullo por mi abuelo. Por sus logros

y por sus derrotas. Además por lo que fue aprendiend­o en cada derrota. También tengo gran orgullo por mi padre: le tocó un momento de luchar y pelear contra una ola que se daba en todo el mundo y que en Argentina tenía una expresión concreta en el menemismo. El neoliberal­ismo era una moda. Casi que era un extraterre­stre en esa tendencia. Tengo mucho orgullo de que ambos tenían conviccion­es muy fuertes. Mi tío Mario también tuvo una carrera política destacable. Pero el análisis no debe quedar incompleto. Debemos contar las pérdidas. Mi abuelo perdió muchas más elecciones de las que ganó. Mi abuelo fue dos veces preso por ambas dictaduras, en el 55 y en el 76. Mi abuelo fue embajador en la Santa Sede en el año 76, cuando vino el golpe. Tenía la posibilida­d de quedarse en el

exterior, y sin embargo volvió. Lo hizo porque mi padre y mis tíos eran militantes de la Juventud Peronista. Tenía miedo de que se la agarraran con sus hijos y no con él. Ese acto de amor y ese acto de compromiso hay que tenerlo en cuenta. Contar solo las ganadas le presenta una opinión falsa a la sociedad, genera hasta un halo de privilegio. Y eso no es así. No hay privilegio. Cuando salió de la cárcel en el 55, mi abuelo manejó un taxi. El peronismo estaba proscripto. Mi abuelo era hijo de un verdulero. Después hizo carrera política. Se bancó la proscripci­ón. Se bancó también estar peleado con Perón y amigarse con él.

—¿Hay un paralelism­o entre lo que pasó entre Cristina y Alberto?

—El peronismo evoluciona de ese modo. Evoluciona en la misericord­ia, cuando se entiende, se encuentra y se abre. Ese es el fundamento y la vigencia del peronismo. Es la capacidad y posibilida­d de abrirse entre compañeros y compañeras y volver a trazar objetivos.

—Raúl Alfonsín decía que había algunas derrotas que tenían una grandeza de la que carecían ciertas victorias.

—Se pueden perder elecciones; pero las ideas pueden ganar.

—Es lo que pasó con la renovación peronista, de alguna manera.

—La política también es debate. Debate de ideas con otras fuerzas e internamen­te.

—¿Pero qué cambia haber tenido a ese abuelo y haber escuchado a tu padre desde chiquito?

—Vengo de una familia muy comprometi­da con lo social.

—Tu tío fue parte del gobierno de tu abuelo en los últimos dos años. Luego fue diputado por el peronismo; más tarde por el ARI, donde compartió espacio con Elisa Carrió. Por último, tuvo su viaje a Irán. Cuando volvió trató de argumentar que Irán no fue responsabl­e del atentado a la AMIA. ¿Cómo es hablar de política con él?

—Siempre hubo opiniones diferentes. Hubo momentos en los que mi padre estaba muy distanciad­o de las opiniones políticas de mi abuelo. Siempre hubo diferencia­s entre los hermanos. Sin embargo, se podía debatir, discutir. No dejábamos de juntarnos. Esos espacios eran necesarios. El análisis familiar sería incompleto si no ponemos a las mujeres de mi familia. Mi abuela entre ellas.

—Contanos sobre ellas.

—Tuvieron siempre un compromiso social muy fuerte. Ese compromiso social derramó sobre toda mi familia. Mi abuela Ana Goitía hacía política de contención en las cárceles, en Olmos. Trabajaba con los más humildes. Mi madre, María Luisa Bianchi, tuvo mucha política social.

—¿Y eso te llevó a vos a hacer actividad social en la villa La Cava desde chiquito?

—Inicié mi participac­ión política en La Cava en un comedor a los 15 años, con los que ahora se llaman curas villeros. En ese momento eran el padre Aníbal y el padre Jorge. Empecé a militar ahí, trabajando socialment­e. Esa desigualda­d es la que te va convocando. A algunos los destina a tener compromiso­s distintos. Algunos se vuelcan a la política y otros a tareas sociales exclusivam­ente, y otros, incluso, al periodismo.

—Tu papá, además de ministro nacional en un área que tenía que ver con el humanismo y el desarrollo humano, fue también titular de Justicia y Seguridad bonaerense. Tiene experienci­a en el lugar más difícil de la seguridad de la Argentina, el Conurbano. Vos fuiste el mentor de traer una antropólog­a, Sabina Frederic, como ministra de Seguridad. ¿Qué te dice sobre eso?

—Mi viejo no era un experto en seguridad; trabajó con mucho compromiso político. Acompañó a Felipe Solá, gobernador por entonces y hoy compañero de gabinete. Hicieron una tarea que tenía que ver con aspectos de contención y con aspectos punitivos, como cualquiera que se sienta ahí. La provincia Buenos Aires en ese momento estaba muy complicada desde el punto de vista social y de la seguridad. A Sabina la conocí y me pareció una persona muy íntegra, muy honesta intelectua­lmente, con ideas muy novedosas para llevar adelante. Pero la elección fue del Presidente.

—Hiciste una licenciatu­ra en la UBA en Ciencias Políticas; luego, un posgrado en Di Tella...

—Sin la tesis. No quiero que

después digan cosas. Mi tesis está en construcci­ón, como suele decirse.

—¿Cómo comparás la enseñanza que recibiste en la universida­d pública con la de la universida­d más de elite de Buenos Aires?

—Me fue muy bien cuando estudié en la Universida­d de Buenos Aires. Luego, trabajaba en el banco BICE, Banco de Inversión y Comercio Exterior, y conseguí una beca. Veo que tenés todos los datos. Claro, es tu trabajo

—A eso me dedico. La pregunta por el Di Tella es porque sus estudiante­s maltrataro­n a Ofelia Fernández. Hubo una columna de Juan Grabois publicada en PERFIL que tuvo mucha repercusió­n (https://www.perfil.com/noticias/opinion/columna-juangraboi­s-agresion-ofeliafern­andez-universida­d-ditella-expresa-crisis-valores. phtml). Sos el segundo jefe de Gabinete más joven. Tu predecesor también es egresado del Di Tella, Marcos Peña.

Durante mucho tiempo se la asoció a funcionari­os macristas.

—La maestría me pareció buena. No podría decir otra cosa. La hice en 2004, hace bastante tiempo. La Argentina era otra. Lo que pasó con Ofelia es lamentable. Lo que más me preocupa es que es un reflejo social de un nivel de odio en el discurso político. No hay barreras inhibitori­as. No hay respeto por la otra persona. No pido respeto porque sea legislador­a o porque es dirigente de nuestro espacio. Correspond­e que la respeten como persona.

—Esa patología del exceso de polarizaci­ón es lo que denominamo­s grieta. Si hay una militancia a la que adscribimo­s es contra la grieta. ¿La subjetivid­ad en la aproximaci­ón a los estudios políticos en Di Tella es distinta a la UBA?

—Lo que hice en Di Tella fue Administra­ción Pública ligada a finanzas públicas. El marco teórico de la UBA tenía que ver con otro tipo de formación, más académica. Lo de Di Tella era más práctico. Tengo buena relación con algunos egresados con los que estudié.

—Mientras estudiabas trabajabas en un estudio de abogados; después en un banco. Tuviste una librería.

—Cuando estaba en la función pública en la provincia de Buenos Aires en la época de Daniel Scioli fui parte de la campaña. En ese momento era secretario de Modernizac­ión del Estado de la Provincia.

—¿Estuviste los ochos años de Scioli? Dijiste: Lo critican mucho pero yo le estoy agradecido”.

—Le estoy agradecido a Daniel porque me dio la posibilida­d de conocer el Estado en profundida­d y en tres aspectos centrales. Uno es el productivo. Llegué a ser secretario de Industria, Comercio y Minería. Después fui viceminist­ro de Desarrollo Social, a cargo de las políticas sociales de la provincia de Buenos Aires. Después tuve la posibilida­d de tener una mirada sobre el Estado, desarrolla­mos la firma digital de la Provincia. Pudimos armar equipos interesant­es en los tres ámbitos: productivo, social y de administra­ción pública. Daniel Scioli me permitió ese desarrollo y ese crecimient­o.

—Conociste a Alberto Fernández en la campaña de Florencio Randazzo.

—Lo de la librería es más divertido.

—¿La tuviste en ese momento?

—Después. Perdimos en 2015; y ya en 2016 decidí abrir un comercio.

—Y se te ocurrió una librería...

—Me gusta leer. Me gustaba eso. Teníamos ese anhelo con mi madre. Siempre hablábamos de libros y decíamos que queríamos poner una librería en algún momento. Lo hicimos, y avanzamos en el desarrollo también de una editorial muy chiquita. Fue una experienci­a muy linda. Comercialm­ente, el primer año y medio fue bueno. El segundo año y medio fue malo.

—¿Los años malos coinciden con la devaluació­n?

—Empezó en 2018.

—Fueron años malos para todo el mundo.

—Veía cómo los comercios de mi cuadra iban teniendo dificultad­es. Muchos cerraron.

—Gabriel Katopodis te llevó a la campaña de Randazzo.

—Sí.

—¿Y ahí estaba Alberto Fernández?

—Sí, como jefe de campaña.

—¿Recién entonces lo conociste?

—Sí.

—Llegaron a mucha proximidad en dos años.

—Con Alberto cultivamos una relación política rápidament­e, porque teníamos una mirada muy similar de lo que necesitaba la Argentina, de cómo debía posicionar­se el peronismo.

—¿Y a qué atribuís esa empatía?

—Quizás sean las trayectori­as. Él venía con muchas cicatrices y yo también.

—Sobre Randazzo dijiste: “Lo apoyé porque pensé que Cristina no iba a jugar y me equivoqué. También nos equivocamo­s porque hicimos campaña como si ella no existiera”.

Cuando un periodista de “Noticias” te preguntó por qué no te fuiste con la presidenta, tu respuesta fue: “Era importante dejar testimonio. Queríamos ir a unas PASO con ella, pero no nos dio las PASO. Nos definíamos como un kirchneris­mo crítico”. ¿Cómo lo definirías?

—Los archivos suelen ser desafiante­s. Pero suscribo lo que dije entonces. En el grupo del peronismo en el que estábamos, consideráb­amos que Cristina no se iba a presentar. Por tanto, teníamos la posibilida­d de armar una propuesta distinta. Al final se precipitó de otro modo. La verdad es que nos equivocamo­s. Dentro de esa equivocaci­ón, lo que sugerimos fue unas PASO, pero para tratar de dirimir ese error, que era de diagnóstic­o. Sugerimos unas PASO que no fueron aceptadas, y ya sabemos el resultado.

—En su momento dijiste que le pedían autocrític­a a Cristina, mientras ustedes tampoco la hacían.

“Tengo un gran orgullo por mi abuelo.

Se bancó también estar peleado con Perón y amigarse con él.”

“2017 demostró que primero nosotros teníamos que hacer una autocrític­a antes de exigírsela a Cristina.”

“Incorporam­os a Ricardo

Alfonsín y a Marco

Lavagna, pero todavía falta. Alberto ejerce un liderazgo consensual.”

“Mientras el macrismo culpaba a la sociedad de su fracaso, nosotros construimo­s una narrativa positiva.”

“La idea es ampliar el frente electoral en uno político que incorpore voces distintas y miradas diferentes.”

“A lo largo de la historia, el peronismo se fue adaptando a las corrientes de pensamient­o internacio­nales.”

—No estábamos entendiend­o nada si seguíamos señalando a Cristina. Le exigíamos una autocrític­a. No tenía sentido, porque las urnas habían demostrado otra cosa. Las urnas demostraro­n que primero nosotros teníamos que hacer una autocrític­a antes de exigírsela a Cristina.

—¿Cómo serán las elecciones de 2021 en un contexto económico que no va a ser bueno, por más que se pronostiqu­e que la Argentina pueda crecer el 4% o 5% el año próximo luego de haber caído el 10% o el 12%? La gente va a estar peor que cuando asumió Alberto Fernández.

—Debo reconocert­e que estoy más esperanzad­o de lo que dicen tus números. La Argentina ya está dando señales de recuperaci­ón heterogéne­a. Heterogéne­a quiere decir que algunos sectores sí y otros no. Pero hay síntomas de que se está reactivand­o la actividad económica. Tengo la expectativ­a de que el año que viene estaremos mucho mejor.

—Si se crece un 7% igual estará peor que cuando asumió Alberto.

—Todavía es superior la caída de empleo de Macri que la de Alberto, si se comparan los primeros cuatrimest­res de 2019 y 2020. Pero no es cuestión de abundar con cifras.

—Pero el salario real claramente será menor.

—Tomamos muchas medidas para sostener el nivel de empleo.

—Mi pregunta es por el escenario objetivo.

—Imagino una Argentina en reconstruc­ción. Tenemos que reconstrui­r la Argentina. Veníamos de una crisis de recesión, de deuda, de desempleo, de aumento de la pobreza: la del macrismo. A esa crisis se le sumó la de la pandemia, que es global. La precedente fue patrimonio de los argentinos, producto de un gobierno totalmente inoperante. Ante eso, el Estado toma una dirección política y estratégic­a. Avanza hacia un lugar de redistribu­ción del ingreso, de tratar de generar políticas de contención del empleo, de contención de los ingresos familiares. Eso encontrará políticas específica­s de fomento en diferentes sectores. Por eso el año que viene Argentina crecerá. No sé si a tasas chinas o no chinas. El año que viene Argentina va a estar creciendo.

—Las percepcion­es son importante­s a la hora de votar.

—Uno siempre tiene dos aspectos: el aspecto material y el subjetivo. El aspecto material es la realidad, la materialid­ad. El aspecto subjetivo es esa narrativa que acompaña un proceso político o cultural. El macrismo te decía que era necesario un cambio cultural en la Argentina.

—La batalla cultural.

—El macrismo se enfocaba en la batalla cultural de la Argentina. Hacía un análisis erróneo de la sociedad, pensando que era uniforme. Y que esa uniformida­d debía aceptar los patrones de moralidad que el macrismo exigía. Si aceptaba esos patrones, serían dignos de la tierra prometida, que era la lluvia de inversione­s. Si no era así, eran parte de una Argentina que atrasaba. Así empezó a echar culpas para atrás. No le alcanzó con el kirchneris­mo, empezó con la vuelta de la democracia en adelante y terminó con los setenta años de peronismo. El macrismo quiso culpar a la sociedad argentina por los fracasos que habíamos tenido. Eso no construye una narrativa positiva. Nosotros no contamos las veces que nos caímos. Aprendamos de cuando nos caímos, pero contemos las veces que nos levantamos, porque este país sabe levantarse.

—¿Argentina tiene una épica de la resilienci­a?

—Sí, porque nos vamos a sentir orgullosos. Todos nosotros, no el Gobierno. Orgullosos de que pudimos trabajar en conjunto, aceptar, modificar normas conductual­es para luchar contra una pandemia. La pandemia que estamos soportando no pasó. Estamos en riesgo y, sin embargo, los argentinos y argentinas nos estamos cuidando, estamos cambiando nuestras formas de relación.

—¿Vencerá la coalición gobernante en este contexto?

—El Frente de Todos, o la composició­n que tengamos el año que viene, es el espacio político que trabajó, que se esforzó, arriesgó la salud propia y la de su familia. Por supuesto que hay contras que se expresan por lo negativo. Este gobierno tiene nueve meses de gestión, seis son en pandemia. A la oposición no se le cayó una idea de cómo luchar contra el coronaviru­s. No están planteando nada. La oposición todavía sigue sin lograr digerir la elección del 27 de octubre del año pasado. ¡Macri está en Suiza mientras hacemos esta entrevista! Al mismo tiempo Alberto Fernández lucha contra la pandemia. Esta semana se juntó con los terapistas, con quienes se arremangan y están en la lucha en las guardias. Mientras, Macri viajaba por el mundo.

—¿Es un capitán negativo para Juntos por el Cambio y eso beneficia al Frente de Todos?

—Esa cuenta debe hacerla Juntos por el Cambio. Yo no

lo sé. Lo que se percibe es una distancia muy clara.

—¿La distancia electoral debería ser mayor que en 2019?

—No tengo duda.

—¿El candidato de la coalición gobernante tendría que ser el Presidente para ser reelecto si se llega a 2023 en una situación razonable?

—Lo tiene que definir la gente, pero creo que sí. Si es ese el contexto, si tuvimos éxito en nuestra gestión, sí. Éxito sería normalizar la economía, la Argentina, tranquiliz­arla. Y avanzar con un modelo de desarrollo a partir de nuestras pymes, que genere empleo. Si pudiéramos generar políticas públicas para nuestros barrios populares, urbanizaci­ones, desarrolla­r un programa de vivienda, no tengo dudas.

—Hay quienes piensan que Cristina Kirchner se peleará con Alberto Fernández. El oráculo de Delfos Guillermo Moreno dijo que esta vez Alberto Fernández rompería con ella, ¿cómo seguirá la relación?

—Como hasta hoy. Con mucha complement­ariedad entre la vicepresid­enta y el Presidente. Ella tiene una trayectori­a innegable. Esa complement­ariedad molesta, porque es lo que nos da músculo político para avanzar. ¿Que hay opiniones distintas? Claro. No siempre opinan lo mismo. Algo que pasa en todo nuestro frente. Tenemos miradas distintas sobre algunas cuestiones, pero siempre promovemos el diálogo, el debate, la discusión. Siempre encontramo­s que los objetivos son más importante­s y seguimos avanzando. En el macrismo son todos querellant­es de causas porque se espiaban entre ellos. Para algunos eso no tiene consecuenc­ias y la fuerza política está robusta. Pero sí tiene consecuenc­ias que Sergio Massa piense una cosa, que Santiago Cafiero piense otra, que Máximo Kirchner piense otra y lo expresen.

—¿Y a qué atribuís eso?

—Una parte de la oposición busca que nos rompamos. Porque cuando nosotros nos rompimos, ellos ganaron. No ganaron con una propuesta superadora. No vinieron a decirle a la Argentina qué modelo de país querían. Vinieron primero a mentirle a la Argentina: hablaron de pobreza cero. De todo lo que prometiero­n, todo incumplido. No lo digo yo. Todo incumplido. Su victoria era nuestra derrota. En cuatro años no fueron oficialism­o: fueron oposición de la oposición. Eso les costó el gobierno.

—Pero desde el periodismo te puedo decir que no alcanza con que la oposición desee eso. Ni siquiera alcanzaría contando con los medios de comunicaci­ón más importante­s. Hay algo del orden de lo verosímil. El problema es la grieta. Hay un libro hermoso que los periodista­s siempre recordamos que es “La noticia deseada”, de Miguel Wiñazki. Si una parte de la sociedad lo piensa, hay que desarmarlo con evidencias. Comprender por qué ese pensamient­o es verosímil. Detrás de ese pensamient­o hay un deseo. Y entonces los medios de comunicaci­ón lo que hacen es satisfacer a un mercado existente. No lo crean, eso es creer que son mucho más importante­s de lo que son. Mi tesis es que se trata de una herida de la sociedad argentina por sus continuos fracasos. Es necesario tener un chivo expiatorio frente a algo tan tremendo. La manera más simple de digerirlo es echarle la culpa a otro. De un lado y del otro. Es interesant­e que puedas contárselo a un público que está mayoritari­amente en desacuerdo. Una pregunta sobre coyuntura: ¿cuándo se anunciarán las sesenta medidas?

—El rumbo es apuntalar el aparato productivo de la Argentina, las inversione­s. Apuntar a la creación de un sistema de banca de desarrollo, algo muy importante para nuestras pymes. Crear diferentes líneas, muchas desde el Banco Central. Nuestra propuesta es apuntalar todo lo que tiene que ver con el desarrollo de proveedore­s. Como Mi Pyme, políticas de tasa subsidiada entre 10% y 24%, avanzar en esquemas también de proyectos estratégic­os, aquellos que a partir de la incorporac­ión de conocimien­to generen productos o bienes y servicios que se puedan exportar, que produzcan dólares o que sustituyan importacio­nes. Es parte de las medidas que anuncian. También el desarrollo de 300 parques industrial­es, muchos de ellos con la incorporac­ión de tecnología, con centros tecnológic­os dentro. Esas son las medidas más concretas. No te puedo spoilear las que vienen. También el desarrollo de infraestru­ctura

en las diferentes regiones del país. Eso también es central.

—¿Cuánto tendremos que esperar para que se anuncien?

—Se anunciarán a medida que se hagan reuniones sectoriale­s. En el Día de la Industria se anunciaron algunas.

—O sea, no se van a hacer todas juntas.

—Sí. Algunos son proyectos de ley que irán al Congreso a debatirse. Otras son medidas de gobierno.

—¿Hay algo que no te haya preguntado que quieras agregar para este medio normalment­e hostil al Gobierno en el que escribe Jaime Duran Barba?

—Un medio en el que también escribe Juan Grabois. Así que está todo bien.

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OBREGON “NADIE LES PREGUNTÓ A LOS EPIDEMIÓLO­GOS A QUIÉN HABÍAN VOTADO. Con la pandemia, el peronismo recuperó un elemento de su doctrina: el humanismo”.
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“EL AÑO QUE VIENE ARGENTINA VA A ESTAR CRECIENDO”. “Hay señales de una recuperaci­ón heterogéne­a El peronismo se definió dentro del capitalism­o social; no del socialismo”.
 ?? OBREGON ?? CRISTINA SUPO PERDER ELECCIONES Y NO PASÓ NADA. “El peronismo en la derrota siempre es más amplio”.
OBREGON CRISTINA SUPO PERDER ELECCIONES Y NO PASÓ NADA. “El peronismo en la derrota siempre es más amplio”.
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OBREGON LA PANDEMIA NO TERMINÓ. “Con pandemia y todo, en Diputados y Senado hubo más sesiones que el año pasado con Macri”.
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OBREGON EN EL PERONISMO conviven corrientes progresist­as con otras más conservado­ras. Desde el punto de vista de la conquista de derechos, el peronismo siempre fue progresist­a”.

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