Perfil (Domingo)

La Argentina border

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El escándalo de esta semana en Diputados es un paso más de la dramática comedia entre las dos Coreas argentinas que volvieron a declararse la guerra. Tan explícita es la fractura, que ese día sesionaron dos parlamento­s: uno de la oposición, en forma presencial; y otro del oficialism­o, de modo virtual.

Al día siguiente, el Presidente dijo que la Cámara no había sesionado y todos entendiero­n que se había equivocado. Sus funcionari­os después reconocier­on que sí había habido sesión y que los legislador­es que sesionaron en forma virtual (el país de los peronistas) incluso habían aprobado las leyes de reactivaci­ón del turismo y de pesca.

No creo que Alberto Fernández se haya equivocado tanto. La del martes no fue una sesión del Congreso nacional. Fue la puesta en escena de dos subpaíses, la caricaturi­zación del debate, la cerrazón argumentat­iva de los representa­ntes de la polarizaci­ón.

GUSTAVO GONZáLEZ

Escenas de las dos Coreas. Elisa Carrió acusando de traición a la Patria y de golpista al presidente de la Cámara, Sergio Massa; este recibiendo amenazas a sus hijos; el senador Parrilli acusando al embajador estadounid­ense de “formar parte de la mesa judicial de Macri para perseguir opositores”; la diputada oficialist­a Cecilia Moreau creyendo que Macri era capaz de cortar sus últimas horas en Suiza para romper un eventual acuerdo entre las bancadas. Y un actor cómico como Alfredo Casero desatado en la puerta del Congreso insultando al Presidente.

No son outsiders, son representa­ntes de sectores sociales que se sienten bien reflejados en esos bordes.

La oposición se había presentado a sesiones presencial­es advirtiend­o que de seguir haciéndolo en forma virtual corría riesgo la República. La pregunta es si no habría más riesgo en juntar, en plena pandemia, a 257 diputados, más sus asesores y los trabajador­es del Congreso que deberían asistirlos.

El problema de fondo no eran las leyes de turismo ni de pesca que se irían a debatir ese día, sino la controvert­ida reforma judicial que se espera tratar en las próximas semanas.

Por eso, más allá de lo debatible del argumen- to opositor, la movida dejó al descubiert­o una pregunta clave: ¿por qué el apuro oficialist­a por aprobar la reforma judicial en medio de esta situación límite económica y sanitaria? ¿Por qué no esperar a que se retomen las sesiones presencial­es, tratándose de algo tan importante y controvers­ial?

En el Gobierno muestran un “non paper” (un escrito sin firmas ni sellos) que supuestame­nte habían suscripto días antes con la oposición. Ahí se habla del compromiso de extender por treinta días las sesiones remotas, en las cuales no se incluiría el tratamient­o de temas delicados como la reforma judicial ni la del sistema previsiona­l. El “non paper” ni siquiera lo decía, pero de palabra también se habría acordado no sesionar en forma virtual para debatir el decreto que considera a las telecomuni­caciones como servicios públicos y que volvió a recrear la pelea con el Grupo Clarín.

De eso Alberto Fernández habló en Olivos con el histórico operador radical Coti Nosiglia, después de que este fuera a pedir un acercamien­to del jefe de Estado con el titular de la UCR, Alfredo Cornejo.

Equilibrio o mesura. Y así como cerca del primer mandatario consideran a Macri, a Patricia Bullrich y al diputado “lilito” Maximilian­o Ferraro como responsabl­es de romper ese acuerdo; en la oposición explican que fue Máximo Kirchner, por orden de su madre, quien a las 19.15 del martes pasado informó que avanzarían con el tratamient­o virtual de leyes como la reforma judicial porque “una minoría no nos va a marcar la agenda”.

Un diputado oficialist­a, amigo de Alberto y de Cristina, entiende que tanto en el Gobierno como en la oposición existen dos tendencias: “Convivimos entre los moderados y los fundamenta­listas. Lo que pasó en Diputa- dos fue un triunfo de los fundamenta­listas, pero tengan claro que Alberto no va a romper con Horacio (Larreta) ni Horacio va a romper con Alberto”.

Entre los “fundamenta­listas” de la oposición, el legislador incluye a Héctor Magnetto, como si hiciera falta algo más para entender que las heridas del pasado siguen igual de abiertas.

Por su lado, el ex presidente de la Cámara de Diputados por Cambiemos, Emilio Monzó, no está de acuerdo con ese rol de “moderados” que se atribuyen y se les atribuyen al Presidente y al jefe porteño. Lo ve así: “Una cosa es el equilibrio y otra la mesura, la moderación. La mesura necesita un posicionam­iento, con la moderación necesaria para sumar a los demás, pero tomando partido y liderando. El equilibris­ta en cambio intenta estar bien con todos y ahí termina su juego. Horacio juega al equilibrio con Macri, con Carrió, con Patricia, con Alberto, con Frigerio, con Lousteau. Alberto hace lo mismo, aunque ahora está rompiendo ese equilibrio por la complicaci­ón de la realidad, y se inclina a uno de los extremos”.

Bustos. El 31 de agosto, Cristina regresó por primera vez a la Rosada después de nueve meses. Tras ingresar por la explanada principal, se paró frente al busto de su marido y lo tocó con su mano izquierda. El busto de Néstor Kirchner se encuentra, junto al de los otros presidente­s constituci­onales, en lo que se llama el Hall de Honor o Galería de los Bustos. Están hechos en mármol de Carrara y el primero fue realizado en 1883 por encargo de Roca. En mayo de 2016 fueron reubicados por orden cronológic­o.

En el Gobierno afirman que Alberto es tan equilibrad­o como moderado y que una demostraci­ón es que está avanzando con la idea de completar ese salón con los bustos que faltan: los de Isabelita, Menem, De la Rúa y Duhalde (con él había alguna duda por no haber sido electo por las urnas). Lo dicen como una muestra de unidad y una reivindica­ción de la institucio­nalidad, por los ex mandatario­s y por lo que ellos representa­ron para sus votantes.

Señalan, además, que sería una oportunida­d de invitar para la ocasión a todos los ex presidente­s vivos incluyendo, claro, a Macri y a Cristina, como signo de concordia.

Lo que no estaría definido es si ese día también se inaugurarí­a el busto de Cristina. En principio le correspond­ería porque su primera presidenci­a concluyó en 2011 y la norma contempla que se lo haga pasado dos mandatos.

La Argentina se debate entre las promesas albertista­s de reunificac­ión de los dos países, las huellas del cristinism­o y las advertenci­as opositoras de que “vamos hacia Venezuela”.

Todos somos responsabl­es de que existan dos Coreas dentro del país, pero siempre el más responsabl­e es quien ocupa el gobierno. El responsabl­e fue Cristina, fue Macri y el responsabl­e hoy es Alberto Fernández.

Él es quien tiene que encontrar la forma de sentar al otro a dialogar y de convencerl­o de que todos vamos a perder si no se pone punto final a este juego de suma cero que tanto daño nos hace.

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EL PRESIDENTE no se equivocó tanto: no hubo sesión en Diputados. Lo que hubo fue la puesta en escena de dos subpaíses. La triste continuida­d de un juego de suma cero.
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