Perfil (Domingo)

Deconstruy­endo a “el Dipy”

- MÁXIMO PAZ*

La reclusión perpetua que disfrutamo­s en nuestra pandémica Argentina impulsa al ciudadano a realizar un (auto)análisis de casi todo lo que sucede. Y especial si se trata algún tema relacionad­o con la economía local, las disputas políticas vernáculas o la cotización del dólar. Por eso hoy, en medio de esa marea que se llama opinión pública, una voz poderosa se alza en la figura que enciende la llama de la discusión social y convoca al hombre medio: el Dipy.

David Adrián Martínez (el Dipy) encarna la épica del self-mademan: nació en un barrio humilde de Gualeguayc­hú, viajó a Buenos Aires con su familia y en base a insistenci­a logró alcanzar cierta fama musical y progreso: su relato explica que esto se debió al esfuerzo de sus padres y a los valores aprendidos sobre el trabajo y la humildad.

Podría ser una historia típica de clase media. Salvo que hoy, el Dipy se cruza en discusione­s con actores kirchneris­tas, estalla contra Santiago Cafiero y se multiplica en programas de televisión con su visión de la realidad política, económica y social de la Argentina.

¿Cómo un simpático cantante del género híbrido cumbia-pop-latino se transformó en portavoz del sentir de miles de personas? ¿Cómo es que despierta la empatía y el interés de miles de Argentinos?

La respuesta no es simple, porque la crisis de representa­tividad de políticos y partidos no es nueva. El desgranami­ento de ese interés fue progresivo, y se aceleró con el dominio de la tecnología digital que propuso una democracia más directa y recompuso la dinámica de la opinión pública. Aún así, podemos identifica­r algunos factores que hacen que el cantante se vuelva un líder de opinión y -al menos en las redes sociales- logre consensos que trasciende­n la grieta y hace rato que no vemos.

Hay algo que tiene. Aunque a veces transita al límite de la simplifica­ción extrema en algunos temas; construye su discurso en base a una fórmula ganadora: demoledor sentido común y sencillez extrema. Con ejemplos y palabras concretas, logra elaborar un storytelli­ng poderoso que se instala en ese territorio que es la esfera pública y se transforma en líder. La envidia de la política.

Enmudece a funcionari­os y panelistas. Logra que sus ex parejas se retracten sobre supuestos actos de violencia de género. Mesías de la posmoderni­dad, su influencia no es azarosa. Tiene que ver con la que los partidos políticos han perdido: la de inspirar a los demás. El Dipy recoge el guante y formula preguntas con simpleza y una candidez que movilizan. A su manera, difunde una de las últimas cuestiones que planteó Zygmunt Bauman antes de morir: “la pregunta no es ¿Qué hay que hacer en el mundo? Eso lo tenemos claro. El problema es ¿Quién lo va a hacer?” La calidad de una sociedad no se mide en dólares Sino en el nivel de su educación, el tono de la conversaci­ón social y los sueños compartido­s. Entre el ruido ensordeced­or de la desilusión sistemátic­a cada tanto, en Argentina, un hombre simple levanta la mano y nos ayuda a pensarnos juntos de nuevo. Gracias Dipy.

*Decano Facultad de Ciencias de la Educación y de la Comunicaci­ón Social, Universida­d del Salvador.

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