Perfil (Domingo)

“Hay una grieta en la economía entre los que piensan que todo es consumo y los que creen que todo es inversión”

- JORGE FONTEVECCH­IA

—Acabás de publicar el libro “Argentina primero: poner en marcha al país tras la pandemia”. Sos autor de varias obras, pero mi tesis es que se publica ahora porque era el plan económico si eras ministro de Alberto Fernández. El libro plantea un tema central: cómo volver a crecer. Comienza con el siguiente

“Para que el salario de los trabajador­es sea más fuerte, necesitamo­s que baje la inflación.”

subtítulo: “La inflación puede vencerse”. Empecemos por ahí.

—Mi libro es un modesto aporte a la discusión. La pandemia nos dejó en una crisis inédita. Es el momento de discutir planes y proyectos. Aquí no solo digo ideas para hacer sino cómo hacerlo, porque ideas sin ejecución son solo ilusiones. Uno de los valores que tiene este libro es marcar el cómo. En cuanto a la inflación, en la Argentina probamos todo tipo de recetas: tipos de cambio fijos, control de la cantidad de dinero, utilizació­n de la tasa de interés, controles de precios; lo último fueron la “metas de inflación”. La inflación en la Argentina tiene caracterís­ticas propias. Por lo tanto, planteamos la necesidad de una ley de estabiliza­ción macroeconó­mica. Consiste en que el sector público nos dé predictibi­lidad sobre las principale­s variables que maneja. Cómo va a evoluciona­r el gasto público no solo el año que viene sino en los próximos cuatro. Lo mismo sucede con la recaudació­n. Se fija un sendero con balizas específica­s para el crecimient­o del gasto público, la recaudació­n, la emisión monetaria, la política salarial del sector público, los subsidios, la inversión pública.

—¿Cómo sería esa ley? —Consistirí­a en fijar metas cuantitati­vas. Supongamos que este año termina la inflación en un 40%. En la ley cada uno de los ministros responsabl­es de cada una de las áreas con gasto público, el responsabl­e de la emisión monetaria, el responsabl­e de la política salarial del sector público, de los subsidios sociales y los subsidios económicos, deberán rendir cuentas ante el Congreso de cómo harán para bajarlo. Si queremos que el año que viene sea de 30%, cada uno de ellos se hace responsabl­e. Mostrar cómo el año que viene en su área van a ejecutar un 30% y el año siguiente un 20% y el año siguiente un 10%. De lo que se trata es de fijar un sendero. Así, en el sector privado, cuando alguien tenga que fijar tu política salarial o de inversión, la tasa de interés, “Nunca me ofrecieron

el Ministerio de

Economía; además, tampoco lo hubiese aceptado.”

se cuente con predictibi­lidad para esas variables. Incluye algo de heterodoxi­a y algo de ortodoxia.

—¿La Argentina no es un país bimonetari­o sino monomoneta­rio, cuya moneda real es el dólar y el peso hoy cumple la función que en el año 2001 cumplían las cuasimoned­as?

—Los argentinos eligieron ser bimonetari­os. Usamos el peso como unidad de transacció­n, pero la reserva de valor, independie­nte de la condición social, es el dólar. Por eso no hay que tomar la tasa de interés como se utilizó en algún momento para absorber pesos. Al subir la tasa de interés, se atrae capitales golondrina. Se deprime al conjunto, se torna barato el dólar. Eso, tarde o temprano, termina en una devaluació­n. La ley considera este fenómeno del dólar.

—Quien puede ahorrar lo hace en dólares. ¿No transforma esto al dólar en nuestra moneda?

—Sería un error ir hacia el dólar porque la estructura de costos de la Argentina no es la de Estados Unidos. Es muy importante atar la industria argentina, atar sectores productivo­s.

—¿La dolarizaci­ón sería un atajo?

—Un atajo que dejaría afuera a una cantidad de sectores, porque no tenemos ni los mismos impuestos, ni las mismas regulacion­es laborales, medioambie­ntales o legales de los Estados Unidos. Yo quiero una Argentina integrada. No creo en la importació­n de modelos absolutos, pero hoy hay 175 mil millones de dólares físicos en la Argentina; algunos en cajas de seguridad, otros en los jardines de las casas. Eso es un bolsón de riqueza que

Argentina tiene que poner a producir. Tenemos que generar incentivos para que eso ocurra. Sería parte de una revolución impositiva. El centro de este libro es mirar hacia los próximos diez años y ver cómo generamos inversión. Con mi equipo nos planteamos cómo puede el país crecer 3,5% anual en los próximos diez años en un contexto de baja tasa de inflación. Y pongo a considerac­ión todos los resultados. Si alguien lo puede mejorar, bienvenido sea. Es una etapa para mirar al país sin personalis­mos. También hay que encontrar la manera para que haya más exportacio­nes.

—Lo primero sería una estabiliza­ción de la macroecono­mía.

—Sí.

—Ya hubo una ley de convertibi­lidad que, más que un sendero, indicaba directamen­te un destino. ¿Será creíble una ley nueva?

—La clave está en la simultanei­dad. Hay que cambiar,

“Se necesita que oficialism­o y oposición se pongan de acuerdo para crear leyes económicas.”

hay que dar vuelta las expectativ­as. No podemos seguir con más de lo mismo. Uno percibe mucha preocupaci­ón, miedo e incertidum­bre. Es una oportunida­d que hay que aprovechar ahora. Siempre les dije a mis clientes que

“Al Gobierno le sugeriría que se trazara un horizonte económico a cuatro años.”

“El año que viene, la relación entre gasto e ingresos debe ser un 25% positiva en favor de la recaudació­n.”

“El año que viene la inflación subirá un escalón más. Está claro que Argentina se está quedando sin dólares.”

Argentina reestructu­raría su deuda.

—¿Fuiste optimista?

—Mirando el contexto internacio­nal observaba una convergenc­ia. Les decía a mis clientes que no sabía cuándo se arreglaría, pero sí estaba seguro de que los tres actores de esta película, el Fondo Monetario Internacio­nal, el gobierno argentino y los acreedores, no querían un default traumático. Cuando hay convergenc­ia de intereses, las negociacio­nes son exitosas. Por eso, ahora que se termina la reestructu­ración de la deuda, hay una oportunida­d para cambiar expectativ­as.

Por eso digo, estabiliza­ción y crecimient­o juntos. Para poder cambiar, necesitamo­s estabiliza­ción y modernizac­ión de la estructura productiva.

—¿Qué otras convergenc­ias hay en la sociedad argentina? Pareciera que hay coincidenc­ia en que exportar más es imprescind­ible.

—Un consenso de la política y también de los economista­s. Podemos discutir si viene primero el déficit fiscal o el déficit de cuenta corriente, podemos tener alguna diferencia en materia fiscal pero, desde heterodoxo­s, ortodoxos y también dirigentes sindicales, gobernador­es, todos, aprendimos que la Argentina no puede depender de los dólares financiero­s. Si bien es cierto que en el mundo hay enorme liquidez, existe mucha volatilida­d. Los capitales se mueven en el mundo en microsegun­dos de un lugar a otro. En el libro digo que “Argentina tiene que salir de esta crisis exportando más, dependiend­o más de nuestra producción y menos de lo financiero”.

—¿El dólar dejaría de ser un bien escaso si exportáram­os más?

—Exactament­e. Segurament­e en agosto vamos a tener casi 5 millones de personas que compran los doscientos dólares mensuales, porque cada vez el dólar es más escaso. Los economista­s profesiona­les miramos el nivel de reservas del Banco Central y nos preocupa. Para que haya menos dolardepen­dencia hay que generar más abundancia de dólares. Se necesita generar estímulos. Me olvido de los que están afuera porque creo que fue un gran error pensar que volverían. Recuperar la confianza nos va a llevar tiempo. Confiemos primero en los dólares que están acá. Son los que nos van a hacer convivir con el dólar como si fuera un bien más y

no el más preciado.

—Las exportacio­nes deberán crecer más de cuatro veces que lo que crezca el producto.

—La opción es terminar en una integració­n productiva en la que la industria tome los avances del sector servicios: tecnología­s de la informació­n, servicios basados en el conocimien­to.

—¿El problema base para ordenar la macroecono­mía es exportar más de lo que importamos en un porcentaje cada vez mayor?

—Correcto. Y eso se debe a que la industria argentina consume muchos dólares. Hay que generar incentivos de mercado. Históricam­ente sustituir importacio­nes fue poner barreras para que lo de afuera fuera carísimo y se produjera aquí.

—Sería sustituir las importacio­nes de manera correcta.

—Una sustitució­n competitiv­a en términos de cadena de valor.

—¿Cómo se logra exportar más?

—Primero hay que otorgar ventajas. No exportar impuestos. La parte impositiva está íntimament­e relacionad­a con la parte exportador­a. Debemos concebir la economía como si fuera una orquesta de cien músicos: todos tienen que tocar la misma partitura. No se puede tocar rock nacional mientras otros hacen música clásica, otros música electrónic­a, otros rap. El resultado sería hacer mucho ruido.

—El primer paso sería una reforma tributaria.

—Primero, debe incluir una devolución automática del IVA. No esperar que, si vos exportás, el fisco te devuelva cuando AFIP quiera. Si exportás este mes, directamen­te deducís el IVA del resto de los impuestos locales. También hay que generar zonas francas en términos impositivo­s para que esté libre de impuestos quien se dedique a la exportació­n. Otro tema al que le doy un capítulo es la inversión en infraestru­ctura. Argentina tiene que mejorar sus costos de logística. Y esto

se logra con financiami­ento internacio­nal de organismos multilater­ales. Es clave en términos de logística bajar los costos de transporte. Luego debe sumarse una agenda de negociacio­nes internacio­nales que detecte dónde están los complement­os de Argentina. En los últimos tiempos se le puso mucho énfasis a la negociació­n con la Unión Europea, que es muy competitiv­a del país. Hay que buscar países complement­arios: sudeste asiático, Medio Oriente, los países africanos. Con ellos hay que negociar.

—En tu libro continuame­nte marcás que todo está

asociado a la necesidad de conseguir un bien que es escaso, que tiene que ver con exportar, con sustituir el dólar por la moneda nacional como ahorro.

—Sería un poco más amplio. Cualquier macroecono­mista tiene en la cabeza tres variables fundamenta­les para medir un programa económico: cómo aumenta el consumo, cómo aumenta la inversión y cómo aumentan las exportacio­nes. Los tres están entrelazad­os. Una de las cosas que intenta el libro es salir del péndulo político. Saltar la grieta económica con los que solo piensan en el consumo y los que no quieren incentivar­lo.

—El modelo kirchneris­ta 2011/2015 y el macrista 2015/2019.

—Son tres cosas al mismo tiempo. Lleguemos a una síntesis. Eso es lo que nos va a permitir salir de este sube y baja.

—Unos dicen “es el consumo”, los otros dicen “es la inversión”. Pero todos coinciden en que es la exportació­n.

—Ahí tenemos un consenso. Es una grieta de la que podemos salir. En la exportació­n tenemos una masa crítica en

la que coinciden todos los argentinos.

—En la exportació­n hay alguna forma de ahorro, aunque no siempre se vea.

—Sí, aunque quizás esa vinculació­n no esté tan clara.

—¿Si estuviera claro, los argentinos querrían exportar más?

—Los argentinos ahorran en dólares. El tema es mostrar también que la moneda local no se desvaloriz­a.

—Roberto Lavagna presentó recienteme­nte un proyecto de reforma laboral. ¿Lo viste? ¿Coincide con tu idea?

—Hablo de modernizac­ión laboral, porque el concepto de reforma laboral nos retrotrae a los 90 y al aumento del desempleo y los contratos basura. La precarizac­ión del empleo no es lo que necesitamo­s en el año 2020 y 2021. Es una gran inspiració­n el trabajo que hicimos con Roberto Lavagna. Es uno de los grandes maestros de los hacedores de políticas públicas en la Argentina. Lo que plantea Roberto está en el sentido correcto. Pero me gustaría darle una vuelta de tuerca. En términos de secuencial­idad, Argentina tiene que crecer para hacer una modernizac­ión laboral. Y debe ser una modernizac­ión por sectores. Más que la ley laboral, hay que modernizar los convenios colectivos de trabajo. Es diferente un trabajador gráfico que uno agropecuar­io, o alguien del sector hidrocarbu­rífero. Un tema clave que va más allá del mercado del mundo del trabajo es el del seguro de desempleo. Algo que está en el sector de la construcci­ón. Eso crea una seguridad para el trabajador. Está muy bueno lo de Roberto y hay que ponerlo en un contexto de crecimient­o económico. Hay que ir convenio por convenio, porque el propio salto tecnológic­o hace que muchos convenios hayan quedado perimidos. Cuando hablo con sindicalis­tas, que me consultan mano a mano o a veces en conjunto, veo esta voluntad de cambiar.

—¿Existe una convergenc­ia entre sindicalis­tas y empresario­s, más allá de los

políticos?

—Convergenc­ia, no en plantear una ley de modernizac­ión laboral, pero sí una modernizac­ión de los convenios colectivos, de acuerdo a los cambios de cada industria. Ahí hay otra base de trabajo en común.

—Muchos de tus diagnóstic­os están cerca de las tesis del gobierno anterior. ¿En qué falló Mauricio Macri?

—Es una síntesis. Porque también tomó el consumo como una base. La base del consumo es el salario; para que tengamos un salario más fuerte, necesitamo­s que baje la inflación. Por eso, cuando

se hace política económica hay que mirar todas las variables. Uno de los errores de la gestión anterior fue mirar la economía como si el sector de hacienda fuera diferente del sector de inversión pública, o el de las tarifas. Fue manejar la economía como compartimi­entos estancos.

—¿Faltó un ministro de Economía?

—Alguien que tuviera todas las variables en la cabeza. Puede ser un ministro Economía o un jefe de un consejo de asesores económicos, como en Estados Unidos. Alguien debe tener todas las variables en la cabeza y ese alguien no puede ser el presidente. Fue una discusión equivocada aquella de gradualism­o o shock. La discusión correcta es convergenc­ia o dispersión de las variables. Por eso es innovadora la idea de la ley de estabilida­d macroeconó­mica.

—¿Qué pasaría con el gasto? ¿Si bajás el gasto desciende en la misma proporción la inflación?

—Con la ley, marcás la cancha. Así, un empresario en el sector privado puede prever que si el sector público va a estar en el 30%, los salarios estarán en el 30%. También la estructura de costos va a estar en el 30%, la tasa de interés se alineará y también el tipo de cambio.

—Cuando vos decís “marcás la cancha”, pensaba en el desagio de Juan Vital Sourrouill­e. Te escuché decir que hubo tres equipos económicos que tuvieron una visión integrador­a y transforma­dora de la Argentina, el de Sourrouill­e en 1985, el de Domingo Cavallo en 1991 y el de Roberto Lavagna en 2002.

—Lograron una integració­n. Dos tuvieron éxito. Sobre todo Roberto Lavagna durante toda su gestión. Pero los tres tenían esta visión moder

nizadora de darle un horizonte a la economía argentina.

—Lo que une al Sourrouill­e del 85, al Cavallo del 91 y al Lavagna de 2002 es que en esos momentos había una crisis terminal y que el presidente se entregó. Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Eduardo Duhalde se entregaron luego de haber fracasado. Parecería que los presidente­s que siguieron no deseaban repetir la experienci­a.

—Es un error de la política pensar que un ministro de Economía que tiene las variables en su cabeza y en su ejecución tiene el poder. En ninguno de esos tres casos se le disputó el poder político al presidente. O si lo hubo, el presidente siempre tuvo el poder de los votos. El ministro de Economía siempre está a tiro de decreto. Hacer política económica es muy diferente de hacer política política. Zapatero a tus zapatos. No hay vida después de ser ministro de Economía. Ninguno de los tres siguió una carrera política. La excepción puede ser Lavagna como candidato a presidente. Hoy como político representa el equilibrio de poder, es la tercera fuerza. Pero después del ministerio se dedicó a otra cosa. No hizo el salto directamen­te.

—Domingo Cavallo también creó su partido político, Acción por la República. Obtuvo el 10% de los votos.

—Pero no fue inmediatam­ente luego de ser ministro de Economía. Su caso no es el caso de Emmanuel Macron. No hay ningún caso en la economía argentina de alguien que haya sido ministro de Economía y se haya presentado ipso facto.

—Ipso facto, no. Fue un par de años después. ¿No te parece suficiente amenaza?

—Sinceramen­te no, porque el trabajo es muy desgastant­e.

—En los tres casos, los ministros llegaron luego de que el presidente se diera una piña. ¿Será necesario que primero quien gobierne se dé esa piña?

—No. Podemos aprender de la historia. Podemos aprender a no golpearnos nuevamente con la misma piedra. A eso se suma el hecho adicional de que tenemos en la Argentina y en el mundo la pandemia. Nos sorprendió a todos. Nos cambió comportami­entos, nos hace mirar hacia adelante con generosida­d. La última crisis similar fue cien años atrás. Estamos en un contexto totalmente distinto. Desde mi rol diario de analista económico, Argentina no necesariam­ente tiene una crisis hacia adelante. Hay una oportunida­d: se acaba de reestructu­rar la deuda, se va a presentar el presupuest­o, hay una negociació­n con el Fondo Monetario Internacio­nal. Es clave saber si se va a llevar a la negociació­n un programa hecho en la Argentina o uno formulado en Washington.

—En la primavera del año pasado la mayoría de los medios te daba como candidato a ministro de Economía. Presumo que este era tu plan. Incluso hasta se habló de que te iban a dar como premio consuelo la embajada frente a la Unión Europea, el puesto que tuvo Lavagna,

—Para decirlo on the record, nunca tuve ningún ofrecimien­to. Tampoco lo hubiera aceptado.

—Habrás leído la versión.

—Sí, por supuesto.

—¿Un plan económico, no importa si se lo llama plan o proyecto, requiere un consenso político dentro de la coalición gobernante antes de tenerlo entre los distintos partidos que hoy es inviable?

—Los hombres somos anécdotas. El que se la cree pierde. Tengo ya bastantes años recorridos y no tengo el ímpetu de cuando tenía 29 años y me ofrecieron ser presidente de la Comisión Nacional de Valores. Pasaron treinta años desde ese momento. Con el tiempo se adquiere una mirada más distante. Por tanto, hay que olvidarse de la persona. Mi visión es que Argentina tiene que generar una hoja de ruta, una avenida por la cual caminar en los próximos diez años. Eso se hace con consenso en la coalición gobernante, pero también con la oposición. Esto no significa ir a un Pacto de la Moncloa o un Pacto por México (N de R: fue el de 2012). Me refiero a acuerdos parlamenta­rios que puedan devenir en leyes. Por eso, ley de estabilida­d macroeconó­mica, a la que se suman una ley de innovación, una nueva ley impositiva y una nueva ley exportador­a. Es un conjunto.

—¿Para que aparezcan las condicione­s de posibilida­d se requerirá un shock, un golpe, una piña? No me refiero a un golpe militar, sino a uno económico.

—Espero que no. Dependerá de la percepción que tenga la coalición gobernante sobre sí misma. Pero quieras o no, tenés que plantear una hoja de ruta en los próximos días. Hay un presupuest­o que presentar al Congreso de la Nación. Allí habrá una hoja: qué hacer en materia impositiva y qué hacer con el gasto. Sugeriría modestamen­te que planteemos un horizonte de cuatro años. A la economía argentina le falta un horizonte. Luego hay que ir al Fondo Monetario Internacio­nal. Se necesitará un plan. El tema es si es un programa que transforme a la Argentina o más de lo mismo.

—¿Cómo estará en términos económicos la Argentina de aquí a las elecciones de 2021?

—Es lo mismo que les digo a mis clientes: hay un horizonte cuyo primer número fue dado con los anuncios: es el de déficit fiscal. En términos de déficit primario, sin contar los intereses de la deuda pública que se pagaron, poco, pero se pagaron, estamos en un 7,8% del producto. El ejercicio que hicimos en Fundación Capital es que para llegar a un déficit el año que viene del 4,2% los ingresos tributario­s, los ingresos del sector público, tienen que crecer un 65% respecto a este año, mientras que el gasto deberá aumentar solamente un 40%. La relación entre gasto e ingresos debe ser 25 puntos positiva en favor de la recaudació­n. El ministro tendrá que mostrar cómo hacerlo. Es el escenario base para un presupuest­o relativame­nte razonable. Sería mejor si estuviera en un déficit menor. La segunda pregunta es por la financiaci­ón del presupuest­o. No hay posibilida­d de conseguirl­a en el mercado externo: se cuenta con el mercado interno y parte de la emisión monetaria. Eso es una amenaza para adelante. Si yo tuviera que decirte, el escenario base es con un acuerdo en alrededor del 4%, en el que la mitad es emisión monetaria y la otra es colocación de deuda pública.

—¿En pesos?

—En pesos, sí: deuda pública en pesos en el mercado local. Eso te lleva por una inercia inflaciona­ria a una nominalida­d mayor. Esto con un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal que planteará reformas, como la reforma tributaria. Hay dos caminos. Uno es una reforma pro inversión y pro crecimient­o, con estímulos a la innovación, que les permita a las empresas desgravar las nuevas inversione­s con amortizaci­ón acelerada, por ejemplo, si invierte en maquinaria, si invierte en nuevos trabajador­es o dar ventajas impositiva­s a la reinversió­n de utilidades. El segundo camino es la receta clásica del Fondo Monetario, que es recaudar más. Conociendo al equipo del Fondo Monetario, diría que son sólidos en lo económico, pero no son muy creativos en cuanto a las soluciones. No piensan por fuera de su caja de herramient­as. Descuento un acuerdo clásico con el Fondo Monetario. En ese escenario al que le doy mayor probabilid­ad de ocurrencia, Argentina el año que viene va a rebotar un 4,5%.

—El número del déficit es el mismo que el del crecimient­o económico. ¿Después de una caída de cuánto este año?

—Un 12,4%.

—En esa lógica se necesitarí­an tres años más para recuperar la caída de la pandemia. Toda la presidenci­a de Alberto Fernández.

—Después del rebote del 4,5%, con un programa fondomonet­arista, el crecimient­o de Argentina va a estar en el 2%, que se crezca más o menos como la población con una tasa de inflación que probableme­nte sea más alta.

—¿La tasa de inflación de este año la estás previendo en el 38%?

—Sí.

—¿Y el año próximo?

—Subirá un escalón a niveles del 50%, 55%. Como siempre, uno plantea un escenario base, pero el trabajo que tenemos los economista­s profesiona­les es analizar los desvíos que pueda haber. Algo que deberíamos hacer todas las semanas.

—Para que la recaudació­n crezca un 65%, es condición necesaria que la inflación crezca al 50%.

—Exactament­e. Y habrá cosas como las ATP, que no estarán más.

—Y que el gasto se reduzca en términos no nominales sino absolutos.

—Hay temas que son de la pandemia. El IFE probableme­nte dejará de existir. Sin duda, habrá una nueva fórmula previsiona­l discutida en el Congreso. También veremos si hay una verdadera reingenier­ía del gasto público. Es otro de los temas necesarios.

—¿Ese escenario cómo lo definirías? ¿Un escenario mediocre?

—Ese escenario continúa la estanflaci­ón. Argentina está desde 2010, 2011, en estanflaci­ón, en crecimient­o muy bajo con alta inflación.

—Crecimient­o muy bajo o nulo.

—Nulo, sí.

—Si se crece un 4% y después un 2%, no se crece luego de la caída del 12%.

—Si se toma la caída de los últimos dos años de Mauricio Macri, se está en un escenario de 17 puntos de caída.

—No es crecimient­o bajo; es crecimient­o negativo, como decían en Brasil.

—Sí. En cuanto al producto per cápita estamos volviendo a 2004. La salida de este escenario es triple S: selectiva, sectorial y segmentada. Quien está en Río Cuarto, en Pergamino, segurament­e va a vender mucho más que quienes están en Lomas de Zamora. No es igual el que vende chapas que el que vende semillas o maquinaria agrícola. Al que vende autos, vehículos utilitario­s, le va a ir muy bien. Quizás a quien está vendiendo otros bienes de consumo no le vaya tan bien. Volviendo al libro, le debe mucho a Facundo Manes. Charlamos mucho con Facundo sobre la necesidad de incorporar el conocimien­to a la producción argentina. Cuando se logra un conjunto de científico­s y universida­des con empresas argentinas, el resultado es una ecuación ganadora. Lo vemos en biotecnolo­gía, en genética animal, competimos con los mejores. Son temas que harán ganadora a la Argentina. Tengo alguna

“Para bajar la inflación se necesita una ley de estabiliza­ción macroeconó­mica.” sugerencia legal acerca de cómo aumentar la inversión en investigac­ión y desarrollo.

—Por lo que decís, no habrá una piña. Tu pronóstico es moderado, en el que Argentina va encontrand­o un rumbo. ¿Algo parecido al período 2011-2015?

—Es el escenario base. La opción no es piña sí o no; es más de lo mismo o cambio real. Como analista económico, en la administra­ción de riesgos sé que hay un escenario más complejo hacia adelante, que es la falta de dólares. Lo que se plantea es un escenario base, algo que también recomiendo para cualquiera que está haciendo su negocio: cuánto calcula vender, y mes a mes, hacer las correccion­es necesarias. Cuando se hace política económica, también se hace el escenario base y se corrige por los riesgos. El de más corto plazo es la oferta de divisas. El riesgo hacia adelante es el riesgo inflaciona­rio para el año que viene: cómo se administra la cantidad de dinero emitida. Hasta ahora se absorbió porque aumentó la demanda de dinero, pero es un desafío. Son los dos desafíos. Nosotros vivimos de nuestra credibilid­ad. Y hay que tener en cuenta tanto el escenario base como los riesgos.

—¿Tu plan debería comenzar a implementa­rse después del acuerdo con el Fondo Monetario el año que viene?

—Sería ideal antes. Lo importante no es personaliz­arlo, sino discutir planes. En la Argentina se discuten mucho los diagnóstic­os. En qué se equivocan unos u otros. Lo que creo que hay que aportar ahora es una visión construc

“Necesitamo­s estabiliza­ción y modernizac­ión de nuestra estructura productiva.”

“Sourrouill­e, Cavallo y Lavagna fueron ministros que tuvieron una visión integrador­a de la economía.”

tiva: qué puede construir cada uno de nosotros. A vos, que te gusta la variable psicológic­a, quizá también surge de una variable sentimenta­l. Mi hijo se acaba de ir al exterior a trabajar y mi hija está pensando en irse a estudiar también afuera. Y soy muy familiero. Se van con una visión distinta de la mía en el año 84.

—Te fuiste para volver.

—Y ellos se van para no volver. Me angustia más eso que participar o no de la vida argentina. Me gustaría ayudar a que mis hijos tuvieran la visión de volver. Los escucho hablar y me digo que hay que hacerlo antes. Hagámoslo ahora y vayamos con nuestro programa al Fondo Monetario.

—Me gustaría pasar a un tema más metafísico: una ontología de la grieta. Quisiera analizar el pasado. Fuiste presidente del Banco Central, de la Bolsa de Valores, vicecancil­ler. Participas­te en el gobierno de Carlos Menem, en el de Eduardo Duhalde, en el de Néstor Kirchner. Tuviste una diferencia con la actual vicepresid­enta, Cristina Kirchner, cuando estabas presidiend­o el Banco Central, respecto del uso de las reservas. ¿A qué atribuís la falta de consenso? ¿Te hacés una autocrític­a de tu paso hasta ahora por la política?

discutir planes. Empecemos por la autocrític­a. En cada función que me tocó, siempre me dije que debería ocuparme de mi metro cuadrado. Eso implicaba que, como presidente de la Comisión Nacional de Valores, debería mirar lo específico, lo que pasaba en el resto de la economía, sin detenerme en si había acuerdos o no en el Congreso. Lo mismo me ocurrió en la Cancillerí­a. Un amigo común con vos, Diego Guelar, el último embajador en China, en su momento también lo fue en los Estados Unidos. Siempre me encantó conversar con él, que además fue un muy buen embajador. Yo hacía de las negociacio­nes internacio­nales mi bandera, quería ganar mercados para la producción nacional. Era Argentina 2002, un país de rodillas. Diego me acompañaba a todas las negociacio­nes con el ministro de Comercio de los Estados Unidos. De manera irónica, él me decía que yo parecía un funcionari­o sueco. Nuevamente, iba por un objetivo y me olvidaba del resto. Cuando era presidente del Banco Central evitaba hablar de política monetaria hacia toda la sociedad o el Congreso. Hay que salir del metro cuadrado. Ahora estoy remediando eso, saliendo al debate público.

—A fines de diciembre de 2009, cuando Cristina Kirchner lanzó el Fondo del Bicentenar­io por 6.569 millones de dólares, creado con el excedente de reservas del Banco Central, con el fin de garantizar el pago de los intereses de la deuda, tuviste un conflicto sobre cómo utilizar esas reservas que terminó y derivó finalmente en tu renuncia como presidente del Banco Central. ¿Sentís que en algo fuiste inflexible? ¿Hay algo del orden de la concordia que no funciona?

—Lo que no funcionó en ese momento fue el diálogo sobre qué se quería en términos de política monetaria. En ese caso hubiera sido más fácil, teniendo mayoría, cambiar la Carta Orgánica del Banco Central y que se debatiera su rol en el Congreso. Yo había sido convocado al Banco Central con una carta

“El uso de las tasas de interés para controlar el dólar termina tarde o temprano en una devaluació­n.”

orgánica que había hecho mi predecesor (N de R: Alfonso Prat-Gay). Si pensamos en autocrític­as, debería haber buscado más consensos. No es suficiente quedarse con que uno está haciendo una buena política económica.

—Cuando Diego Guelar te decía que vos actuabas como el ministro de Comercio de Suecia, ¿podrías decir que también actuaste como presidente del Banco Central de Suecia?

—Una de las cosas que logramos fue vencer la inestabili­dad financiera. Dominamos cuatro corridas cambiarias entre 2008 y 2010. Lo hicimos usando todos los instrument­os. Les dimos a los argentinos estabilida­d monetaria y financiera durante cinco años y medio. Diego se refería a hacer abstracció­n de los líos generales. El principal bien del Banco Central en un país emergente es la estabilida­d cambiaria, monetaria y financiera.

—Fue lo que no logró Juan Carlos Fábrega (N de R: presidió el Banco entre 19/11/2013 y 1/10/2014).

—Tuvo que hacer una devaluació­n forzada.

—Tres años después de tu salida. ¿Existe un riesgo de una situación similar hoy en la Argentina?

—Está claro que hoy Argentina se está quedando sin dólares. Hoy es el cepo lo que trae restricció­n de la demanda. Mi enfoque de política pública es aumentar la oferta. Cuando uno ingresa en un camino de restringir la demanda, de represión, lo que sigue es un camino de una sola mano. Por delante la pregunta es cuáles serán las medidas de restricció­n de demanda que tomará el Banco Central pasada la reestructu­ración de la deuda. Pienso que hay que aumentar la oferta. Esto no está en el libro. Pero hay cuatro medidas que se pueden tomar hoy para aumentar la oferta y generar un puente hasta la nueva cosecha. Hoy hay meses de sequía en términos de dólares, desde septiembre hasta marzo, cuando empieza la liquidació­n de la cosecha. Luego, hay algo de la cosecha fina en enero, pero lo importante comienza con la liquidació­n de la cosecha gruesa, a fines de marzo. En este sentido hay cosas para hacer. Primero, la utilizació­n de los bonos que tiene el Banco Central, tanto en pesos como en dólares. Obviamente, no venderlos todos, se necesita pericia en el día a día para tampoco deprimir el mercado de bonos. Pero el mercado financiero no oficial, que es el contado con liquidació­n y el dólar Bolsa, se manejan comprando y vendiendo títulos en pesos que luego se cambian por dólares. Si el Banco Central arbitra sus títulos en dólares y en pesos y los vende en el mercado, puede ponerle un techo a la evolución de la brecha cambiaria. Lo segundo es llegar a un acuerdo con los exportador­es porque, más allá del clima, Argentina va a tener una cosecha razonable; se puede adelantar prefinanci­ación de exportacio­nes. Todo esto lo hicimos. En 2008/2009 aplicamos este tipo de mecanismos. Lo tercero, que sí sería innovador, es que el Ministerio de Economía cree nuevos instrument­os en pesos con distinto tipo de índices de ajuste, no solamente con inflación o con Badlar, sino a través de una cantidad de índices que permitan hacer más atractivo invertir en pesos. Por eso es clave coordinar entre el Banco Central y el ministerio. Y finalmente, algo que sí tuvo un impulso importante de Cristina Kirchner y que aproveché, usar el swap con China. Hay 18.600 millones de dólares. Una parte de ese swap que hoy es en yuanes, en moneda de la República Popular China, sea convertibl­e a dólares. Lo convertimo­s en 2009 y lo hizo la administra­ción Macri cuando unificó el mercado cambiario, a finales de 2015. Con esas cuatro medidas vos podrías tener más oferta de divisas hacia adelante. Aunque, claro, nada reemplaza a la confianza y las expectativ­as.

—Cuando saliste del Banco Central, te sucedió temporaria­mente quien hoy lo preside, Miguel Pesce. ¿Tiene la pericia como para administra­r una corrida cambiaria?

—Tiene sin dudas la experienci­a, y cuenta con un equipo en el Banco Central. Cada presidente del Banco Central tiene la hoja en blanco y habrá que verlo en la acción si eso ocurre. Este gobierno ya heredó un cepo cambiario. No lo inventó, sino que venía en ese camino.

—Los 200 dólares son un supercepo.

—Es un camino de una sola mano.

—¿El riesgo que enfrentamo­s está en los próximos meses? Si se llega a un acuerdo, no habrá una piña. A medida que pasan los meses, el riesgo tiende a disminuir.

—Exactament­e. También hay que llegar a la próxima cosecha, que es la próxima oferta importante de divisas.

—¿Qué porcentaje hay de que suceda y cuánto para que no?

—En eso inciden la buena onda y las expectativ­as sobre

“Sería un error dolarizar, la estructura de costos de Argentina es distinta de la de

Estados Unidos.”

lo que uno quiere que pase. Le doy un 70% a que las cosas sigan, que tengamos un acuerdo presupuest­ario importante, y un acuerdo razonable con el Fondo Monetario.

—Nuevamente sos optimista. Muchos colegas tuyos pronostica­n hiperinfla­ción y un salto cambiario.

—La hiperinfla­ción depende de la demanda de pesos. Evidenteme­nte hay un caldo de cultivo en términos de emisión monetaria. Fue cuantiosa, prácticame­nte se duplicó la circulació­n monetaria en el último año. Tuvimos suerte, ya que aumentó la demanda de dinero. Aumentó la demanda, porque venimos también del experiment­o fallido de que bastaba solamente con un crecimient­o cero de la base monetaria. Fue el acuerdo de septiembre de 2018 que el Fondo Monetario santificó. Se creía que era algo suficiente para bajar la inflación. Sabemos lo que pasó en 2019, con lo cual había margen. A eso se sumó la propia pandemia, que llevó a un aumento de la demanda precautori­a de pesos. Y tercero es que hay capacidad ociosa. Lamentable­mente, por la caída de un 50% de la capacidad instalada, se puede aumentar la oferta rápidament­e sin necesidad de inflación.

—¿La oportunida­d ahora es que el consenso surja, no porque el espanto nos une sino porque nos acerca haber escapado juntos del espanto?

—Salir de la pandemia, de una crisis dramática de la humanidad. También el hecho de que venimos de diez años de estanflaci­ón. Es el momento de elegir entre más de lo mismo o salir adelante...

 ?? CUARTEROLO ?? CAMINO. “Para bajar la inflación se necesitan dosis de ortodoxia y de heterodoxi­a”. “La discusión correcta no es gradualism­o o shock; es convergenc­ia o dispersión de las variables macroeconó­micas”. “Argentina no necesariam­ente tiene una crisis hacia adelante”.
CUARTEROLO CAMINO. “Para bajar la inflación se necesitan dosis de ortodoxia y de heterodoxi­a”. “La discusión correcta no es gradualism­o o shock; es convergenc­ia o dispersión de las variables macroeconó­micas”. “Argentina no necesariam­ente tiene una crisis hacia adelante”.
 ?? CUARTEROLO ?? PROMOCIÓN INDUSTRIAL Y BENEFICIOS IMPOSITIVO­S. “Hay que generar zonas francas en términos impositivo­s para que esté libre de impuestos quien se dedique a la exportació­n”.
CUARTEROLO PROMOCIÓN INDUSTRIAL Y BENEFICIOS IMPOSITIVO­S. “Hay que generar zonas francas en términos impositivo­s para que esté libre de impuestos quien se dedique a la exportació­n”.
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CUARTEROLO AGENDA INTERNACIO­NAL. “Se habló mucho del acuerdo con la Unión Europea. Hay que buscar países complement­arios, como los del sudeste asiático, los países africanos o Medio Oriente”.

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