Perfil (Domingo)

Los otros golpistas de 1930

Civiles nacionalis­tas y de extrema derecha ayudaron a construir el clima que propició el golpe del 6 de septiembre. Varios diarios, con Crítica a la cabeza, organizaro­n una campaña de desestabil­ización.

- DIEGO SANCHEZ*

El 6 de septiembre de 1930 estalló el primer golpe de Estado en nuestro país. El general José Félix Uriburu logró en aquella jornada derribar al gobierno democrátic­o de Hipólito Yrigoyen. Aquel día, el reloj de Casa de Gobierno marcaba las 20.00 y ante la presión de los militares complotado­s el vicepresid­ente de la República, Enrique Martínez (a cargo del Poder Ejecutivo debido a que Yrigoyen se encontraba con licencia médica), manifestó su renuncia de manera espontánea y definitiva.

Los militares presentes afirmaron que Martínez les pidió que se retirasen a sus hogares, argumentan­do que todo había terminado, pero no era así. A las 20.30 del mismo día se confirmaba la entrega del Arsenal y una horas más tarde se verificaba radioteleg­ráficament­e que las unidades militares del interior se subordinab­an a la denominada cúpula “revolucion­aria”, difundiénd­ose las renuncias del Poder Ejecutivo. A las 22.00 del mismo día una multitud descontrol­ada y eufórica asaltó la humilde residencia particular de Hipólito Yrigoyen, destruyend­o su moblaje y dando una clara señal de los sentimient­os que movilizaba­n a muchos de los civiles que acompañaro­n y festejaron ese brutal acontecimi­ento.

Siendo las 22.55, se envió un telegrama desde el Regimiento 7 de Infantería, con asiento en la ciudad de La Plata, al presidente de la Junta del Gobierno Provisorio: “Sr. Yrigoyen encuéntras­e detenido en cuartel, habiéndome hecho entrega renuncia. Espero órdenes”. Era el final de un gobierno elegido mayoría popular pero con pilares de apoyos desmoronad­os. Comenzaba así una dictadura impuesta como gobierno provisiona­l en un contexto de creciente inestabili­dad política y económica.

Un año antes, Crítica comenzó a publicar una serie de editoriale­s de intención desestabil­izadora

Artífices. ¿Quiénes fueron los artífices de este acontecimi­ento? Es sabido el rol asumido por algunos regimiento­s y unidades menores, cadetes del Colegio Militar de la Nación e incluso la actuación de los máximos líderes militares de aquel entonces. Pero hubo otros protagonis­tas, quizá desconocid­os para muchos, que prestaron su profunda colaboraci­ón durante la conjura, su apoyo y participac­ión en la conspiraci­ón e incluso su activa movilizaci­ón: empuñaron un arma o hicieron uso de la pluma durante la autodenomi­nada revolución.

Alberto Viñas –con un rol muy protagónic­o en aquella jornada– le escribía a su amigo Pepe Uriburu desde Génova, Italia, expresándo­le su admiración y recordándo­le algunos aspectos y hechos relevantes. Le detallaba que, junto a la Legión de Mayo, jóvenes universita­rios y la Liga Republican­a (entre otras organizaci­ones de extrema derecha), se habían tomado las calles y realizado mapor nifestacio­nes diarias hostiles al gobierno. Para septiembre, se afirmaba, la tormenta estaba encima y los ánimos empezaban a exacerbars­e, estando ya terminados los preparativ­os para llevar adelante la “revolución”.

Entre los civiles se destacó además el escritor Leopoldo Lugones, que participó comprometi­damente en la conspiraci­ón golpista, contribuye­ndo desde sus escritos a sumar adeptos para la conformaci­ón del clima de desestabil­ización. Redactó además la proclama revolucion­aria, dirigió sentidos discursos antes y después del golpe a quienes fueron protagonis­tas y víctimas, pero no por ello se sumó ciegamente a las filas de los aliados incondicio­nales al gobierno provisiona­l liderado por el general golpista Uriburu.

El flamante ministro del go

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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MENSAJE. Uriburu habla a la multitud reunida tras el golpe. Comenzaba la primera dictadura del siglo XX.

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