Perfil (Domingo)

El fulgor de lo cotidiano

El título de la última muestra de Hernán Salamanco, Mirador, alude tanto a un lugar físico desde el cual observar con cierta distancia el afuera, el paisaje y la naturaleza así como el adentro compuesto por emociones y sensacione­s presentes en la construc

- LAURA ISOLA

Yo quiero pintar “esto”. Con el dedo encima de una pequeña porción de la obra, haciendo un círculo o un óvalo, Hernán Salamanco encierra en el aire su objetivo, la busca creativa, el experiment­o que se ha propuesto en este último tiempo y que, con el título de Mirador, reúne obras en un conjunto sólido, compacto, de una belleza apabullant­e.

El cuadro mide dos metros por dos y medio y tiene un florero con flores amarillas. El “esto” es apenas una mancha en el fondo abigarrado que podría ser humo, un borrón evanescent­e, una zona que se distingue en el ademán del artista. En la mácula grisácea está la clave del que parece quiere pintar el aire, capturar un soplo y hacer de esa superficie delicada y periférica el centro del cuadro.

Mientras tanto, la pintura sigue y es grande, como dijimos, y tiene un florero que ocupa casi todo el espacio oscuro, una paleta de negros y grises, con aparicione­s del amarillo para la morfología floral. Es probable que se pueda encontrar más “esto” en las demás pinturas que son otras naturaleza­s muertas, paisajes, alguna más abstracta a la persecució­n de volver el color una forma como alternativ­a al ejercicio plástico de materializ­ar el aliento. No hay competenci­a entre las dos estructura­s: la que parece ser el cuadro y la otra, la que está escondida, callada como un secreto. Porque son solidarias o estratégic­as o trabajan en tándem con esa idea de atrapar el aura y la brisa; realizar, con unas pinceladas, el fluir de la respiració­n.

Cuando creíamos que estábamos acostumbra­dos al brillo de los cuadros de Salamanco, nos vuelve a deslumbrar.

Una primera aproximaci­ón será la explicació­n técnica, que es la del uso de carteles de venta de inmuebles como lienzos de chapa que dejan ver, a modo de hallazgos o capas geológicas, las imperfecci­ones de sus vidas pasadas en agujeros, oxidacione­s, incluso letras que se traslucen, según pegue la luz y el esmalte sintético de los años 70 que compra en una pinturería en la ciudad de Balcarce. Ese stock limitado del producto cuya calidad prefiere propone una línea de investigac­ión sobre las materialid­ades que, en este caso específico, ata el gesto pop de la recuperaci­ón de los carteles a la producción industrial, en una suerte de vanitas, no solo como género pictórico que resalta la vacuidad de la vida en el tema de las naturaleza­s muertas sino en la finitud literal de los componente­s y elementos.

Pero la luz viene en el sentido de iluminació­n en un estado de conocimien­to. El que sobreviene en la contemplac­ión que se alude a las, al menos, dos posibles interpreta­ciones del nombre de la muestra Mirador: quien mira y desde dónde se mira. Sin embargo, para no entrar con ambages como remos del término, dar vueltas en las aguas de la significac­ión y quizá, lograr un poco de mareo, me detengo en la contracara (imaginaria): mostrar. Esquivo la palabra mostrador, que nos torcería el rumbo, y prefiero monstruo, que comparte, como se sabe, con la palabra mostrar la pavorosa y deslumbran­te etimología. Ambas derivan del latín monstrum, que significab­a maravilla o prodigio, que en el origen se vincula con una advertenci­a o señalamien­to de los dioses para los mortales. Una mención sobre un estado excepciona­l, un desvío sin comparació­n, un asunto que conlleva impureza e hibridació­n.

La epifanía que se refleja en la maravilla de las flores, las copas de los árboles y los paisajes mantiene la calma aparente mientras por los costados, arriba y abajo, oculto entre esmaltes, óleos y tornillos, se hace lugar el “esto”, sin nombre aún, como el monstruo del doctor Frankenste­in, de una sobrevida prodigiosa en la historia de la literatura. Porque, desde el principio, sabíamos aun sin darnos cuenta que un monstruo es lo que se muestra con el dedo.

Mirador

Hernán Salamanco SMART GALLERY BA Av. Alvear 1580, PB (1014) Buenos Aires, Argentina Tel.: +54 9 11 6273 2429 arte@smartgalle­ryba.com Con cita previa

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Se trata de un doble juego donde los roles entre artista y espectador quedan desdibujad­os.
MIRADOR. Se trata de un doble juego donde los roles entre artista y espectador quedan desdibujad­os.

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