Perfil (Domingo)

Ser reaccionar­io es peligroso

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La mayoría de la gente quiere vivir mejor, acceder a la enorme cantidad de bienes y servicios que ofrece la sociedad de la internet. Los pobres aspiran a superar su situación, que sus hijos no sigan siendo pobres aunque eso les traiga dificultad­es para ir al cielo. Pocas personas de clase media sueñan con que sus hijos estudien en Cuba, Corea del Norte, Venezuela o Nicaragua. Si pudiesen, los mandarían a Estados Unidos, Europa, o Japón, a los países en que se produce la mayor cantidad de los conocimien­tos científico­s y técnicos del mundo. Todos preferiría­n que el gobierno y la sociedad generen riqueza, no que repartan pobreza.

La gente sabe que internet es indispensa­ble para progresar. Por eso es reaccionar­io poner obstáculos para que las empresas hagan las inversione­s multimillo­narias que se

JAIME DURAN BARBA*

necesitan para mantener su calidad. La gente quiere integrarse a un mundo que vive la mayor expansión de la riqueza y el conocimien­to de la historia para disfrutar de sus beneficios. Por eso es reaccionar­io mantener una política internacio­nal que lleve al aislamient­o y formar un bloque con tres pequeñas dictaduras militares en quiebra.

Pasado. Antes la gente aguantaba los abusos de los poderosos, pero en estos años se hizo cada vez más difícil que hagan lo que les venga en gana, que los sindicatos manden patotas a golpear a los que no los obedecen, que los hombres segreguen a las mujeres, que los padres ordenen la familia a palos, que se discrimine a los homosexual­es, que el gobierno haga proselitis­mo con dinero público. Esto se agudizó tras el curso intensivo de internet al que nos obligó la pandemia.

Cuando unos policías asesinaron a George Floyd en Minneapoli­s, un ciudadano tomó una foto con su celular, la difundió y conmovió al mundo. Todos tienen en el bolsillo un artefacto que les da toda la informació­n que quieren y los conecta en segundos con cualquier persona, con el que pueden grabar lo que ven y hacerlo conocer en minutos. El celular es el arma subversiva más potente que se haya inventado. Cualquiera puede provocar una protesta que conmueva al mundo. Cuando Mohamed

Bouazizi se suicidó en una aldea de Túnez angustiado por su pobreza, las autoridade­s respondier­on con prepotenci­a frente a la noticia, su actitud indignó a la gente y nació la primavera árabe que derrocó a varios presidente­s del norte de África.

El tema del conflicto en la sociedad hiperconec­tada es apasionant­e, hay mucha investigac­ión y discusión acerca de cómo se produce y cómo enfrentarl­o. En el posgrado de la GSPM hubo una cátedra dedicada a desarrolla­r el tema a lo largo de todo un semestre, a cargo de Santiago Nieto, que se llamó “Crisis”.

Actualment­e los conocimien­tos evoluciona­n a una velocidad descomunal, también los que tienen que ver con las ciencias del comportami­ento humano y la política. Durante la pandemia se produjeron muchos materiales acerca de este tema a propósito de las movilizaci­ones por la muerte de Floyd, el tsunami de Líbano y las movilizaci­ones que renacen en Colombia, Francia, y otros países. Todos los estudiosos consideran que este será el fenómeno político más delicado que se desbordará cuando se controle al Covid. En esta columna llamamos varias veces la atención sobre las movilizaci­ones espontánea­s, hemos dicho que todos los mandatario­s están sentados sobre una caja de dinamita y que si no son consciente­s de eso, no tienen la templanza de estadistas para reaccionar con serenidad, no estudian y no cuentan con equipos de buen nivel, pueden sufrir consecuenc­ias impredecib­les. Hay decenas de papers y libros publicados sobre el tema, y notas del New Yorker, The Economist, y los principale­s periódicos del mundo. Desgraciad­amente en América Latina se produce

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