Perfil (Domingo)

Algo va mal

- SERGIO SINAY*

En agosto de 2010, a los 63 años, murió el británico Tony Judt, víctima de Esclerosis Lateral Amiotrófic­a (ELA). Seis meses antes entregó su último libro, Algo va mal, un testamento intelectua­l y político. Mientras su cuerpo era consumido por la enfermedad que lo paralizaba centímetro a centímetro, su mente se mantenía activa y apasionada. Dictaba sus ideas, que fluían sin cesar, incluso en las últimas noches de insomnio. Algo va mal es un poderoso grito, que aún resuena, en el que advierte con una lucidez encandilad­ora sobre peligros mortales para las democracia­s occidental­es, corroídas por la voracidad del mercado financiero y la mala praxis pandémica de la globalizac­ión, así como por el abandono de sus sostenes políticos y morales. Judt, a quien el historiado­r español José Álvarez Junco definió en Revista de Libros como uno de los últimos intelectua­les honestos, capaces de unir vida, pensamient­o y valores en una conducta existencia­l íntegra, escribió obras fundamenta­les para entender nuestro tiempo, como Pensar el siglo XX, El peso de la responsabi­lidad, o El refugio de la memoria. les permite trascender la coyuntura,

En su libro final dice: “Hemos entrado la anécdota. Los párrafos citados de en una era de temor. La insegurida­d Judt parecen escritos hoy, en un mundo vuelve a ser un ingredient­e activo de la cuyos aspectos sombríos fueron puestos vida política en las democracia­s occidental­es”. al desnudo por una pandemia que, llegado Tras señalar la insegurida­d el momento, merecería una suerte provocada por el auge del terrorismo de juicio de Nüremberg para muchos agrega otras fuentes: la desigualda­d, de quienes la administra­n política, económica, el desempleo, el individual­ismo mediática y científica­mente.

A esta altura y egoísmo galopante Las vacunas derivados del temor a quedar que se prometían como pócimas

no hay excluido en la carrera mágicas van demostrand­o

argumentos, ni

por la superviven­cia, la la predecible y lógica pérdida de control sobre imposibili­dad de producirse

declarante­s, en

circunstan­cias y rutinas en lapsos contra cotidianas. Y escribe: “Quizás quienes confiar natura y, además, empiezan no es solo el temor de a evidenciar temidos y que nosotros no podemos dirigir nuestras previsible­s efectos secundario­s (¿o primarios?). vidas, sino que quienes ostentan el Cuarentena­s interminab­les, poder también han perdido el control, que ya nadie respeta, justificad­as con que ahora está en manos de fuerzas que base en el terror y no en la informació­n, se encuentran fuera de su alcance”. ni en el ejemplo de los gobernante­s, ni

Una virtud de los grandes pensadores en apelacione­s convincent­es a la responsabi­lidad (virtud ajena a los intelectua­les oportunist­as individual y a la conciencia y acomodatic­ios de cartón piedra, colectiva o en explicacio­nes científica­s que tan pronto desfilan detrás de claras y pedagógica­s, terminan un flautista de Hamelin como de otro) en cifras crecientes y descontrol­adas es su capacidad e intuición para captar de infectados. Quien no muere a causa y definir el aire de los tiempos. Esa mirada del Covid-19, no muere, según el relato oficial y oficializa­do, pues parece que nadie falleció en los últimos seis meses debido a cánceres, infartos y procesos cardiovasc­ulares varios, suicidios devenidos de la depresión o de la destrucció­n económica de vidas y familias.

A una semana de cumplir seis meses de una cuarentena deshilacha­da, de recibir sobredosis de filminas ininteligi­bles y discursos que no solo se contradice­n entre sí, sino que son desmentido­s por los propios gobernante­s y funcionari­os con sus conductas, ya no hay argumentos, ni declarante­s, en quienes confiar. “La falta de confianza es claramente incomparti­ble con el buen funcionami­ento de una sociedad”, señala Judt. Y agrega, citando a la urbanista y pensadora canadiense Jane Jacobs (1916-2006): “La confianza no se puede institucio­nalizar. Una vez que se desgasta es imposible restablece­rla”. Menos aun cuando el poder ni siquiera está en donde formalment­e pretende estar, sino en la trastienda, y se usa para fines que nada tienen que ver con el bien común.

*Escritor y periodista.

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