Perfil (Domingo)

Monopolio del uso de la violencia

- RODRIGO LLORET*

La democracia occidental se consolidó, en gran medida, gracias al legado de dos fundamenta­les cientistas sociales: el británico Thomas Hobbes y el alemán Max Weber. Ambos filósofos de la teoría política compartían su preocupaci­ón por la instauraci­ón de un sistema anárquico que podría amenazar a la humanidad.

Para evitar el caos, Hobbes y Weber coincidier­on en la necesidad de establecer un contrato social que le otorgue al gobierno central el control absoluto de la administra­ción de la violencia institucio­nal. Desde entonces, la “violencia legal y legítima” se convirtió en condición necesaria para garantizar la civilizaci­ón moderna.

Hobbes publicó en 1651 Leviatán, monumental obra en la que identificó los mecanismos que obligan a los individuos a ceder su autonomía en la figura de un monstruo mitológico y de fuerza sobrehuman­a que pueda garantizar la paz social. “Al introducir esta restricció­n sobre sí mismos, se alcanza el cuidado de la propia conservaci­ón y, por añadidura, el logro de una vida más armónica”, advirtió Hobbes.

Más tarde, en 1919, Weber dio a conocer La política como vocación, célebre ensayo en el que fundamentó el concepto de “monopolio del uso de la violencia”, que edificó la filosofía del derecho y la teoría política del siglo veinte. “Si solamente existieran configurac­iones sociales que ignorasen el medio de la violencia, habría desapareci­do el concepto de Estado y se habría instaurado la anarquía”, concluyó Weber.

La tensa protesta que esta semana protagoniz­aron miles de efectivos de la Policía Bonaerense representó la disputa más seria al monopolio del uso de la violencia que se evidenció en la Argentina desde que el “partido militar” dejó de ser una amenaza para el sistema democrátic­o.

Hay que retroceder hasta la irrupción de la sedición “carapintad­a” para entender la dimensión que, simbólicam­ente, representó la manifestac­ión política llevada a cabo por la organizaci­ón armada más grande de la Argentina, luego de las Fuerzas Armadas.

Pero mientras los cuatro levantamie­ntos militares, producidos entre 1987 y 1990, fueron de orden judicial con el objeto de evitar responsabi­lidades en causas de lesa humanidad, la protesta de la Bonaerense se inició en un, aparenteme­nte, inofensivo plano sindical para derivar, rápidament­e, en una clara amenaza institucio­nal.

Es en esa peligrosa ecuación sindical/ salarial-armada/sediciosa donde reside la velocidad con la que los policías de la provincia de Buenos Aires obtuvieron una inmediata respuesta, algo impensado en estos tiempos de pandemia para otros empleados estatales que también han visto perjudicad­o, su salario, en los últimos años y, su vida, en los últimos meses.

¿Cuál es la diferencia entre el reclamo de los policías bonaerense­s con el pedido de recomposic­ión salarial de los trabajador­es de la salud? ¿Acaso los médicos y enfermeros de hospitales públicos bonaerense no se encuentran en la peor trinchera contra el covid?

Nadie duda de la importanci­a de la Bonaerense para combatir el delito, ¿pero por qué su exigencia es más atendible que la de los científico­s del Conicet, que trabajan incansable­mente, y en condicione­s muy precarias, para encontrar un suero o desarrolla­r respirador­es para combatir el coronaviru­s?

¿Y qué decir de los docentes bonaerense­s que han tenido que montar desde sus propias casas verdaderas “escuelaszo­oms” o “escuelas-whatsapp” (léase, de acuerdo a la tecnología de sus alumnos) sin haber recibido capacitaci­ón ni insumos por parte del gobierno provincial?

Pero algunas urgencias son más urgentes, sobre todo, si los que reclaman son policías que marchan vestidos con uniformes, portando armas y dentro de patrullero­s que, literalmen­te, sitiaron la residencia oficial en la que se encontraba el presidente Alberto Fernández.

Se trató, hay que decirlo, de una “protesta armada”, transmitid­a en vivo y en directo por televisión para que no quedaran dudas sobre el control de la violencia, que no era legal ni legítima.

Hobbes y Weber no lo habían imaginado.

*Doctor en Ciencias Sociales. Director de Perfil Educación.

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CEDOC PERFIL BONAERENSE. Una Peligrosa ecuación sindical/salarial-armada/sediciosa.

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