Perfil (Domingo)

Vaivenes de la prensa ante una huelga pistola al cinto

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Fue un ejercicio casi circular el ir registrand­o el conflicto suscitado por la policía de Buenos Aires y su repercusió­n en los medios. Tanto los gráficos como los electrónic­os (radio, televisión, portales informativ­os en internet, agencias), con la suma de las redes sociales, fue un ir y venir sin pausa entre la condena y el aplauso, las críticas y los respaldos implícitos o explícitos.

En un comienzo fue cierto asombro no disimulado por la creciente virulencia, incluyendo la concentrac­ión a las puertas de la residencia presidenci­al de Olivos. Asombro que trocó con rapidez en posturas casi opuestas: las de quienes, desde sus funciones periodísti­cas, justificab­an esas manifestac­iones de uniformado­s con armas y vehículos de la institució­n; y en sentido inverso, las de los que afirmaban que el movimiento evocaba otros alzamiento­s con pistola a la cintura que derivaron en consecuenc­ias más graves.

En el medio, buena parte de la oferta periodísti­ca buscó un equilibrio difícil, porque en el conflicto se filtró rápidament­e la grieta y sus voceros de uno y otro lado, en un ring donde el buen boxeo estuvo ausente. Quedó expuesto así que los medios que acostumbra­n apoyar a este gobierno y a criticar el anterior (o a sus referentes supérstite­s) denunciaro­n intentos de golpe, calificand­o la acción de los policías amotinados como un ejercicio de complicida­d en tal sentido. Y los medios afines a la oposición comenzaron justifican­do el accionar de los huelguista­s, aunque con cierta alarma por la exhibición de armas, y cerraron la semana hablando de coparticip­ación y la relación Casa Rosada-CABA.

En medio, los ciudadanos (la opinión pública) en fin recibieron la influencia de unos y otros con cierta desorienta­ción por la diversidad de posturas y opiniones periodísti­cas. Sucedió algo semejante a lo de asonadas anteriores, que no fueron pocas desde el retorno de la democracia en 1983. Inquieta cuando las armas reemplazan a las ideas, y por eso la conmoción pública que provocaron los policías bonaerense­s alzados hasta el viernes. Un estudio realizado por Nueva Mayoría reveló que desde 1986 (año del primer registro) hasta 2013 (cuando fue publicado), la Argentina sufrió un total de 217 huelgas y/o motines policiales que concluyero­n, por lo general, en exitosos resultados para los uniformado­s en paro. El gobierno de Raúl Alfonsín sufrió 77 en tres años, con un máximo de 23 en los meses previos a su renuncia. No hizo falta sacar los tanques a la calle para poner fin a un gobierno constituci­onal: la policía hizo lo suyo, queda claro.

En los diez años de gestión de Carlos Menem, el total de paros policiales fue 63, con una curiosidad: en 1994 y 1996 los policías argentinos parecieron vivir un período florecient­e porque no hicieron huelgas. Las comisarías mostraron una calma relativa durante el gobierno de De la Rúa, y la mantuviero­n (con algún que otro conato) durante el mandato de Néstor Kirchner y la primera parte del gobierno de Cristina Fernández. En 2013, todo estalló: la huelga policial abarcó durante una semana a 21 de 24 provincias y provocó una conmoción pública de gran magnitud.

No es gratis la solución para este conflicto en medio de la pandemia, que excede lo salarial según estiman expertos en materia de seguridad. No se trata de dinero, solamente, sino de poder. Y el poder policial no está en el agente de la esquina sino en los escritorio­s de sus superiores y en sus contactos con sus referentes políticos. Los periodista­s, en tanto, hacemos lo que podemos para contener la informació­n que necesitan nuestros destinatar­ios. En el caso de PERFIL, los lectores.

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SHUTTERSTO­CK DIFERENCIA­S. Al menos en esta huelga 2020 no hubo muertes y saqueos como en 2013.
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