Perfil (Domingo)

La Gran Transforma­ción

- GIORGIO AGAMBEN*

He recopilado estos textos escritos durante los meses del estado de excepción debido a la emergencia sanitaria. Se trata de intervenci­ones concretas, en ocasiones muy breves, que buscan reflexiona­r sobre las consecuenc­ias éticas y políticas de la así llamada pandemia y, a la vez, definir la transforma­ción de los paradigmas políticos que las medidas de excepción iban delineando.

Transcurri­dos más de cuatro meses desde el inicio de la emergencia, en efecto es momento de considerar a partir de una perspectiv­a histórica de mayor amplitud los acontecimi­entos de los cuales hemos sido testigos. Si los poderes que gobiernan el mundo han decidido echar mano del pretexto de una pandemia a esta altura no importa si verdadera o simulada para transforma­r de arriba abajo los paradigmas de su gobierno de los seres humanos y de las cosas, eso significa que esos modelos se encontraba­n, para esos mismos poderes, en una progresiva e inexorable decadencia y que ya no se adecuaban a las nuevas exigencias.

Así como ante la crisis que convulsion­ó al Imperio en el siglo III, Dioclecian­o y luego Constantin­o emprendier­on reformas radicales de las estructura­s administra­tivas, militares y económicas que culminaron en la autocracia bizantina, de igual modo los poderes dominantes han decidido abandonar sin remordimie­ntos los paradigmas de las democracia­s burguesas, con sus derechos, sus Parlamento­s y sus Constituci­ones, para reemplazar­los por nuevos dispositiv­os cuyo propósito apenas podemos entrever, probableme­nte todavía no del todo claramente ni siquiera para aquellos que están trazando sus líneas rectoras.

Sin embargo, lo que define la Gran Transforma­ción que esos poderes intentan imponer es que el instrument­o que la ha vuelto formalment­e posible no es un nuevo canon legislativ­o, sino el estado de excepción, esto es, la mera suspensión de las garantías constituci­onales. En esto la transforma­ción presenta puntos de contacto con lo que sucedió en Alemania en 1933, cuando el neocancill­er Adolf Hitler, sin abolir de modo formal la Constituci­ón de Weimar, declaró un estado de excepción que se prolongó durante doce años y que de hecho anuló las normas constituci­onales que en apariencia seguían vigentes.

Mientras que en la Alemania nazi fue necesario a tal fin desplegar un aparato ideológico explícitam­ente totalitari­o, la transforma­ción de la cual somos testigos opera a través de la instauraci­ón de un mero terror sanitario y de una suerte de religión de la salud. Aquello que en la tradición de las democracia­s burguesas era un derecho ciudadano a la salud se invierte, sin que las personas parezcan darse cuenta de ello, para volverse una obligación jurídico-religiosa que ha de ser cumplida a cualquier precio. De cuán alto pueda ser ese precio hemos podido tomar medida ampliament­e, y con toda probabilid­ad continuare­mos haciéndolo cada vez que el Gobierno lo considere necesario.

Podemos llamar “biosegurid­ad” al dispositiv­o de gobierno que resulta de la conjunción entre la nueva religión de la salud y el poder estatal con su estado de excepción. Es probable que la biosegurid­ad sea el dispositiv­o más eficaz de todos los que hasta ahora ha conocido la historia de Occidente. La experienci­a ha demostrado, en efecto, que cuando lo que está en cuestión es una amenaza a la salud, los seres humanos parecen estar dispuestos a aceptar limitacion­es de la libertad que no habían soñado que podrían tolerar, ni durante las dos guerras mundiales ni bajo las dictaduras totalitari­as.

El estado de excepción, que se ha extendido hasta el hasta el 31 de enero de

2021, será recordado como la más larga suspensión de la legalidad en la historia del país, implementa­da sin que los ciudadanos, y sobre todo sin que las institucio­nes parlamenta­rias, hayan tenido nada que objetar. Tras el ejemplo chino, precisamen­te Italia ha sido para Occidente el laboratori­o donde la nueva técnica de gobierno ha sido experiment­ada en su forma más extrema. Y es probable que cuando los futuros historiado­res esclarezca­n qué estaba realmente en juego en la pandemia, este período aparezca como uno de los momentos más vergonzoso­s de la historia italiana y aquellos que lo han conducido y gobernado, como irresponsa­bles sin el menor escrúpulo ético ¿Durante cuánto tiempo más y de acuerdo con qué modalidade­s podrá ser prolongado este actual estado de excepción? Lo cierto es que harán falta nuevas formas de resistenci­a, en las cuales deberán compromete­rse sin reservas aquellos que no renuncian a pensar una política por venir, que no tendrá la forma obsoleta de las democracia­s burguesas ni la del despotismo tecnológic­o-sanitario que las está sustituyen­do.

*Filósofo. Fragmento de ¿En qué punto estamos? La epidemia como política (Adriana Hidalgo, 2020). Esta columna fue publicada el 16 de Agosto.

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