La simbolización de lo imaginario o la imaginación de lo simbólico
Como en ninguna otra ocasión en que ilustré un libro, en este de Carlos Piñeiro Iñiguez percibo que las imágenes fluyen hacia el relato y producen una extraña simbiosis en la cual texto e imagen interactúan y se complementan, de modo tal que “no podemos saber si se trata de la simbolización de las imágenes o de la imaginación de lo simbólico¨.
Por momentos el relato adquiere una materialidad gráfica como sucede en la lógica de los documentos históricos, y así, en el rítmico despliegue de su escritura, cava uno tras otro espacios de ficción a lo largo de esos documentos; la simbiosis sucede, creo, porque esos archivos son los mismos que utilicé para nutrir y crear mis imágenes.
Cuando Carlos describe a ese pibe que se encuentra en medio del bombardeo de Plaza de Mayo, ya sabemos de los Gloster, porque el personaje leía la Revista Nacional de la Aeronáutica, la misma que utilicé para documentar las formas de los aviones en mis dibujos; el pibe ve caer lentamente cajas que lanzan esos aviones. Son, inexorablemente, bombas; yo, en lugar de bombas, pinté nieve, que cae lentamente. La violencia de la explosión nos devuelve al crudo momento histórico.
La sensatez documental reaparece cuando, en medio de la ficción, Carlos pone la lupa sobre el sable corvo de San Martin. Él lo describe como ese liviano atributo de mando, inservible en la batalla, y lo reemplaza por una más verosímil, pesada, afilada y salvaje espada Toledana; así el relato de ficción reingresa una yotra vez en la atenta verdad histórica. Entre la fantasía y el documento histórico transcurren estos relatos y mis dibujos y pinturas los ilustran y documentan del mismo modo. Un mérito esencial de este libro es su prosa, una escritura limpia, objetiva, que, sin recurrir al panfleto motivador ni al exceso sentimental, no obstante, conmueve, porque las palabras, en este impecable libro de Carlos Piñeiro Iñíguez, son, en su materialidad significante, realidad, es decir, un acontecer que en la ficción adquiere dimensión trascendente, ¿por qué no decir mítica?, donde el Mal arrasa, bombardea la ilusión constructiva de un pueblo que por fin se aventuraba en la fiesta de vivir en este mundo.