El colapso respiratorio de 2020
La edición argentina de este libro, originalmente publicado en inglés por Semiotexte en 2019, se produce en medio de una doble crisis respiratoria mundial.
La primera es la pandemia del Covid-19: un colapso del organismo social planetario, provocado por la asfixia hipercapitalista.
La segunda es la agresión violenta contra las condiciones de vida de la población, sobre todo de los jóvenes: el estrangulamiento metafórico y verdadero. Esta agresión está desencadenando una revuelta de los negros norteamericanos, junto con los latinos, los migrantes y los blancos precarios.
Síntomas del fin del capitalismo que deja en su lugar un abismo caótico. (...) Cuando digo que se trata de una crisis respiratoria, no es en sentido metafórico. La contaminación del aire en las metrópolis y la ansiedad de la precariedad, literalmente, han debilitado el organismo de los seres vivos, que respiran.
Sin embargo, al mismo tiempo, lo que realmente me interesa en este libro es el desarrollo de una metáfora: la respiración se volvió difícil, la voz ronca, el cerebro colectivo entró en un estado de pánico por la falta de oxígeno.
(...) Este colapso de la sociedad planetaria no se puede explicar solamente como la consecuencia de la epidemia de coronavirus. El organismo planetario ya estaba al límite del colapso y fue la pandemia lo que lo precipitó.
Desde el aspecto ambiental, la cosa es por demás evidente: los bosques ardiendo, los hielos derritiéndose, los desiertos avanzando, las metrópolis asfixiando y la economía mundial sostenida gracias a la constante intervención para salvar las finanzas, mientras se empobrecía a los trabajadores y al sistema público y, en primer lugar, al sistema público de salud. ( .... ) Comienzan transformaciones profundas e irreversibles en la sociedad, a las cuales la voluntad no puede oponerse, ni la política puede oponerse y para las cuales el poder no tiene armas.
El virus actúa como un recodificador: el virus biológico recodifica todo el sistema inmunitario de los individuos y, tras ellos, de los pueblos. Luego, el virus opera un cambio del campo de la esfera biológica a la psíquica: produce miedo, distanciamiento. El virus modifica la reactividad al cuerpo de un otro, actúa en el inconsciente sexual.
Asimismo, se verifica una difusión mediática del virus: la información se satura con la epidemia, la atención pública está polarizada y paralizada. El propio tiempo transcurre con una sensibilidad de nuevo tipo: el pasado se empieza a percibir de manera diferente y, sobre todo, el futuro se ve como inquietante, mientras que la respiración colectiva se torna difícil y, finalmente, se bloquea.
¿Entonces? Entonces se hace necesario modificar el ritmo, para retomar la respiración.
Nos hallamos en un umbral. El umbral del pasaje de la luz a la oscuridad. Pero también el pasaje de la oscuridad a la luz.
(...) Está en marcha una búsqueda colectiva a gran escala, que tiene un carácter psicoanalítico, político, estético, poético.
En los últimos meses, asistimos a una profundísima laceración del sentido de la acción, de producir y de vivir. No es solo una cuestión médica, claro que no: las bases mismas de la civilización que hemos heredado (que la sufrimos, pero que también gozamos) están cuestionadas. ¿Seguiremos aceptando recortes al gasto público? ¿Seguiremos aceptando que el tráfico automovilístico vuelva irrespirables a las ciudades? ¿Continuaremos aceptando que energías descomunales se gasten en los sistemas militares? Pero, también, ¿seguiremos mirándonos de reojo, tal como estamos obligados con el tapabocas y los guantes y el miedo? ¿Seguiremos besando en la boca a una persona que hemos conocido hace una hora, tras una recíproca y deliciosa seducción? (...) Creo que el largo confinamiento del primer semestre de 2020, al que probablemente sigan otros confinamientos, marca el pasaje del horizonte moderno de la expansión, que ya hace tiempo venía frenándose, al horizonte de la extinción. En ese horizonte estamos ahora, y solo si sabemos respirar a otro ritmo, un ritmo que sabe de la extinción, sabremos sobrevivir y, tal vez, vivir nuevamente.
“Bifo”, 1 de junio de 2020”
nposible porque los recursos naturales se están agotando, pero también porque la subjetividad social no puede reactivar energías que han sido disipadas por la pandemia. La demanda de mercancía no es solo un efecto económico, es también un efecto psíquico, necesita la movilización de energías psíquicas que ya no existe.
Hacia el final de Respirare, hace un análisis sobre la felicidad: “La felicidad es la suspensión consciente de la visión del abismo. En esos momentos de suspensión podemos construir puentes sobre el abismo. (...) El puente sobre el abismo puede tomar diferentes formas: el enamoramiento, la ternura, la creación colectiva, la alucinación y el movimiento. Estas formas dan vida a la experiencia viva del significado”. ¿Antes éramos felices y no lo sabíamos? “La felicidad no es una condición que se pueda traducir en forma analítica, es una condición de sintonía del organismo consciente con los otros organismos, conscientes e inconsciente, con los cuerpos de los otros humanos, y con el cuerpo de la naturaleza. La pregunta que tengo hoy es: ¿se puede ser feliz (como individuo, come individuos eróticos, como comunidad solidaria autónoma) en el horizonte de la extinción? No tengo una respuesta. Es la pregunta que me pongo en el umbral en que estamos demorando. ¿Podemos elaborar una forma de vida y de cultura que nos permita vivir felizmente el proceso de extinción de la civilización humana? No lo sé, pero me lo pregunto”.
“El socialismo ha fracasado y la barbarie es lo que queda. Pero la barbarie no dura, porque solo prepara la extinción”