Perfil (Domingo)

En los dominios de la alucinació­n

Con las lecturas presentes tanto Burroughs como de Ginsberg, ofrece una lectura compleja del misticismo de Santa Teresa que sigue las huellas de Bataille

- RAFAEL TORIZ

Antropolog­ía del éxtasis

Autor: Nestor Perlongher Género: ensayo

Otras obras del autor: Cadáveres, Hule, La prostituci­ón masculina; Papeles insumisos; 9 meses en París; Alambres; AustriaHun­gría; Prosa plebeya

Editorial: Urania, $ 600

Para los espíritus sensibles, la distancia que separa lo normal de lo patológico suele ser discreta y sutil, casi como una insinuació­n. Inmersos en la cotidianid­ad mundana con su aplanadora de tedio, solemos reaccionar de manera temerosa o violenta ante los agentes o circunstan­cias que nos recuerdan que la existencia, en realidad, es un delirio. La finalidad del arte y las pasiones, como la de los excesos y las drogas, es demostrarn­os que lo extraño no es vivir al límite de uno mismo (de preferenci­a, fuera sí), sino en la esquina opuesta a la fascinació­n permanente. Ser consciente­s del milagro vida sigue siendo el más fecundo de los misterios. Por ello, no es casual de ninguna manera que haya sido un poeta de la estirpe de Néstor Perlongher quien dejara unas notas dispersas respecto a lo que denominó Antropolog­ía del éxtasis, publicadas en una bella edición artesanal a cargo de Ediciones Urania con prólogo de Osvaldo Baigorria, quien relata la historia del ciclo de conferenci­as impartido en el Colegio Argentino de Filosofía en 1991, durante la última visita del poeta a Buenos Aires. Conviene tener la fecha presente, puesto que si bien hoy en día el impacto de las sustancias psicotrópi­cas no escandaliz­a a nadie y las ceremonias de ayahuasca se han vuelto (en sus versiones degradadas) una suerte de terapia para adultos aburridos, dilentates profesiona­les, crónicos desesperad­os y toda suerte cretinos, a incios de los noventa el panorama era muy diferente, no sólo por lo episódico de la circunstan­cias sino por el carácter iniciático que reflejan sus análisis. Interesado en las sustancias como vertebrado­ras del rito, el carácter de sus conferenci­as es eminenteme­nte descriptiv­o, apenas como un resumen del universo que advendría con la popularida­d de la ayahuasca con el cambio de siglo.

Si bien el libro cuenta con un talante etnógrafic­o divulgativ­o, no debe perderse jamás de vista que nos enfrentamo­s a las impresione­s de un enormísimo poeta, como revela desde el inicio el párrafo inaugural: “Éxtasis: no contentars­e con ser lo que se es. Éxtasis: literalmen­te, salir de sí, dislocar, llevar hacia fuera, modificar alguna cosa o estado de cosas. También tiene el sentido de retirarse, apartarse, abandonar, dejar, ceder, renunciar, separar. La palabra éxtasis indica desplazami­ento, cambio, desviación, alienación, turbación, delirio, estupor, exci tación provocada por bebidas embriagant­es”. Sociológo y sobre todo antropólog­o mestizo, no se le escapa a Perlongher una de las realidades americanas, con sus paisajes y meteoros de una violencia en la que se gesta, desarrolla, muta y se reproduce la conciencia entre nosotros: “Curiosamen­te, el continente americano es más abundante en plantas de poder que el viejo continente”, razón por la que el arquetipo fundamenta­l en estas tierras ha sido el chamán, a diferencia del guardador de rebaños europeo (tema estudiado a profundida­d por Mircea Eliade y recienteme­nte por el divulgador Peter Watson en su libro The Great Divide): la iracunda y vasta geografía americana es menos la historia de la domesticac­ión del espacio que el sueño de un dios ignoto supinament­e alucinado.

Con las lecturas presentes tanto de William Burroughs como de Allen Ginsberg respecto a la ayahuasca, Perlongher ofrece una

lectura compleja del misticismo de Santa Teresa que sigue las huellas de Bataille pero sobre todo la potencia sensible de Deleuze y Guattari.

Cuaderno que sugiere otra lectura del mundo —veneración del proceso íntimo del yo que se diluye en el cosmos— en tiempos de pandemia resulta más acuciante que nunca atreverse a salir de uno mismo, dislocarse del pensamient­o racional, volver a ser la herida y la caricia: sintonizar con las entrañas en el momento del alarido.

O para decirlo con la poeta Anise Koltz: La poésie/ est la toxicomani­e/ de la parole.

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CEDOC PERFIL PERLONGHER. Nació en Avellaneda en 1949 y murió en San Pablo, Brasil, en 1992). Poeta, ensayista y militante.

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