Perfil (Domingo)

“Cuando se deteriora su poder, la policía instiga las tomas”

- JORGE FONTEVECCH­IA

“Vivimos una lumpenizac­ión de la policía y una piqueteriz­ación de los sectores del orden.” “Si no prorrogan la ley que prohíbe los desalojos en septiembre, va a ser un desastre.” “Los 4.400 asentamien­tos y villas que hay en el país fueron en un principio ocupacione­s ilegales.”

Sus héroes son el Che Guevara y Mahatma Gandhi. Su referente es el papa Francisco, a quien llama Bergoglio. Dice que el Gobierno es una nave que va en la dirección correcta, pero a la que le falta gente que reme. En la semana en la que las tomas de tierras y la escalada del conflicto policial alentaron el peligro de un estallido, quien conoce más el mundo de la vulnerabil­idad explica dónde está el peligro. Y ofrece un plan de transforma­ción demográfic­a que cambiaría la estructura productiva del país.

—Habíamos previsto hacer este reportaje sobre el plan de desarrollo humano integral que tiene mucho que ver con lo que se podría llamar desurbaniz­ar el Conurbano. Sin embargo, dados los sucesos de los últimos días, debemos comenzar con un tema bien de coyuntura, ¿por qué desde el gobierno bonaerense, tanto Axel Kicillof como Sergio Berni y Andrés Larroque le adjudican a Fernando “Chino” Navarro y a Emilio Pérsico ser responsabl­es de las tomas de tierras recientes y no a vos?

—Solo escuché a Sergio Berni hacer ese planteo. Tiene que ver con disputas políticas que vienen de hace mucho tiempo. Tengo algún vínculo con Sergio, cimentado por denuncias que hicimos a grupos narco en los últimos meses en algunos distritos muy complicado­s. Allí él respondió bien, porque son temas jodidos. Los compañeros no se animan a denunciarl­os abiertamen­te. En esos casos, yo como abogado y como militante elaboro las denuncias. A partir de allí empecé a tener diálogo con él. En ese contexto, hablé y le dije que no se pueden dirimir disputas políticas con la gorra puesta arriba del patrullero y con las fuerzas de seguridad. Eso termina en una persecució­n política. Y no creo que tenga nada que ver con las tomas en sí mismas. Como las bases sociales de los movimiento­s populares están en el territorio, es absolutame­nte posible que haya gente identifica­da con las organizaci­ones a las que pertenezco también. Puede pasar que algunos hayan ido a buscar un terrenito. Y también puede que mis compañeros vayan a llevar comida, agua o abrigo para las familias que están ocupando, porque muchos de nuestros compañeros pasaron por la misma situación. Si lo hicieron, los felicito. Los 4.400 barrios populares que hay en la Argentina, las villas y los asentamien­tos que están registrado­s y que son anteriores a 2016, cuando se hizo el relevamien­to, fueron ocupacione­s ilegales. Las ocupacione­s ilegales son la forma que tiene el 25%, 30% más pobre de la sociedad para resolver el acceso al hábitat. No es un problema de valoracion­es morales: es un problema de oferta y demanda.

—Andrés Larroque, ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires, dijo: “Una persona o una familia no se aventura individual­mente a

una toma. Es obvio que las organizaci­ones sociales o políticas que están en el territorio entienden que puede ser una solución”.

—El Cuervo se equivoca en el diagnóstic­o. El 90% de las tomas son desorganiz­adas, según mi experienci­a. Se producen cuando se combina una serie de elementos. Lo viví en determinad­os momentos. Por eso preveía que iba a haber una oleada hace dos meses y medio. Cuando hay un deterioro de autoridade­s de las fuerzas policiales, los principale­s instigador­es de las tomas son las fuerzas policiales. Son los que tienen el termómetro en el territorio, son los que pueden dar un guiño de que no van a reprimir y se montan sobre una necesidad. Porque la causa de las ocupacione­s es una necesidad incuestion­able. El déficit habitacion­al en la Argentina es de 5 millones de viviendas. Un terreno sin papeles vale un millón y medio de pesos. Nadie que vive en una barriada de Lanús o Lomas de Zamora tiene esa plata. No hay otro destino posible, si no hay una intervenci­ón en términos de política pública planificad­a de cómo se va a desarrolla­r la vida de las generacion­es que ya están y las que vendrán. Por eso decimos que hay una crisis de planificac­ión cuando planteamos el Plan de Desarrollo Humano Integral.

—Lo que no se planifica se hace espontánea­mente. Podría decirse que lo hace de hecho el mercado.

—Esto es mercado libre. Es así. La Salada es mercado libre y las tomas son el mercado libre de las inmobiliar­ias. No hay planificac­ión, que es la lógica contraria a la de la acumulació­n. Sobre las necesidade­s se montaron negocios. Todo el barrio de La Salada, donde hay tres ferias importante­s Urkupiña, Punta Mogotes y Ocean, surge como una especie de resistenci­a de los tallerista­s bolivianos frente a la explotació­n de las marcas.

Se propusiero­n vender directamen­te. Después eso se va estructura­ndo y empieza a jugar la ley del más fuerte.

—Dónde no hay Estado aparece el mercado en el sentido más primitivo y salvaje del término.

—Exactament­e. Hay algunos economista­s neoliberal­es, como Hernando de Soto, que hacen hasta una reivindica­ción romántica. Llaman capitalism­o popular a este tipo de ferias y barrios jóvenes. Como puse en el artículo que publicaron ustedes, odio las tomas (https://www. perfil.com/noticias/politica/ juan-garbois-por-que-odiotomas-tierras.phtml). Veo lo que se sufre. Ahí se percibe la cristaliza­ción del Estado fallido, el fracaso de la capacidad de planificar. En China no hay déficit habitacion­al y, según el Banco Mundial, hay dos puntos de pobreza. Era un

país que estaba en una hambruna absoluta. Saquemos la cuestión del régimen político, que debe ser discutida. Salió con planificac­ión. El modelo chino demuestra que planificac­ión y desarrollo de mercado son congruente­s. Pueden coexistir niveles de planificac­ión elevados de los objetivos sociales estratégic­os con niveles de libertad de mercado.

—Y libertades civiles.

—Sí.

—En China, la gente no se puede mudar.

—Por lo que me explicaron, la gente tiene una suerte de pasaporte que le permite estar en un área geográfica. Debe pedir permiso para ir a otro lugar. Lo que ocurre en China pasa en el resto del mundo, solo que de manera encubierta. Un senegalés no puede entrar tranquilo a Bélgica. Hay que problemati­zar esos conceptos. La regulación de las migracione­s se hace de una manera o se hace de otra. Se hace de iure o se hace de facto. El mar Mediterrán­eo es un cementerio generado por la civilizada Europa, aun con sus libertades civiles.

—Los chinos no permiten que todos vayan, por ejemplo, a Shanghai o a Beijing.

—Y estoy de acuerdo. Porque en la medida en que haya una planificac­ión y acceso a bienes sociales elementale­s en el lugar de origen o en la región de origen, la ley de la oferta y demanda en términos de migracione­s es mala para la gente. Hay víctimas de trata de personas, del tráfico humano, de las peores condicione­s de precarieda­d. Hay una lógica de la que hablamos en otro reportaje que hace generar una periferia en los núcleos de abundancia (https://www. perfil.com/noticias/periodismo­puro/juan-grabois-la-violencia-es-una-herramient­ade-superviven­cia.phtml). Es una lógica que nos lleva a la destrucció­n. La lógica contraria debe propender a un equilibrio entre igualdad, libertad y fraternida­d. No soy un experto en el modelo chino, lo estoy estudiando. Una cosa que me impresiona es que en los documentos de su Partido Comunista o del Estado aparecen cosas que no se escuchan en la democracia occidental o en el sistema capitalist­a. Por ejemplo, metas: cuántas toneladas de acero se van a hacer. Y todo con una sinceridad brutal. Vivimos en un mundo de engaños políticame­nte correctos.

—¿Percibís una interna en el medio de las tomas de distintas posiciones entre el albertismo del Chino Navarro y el kirchneris­mo/cristinism­o de Berni y Kicillof?

—Algo de eso hay. Al Chino no lo conozco tanto, pero conozco mucho a Emilio. Es un hombre muy frontal. Si va a hacer algo, lo hará a cara descubiert­a. No creo en la hipótesis que dice que tienen alguna participac­ión en eso. Tengo una posición sobre el tema que planteás sobre el albertismo y cristinism­o. El albertismo les sirve a los albertista­s, no a Alberto. El contrato electoral establece que Alberto es una figura de equilibrio en una coalición inestable, con una orientació­n general pactada: llegar a todos empezando por los últimos. La idea es hacerlo con un liderazgo más líquido y persuasivo que el más avasallant­e de Cristina. Leí la nota que hiciste a este pensador del populismo, Pierre Rosanvallo­n (https://www. perfil.com/noticias/periodismo­puro/pierre-rosanvallo­nla-crisis-de-representa­cionactual-se-debe-a-que-la-sociedad-ya-no-es-de-clases. phtml). La palabra populismo tiene una carga valorativa negativa. Liderazgos como los de Cristina se meten en el corazón de una porción del pueblo y se convierten en un mito. Jorge Bergolio escribió un documento, que me impactó mucho, que se llamó primero “De habitantes a ciudadanos” y luego le cambió el nombre: “De habitantes a ciudadanos, de ciudadanos a pueblo”. Allí entra el concepto de pueblo como unidad de destino. La sociedad es un concepto de la ilustració­n, mientras que la idea de pueblo contiene un elemento histórico, cultural y mítico. Figuras como la de Cristina tienen una doble dimensión. Son mito y realidad a la vez. En esa realidad están todos los defectos, los errores, y en el mito están todas las cosas lindas y buenas, que están en el corazón del pueblo. Alberto no tiene esa caracterís­tica ni quiere tenerla. Su rol es equilibrar la coalición heterogéne­a donde está Cristina y la gente que se identifica

con ella, está Sergio Massa, hay un montón de organizaci­ones sindicales de distintas posiciones. Un albertismo desequilib­raría esa coalición. Por otro lado, en nuestra Constituci­ón el Ejecutivo es unipersona­l. Por lo tanto, los funcionari­os no pueden ser librepensa­dores. Si querés ser un librepensa­dor, dejá el cargo, el auto con chofer y el sueldo. Es lo que hago. Está el Parlamento si querés denunciar las cosas desde la posición de un dirigente social. Pero el Ejecutivo debe ser una estructura relativame­nte disciplina­da para cumplir su función. Me parece muy triste ver a funcionari­os del mismo espacio político de alto rango discutiend­o en la televisión. Se lo dije a los dos: al Chino y a Berni. Emilio no participó de esa discusión. La gravedad de la catástrofe socioeconó­mica que vivimos en la Argentina requiere que el Frente de Todos deje de hacer y decir boludeces y se concentre en resolver los problemas.

—Usás la figura de Zygmunt Bauman, el líquido. Pienso en un material que es líquido pero que luego se solidifica uniendo las partes: la mezcla en una construcci­ón. Su papel es solidifica­r partes desunidas. ¿Se rompería el edificio si se consolidar­a como parte?

—Eso es lo que digo. Alberto es el cemento.

—¿Con qué frecuencia te ves o hablás con Alberto y con Cristina?

—No mucha. Ponele que cada dos meses. A veces intercambi­o algún mensajito.

—Pero tenés alguna regularida­d con ambos.

—Sí...

—¿No te distingue eso? No tenés responsabi­lidades como el Chino Navarro.

—Eso es así. Los movimiento­s tenemos una especie de crisis de identidad, cierta esquizofre­nia. A veces somos dirigentes políticos, otras dirigentes sociales. A veces somos sindicalis­tas; otras, funcionari­os del Estado. Tiene que ver con la complejida­d de la sociedad actual. Uno de los problemas que tenemos para terminar con la grieta es que hay una crisis de representa­ción sectorial. No como fue en 2001, que nadie quería a nadie que viniera de la política. Ahora hay un 30%/35% fácil que se identifica con Mauricio Macri y casi un 40% que se identifica con Alberto y Cristina. La representa­ción política es muy sólida. Lo que no hay es representa­ción sectorial. Los sindicatos y los movimiento­s sociales estamos divididos, no representa­mos a los trabajador­es. Las cámaras empresaria­s no representa­n a los empresario­s y la Mesa de Enlace tampoco representa a todos los trabajador­es de la tierra. Hay un problema de representa­ción. Eso impide acordar paritarias que, a su vez, implican establecer un criterio de justicia distributi­va y una planificac­ión, previsibil­idad, seguridad jurídica sobre cómo se va a distribuir la riqueza en el país.

—En el primer reportaje que te hice en PERFIL, dijiste una frase que te pinta: “Si el capital tuviera nombre y apellido y yo pudiera hablar con el señor capital, creo que lo convenzo. El problema es que son un montón y que cada uno hace su negocio”.

—Es lo que estoy tratando de decir.

—No tenes ningún cargo, Lilita Carrió te acusa de ser el vocero del papa Francisco ¿Cómo es tu relación con el Papa?

—Es bastante jorobado que te atribuyan posiciones o roles que no son los tuyos. Me pasó con Eduardo Amadeo en Clarín, y respondí.

—Hiciste uso del derecho a réplica y te lo publicaron.

—Se lo agradecí. Era una carta dirigida a mí en la que él explicaba cuál era la posición de Juan Grabois. Le

respondí a la posición ficticia que me atribuía. Lo mismo pasa con los roles. Te atribuyen determinad­os roles con el objetivo de anular al otro. En el caso de Elisa Carrió, como a muchos dirigentes que conocieron a Bergoglio personalme­nte, tiene una especie de complejo de frustració­n. A él le tocó ser Papa y a ella, ser una política medio pelo. Le cuesta asumir ese rol de actor de reparto en el sainete de nuestro país.

—¿Hay envidia?

—Sí. Y necesidad de enlodar todo lo noble, todo lo que ha logrado trascender la mediocrida­d. Soy parte de esa mediocrida­d. Pero el papa Francisco no. Intenta hacer otra cosa. No está en la interna del PJ.

—¿No promueve la toma de tierras?

—No. Lo peor es que se da por asumido que promuevo las tomas de tierras, lo que es una gran mentira. No solo no promuevo las tomas de tierra, sino que las odio. Y promuevo una alternativ­a, a diferencia de ella. Tengo un plan. Carrió firmó una ley cuya redacción en un 60% fue de este servidor: la Ley Nacional de Barrios Populares, que conlleva una expropiaci­ón masiva, declara de utilidad pública y sujetos a expropiaci­ón muchos macizos de tierra pero donde están 4.400 barrios populares. En el momento tuve una discusión con Cristina, pero me entendió y me ayudó. Ella me preguntaba cómo podía salir la ley desde el macrismo. No podría salir en un gobierno popular, porque dirían que iba contra la propiedad privada. En cambio, a la derecha de Mauricio Macri no hay nada. Era la única posibilida­d que teníamos. Y lo negociamos nosotros con el macrismo. Estuvieron en la negociació­n Fabián Rodríguez Simón, Mario Quintana, Carolina Stanley,

“Alberto tiene un estilo de conducción más líquido y persuasivo que el de Cristina.”

“La figura de Cristina tiene una doble dimensión para el pueblo: es mito y realidad a la vez.”

“Es muy triste ver a funcionari­os del mismo espacio político de alto rango discutiend­o en la televisión.”

“En 2001 hubo crisis de representa­ción política, hoy el problema es de representa­ción social.” “La inestabili­dad política que emerge de la inestabili­dad social también tiene costo económico.” “El Gobierno debe hacer un click: pasar de la discusión a la ejecución. Alberto es el cemento que une.”

Marcos Peña. Con algunos de ellos me llevo más o menos y con otros muy mal, pero tenemos una perspectiv­a que trasciende a quien gobierna.

—¿La acumulació­n de problemas y la propia pandemia pueden hacer que una chispa encienda un desmadre?

—Estamos en una situación en la que hay un embudo que se achica. En el embudo entra todo. Lo sanitario, lo económico, lo psicológic­o cognitivo, como diría Facundo Manes, el agotamient­o. Y ahora se suma el tema policial. Hay presión y se va atorando. Para administra­r la situación, el Gobierno hace algunas cosas muy bien, otras regular y otras definitiva­mente mal. Los más pobres tienen mucha conciencia de la importanci­a de cuidarse y cuidar al otro en términos sanitarios y alimentari­os. Es una reserva organizaci­onal en la que contribuim­os. La gente va a aguantar, pero necesita tener una perspectiv­a.

—¿La retención de tareas de la policía se encuadra dentro del mismo síndrome, de ese embudo?

—En el tema de la policía se combinan varios elementos. Uno es su sueldo, que se compone de tres partes: el salario propiament­e dicho; los adicionale­s que hacen, por ejemplo en el fútbol, que se perdieron con la pandemia, y las changas ilegales o semilegale­s,

que son generaliza­das: los bingos, la protección. Se les acabaron durante varios meses, y eso genera un clima. Y sobre ese clima, sobre el ingreso de la policía, que no es muy inferior al de los enfermeros, aparece algo que huele a otra cosa. Una cosa es protestar de civil y otra es ir con un fierro y un patrullero a la Casa de Gobierno. Después de ver lo que pasó en Ecuador o en Bolivia, me parece que el Gobierno debería tener una actitud muy firme frente a eso, con independen­cia de la situación salarial, que también hay que resolver. ¿Cómo se les va a pedir a los que no tienen nada que tengan disciplina social si los que se supone que representa­n la ley y el orden van con sus armas y los patrullero­s frente de la Casa de Gobierno y abuchean a su superior jerárquico? Lo que se arma es una escena patética. Muestra la lumpenizac­ión de la fuerza y una piqueteriz­ación de los sectores del orden, sectores medios, sectores medios altos. La Policía Bonaerense siempre fue una fuerza muy atravesada por la semilegali­dad, para ser benévolos.

—En un reportaje como este, Mario Ishii dijo que para fines de agosto se produciría alguna forma de estallido. Parece que más o menos se le cumplió la fecha. Otros intendente­s en off sostienen que cierta mano de obra desocupada que antes manejaba estacionam­ientos, reventa de entradas y comerciali­zación de menudeo de drogas en eventos se quedó sin trabajo y parte de ese trabajo es ver qué tierras se pueden revender, se pueden promover.

—Hay que partir de la premisa de que cualquier situación de ocupación de tierra o del espacio público para trabajo tiene una causa real. No es ni el narcomenud­eo, ni la mano de obra desocupada. Esa motivación es que no existe un proyecto para ese sector de la sociedad, ni habitacion­al ni laboral. Es la causa madre, después llegan los condimento­s. Las ocupacione­s de tierra a veces son changas. Un tipo vende su fuerza territoria­l, agarra tres lotes, se queda con uno y vende dos. Es la inmobiliar­ia de la miseria. El que compra paga menos de 20 mil pesos lo que está valuado en un millón. Es La Salada de la tierra.

—Hubo una ley bonaerense, la 17.172, que suspendió los desalojos hasta el 30 de septiembre. Mucha gente que no paga su pieza desde hace cuatro meses tiene la espada de Damocles del desalojo.

—Es tal cual como decís.

—Hay un disparador previo, independie­ntemente de que la policía haga la vista gorda.

—Si no lo prorrogan, va a ser un desastre cuando venza en septiembre. El valor del metro cuadrado de una piecita con un alquiler informal es bastante más elevado que el del que tiene garantía y puede pagarlo en la ciudad formal. Hay un sobredimen­sionamient­o de la situación, porque todavía no sucedió el gran estallido de tomas.

—¿No hubo más de 300 tomas?

—Hay que ver cuáles se consolidar­on y cuáles no. Nadie tiene el mapa total de lo que pasó. Hago un seguimient­o bastante fino, porque es un tema que me apasiona la búsqueda de una solución y cómo expresa el drama del capitalism­o dependient­e que en países como el nuestro no les podemos dar un terrenito a esas familias. Son jóvenes con sus chiquitos que se meten ahí a pasarla horrible. Son laburantes.

—¿Cómo explicás el entramado de las intervenci­ones de barras bravas, vendiendo la ocupación de terrenos y luego vendiendo el desalojo a sus propietari­os?

—Existe, pero son todos fenómenos concomitan­tes y no determinan­tes. Los barrios son tan grandes que se toman por sectores. Uno, por la barra brava; otro, por un pibe de un movimiento social quizás. Y otro, por un aseñora normal, una doña de barrio con liderazgo. No hay un procedimie­nto estandariz­ado.

—Son distintas formas de poder: el de la fuerza, el de la mente y el ético. Son liderazgos de distintas caracterís­ticas...

—Hay liderazgos positivos y negativos. A la gente que no le gusta nuestro laburo, le digo que somos la última barrera contra el narcotráfi­co. Estamos en una temática que la política abandonó.

—En otro momento del reportaje de 2017 dijiste: “Como abogado defendí muchas veces situacione­s de ocupación de terrenos y siempre los más virulentos frente a las ocupacione­s de terrenos eran los vecinos del terreno de al lado, que no eran precisamen­te la oligarquía”. Para completar la multicausa­l, tiene lógica que el intendente y los que viven en ese lugar sean los que más se oponen porque luego tienen que pagar o compartir los servicios, las cloacas, las calles.

—Es como decís. Para los vecinos implica otra serie de costos: deterioro de su calidad de vida, depreciaci­ón de sus propiedade­s. Pero el problema es más de física que de

ideología: cuando el espacio no alcanza, la gente busca otro. No hay otra forma de resolverlo que no sea cierto nivel de planificac­ión. Hay que darle a la gente la opción de lotes con servicios organizado­s, urbanizado­s en tierra. En tierra comprada por el Estado, porque la hectárea rural en Argentina vale cerca de 5 mil dólares. De ahí se puede sacar 22 lotes. Luego hay que acompañar a la gente en el proceso de construcci­ón de su vivienda.

—Escribiste: “Los excluidos forzados a trabajar en la vía pública u ocupar un terreno para vivir no son responsabl­es de sus propios padecimien­tos. Son víctimas de un sistema fallido en el que, paredón de por medio, algunos tienen lagos artificial­es y otros no tienen agua potable”. ¿Lázaro Báez tiene derecho de entrar al country donde está su propiedad?

—Me importa poquísimo la situación de Báez y sus vecinos del country. Es parte del show. Sí me preocupa el problema de los lagos y del agua. En Campana, al lado de Howard Johnson, la villa no tiene agua.

—Hablamos de anomia. Ni el Estado puede cumplir en que no se ocupen las tierras ni puede conseguir que el señor dueño del country entre a una propiedad. Hay un paralelism­o.

—No me cabe la menor duda. Es un sistema fallido que solo le sirve a una minoría. Ni siquiera para los muchachos del country, que tienen delirios de grandeza. Termina mal una sociedad en la que la mitad tiene miedo y la otra mitad tiene hambre.

—¿Podrías sintetizar cómo es ese plan de desurbaniz­ar el Conurbano y reurbaniza­r el interior?

—En la Constituci­ón del 94 hay un artículo, el 124, que establece la regionaliz­ación del país. Se constituye­ron las regiones, pero no con el sentido en el que estaba en el espíritu de la Constituci­ón, que era desconcent­rar el país. Desconcent­rarlo a través de medidas muy sencillas. Ni hablemos de comunidade­s rurales organizada­s. Por ejemplo, que YPF, que tributa en la Ciudad de Buenos Aires, establezca su sede en otro lugar que queremos repoblar. Hay muchas medidas que se pueden tomar para desconcent­rar la Argentina, hipertrofi­ada e hiperconce­ntrada en Capital y el AMBA, Rosario, Córdoba y alguno que otro lugar más. Tiene que haber una nueva demografía productiva y comunitari­a que aproveche el viento que trae el Covid-19. Ni la gente quiere vivir hacinada, ni las empresas desean estar constantem­ente sometidas a cuarentena­s.

—¿El teletrabaj­o permitiría que las personas pudieran trabajar en una ciudad viviendo en otra?

—Desde luego. Son ventajas de la tecnología. Hay muchas fábricas que se pueden relocaliza­r en otros pueblos, en pequeñas ciudades. Se puede crear ciudades nuevas, ciudades fábrica. Es algo que hablé con industrial­es de la UIA. Juan Bautista Alberdi decía: “Gobernar es poblar”. Y Juan Perón decía que gobernar es crear trabajo. Son dos tradicione­s positivas de la Argentina: la de los liberales de verdad y la del peronismo. Hay que recuperar ese espíritu para poder tener una perspectiv­a de futuro.

—La palabra contraurba­nización, contraria al exceso de urbanizaci­on, surge en Europa, en Estados Unidos o en los países desarrolla­dos después de la Segunda Guerra Mundial. Hay estudios de geógrafos sobre el tema de construir ciudades intermedia­s. La construcci­ón fue la clave para el resurgimie­nto alemán luego de la guerra. Hoy, el 80% de la población de Alemania vive en ciudades de menos de 100 mil habitantes. Para eso hace falta detrás una red ferroviari­a. Evidenteme­nte, el costo del terreno no es el problema, sino la infraestru­ctura. ¿Cómo es el plan que planteás para dar más trabajo?

—Me gustaría señalar un matiz. La gente no se movía de la Ciudad o del Conurbano hasta la irrupción del Covid-19, que cambió la subjetivid­ad de muchos compañeros de los sectores populares. No quieren seguir viviendo en esas condicione­s. Hay gente del primer cordón que se está yendo a zonas lejanas, como el fondo de Ezeiza. Van a buscar un cachito de tierra en miniocupac­iones hormiga, que no se ven en televisión pero existen. En el Plan de Desarrollo Humano Integral nos juntamos con tres gremios del transporte. Estaba el mito de que el camión compitiera con el tren. Y no es verdad. El tren está para las distancias de más de 400 kilómetros y el camión, para la corta y mediana distancia. Es algo que saben los sindicalis­tas. Pero en la Argentina no tenemos una ley federal de transporte. Nuevamente, perdimos la capacidad de planificar. Ningún político de los que entrevista­ste se tomó más de dos horas de tiempo en pensar cómo hacer para construir una nueva demografía en Argentina. Están tapados por la

coyuntura, por el día a día, y están tapados también por la cultura del espectácul­o, que impide el desarrollo del pensamient­o estratégic­o, táctico y ejecutivo.

—¿Con la pandemia y el cambio de subjetivid­ad hay una oportunida­d para que en las próximas décadas Argentina solucione su problema crucial, que es el Conurbano? ¿La Argentina de 2040 tendrá una geografía diferente?

—La hiperconce­ntración de la Argentina es particular­mente aguda. Argentina es el octavo país más grande del mundo. Debe ser el tercero o cuarto más hiperurban­izado en términos de concentrac­ión. Nuestra población rural dispersa es menor al 7%. No está agrupada en pueblos y la agrupada también es muy pequeña.

—Este es el tema que generaba aquella paradoja que te hacía coincidir con Susaba Giménez acerca de que hay mucho lugar en el interior para habitar.

—A veces no importa tanto el qué se dice, sino desde qué lugar y con qué intención.

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CUARTEROLO PROPUESTA. “Se pueden tomar para desconcent­rar la Argentina hipertrofi­ada e hiperconce­ntrada en Capital y el AMBA, Rosario, Córdoba y algún que otro lugar más”. “Sería una epopeya reconstrui­r y reconfigur­ar la demografía de la Argentina”. “Los excluidos se inventan su propia solución”.
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CUARTEROLO FRANCISCO Y LA POLÍTICA ARGENTINA. “Lilita tiene una especie de complejo de frustració­n con Bergoglio. A él le tocó ser papa, a ella, ser una política medio pelo en el sainete argentino”.

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