Perfil (Domingo)

La extraña lucha contra la concentrac­ión

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Ante el desafío de la inflación, la relación entre el Gobierno y el sector empresaria­l está teniendo más cambios de posiciones que una película porno. Entre amenazas y llamados al diálogo, entre quejas conspirano­icas y aplausos, el Presidente usa a full la cintura de Shakira para tratar de alinear variables en un año de elecciones mientras en el oficialism­o vuelve un clásico: gritos contra los grupos concentrad­os mientras se apela a que la oferta de bienes en pocas manos los ayude a tratar de contener los precios.

Pero atenti, esta vez hay un plus: levantando la bandera de la lucha contra los oligopolio­s se están haciendo cambios normativos que directamen­te favorecen los arreglos entre corporacio­nes. Insólito. Acompáñenm­e a ver esta triste historia.

El 4 de febrero el Senado le dio media sanción al proyecto de ley presentado por la senadora Ana Almirón con acuerdo del Ministerio de Desarrollo Productivo para cambiar la forma de elección de la autoridad de aplicación de la Ley de Defensa de la Competenci­a sancionada en 2018 con el número 27.442.

El oficialism­o había entendido que la elección por jurados con participac­ión de organizaci­ones de la sociedad civil era engorrosa y favorecía el conflicto de intereses. Se decidió entonces modificar la norma heredada de la era Macri, la segunda sobre la materia después de la ley 25156 de 1999. Por caso, ya desde entonces se había ordenado constituir un tribunal de la competenci­a que nunca fue conformado, tampoco en los doce años del kirchneris­mo en su versión anterior.

Pero ese no es el punto. En un comunicado de prensa publicado en la web del Instituto Patria el 6 de febrero sobre la media sanción del proyecto, se explica que “el presidente del Instituto Patria y senador de la Nación, Dr. Oscar Parrilli, hizo propuestas que ampliaron y enriquecie­ron la reforma”. A partir de ahí,

JAIRO STRACCIA

se enumeran los cambios que el hombre cercano a la vicepresid­enta Cristina Kirchner introdujo, según explicó por radio más tarde, para desarmar una legislació­n que Cambiemos había hecho a medida de los holdings a los que habían pertenecid­o muchos de sus funcionari­os. La oposición denunció que esos cambios llegaron por mail a las 22:59 de la noche previa a la votación y a las 11:34 de esa misma jornada, sin posibilida­d de someterlo al debate previo al dictamen.

Oligopolio­s 1, Estado 0. Entre las modificaci­ones realizadas, el senador derogó el “Programa de Clemencia” porque -dijo el

Instituto- era “una suerte de ley del arrepentid­o” con una “doctrina subyacente” que tiene “un impacto negativo sobre derechos constituci­onales como el debido proceso, la prohibició­n de la utilizació­n de apremios ilegales o la garantía de que nadie está obligado a declarar contra sí mismo”. “La derogación, entonces, resultó en un imperativo ético y jurídico constituci­onal”, explicó un punteo del Patria.

Segurament­e cuando alguien le dijo que era una especie de “ley del arrepentid­o para casos de cartelizac­ión”, como se suele llamar a este programa entre los especialis­tas en competenci­a, a Parrilli se le truló el bocho. Asoció “arrepentid­o”, “cuadernos”, “fo-to-co-pias de los cuadernos”, “lawfare” y chau. Lo perdimos.

El tema es que los llamados “programas

de clemencia” son la herramient­a que más se está usando en el mundo para desarmar cárteles, es decir, los arreglos entre compañías que se ponen de acuerdo para aumentar los precios o dejar afuera competidor­es, entre otras prácticas irregulare­s.

Con la Argentina, lo tenían 13 de 15 países de Latinoamér­ica. Y hay casos de éxito en su aplicación, como España, que vivió un boom de denuncias en las que un ejecutivo o una empresa le contó a la autoridad de aplicación que había tongo en un sector, y a cambio de un beneficio –por ejemplo, que le condonen la multa– reveló cómo funcionaba el cártel que rápidament­e quedaba desmantela­do para beneficio de los consumidor­es que estaban pagando de más o tenían menos alternativ­as en el mercado.

Un trabajo de los profesores españoles Joan Ramon Borrel, Juan Luis Jiménez y Juan Manuel Ordóñez de Haro recopila más de 50 cárteles desarmados con esta modalidad sólo en España entre 2008 y 2015. Han caído algunos con gigantes que cotizan en Bolsa como Repsol, Telefónica o Abertis, mientras que ha habido casos menos círculo rojo y más populares, como cuando se desarmó en 2010 el acuerdo encubierto que habían hecho cuatro firmas de cuidado personal (Henkel, Sara Lee, Puig y Colgate) de ir achicando envases mientras subían los precios hasta que uno de ellos –Henkel– se acogió al programa de clemencia, zafó de la multa que sí tuvieron que pagar los demás, mientras dejaban de robarle al público con los jabones y geles para ducha. El sueño de la lucha contra la especulaci­ón detrás del aumento de precios. Otra que la ley de góndolas.

Guillote vive. La pregunta de fondo es si realmente combatir la concentrac­ión económica es convenient­e para el Estado en plan de reprimir la inflación en el corto plazo, más allá de las ventajas de la competenci­a en el largo. La tesis del ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de que es mejor que haya pocos actores en la mesa para poder convencer u obligar a que muevan los números de una determinad­a manera, pareciera seguir vigente.

Hace tres semanas, hubo arreglo con tres frigorífic­os para que vendan cortes populares sólo en un puñado de grandes cadenas de supermerca­dos. En estos días, el acuerdo modelo es un fideicomis­o aceitero para desacoplar precios internacio­nales en un rubro donde cuatro compañías concentran el 90% de la oferta. El plan de viviendas que lidera el ministro Jorge Ferraresi necesitaba contener los insumos de la construcci­ón: arreglaron hace unos días con el único oferente de aluminio una suba negociada durante el año.

Todo esto ocurre en otra galaxia distinta de la que se está moviendo el Ministro de Economía, Martín Guzmán, último bastión de la racionalid­ad capitalist­a, según los empresario­s que valoran que no habla de controles de precios, ni de especulaci­ón ni de persecucio­nes, la pesadilla de los popes que cuando no están de vacaciones en el exterior se juntan a resistir con aguante en sellos como la Asociación Empresaria Argentina, donde tallan los Rocca, Magnetto y Pagani de la vida. A propósito, allí acaba de haber una baja simbólica: renunció el textil más importante del país, Teddy Karagozian, uno que sí considera que el Gobierno tiene un plan económico. Y lo dice en público.

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