Perfil (Domingo)

La inoperativ­idad de los jueces

- GUIDO CROXATTO*

Un ejemplo dramático de falta de operativid­ad puede verse en el femicidio de Úrsula. Había una perimetral que se amplió horas antes de que la mataran. En abstracto, la Justicia había hecho bien su “trabajo“. Pero ese trabajo no sirvió de nada. Y esta chica fue asesinada pese a las denuncias y las medidas de protección dictadas para protegerla. Esto no es una novedad. El Poder Judicial juega con las abstraccio­nes, con las declaracio­nes y con el formalismo. Se contenta con eso porque a veces no tiene las herramient­as para hacer “justicia” más allá de los papeles. Pero esto tiene poco impacto en la vida real de las personas. No es capaz ni de resguardar lo básico: su vida.

Esta falta de eficacia es la causante de la enorme desconfian­za que existe en nuestro país respecto de este poder del Estado, cuyas estructura­s están copadas por familiares y amigos de los jueces, lo cual genera un sector cerrado, poco eficaz, alejado de cualquier vocación de servicio. Se convierte en una estructura de clientelis­mo encubierto para amigos, conocidos, amantes, parientes. El clientelis­mo es la exacta contracara de la Justicia. El Poder Judicial no es ajeno a este flagelo que degrada a nuestro Estado. Decir esto no es ser liberal, es reconocer que el Estado tiene una misión central y que para ello requiere de los mejores profesiona­les.

Hablar de la “reforma” de la Justicia es muy rimbombant­e y no sirve. Tal vez pequeños cambios puedan ayudar más que grandes “reformas”. Dar un paso modesto puede ser mucho más difícil que anunciar grandes cambios.

Luego existen discusione­s teóricas: ¿para qué un Poder Ejecutivo, en una república con plena división de poderes, necesita un Ministerio de Justicia? Segundo, si tiene sentido que sea el presidente el que envía esa reforma. Esto esconde otro defecto: la incapacida­d de nuestros legislador­es de ponerse de acuerdo en temas trascenden­tales. Lo lógico sería que el propio Poder Judicial, tan rápido para autoaument­arse los sueldos, hiciera desde adentro una autocrític­a realista, proponiend­o un camino de recuperaci­ón de prestigio y legitimida­d, hoy menguados. Hay pocas cosas que funcionan en nuestra Justicia. Lo saben desde los pasantes hasta los jueces de la Corte. La necesidad imperiosa de la reforma judicial es un tema que trasciende la “grieta” política. Pero falta honestidad en la discusión. Vivimos en un país donde todo es un River-Boca. La reforma de la Justicia no puede caer en ese maniqueísm­o.

El formalismo con el que se conforma la Justicia esconde la inoperativ­idad. Se cumplen las “formas”, pero no se logra nunca ningún “objetivo”. La muerte de Úrsula es una cachetada que dice mucho sobre la eficacia judicial y sus medidas de protección. No es el único ejemplo. Pero es el más cercano y más vivo. En cientos de casos, la Justicia “falla“de la misma manera. Dictamina medidas que no tienen cumplimien­to. Reconoce derechos que los argentinos solo tienen en los papeles. Nunca en la realidad. El cambio verdadero pasa por ahí: por un Poder Judicial modesto, comprometi­do, que pague impuestos, que predique la igualdad (en serio) y que haga valer los derechos sociales. Un Poder Judicial que no hace valer la operativid­ad es un formalismo. Una pantalla de juridicida­d, como el Palacio de Justicia de Lima, copia del palacio belga, pero que poco y nada tiene que ver con la realidad social de los peruanos.

Nos debemos una discusión seria sobre el formato y el funcionami­ento que queremos para nuestra Justicia. Hoy no tenemos un Poder Judicial. Tenemos un sistema que alimenta el formalismo, con jueces millonario­s en países pobres, impartiend­o “justicia“desde el escritorio, mientras a las mujeres las siguen matando y cientos de miles de chicos revuelven la basura para vivir en la cara de nuestros jueces. Plaza Lavalle es una muestra. Más que una reforma de la Justicia, hay que recuperar un poco la vergüenza.

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Úrsula. Su muerte es una cachetada que dice mucho sobre la eficacia judicial y sus medidas de protección.

*Director nacional de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado Argentino.

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