¿Hay luz al final del túnel?
Acosada por la creciente pobreza, Argentina precisa un liderazgo claro de la clase política hacia mayor racionalidad. Será clave generar mejores señales a los actores económicos.
La economía nacional transita una crisis inédita, con enorme impacto social, provocada por la pandemia. Si no se reactiva el crecimiento económico y no se reduce la inflación, la pobreza será un factor cada vez más complicado para la inseguridad y la protesta social.
Este año se espera que se llegue a un 50 % de hogares pobres, con un 10 % de indigentes, frente a la extrema paradoja de un potencial productivo compatible con alimentar a 400 millones de personas desde la pampa húmeda.
EDUARDO FRACCHIA*
Deterioro. La distribución del ingreso se asocia con el claro deterioro de la pobreza. Muy lejos del patrón europeo-uruguayo al que supo apuntar el país hasta los 70, en este medio siglo transcurrido estamos en el promedio latinoamericano de desigualdad recogido por el coeficiente de Gini. Esto ha ido instalando una cultura del reparto, de dádivas y clientelismo.
La economía popular de bajísima productividad afecta a la cultura del trabajo. Los programas sociales son relevantes y muy aceptados en nuestro país -como por ejemplo la Asignación Universal por Hijo (AUH)- pero hay muchos recursos para sostener a la población vulnerable, que se presentan en la práctica como una suerte de renta universal para los pobres, con dudosa eficiencia social.
Reflejo del deterioro productivo, la inversión se sostiene en niveles muy bajos. De acuerdo con el indicador IPAP (Índice de Precio de los Activos Productivos), realizado en el IAE Business School desde hace doce años y a través del cual se anticipa entre uno y dos trimestres la evolución de la IBIF (Inversión Bruta Interna Fija), los resultados acompañan la dinámica resultante de la inversión.
En concreto, en el último informe correspondiente al tercer trimestre de 2020, el IPAP registró una contracción interanual del orden de -7,5 %, aunque menor a la registrada en el trimestre anterior (-13,6 %), en un escenario macroeconómico desfavorable y sosteniendo su caída desde el tercer trimestre de 2018, es decir, bastante antes de la aparición de la pandemia del coronavirus.
Sector externo. El sector externo muestra por otra parte sus luces y sombras. Por un lado, la brecha cambiaria originada por el cepo deja un marco poco propicio para el sector agropecuario, castigado por retenciones. Con el aumento reciente del precio de la soja, se espera que el gobierno recaude este año aproximadamente siete mil millones de dólares. La soja en 500 dólares es un precio muy atractivo, resultado de la sequía causada por La Niña, la devaluación del dólar frente al euro, y la mayor demanda de China.
Mientras que las manufacturas de origen industrial (MOI) siguen flojas debido a que Brasil no empuja aún la demanda, la carne ha mejorado en ventas al exterior, el maíz venía muy bien, pero se lo ha desalentado con medidas en discusión.
Energía, que es un sector clave, no arranca, con Vaca Muerta todavía a la espera de un marco regulatorio adecuado, la minería con poca fuerza, y las economías regionales en stand by.
Por el lado de los servicios, el
turismo padece un desempeño naturalmente muy desfavorable durante la pandemia; mientras que los servicios basados en el conocimiento exhiben un buen desempeño. Debido a que se cuidan los dólares, las importaciones están muy trabadas y eso es contraproducente para el sistema productivo.
La inversión extranjera directa se encuentra en los peores niveles desde los años 60. La generación de dólares se espera como un verdadero salvavidas hacia el segundo bimestre, momento indispensable para fortalecer reservas.
Y en el medio, el dólar. En este contexto, sin ancla ni plan concreto, no hay valor para el dólar libre, y esto deriva en la volatilidad de las cotizaciones cambiarias alternativas. Este generó a su vez las restricciones sobre el acceso al mercado cambiario en torno al límite de compra mensual de 200 dólares. En esa misma línea, el presidente del Banco Central plantea que el cepo se va a liberar cuando las exportaciones lleguen a USD 90.000 millones, pero en 2020 las ventas externas se situaron en USD 55 000 millones. A esto se suma que las reservas internacionales netas están cediendo y se sitúan en un número muy bajo a pesar de ciertos flujos positivos recientes.
Liderazgo.