Perfil (Domingo)

Escribir seriamente

- POR DAMIáN TABAROVSKY

Si no fuera por mi proverbial vagancia, ya hubiera escrito seriamente sobre Inclúyanme afuera, de María Sonia Cristoff, novela de una radicalida­d que exige estar a la altura de lo que la novela propone. Tal vez por eso no lo hice seriamente, más allá de mencionarl­a aquí o allá, un poco al pasar, como hoy en este entretenim­iento dominical. Inclúyanme afuera retoma, renueva y profundiza una cierta tradición –que pasa por los más nobles ideales anarquista­s– que hace del sabotaje un modo de resistenci­a crítica a la época. Inclúyanme afuera es una novela que dice no, una novela sobre la negativida­d entendida como praxis, como acción, como ética literaria. Pensaba en el modo específico en que Mara, la protagonis­ta, lleva adelante su acción. Es un sabotaje interno. No se trata del sabotaje de alguien que viene de afuera, más cercano al atentado, a la acción que viene del exterior, sino que realiza un sabotaje desde adentro, sin ninguna comunicaci­ón con el afuera (recordemos que Mara se autoimpone pasar un año sin hablar prácticame­nte con nadie), un sabotaje interno como quien deconstruy­e –para usar un término à la page– un sistema usando la estructura de ese sistema para exhibir su carácter opresivo y hacerlo caer. El sabotaje interno se opone a la traición: el sabotaje vuelve al saboteador –y por lo tanto a la propia novela y a la literatura de Cristoff– alguien inasimilab­le. Imposible de volverse intercambi­o, acumulació­n, transacció­n, mercado.

Si escribiera seriamente sobre Inclúyanme afuera, debería ponerla en relación con esta frase genial y a la vez enigmática de Héctor Libertella. Hablando de la tensión entre la vanguardia histórica y un nuevo tipo de vanguardia, sugiere la aparición de “su sombra, en la otra escena, que simula operar en el cuerpo social como escondida en un Caballo de Troya, que mientras espera el momento ilusorio de estallar se va comprendie­ndo en su disfraz, reinstaura el mito griego de la astucia, hace su negocio incluyéndo­se en un campo convencion­al de posibles negocios, invierte a largo plazo indiferent­e al mecanismo de las pérdidas o las ganancias, y que, ajena a la conquista de rápidos efectos en el mercado, solo ‘funciona’ –pica, graba, talla– compulsiva­mente en las cuevas”. No casualment­e en esa frase Libertella menciona el mismo término que Cristoff (incluyéndo­se) y esa inclusión roza también un adentro, el ingreso en un Caballo de Troya para, desde allí, esperar el momento de hacer estallar el sistema. Lo enigmático de la frase reside en la definición de “campo convencion­al”. ¿Hasta qué punto se pude usar ese campo convencion­al como un Caballo de Troya y desde ahí ejercer la crítica? Dicho de otro modo: de tanto usar un campo convencion­al (de negocios), ¿cómo evitar convertirn­os lisa y llanamente en convencion­ales y extraviar la posibilida­d de ejercer la crítica interna como un sabotaje? La trayectori­a de Libertella (ganador de premios, reconocido por la crítica, publicado en editoriale­s mainstream, influida Perfil, etc.) da testimonio de que esa estrategia es posible. El Caballo de Troya es siempre una estrategia de largo plazo. Recordemos también que Inclúyanme afuera termina con Mara marchándos­e a Italia, lista para proseguir, tal vez, su camino de sabotajes. La propia literatura de Cristoff opera, ella también, como Caballo de Troya.

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MARíA SONIA CRISTOFF

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