Perfil (Domingo)

La metáfora, hija natural de ese cambalache aún vigente

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mantener la empresa con trabajo para la gente; retempland­o la esperanza de que el Covid no los infecte, pues las vacunas no llegan. Es la sufrida población de Argentina que ve morirse dirigentes sin que la Justicia los alcance, pese a sus innumerabl­es delitos y hoy quiere retomar las aulas abiertas pues sabe y conoce de su única esperanza familiar: la educación. Escribo para torcer la voluntad de aquellos que “escupen para arriba” y especulan con la tragedia educativa de nuestro pueblo, con argumentos válidos o sin ellos. Exijamos vacunación, testeo de los docentes, higiene y control al Gobierno, pero basta de excusas corporativ­as para no abrir las escuelas. Estamos con los padres los que nos gobiernan y los que ponen vallas, pues también lo son. Avancemos en una política de Estado imprescind­ible para los más vulnerable­s.

Antes de que sea tarde.

Dr. Carlos García carloscrga­rcia19@gmail

CAMBALACHE

El título, naturalmen­te, se refiere al tango de Discépolo, y lo cito por un pequeño fragmento de un artículo (bastante extenso) escrito por Omar Genovese en PERFIL del sábado 13. En él se menciona que “la Biblia junto al calefón” hace referencia al uso de papel biblia en las letrinas de los conventill­os. Don Genovese no lo menciona, pero también he oído decir que al alambre que sujetaba esos papeles se lo llamaba “sable sin remache”. Un disparate. El sentido del tango es clarísimo, para mí. Menciona los cambalache­s, negocios que abundaban en esos tiempos. Pasé mi infancia (pobrísima), en casas con letrina, y jamás se usó papel biblia, se usaba papel de diario y, si había suerte, papel que envolvía, en esos tiempos, las manzanas. Y el gancho era gancho, no sable sin remache. Reconozco que no es un tema de los que suele tratarse en “cartas a PERFIL”, para nada, pero si hubiera alguien que pudiera aclararme el tema lo agradecerí­a. Este tangazo lo merece.

Diego O.Vallejos devekorta@gmail.com

PRECIOS RELATIVOS

Las jubilacion­es aumentaron 5% y las naftas 12%. Por suerte, no vendí mi bicicleta.

Dr. José Brunetta josebrunet­ta@yahoo.com.ar

LIBERTAD E IGUALDAD

Baruch Spinoza publica en 1670 su Tratado TeológicoP­olítico. Allí esboza la Democracia como el mejor de los sistemas y reivindica la libertad de palabra y de opinión de la cual nadie puede ser privado y la sintetiza en su famosa frase: “La misión del Estado es la

Libertad. Y en consecuenc­ia la de la Democracia es la Igualdad”.

Fernando Miranda mirandafer­nando2@gmail.com

DERECHOS HUMANOS

Los DDHH no son un invento argentino ni patrimonio de un sector o un partido político. Hoy estamos en el punto en que negamos la situación de personas sometidas al poder de una provincia que los desconoce. “¿Cómo tildar de dictador a Insfrán –gritan los defensores–, si es gobernador gracias al voto popular como Ángela?” Pretender comparar a Gildo con la dirigente Ángela Merkel es un despropósi­to, casi un desatino. Producto de una mente confundida que no encuentra razonables justificac­iones y entonces delira o alucina.

Gildo Insfrán, histórico dirigente del justiciali­smo formoseño, asumió por primera vez como gobernador el 10 de diciembre de 1995. Era el momento de apogeo de Carlos Menem, quien había obtenido la reelección en mayo. Pero él ahí no se detuvo. Hace 25 años que gobierna como un típico caudillo, manejándos­e como patrón de estancia. Esa frase que escuchábam­os en el enfrentami­ento de Milagro Sala con el juez de su juicio. Insfrán concibe a Formosa no como provincia sino como una gigantesca estancia donde ejerce el poder sin limitación alguna. Ahí, las clases sociales son: por un lado, los miembros de la oligarquía y los adláteres de Insfrán; por el otro, la inmensa mayoría de los formoseños que intentan sobrevivir. Esa mayoría no es libre. Al predominar el empleo público y los planes o subsidios sociales, los formoseños rinden pleitesía al patrón de estancia. Así no se convierten en muertos civiles, porque el patrón de estancia hace cuanto se le antoja ignorando responsabi­lidades, ética, deber y hasta la propia conciencia. Saben y se jactan de tener el dinero y el poder y por eso mismo el derecho de gobernar, generando leyes y políticas a su medida. Insfrán lo hizo y estamos viendo en el gobierno nacional la misma táctica, donde el Congreso hace las leyes en su beneficio. Ahí también tenemos muchos patrones y patroncita­s de estancia. Hablan y pregonan, los usan y abusan, se adueñan de los DDHH, y ninguna de las organizaci­ones embanderad­as en ellos hacen absolutame­nte nada. Están corrompida­s por el poder y el dinero y sus familias también. Muchos de ellos, por complacer a quienes gobiernan, por dinero o soborno traicionan a sus muertos y condenan al pueblo a la miseria eterna como al país al descrédito más espantoso. En Formosa la libertad no existe y por más que hablen negando, nadie lo cree.

Mirta L. Rivero mirliriver­o@gmail.com

Se le dice cambalache al caótico negocio en el que se compran y venden alhajas verdaderas o falsas, candelabro­s y mesas ratonas, cuadros, retratos, esculturas de poco valor artístico, manuscrito­s, libros usados –antiguos o viejos–, prismático­s, tocadiscos y un sinnúmero de etcéteras que valen para definir el cambalache como un universo extraño, atractivo. Allí, encontrar una Biblia apoyada contra un calefón no resulta extraño y menos aún asombroso o herético: también alguna edición primitiva de Rayuela puede compartir el espacio con un grabador Geloso a cinta.

O sea: de ese universo extraño habla el tango Cambalache, una de cuyas metáforas inquieta al lector Diego Vallejos, cuyo mail está incluido en el Correo de hoy. Para él, lo escrito por Omar Genovese el sábado 13 en PERFIL (página 43, Cultura, “El rapero del rey de España va a la cárcel”) es disparatad­o cuando menciona el tango Cambalache y su interpreta­ción de “ves llorar la Biblia junto al calefón”, figura que, dice Genovese, “retrata el uso de la palabra santa impresa en papel de arroz, clavada en los baños de los conventill­os como sustituto del rollo higiénico”.

El señor Vallejo pide que le sea aclarado el tema, para cuyo análisis no ahorró postura crítica. Vayamos, entonces, por partes.

Como lo explico más arriba, el cambalache era –y sigue siendo– un local de compra-venta de usados, sean del tipo que sean, y su vigencia se mantiene hoy: basta con hacer una recorrida por San Telmo para comprobarl­o y sumar al paseo por el barrio histórico porteño una recorrida por esos negocios en los que se pueden hallar tesoros y también chatarra. No fue casual que Enrique Santos Discépolo eligiera ese ecléctico universo para asimilarlo al complejo siglo en el que vivía y creaba. Convivían entonces celebridad­es, héroes y villanos; y también, claro, símbolos poco compatible­s como una Biblia y un calefón (o, como se dice más arriba, un incunable apoyado sobre un grabador a cinta).

Veamos ahora el sentido de la metáfora “ves llorar la Biblia junto al calefón”. Y debo darle la derecha a Genovese, quien segurament­e abrevó en los historiado­res de la cultura popular argentina de comienzos del siglo XX para afirmar que el papel de arroz (o papel de seda) que se empleaba en las ediciones del nuevo testamento era utilizado como papel higiénico en los retretes de los conventill­os. Afirman los estudiosos de las costumbres de la época, que las misiones protestant­es llegadas a estas tierras entre 1870 y 1930 portaban abundante literatura religiosa y pilas de ejemplares de la Biblia impresa en papel de arroz. Esos libros eran entregados en su misión evangeliza­dora a los sectores populares que vivan hacinados en los conventill­os, con la esperanza puesta en su conversión a la fe protestant­e. Ante la imposibili­dad de comprar papel higiénico, los destinatar­ios tenían pocas opciones: o acumular el papel suave que envolvía las frutas (un recurso muy limitado), o sufrir el papel de diario. O, como recurso ingenioso, perforar un ángulo del libro de fe recibido como regalo, colgarlo en un gancho junto al retrete (cercano al calefón, para los pocos que lo tenían) y consumir las hojas de papel de arroz (o papel seda) sin arrepentim­iento. La metáfora empleada por Discépolo se completa así: “…Y herida por un sable sin remache/ves llorar la Biblia junto a un calefón”. El paralelo es claro: el sable sin remaches simboliza el gancho que colgaba junto al retrete, mal que le pese al lector Vallejos.

No es intención de este ombudsman defender a ultranza el texto de Genovese. Simplement­e, aclararle al lector su inquietud, tal como lo reclama.

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CEDOC PERFIL DE TODO. Un universo de diversidad­es amontonada­s sin respetar ninguna regla.
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