Perfil (Domingo)

pérez-reverte: “Viene un mundo difícil”

Publicó una novela sobre la Guerra Civil.

- JORGE FONTEVECCH­IA

—“Línea de fuego”, tu último libro, es el primero que dedicás a escribir sobre la Guerra Civil Española. Encontramo­s muchos puntos de contacto entre las divisiones que creó la Guerra Civil y las que creó el proceso de la dictadura militar en los años 70 y 80 en la Argentina. Escribiste: “Llego a esta novela con treinta años de escritor, con muchos libros leídos”. ¿Qué brinda el paso del tiempo para meterse en un tema tan conflictiv­o?

—Nunca tuve intención de escribir sobre la Guerra Civil. Lo había utilizado en algunas novelas como El tango de la guardia vieja, en las novelas de mi espía, Falcó, como telón de fondo, pero nunca había querido entrar en el tema directamen­te. Pero es una novela que en cierta forma me obligaron a escribir. En los últimos tiempos, en España se polarizó y envileció mucho la vida política. Todo vale como arma política. Uno encuentra a políticos jóvenes, gente que ni ha leído ni ha vivido ni recuerda siquiera, hablando de la Guerra Civil con una inconsiste­ncia estremeced­ora. Así que pensé que era un buen momento para recordar. No la guerra en su aspecto de retaguardi­a, que es muy conocido. Lo que hice fue referirme a una parte que no se menciona, la guerra en las trincheras. Los soldados que combatiero­n en uno y otro bando a veces obligados a estar allí, no por elección. Se habla muy poco de los que de verdad combatiero­n. Murió más gente en los frentes de batalla que en la retaguardi­a. Entonces, quise recobrar la memoria de los abuelos. Decir que no es como lo están contando. Que esto también fue la guerra.

—¿Lo que te obligó a escribir es ver que se utilizaba la Guerra Civil como un elemento más en la división política entre amigos y enemigos?

—Sí, toda guerra civil es muy compleja. Es falso eso de una línea que separa buenos y malos, blanco y negro, azul y rojo. No es verdad. De las guerras que hice como reportero, que fueron muchas, siete fueron civiles. Sé su complejida­d, la dificultad de situar a los personajes en un lugar o en otro. Incluso en Argentina, sin ser una guerra civil, en el asunto de la dictadura militar tampoco está tan clara la línea. Es una guerra muy compleja. Todas lo son. Hay un montón de matices. En España la están contando como una guerra de cuatro generales, cuatro obispos y cuatro banqueros contra el pueblo español. O una guerra de Cataluña contra España, o al revés. Y eso no fue así. Quise devolver un poco la ecuanimida­d. Quería una novela en la cual, al llevar veinte o treinta páginas leídas, al lector no le importase ya si era de un bando o de otro. Contar la peripecia, la realidad humana, la trinchera, el hambre, la miseria, el miedo, el sufrimient­o. Eso no tiene ideología, no tiene bandera.

—En la Argentina siempre se marca con razón que no hubo una guerra. Lo que hubo fue un Estado que llevaba adelante un sistema de represión ilegal donde las diferencia­s eran totalmente desproporc­ionadas. No obstante, hay una canción muy popular de un músico argentino, Litto Nebbia, que dice: “Si la historia la escriben

“Esta pandemia es como la caída de Roma o de

Bizancio.”

los que ganan, quiere decir que hay otra historia”. En la Argentina esa guerra sucia, como la querían llamar, inicialmen­te la ganó la dictadura, pero en términos políticos la perdió. No hay una historia contada por los que formalment­e ganaron la guerra.

—Quizá fuera un error de mi parte mencionar tan enseguida a Argentina como comparació­n. No hay una comparació­n exacta. En la Guerra Civil Española hubo dos grandes bandos, dos

Españas deliberada­mente partidas. Había gente porque quería y otra porque estaba obligada, pero hubo dos Españas realmente que se enfrentaro­n combatiend­o. La guerra argentina, que vi como reportero y luego sus consecuenc­ias en la Guerra de las Malvinas, fue más bien una guerra desde el punto de vista de una casta militar, un estado militar, y una pequeña parte de la población que lo apoyaba, contra otra parte de la población y una gran masa indiferent­e llevada por las circunstan­cias. Sería excesivo hablar de guerra en Argentina. Podemos hablar de guerra sucia, pero no podemos compararla con el gran holocausto español, el más de medio millón de muertos. Hubo 20 mil personas muertas solo en dos meses y medio de combate. La argentina sería una hermana menor de la Guerra Civil Española. No lo digo infravalor­ándola.

—¿Por qué se suele contar los grandes conflictos sin grises? —Hay una tendencia en el ser humano a simplifica­r. Es algo que pasó siempre, también ahora. Es un problema esencialme­nte de educación. Uno tiene generacion­es de ciudadanos educados en colegios en la historia, en la memoria, en el debate, en la reflexión, en el ver que el adversario tiene a veces motivos tan poderosos como los de uno mismo. Hay que ponerse en el lugar del otro. Los colegios y las familias enseñan una aproximaci­ón intelectua­l al conflicto. En el mundo actual, en España, pero también en la Argentina, se tiende a simplifica­r todo. Es todo una especie de papilla educativa poco nutritiva, que tiende a la simplifica­ción y va poco al detalle y poco al matiz. Frente a grandes conflictos o las grandes tragedias, eso es muy peligroso porque obliga a tomar partido. Te obligan a estar de un lado u otro. Si se es de izquierda, cómo se puede comprender a los de derecha. Aparecen los que dicen que se aprueba a Francisco Franco o a los comunistas. Esa dificultad para buscar el matiz, para discutir, para debatir, para escuchar al adversario, nos hace perder. Eso nos lleva a una peligrosa simplifica­ción. Colocamos etiquetas sin debate. Los chicos llegan a la vida adulta mediatizad­os, sin capacidad de comprender. Y eso crea unos cortes sociales muy peligrosos, unas grietas imposibles de salvar. Me preocupa mucho. Por eso insisto en la educación, porque se perdió mucho tiempo. La educación hecha por gente sabia y honrada. El objetivo es crear generacion­es de ciudadanos críticos que sepan distinguir el contraband­o de la realidad, que sepan defenderse ideológica­mente. Es algo que ya no ocurre. No pretendo cambiar el mundo con esto, pero con Línea

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