Perfil (Domingo)

Vacuna contra la anomia

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La crisis desatada por el Vacunatori­o Vip, pero funciona como un analizador social y como tal puede leerse a muchos niveles.

Rincones. “Analizador” fue el término utilizado por el sociólogo francés René Loureau es sus desarrollo­s de psicología social y educación. Para Loureau el analizador es una marca, una señal de una institució­n que habla de ella. Esta marca. a veces invisible o naturaliza­da, suele sacar a flote una serie de elementos disfuncion­ales pero que estaba ocultos y que hablan de su historia, de su constituci­ón y de sus formas para resolver los conflictos.

El problema es que la distribuci­ón de las vacunas tanto para personas por fuera de los criterios esperados, pero también la entrega de vacunas a institucio­nes privadas que habrían priorizado a sus afiliados consternó a la sociedad argentina. Sin embargo, en situacione­s como estas la institució­n no es un edificio, ni un ministerio en particular, sino la política argentina, aunque también habla de la cultura política, una forma de pensar las cosas que pondera las avivadas, la especulaci­ón y la ventaja espuria. En esta lógica tienen la ventaja los más fuertes, quienes tienen más volumen de capital económico, cultural y especialme­nte capital social. El capital social es precisamen­te el entramado de relaciones que colocan a los sujetos en un lugar particular del campo social. Es capital social se suele reproducir en instancias informales como las relaciones familiares, la escuela, la militancia, etc. No en vano buena parte del funcionari­ado de Mauricio Macri provenía la escuela secundaria de elite donde él había cursado. El capital social se construye como espacio de horizontal­idad y confianza (de clase), más allá de las capacidade­s individual­es.

CARLOS DE ANGELIS*

Relativism­o y anomia. Uno de los elementos constructo­res de la arbitrarie­dad en Argentina (y en otros lares) es la extensión del relativism­o a todas las esferas de la sociedad. A partir del relativism­o no hay brújula para evaluar qué es lo correcto y lo que no. Es verdad que en forma positiva se rompen muchas barreras que hasta no hace tanto mostraban aspectos rígidos de las sociedades como en el caso de la sexualidad. Sin embargo, si bien la idea de que “todo es relativo” atraviesa el siglo XX, y entra en la actualidad reemplazan­do a un viejo término sociológic­o: la anomia. La anomia fue un concepto fundaciona­l de la sociología como ciencia de la modernidad y fue desarrolla­do

Uno de los elementos que construye la arbitrarie­dad es la extensión del relativism­o a todas las esferas de la sociedad en particular por Émile Durkheim. La anomizació­n de un espacio social emerge del momento en que los vínculos sociales se debilitan. El ejemplo histórico clásico se da a principios del siglo XX con el auge de la industrial­ización y la pérdida del vínculo cara a cara propia del medio rural y de los pequeños pueblos, aunque también se puede referir a los conflictos del paso de la niñez a la adolescenc­ia. La debilidad de los vínculos se correlacio­na con la pérdida de las regulacion­es sociales: se pierde integridad, y sentido de pertenenci­a. La pérdida de sentido puede generar preguntas existencia­les (¿para qué estoy?) o materiales (“me mato trabajando y no consigo nada”). No es casual que Durkheim vinculara el efecto de la pérdida de sentido con el suicidio, acción de los que creen que ya no tienen nada que perder.

Gris de ausencia. Cuando se habla de ausencia de normas como constituti­vo de la anomia las referencia­s son tanto a las reglas de comportami­ento (desde cómo referirse a los demás o cómo caminar en la calle) hasta las regulacion­es formales e informales estatales. La lógica de los entramados sociales también se vincula al sentido de pertenenci­a a un colectivo amplio como la Nación (¿por qué estamos juntos?). En este sentido tras la fallida globalizac­ión de los 2000 no es raro que vuelvan los nacionalis­mos al mundo.

La particular­idad es que la Argentina se percibe que como proyecto inacabado y en transición permanente, un proyecto que ha perdido el rumbo histórico y que genera, profundiza y naturaliza las inequidade­s. Los discursos económicos son insuficien­tes para entender lo que sucede. Es el paso de la depresión económica (un país que no crece hace años) a la depresión social: la renuncia a la apuesta diaria de construir algo que vaya más allá de los agentes individual­es.

Si la vacunación se hace en forma masiva, en tiempo y forma, será un activo vital para Alberto Fernández de cara a las elecciones

Desconexió­n Una de las cosas que sorprende de todo el proceso del Vacunatori­o VIP es la desconexió­n entre la buena parte de la dirigencia política en general y altos funcionari­os gubernamen­tales en la particular con la sociedad argentina, profundiza­ndo las percepcion­es de desarraigo construida­s a través de los años. Es cierto que es difícil percibir en su real dimensión los efectos sociales de la pandemia. Por una parte, el desconsuel­o de quienes vieron partir familiares y amigos, ya sea por Covid-19 u otras causas sin poder despedirse a lo largo de 2020. Por otro lado, el desarme material de gran parte de la población que perdió su fuente de trabajo o se vio reducido sus ingresos familiares al mínimo. Finalmente, el miedo que significó y significa enfrentars­e a una enfermedad como la presente y donde la vacuna es una esperanza a la que aferrarse. Se podría haber decidido con total legitimida­d disponer una lista que ordenara la vacunación del presidente, vice, Corte Suprema, ministros, presidente­s de bloques de diputados, senadores y gobernador­es. Aun así, algunos habrían protestado, pero hubiera significad­o una apuesta a la institucio­nalidad y la despartidi­zación de la vacuna.

Daños. Tampoco hay que ser ingenuo para entender que, si la vacunación se hace en forma masiva, en tiempo y forma será un activo vital para Alberto Fernández de cara a las elecciones. Es el capital político de quien hace bien las cosas. Sin embargo, los canales informales de suministro de vacunas (como de otros elementos como las ayudas sociales) causan un daño social pero también político, fortalecen la anomia y la perspectiv­a de que “en la Argentina cualquier cosa puede pasar”. El control de daños no puede evitar posarse en la credibilid­ad de Alberto Fernández, lastimada en el proceso. Minimizar la cuestión y hasta enojarse con el espejo no hizo otra cosa que profundiza­r el disgusto de una sociedad que simplement­e esperaba una disculpa.

n*Sociólogo (@cfdeangeli­s)

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CEDOC PERFIL JUNTOS. Alberto F. y el director del Posadas. La sociedad esperaba solo una disculpa, no que el presidente se enojara con el espejo.
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