Invierno con cierres.
Daniel Gollan, ministro de Salud bonaerense, le dijo a Fontevecchia que los restricciones en AMBA solo disminuirán hacia el último trimestre del año, cuando avance la vacunación.
“El pico llegó antes
porque aparecieron
variantes que contagian
siete veces más
que la original.”
Considera que es clave posponer otros debates y buscar concordia ante la pandemia, un evento que sucede cada cien años. Explica la lógica con la que actúa la Provincia a la hora de proponer restricciones. Para él, la posibilidad de abrir más o menos durante el invierno dependerá esencialmente de la baja de contagios y del avance de la vacunación. Brinda detalles de las negociaciones con distintos laboratorios y cuenta cómo desde su ministerio le comunicaron, en junio de 2020, a Nación que la vacuna Sputnik “tenía potencial”.
—Hay un retuit en tu cuenta a Nicolás Kreplak, tu viceministro, que a su vez le contesta a Cristian Ritondo sobre el tema de los tests rápidos. Kreplak dice: “Cristian, el covid-19 es un evento de notificación obligatoria. Esto quiere decir que todos los resultados deben ser cargados al Sistema Nacional de Vigilancia. Por ende, no se puede masificar la manipulación de los tests sin control profesional. Si no sabe, no opine”. ¿Los dirigentes de Juntos por el Cambio no saben sobre la situación sanitaria?
—Hay una tendencia de ciertos dirigentes, e incluso de algunos medios, a incitar a que se violen las leyes. El covid-19 está regido en el marco de una ley de enfermedades llamadas de reporte obligatorio. Ese reporte debe hacerlo una cantidad de gente que tiene una clave para entrar al Sistema Nacional de Información de Salud. La Ley 15.465 fue refrendada específicamente para esta enfermedad por una resolución del año pasado del Ministerio de Salud de la Nación, la 680. No puedo habilitar a las farmacias a que lo vendan. Si va una persona a una farmacia, no se puede cumplir con lo que me marca taxativamente la ley. Tampoco se tiene en cuenta que se genera un residuo patogénico que debe ser desechado en forma especial como residuo tal porque tiene sustancias contaminantes.
—¿Qué diferencia, en cuanto a lo residual, hay con otros tests similares que la gente utiliza privadamente?
—Que está regulado por una ley especial que hace que se necesite una denuncia obligatoria y que es peligroso manipularlo. Me reúno y me reuniré nuevamente por el tema de farmacias. Que lo venda a la farmacia el distribuidor, la droguería, el importador, no me importa. Pero debemos garantizar que se cumpla la ley.
—A veces determinadas leyes, frente a determinadas circunstancias, pueden quedar obsoletas.
—Se puede dialogar eventualmente, si fuera posible y no se pusiera en riesgo a la comunidad. No se puede imaginar que manejen eso, que tiene secreciones y debe descartarse de una manera particular, cientos de miles de personas e incluso chicos. Supongamos que pudiéramos resolverlo, porque uno puede hacer una excepción a la ley dentro de la emergencia. Pero como estamos hoy, está bien que se prohíba.
—¿Pero terminará siendo así? En Inglaterra envían tests para hacer en los hogares.
—Si podemos corregir los riesgos que genera la manipulación posterior y podemos lograr que se cargue en el sistema sanitario, todo se puede discutir. Para eso hay que cambiar la metodología. Lo que no podemos hacer como dirigentes, ni siquiera de la oposición, es pedirle a un funcionario que incumpla la ley. Sin reglas del juego, no hay democracia.
—¿La cuarentena que se hizo en Villa Azul en junio de 2020 tiene algún punto de contacto con la estrategia del gobierno de Gildo Insfrán en Formosa? ¿Hay allí algún componente ideológico? Se dice que el gobernador tiene una formación de origen maoísta.
—Estuvimos en Villa Azul varias veces con los equipos de protección personal. Fuimos con el gobernador. En ningún momento la gente vivió esa experiencia como algo diferente a que la estábamos cuidando. Cuando uno está en una guerra, y esto es bastante parecido a una guerra, no podemos estar discutiendo todos todo el tiempo. Hay un generalato que dice “hagamos esto”, porque si no caen las bombas y nos matan. Son situaciones extraordinarias. Suceden cada cien años. Hay que tomar medidas extraordinarias. Uno puede tener diferencias acerca de hasta dónde llegan. No puede haber veinte voces de mando. Ante una crisis de esta magnitud, hay que hacer lo que hizo Angela Merkel hace poquito. Sacar una ley. Viví en Alemania, sé de su disciplina. Cada estado no puede hacer lo que quiera en una crisis que es excepcional. La gente lo tomó como que no estábamos restringiéndole ninguna libertad individual. Simplemente la cuidábamos. Y en esa medida, podía seguir ejerciendo su libertad. Quien enferma o muere es el que en menos condiciones está de ser libre. Hay que abordar la cuestión de una manera diferente a pensarla como medidas de una época de normalidad. Algunos comentarios u opiniones dan la impresión de que no hay crisis. En la bicameral del Parlamento, un diputado de la oposición se quejó porque la economía el año pasado funcionó mal. En el mundo, la economía cayó 10% o más. Los PBI cayeron en todo el mundo. Hay una cierta desconexión.
—Pero una cosa es caer un 4% y otra un 10%.
—Salvo China, casi todas las economías cayeron muchísimo. Cuando esta crisis nos agarra en la Argentina, veníamos ya de una situación económica caótica. Es una diferencia con el resto de los países.
—¿Argentina ya estaba en -2 y si agregás lo mismo que Brasil te irías a -6?
—Exactamente. En la provincia de Buenos Aires, en Salud comenzamos con 883 camas públicas de terapia intensiva. Con esos números, el primero de julio de 2020 no entraba nadie más en una terapia. No por covid-19. Me refiero a accidentes cerebrovasculares, infartos agudos de miocardio. Te morías en tu casa. Es el verdadero colapso del sistema. La gente cree que el colapso es que esté saturado. El colapso es cuando ya no entrás en el sistema. Ni siquiera te van a buscar, lo que vimos en Italia al principio. Esto es una crisis y hay que contextualizar todo. También cómo estábamos.
—¿Cuántas camas de UTI dejó Daniel Scioli?
—Ese dato no lo recuerdo. Pero se cerraron muchas camas de terapia intensiva durante el gobierno de María Eugenia Vidal. Ahora estamos en 2.300 públicas. Hay que sumarles casi 1.600 privadas. Todas esas camas no se van a quedar después de la crisis, estimamos que por lo menos será el doble. Con lo cual vamos a estar resolviendo uno de los principales problemas. Todos los secretarios de Salud e intendentes de la Provincia, sobre todo los que viven lejos y tienen que viajar 200/300 kilómetros por una emergencia, ya no tendrán ese problema. La pandemia deja también algunas cosas buenas. Hay mil problemas para resolver después. Pero en terapia intensiva quedará una infraestructura muy fuerte en la Provincia. Evitará ir a La Plata o a un lugar del Conurbano ante una crisis.
—¿Son creíbles los datos de cada país? ¿Venezuela fue más exitoso que el resto de la región?
—No creo que esos datos sean ciertos. Se puede poner en una
ficha, como hacemos aquí en la Provincia. Lo podemos resolver porque pusimos un sistema informático. Aunque sea un mes o dos, el dato llega y se consolida.
—¿Y en Venezuela precisamente?
—No conozco el caso de Venezuela, En la Provincia lo conocemos a través de un indicador que se llama exceso de muerte. Es el indicador más exacto que dimensiona el impacto de la pandemia sobre la mortalidad habitual. No lo tenemos en el país. En la Provincia lo pudimos hacer precisamente porque informatizamos todo el sistema. Algo que presentamos los primeros días de diciembre. El exceso de muerte fue muy leve si lo comparamos con cualquier país latinoamericano.
—Hace un año se habló sobre la llegada de los médicos cubanos para colaborar con el personal habitual de la salud. Vos fuiste uno de los que se reunieron con el embajador Pedro Prada. ¿Terminaron siendo necesarios?
—No terminaron siendo necesarios. En el momento en que armamos las camas de terapia intensiva, los dispositivos extrahospitalarios, contamos los médicos que teníamos y no alcanzaban. Teníamos un déficit de cerca de 600 médicos, y enfermeros en menor medida. Planteamos alternativas. Les pedí a los alemanes, me dijeron que no mandarían a un terapista ni por casualidad. Con Cuba el problema es que tampoco podían mandar terapistas. Nos podían enviar médicos generalistas, pero no intensivistas. Con lo cual no nos resolvían el problema. Como logramos estirar el tiempo de eclosión de la curva, empezamos un proceso de capacitación muy intenso para más de 1.450 clínicos y kinesiólogos para ayudar y sostener al terapista, que hasta ahí atendía un número limitado de camas. A partir de este sostén, no reemplazan al terapista que maneja un montón de patologías, pero sí durante un año se fueron formando cada vez más en la práctica y en la teoría para sostener exclusivamente pacientes respiratorios de covid-19, una cuestión más acotada.
—Reemplazaste en el ministerio nacional a Juan Manzur. Tanto a Manzur como a Ginés se les adjudica muy buena relación con los laboratorios. ¿Cómo debe ser ese vínculo y cómo es tu diálogo con la industria médica?
—Siempre fuimos partidarios de sostener la industria nacional, No solamente obtuvimos mejores precios, como por ejemplo con el sofosbuvir para tratar la hepatitis C, que costaba 84 mil dólares. Conversando con el laboratorio nacional, se logró hacerlo por 1.500 dólares. De 84 mil a 1.500. A 84 mil, no se les podía pagar el tratamiento a los pacientes. Con el nuevo precio, esos pacientes salvaron su vida. En la relación con los laboratorios nacionales, se intenta que inviertan más en ciencia y tecnología. Estuve en la que era la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Coordiné cuatro años el Programa Nacional Especial de Salud. Nuestra intención fue siempre que invirtieran no el 2% o el 3% de sus ganancias en ciencia y técnica, sino el 10%, el 12%, incluso el 17%. Fue una obsesión. Es el futuro, la innovación, las nuevas moléculas, las biosimilares. Intentamos incentivarlos a que innovaran, dieran soluciones y bajaran los precios. No es fácil. Queremos pagar lo menos posible y ellos tratan de ganar lo más posible. No es una relación fácil. Pero tenemos una relación buena. Además, nosotros, particularmente yo, nos hemos destacado por intentar desarrollar la industria farmacéutica pública.
—¿Como el instituto Butantan en Brasil?
—El laboratorio Tomás Perón, que hacía vacunas, BCG, antirrábicas, sueros antiofídicos, fue devastado en los cuatro años del gobierno de María Eugenia Vidal. Directamente lo devastaron. Le cortaron hasta el gas, no funcionaba nada. Lo estamos levantando. Se jubiló mucha de la gente. Estamos recuperando capital humano. Tenemos un proyecto muy interesante que también es asociativo público privado, lo que es el futuro. Hay que pensar en estas asociaciones en las que uno pone la universidad y el laboratorio público y, junto con el privado, hace desarrollos innovadores. En eso estamos.
—¿Cuál fue el rol de la negociación de la Provincia con la Federación Rusa para conseguir la vacuna Sputnik?
—Tenemos un equipo muy fuerte de virólogos y biólogos en nuestro ministerio. Cuando sale la vacuna Sputnik, mandamos a pedir datos y nos dieron una información primaria de cómo era la vacuna, su plataforma. Lo que luego se conoció: un adenovirus 26, un adenovirus 5 en el que se montaba la partícula spike, que ya había sido probada exitosamente con el ébola. Prometía ser una plataforma confiable y efectiva. Nuestros expertos nos dijeron que era una vacuna muy interesante, con muchas perspectivas. Hablamos de junio de 2020. El gobernador nos indicó que tomáramos contacto. Le dije que el problema sería después tener la vacuna, porque en el mundo son 7 mil millones de personas que se pelearán por una vacuna. Entablamos, a través de relaciones internacionales que habían quedado de nuestro anterior gobierno, un diálogo con Gamaleya y sus expertos. Nos dieron más datos y se los acercamos al gobierno nacional. Luego siguió con todas las tramitaciones el gobierno nacional y nosotros colaboramos. Fue muy positivo, porque Gamaleya es la principal vacuna que tuvimos hasta ahora. Pronto tendremos mucha más oferta de otras; pero por ahora tendríamos muy baja vacunación si no fuera por esto.
—¿Te referís al gobierno de Cristina Kirchner cuando decís anterior?
—Claro. Habían quedado contactos. Sobre todo nuestro jefe de Gabinete, que había trabajado en Cancillería. Tuvimos videoconferencias con CanSino, con vacunas norteamericanas, con Janssen. Con Pfizer, a nivel local, nos expresaron que no tenían ningún poder de decisión, pero que estaban dispuestos a colaborar. Buscamos en todos lados. También hay una vacuna cuyo ensayo clínico se hizo en hospitales de la provincia de Buenos Aires. Es alemana, junto con Bayer, se llama Curevac. Terminamos los ensayos clínicos, que dieron muy bien, salvo para la variante Manaos. Ese es el problema que tienen las vacunas ARN para virus como este, con tantas mutaciones, que se vuelven patógenas. Tienen capacidad de infectar. Las proteínas específicas que se eligieron de la original de Wuhan quizá no son efectivas contra las otras.
—¿Cuáles son las vacunas con esa característica?
—Las vacunas ARN son Pfizer, Moderna y ahora Curevac, que investigamos en la Provincia con 9 mil voluntarios.
—¿Finalmente tendrán menos posibilidades de adaptarse a un nuevo virus?
—Deberán adaptarlas cada tanto. Si muta el virus, se necesitará una adaptación de la vacuna a la proteína específica del nuevo virus. Mientras que en las que son virus atenuados o con proteínas spike montadas sobre un adenovirus, es como comparar un Ford Falcon con un Torino. Son muy buenas, no fallarán porque tienen una base estructural que permite que el sistema de defensas del organismo detecte múltiples proteínas, no una o dos. Brindan una protección más integral.
—¿El problema en vacunas es AstraZeneca, como dice Felipe Solá?
—Había contratos firmados, con fechas de recepción. Las primeras vacunas de AstraZeneca debían llegar en marzo. Calculo que a eso se refiere Felipe Solá. Pfizer le vendió 10 millones a Chile, pero le entregó 30 mil vacunas hasta hoy. Italia y España están en juicio con Pfizer porque no entrega las vacunas. Italia va muy mal con el programa de inmunizaciones. En todo el mundo escasearon vacunas. No es que solamente tuvo problemas una vacuna. Producir una vacuna no es hacer un flancito en una casa. Tiene una complejidad enorme. Hay todo un proceso inicial de escalado. Las vacunas ARN tienen esa ventaja: se escalan muchísimo más rápido. Aun así, tuvieron cuellos de botella e incumplieron los contratos en gran parte. No soy jurista; pero del otro lado del mostrador lo que dicen es que ellos aseguraron el primer semestre, con un plan tentativo aparentemente. No soy abogado, pero se atrasó sobre las expectativas que nos dieron.
—¿Hubieras pedido que el Congreso, en el momento de aprobar la ley, omitiera la palabra “negligencia”?
—La ley estuvo muy influenciada por lo que exigía Pfizer. Se hizo lo máximo posible sin caer en un acto de inconstitucionalidad, según los que saben. Ese fue el tema. Otros laboratorios
“Ciertos dirigentes,
e incluso algunos
medios, incitan
a que se violen
las leyes.”