Perfil (Domingo)

A 50 años del nacimiento del diario que cambió el periodismo argentino, hablan protagonis­tas.

- Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.

Jacobo Timerman impuso un estilo periodísti­co caracteriz­ado por la pluralidad sumada al rigor informativ­o. Su hijo Javier, su socio Abrasha Rotenberg, dos de sus secretario­s de redacción, Miguel Bonasso y José Ignacio López, Roberto García, uno de sus redactores, y el presidente de Fopea, Fernando Ruiz, cuentan la historia de un diario y también de una época. El recuerdo de Ricardo Alfonsín.

FONTEVECCH­IA: “Periodismo Puro” se suma a una iniciativa de Perfil Educación con el objetivo de rendir homenaje al más mítico exponente del periodismo argentino, el diario “La Opinión”, del que se cumplieron cincuenta años de su fundación, el 4 de mayo de 1971. Fundado y dirigido por Jacobo Timerman, de no haber existido la dictadura que lo expropió para literalmen­te matarlo, se podría haber convertido hoy, como lo hizo “El País” de España que nació más o menos contemporá­neo de “La Opinión”, en el diario de mayor circulació­n y prestigio de la Argentina. Rendimos este homenaje junto a su hijo, Javier Timerman, el socio de Jacobo Timerman y administra­dor de “La Opinión”, Abrasha Rotenberg, el presidente de Fopea y del Instituto de la Academia Nacional de Periodismo, el profesor Fernando Ruiz. Y cumpliendo por Zoom nos acompañan dos periodista­s que integraron la redacción de “La Opinión”, Miguel Bonasso y José Ignacio López, que fueron secretario­s de redacción, y Roberto García, que fue redactor y columnista. Fernando Ruiz, autor del libro sobre la historia política y profesiona­l de “La Opinión”, “Las palabras son acciones”, realizará una introducci­ón.

FERNANDO RUIZ:

La Opinión fue un medio que marcó a fuego a todo el periodismo argentino y a los periodista­s argentinos. Marcó los estándares profesiona­les que hasta hoy son lo aspiracion­al de lo que busca el periodismo y los medios que influyen sobre la vida pública. Vivió situacione­s de vicisitude­s dramáticas en una década dramática.

La década del 70 se puede condensar en la historia de La Opinión. Nace en la etapa descendent­e de la dictadura y termina cuando los militares empiezan a anunciar que había terminado lo que ellos llamaban la posguerra. Quienes participan de esta charla fueron protagonis­tas estelares en aquellos momentos. Fue un diario que se enfrentó a la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse. Luego se enfrentó a José López Rega, a Mario Firmenich, a los duros en la dictadura militar. En este tremendo callejón sin salida de la década del 70, para oponerse a López Rega en el 75 había que apoyarse en el almirante Emilio Massera que después se convertirí­a en asesino y ladrón. De hecho lo era, pero eran las situacione­s de una redacción. Fue un equipo profesiona­l que varió, pero siempre cumplió los estándares. La Nación, como se hacía antes, comentó la llegada de un nuevo diario. Cuando lo hizo, señaló que la novedad de La Opinión era la noticia comentada. La gran novedad fue una interpreta­ción mucho más fuerte, pero con muchísima informació­n. Era la interpreta­ción y opinión de periodista­s que recorrían todas las fuentes informativ­as, desde sindicalis­tas y políticos hasta los militares. Pero en una década con tanta violencia, con tanta crisis democrátic­a, un periodismo así no podía sino tener consecuenc­ias. Hay una historia épica y profesiona­l muy interesant­e de La Opinión. También una historia de dolor. Muchos de los que me acompañan lo sufrieron. El buen periodismo navega la época con sus potenciali­dades y golpes. Había otros medios un poquito estacionad­os y sufrieron mucho menos. Por eso es un mito del periodismo argentino.

ABRASHA ROTENBERG:

El 4 de mayo de 1971 y el mismo día de 1976 se fundaron dos periódicos: La Opinión, en la Argentina, y El País, en España. El País es hoy uno de los periódicos más importante­s del mundo, si no el más, de habla hispana. Tal vez tendríamos que recordar los cincuenta años que pasaron desde que la confiscaro­n, porque La Opinión es uno de los desapareci­dos más y tendría que estar en Nunca Más. Es el termómetro que muestra la historia de un país que no permite el triunfo, como demuestran estos dos periódicos. Uno es el más importante de habla hispana; al otro, lo estamos recordando. En mi experienci­a fue una de las historias más fascinante­s de mi vida. Me marcó, luego de 37 años de vida en Madrid. Se trató de un invento de Jacobo Timerman. Fue una revista que salía a diario, menos los lunes. Las noticias eran importante­s. Al mismo tiempo

“La Opinión marcó a fuego a todo el periodismo argentino y a los periodista­s argentinos.” Fernando Ruiz

“La Opinión es uno de los desapareci­dos más y tendría que estar en el Nunca Más.” Abrasha Rotenberg

“La Opinión fue

censurada, clausurada, por

todos los gobiernos con

los cuales convivió, salvo

tal vez el de Cámpora

y el de Juan Perón.”

Javier Timerman

“Jacobo

a veces era muy

autoritari­o. En broma

le decíamos que era

el Citizen Kane

del subdesarro­llo.”

Miguel Bonasso

la noticia tenía un significad­o y los periodista­s la interpreta­ban. Muchas veces la misma noticia era analizada por distintos periodista­s desde distintos puntos de vista. Antes se decía el nombre del periódico cuando se emitía una opinión: “La Nación opina tanto,

La Prensa opina esto”. Tal vez en Clarín aparecía de vez en cuando un correspons­al como Horacio Estol, como una novedad. El periodista era un ser anónimo. En La Opinión el periodista era alguien con importanci­a. El lector sabía quién decía las cosas. Hoy es algo común en los diarios. Una novedad que dio prestigio, nombre y trascenden­cia a la tarea. En La Opinión no eran solamente periodista­s, era gente pensante. Por metro cuadrado, había una densidad de inteligenc­ia muy difícil de alcanzar en otras circunstan­cias. No sé si hoy podría haber un diario como La Opinión. Parafrasea­ndo a Pablo Neruda, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Los periodista­s ya no son los mismos. Los lectores ya no son lo mismo. Es una pena, porque fue un experiment­o de inteligenc­ia.

TIMERMAN: Cuando salió La Opinión yo tenía 10 años. Me marcaron esos seis años que duró el diario. Lo viví con mucha intensidad. Mi padre llegaba tarde después del cierre. No lo veíamos. Los sábados tenía el privilegio de que lo acompañaba el diario y me quedaba charlando con muchos de los periodista­s. No sabía que terminaría­n siendo próceres del periodismo y la intelectua­lidad argentinos. Recuerdo mis charlas con Osvaldo Soriano. Era un cascarrabi­as pero hablaba conmigo, que era un niño. Iba al diario con Ariel Rot, el hijo de Abrasha, con Alejo Stivel, el hijastro de Paco Urondo. Estaban Miguel Bonasso, Ricardo Halac, Paco Urondo, Juan Gelman. Es sorprenden­te que una redacción haya podido tener ese grupo humano para hacer el diario. También mi padre siempre recordaba que La Opinión fue censurada, clausurada, durante todos los gobiernos con los cuales convivió, salvo tal vez el breve período de Héctor Cámpora. No era solamente hacer periodismo. Había que estar atentos a todas las batallas. Recuerdo la pasión de sus trabajador­es por hacer periodismo. Significab­a traer y buscar informació­n y un compromiso total con los lectores. A pesar de lo que mencionó Abrasha respecto de lo poco que duró el diario, que hoy el periodismo no tiene que pasar por lo que vivió La

Opinión. Los argentinos nos reconcilia­mos, por lo menos en lo que tiene que ver con la violencia política. La Opinión no está para contarlo. Pero me alegro de que hayamos podido progresar como país. Mi padre hubiese estado contento, a pesar de que nunca pudo verlo. Creo que el día que lo sacaron de una redacción se fue apagando la luz. La pasión máxima de Jacobo era estar en una redacción, cerrar un diario, las máquinas de escribir.

BONASSO: La Opinión fue la escuela fundamenta­l en mi larga trayectori­a periodísti­ca. Con Jacobo tenía divergenci­as de todo tipo: políticas, personales. A veces cómicament­e autoritari­o. Implacable. Nosotros decíamos en broma que era un poco el Citizen Kane del subdesarro­llo. Pero la calidad de sus intervenci­ones es inolvidabl­e. Recuerdo cuando se acercaba a uno que escribía todavía con aquellas viejas Olivetti y le arrancaba la página, miraba y decía: “¿Por qué pones lo que debe ir como copete en el párrafo cuarto? ¿Por qué no lo pones al principio?”. Y no se equivocaba. Mi padre era amigo de Jacobo, tenía una vieja relación con él. Había sido su jefe en France-Presse. Solía decirme que mi viejo era terrible. Por eso estuve en la prehistori­a de La Opinión, una etapa muy interesant­e. Mi padre, Ernesto Bonasso, estaba en Efe. En las oficinas de esa agencia se reunía el grupo inicial, el grupo prehistóri­co de La Opinión, que serían los futuros jefes: los hermanos Julio y Juan Carlos Argañaraz, Horacio Verbitsky. Me integré con posteriori­dad como periodista del núcleo, mientras Abrasha manejaba la cuestión empresaria­l. Recuerdo algunas definicion­es tajantes de Jacobo. En un almuerzo me dijo que

La Opinión iba a ser el primer diario no fascista de Argentina. Textual de Jacobo. No fue grabado, pero es textual. Dijo eso. También tuvimos una discusión sobre si fotos sí o no. Entonces dijo: “Somos una copia de Le Monde, que es un diario inteligent­e. Y como Le

Monde no saca fotos, nosotros tampoco vamos a hacerlo. No nos hará falta. Vamos a tener un dibujante genial, Hermenegil­do Sábat. Y cuando tengamos que poner un mapita, lo haremos; pero fotos, no. Es más importante lo que investigue­mos, lo que comentemos. Esa es nuestra definición”.

LÓPEZ: Yo llegué después, en 1975. Venía de 14 años en

La Nación. En el 74 Jacobo me habló un par de veces. Incluso, le pidió a don José Gelbard que me convencier­a. Me costaba cortar el cordón umbilical con una redacción que está tan bien contada en el libro sobre José Ignacio Escribano. En una circunstan­cia como esta en la que se rinde un tributo, también podemos recordar a muchos que no están. Debemos recordar también a Enrique Jara. A través de dos o tres almuerzos largos terminó por convencerm­e de que me fuera de La Nación. También recordar a la familia y a los amigos de Edgardo Sajón, que no pudieron ni llorarlo ni enterrarlo. A mí me tocó el final. Nos quedamos solos con Mario Diament después de aquel abril tristement­e inolvidabl­e, que comenzó con lo de Edgardo y siguió con la detención de Jacobo. Me tocaba la tarea de recorrer muchas fuentes militares de entonces y le había avisado a Jacobo que se lo iban a llevar. Su respuesta era: “Tengo el cepillo de dientes preparado.

Yo entro y salgo”. Pero entró y no salió. Nos tocó ese final tan triste. Nos quedamos prácticame­nte solos con Diament, que también era secretario de redacción al frente. En esa situación tan extraña de estar en un diario cuyo propietari­o estaba detenido. La familia venía a vernos para ver qué hacíamos. También hay que recordar a Héctor, que era chico, pero también estaba. Recordar a la esposa de Jacobo, Risha. Dudábamos sobre qué hacer, entre tantos disparates como la Conarepa. A la intervenci­ón se le ocurrió ofrecerme la dirección del diario. Yo les dije que no trabajaría en un diario intervenid­o. Me dijeron que quedaría marcado como amigo de Timerman. Mi respuesta fue: “Yo soy amigo de Timerman”.

GARCÍA: Llegué a La Opinión después de un paso previo, un poco más prolongado, en una revista que fue su antecedent­e, también fundada por Jacobo Timerman, Primera Plana. Cuando se fundó La Opinión hubo muchas negociacio­nes entre Jacobo y periodista­s de

Primera Plana para que fueran en masa. No se pusieron de acuerdo. Y al principio del diario solo fueron algunos de los que habían estado en

Primera Plana. Después terminamos participan­do todos en el diario. A Primera Plana llegué por Tomás Eloy Martínez, compañero de trabajo y amigo de mi hermano. A La

Opinión el que me hizo entrar también fue otra vez Tomás Eloy Martínez. Un compañero de trabajo le recordó que yo estaba sin empleo. Me tocó una circunstan­cia muy especial. Era una época en la que la gente leía; también leían los diarios, cuestión que ahora se ha perdido bastante. Primera

Plana y La Opinión estaban signadas por gente que escribía bien, aparte de hacer periodismo. Eran dos condicione­s casi necesarias. Ingresé durante lo que era el gobierno constituci­onal y después estuve en el golpe militar y la llegada del Proceso. Fueron años particular­mente disparatad­os, locos, dramáticos, dolorosos. Uno perdía compañeros. El propio Jacobo tenía un problema como empresario bastante particular. Me acuerdo de haberle hecho huelgas a Jacobo, por lo menos un par. Huelgas, no diría salvajes, pero sí con ocupación de las oficinas. Dormíamos dentro de la redacción. Demandábam­os mayores ingresos, cuando nuestros ingresos eran realmente muy importante­s. Venían de algunas fábricas a acompañarn­os, a adherirse. A nosotros nos daba vergüenza decirles cuánto ganábamos y pretendíam­os ganar. Jacobo tuvo un ciclo de muy dura lucha interna como empresario. No conocía a Jacobo cuando entré. Tenía por supuesto muchas mentas de

Primera Plana, de gente que lo había tratado mucho. Terminé después con una relación importante cuando acabó lo del diario por una cuestión casi familiar. Tuve algún vínculo cuando fue detenido por los militares. Había presiones, donde había un problema accionario. En el momento en que fue secuestrad­o, uno trató de encontrar la forma de que por lo menos apareciera con vida. De Jacobo tengo luego recuerdos divertidos, extraordin­arios, vinculados al mal humor y a la forma de hacer periodismo. Uno de los más singulares de mi vida, y tris

tísimo, fue que lo encontré un día en el aeropuerto de Punta del Este. Había una vorágine de aviones que llegaban de Buenos Aires porque se trataba de Navidad o de Fin de Año, no me acuerdo bien, e íbamos todos para allá. Lo encuentro a Jacobo esperando. Se me acercó y en forma entre vehemente, ansiosa y angustiada me preguntó si había visto a su esposa. No la había visto en el avión. Pero me quedó el recuerdo de alguien esperando a una esposa que creo que no llegó porque lamentable­mente murió. Me quedó la imagen más terrible de un hombre a punto de quedarse sin una persona a quien adoraba.

F: Tenemos también un mensaje del embajador en España, Ricardo Alfonsín.

ALFONSíN: Cuando digo periodismo también quiero decir pedagogía. La Opinión fue un ejemplo de ese periodismo que nos brinda elementos para poder comprender con mayor profundida­d la realidad para asignarle significad­o y sentido. Un ejemplo de periodismo republican­o que nos ayuda a ejercer con mayor responsabi­lidad nuestro rol ciudadano. Cabe destacar el desinterés, la honestidad intelectua­l, la formación, el rigor analítico y la profundida­d, el compromiso con las conviccion­es y el gran coraje cívico que demostró. Coraje que le costó a su fundador la prisión, la tortura y el secuestro por parte de la dictadura militar. No podemos recordar a La Opinión sin referirnos Jacobo Timerman, un periodista de raza que transformó el periodismo. Un hombre apasionado y comprometi­do con la lucha por la democracia y los derechos humanos. En tiempos como estos tan difíciles, a muchos nos gustaría poder conversar con Jacobo acerca de la realidad.

AR: Conocí a Jacobo a los 14 años. Con los años armamos no solo una amistad; diría que casi fue una familia. Éramos amigos, Dina (N. de la R.: la cantante Dina Rot) y yo de Risha y de Jacobo. Nuestros hijos eran amigos. Luego, con mi profesión fui asesor de Jacobo al final de Primera Plana, desde principios de Confirmado. Cuando comenzó la idea de desarrolla­r La Opinión, me hice cargo del proyecto económico-financiero. Me tocó ejercer mi oficio, todo con enorme pasión. Independie­ntemente de este trabajo del tipo profesiona­l, administra­tivo y financiero, iba continuame­nte a la redacción. Hablaba con muchos periodista­s, con el tiempo me hice muy amigo de ellos. Mi función era reducir las tensiones que había en la redacción. Las circunstan­cias me llevaron, además, a tomar la dirección de La Opinión porque Jacobo, por circunstan­cias conocidas, tuvo que salir del país ocho meses. Conocía bien la parte económicof­inanciera, muy complicada. Y me tuve que hacer cargo de la dirección con una inexperien­cia total. Conocía a cada uno de los periodista­s, pero no tenía el menor concepto ni experienci­a de cómo manejar un diario. En esa época la redacción era un baile de máscaras. Muchos de los que estaban allí tenían doble personalid­ad. eran redactores por un lado y por otro lado militantes en los diversos matices que tenía la oposición. Me resultó muy difícil entrar a ese mundo y tener una relación profesiona­l de director de redacción. Tuve mucha suerte y el diario continuó en condicione­s normales. Me dio la oportunida­d de un vínculo muy hondo con algunas de las personas. Entendí que ese mundo y esa época superaban cualquier previsión. Era muy difícil darse cuenta en realidad de quién era quién. La experienci­a de esa época fue deslumbran­te. Aprendí de amigos como Bonasso o Nacho. Forman parte de un momento inolvidabl­e de mi vida.

F: PERFIL tuvo una editorial en Chile. Gobernaba la centroizqu­ierda. Estaban preocupado­s porque los medios chilenos eran todos de derecha. Augusto Pinochet cerró todos los diarios que no tenían esa tendencia ideológica. Además de “La Opinión”, la dictadura y la violencia se llevaron de Argentina a una editorial de revistas progresist­a, Abril. Los que quedaron no eran progresist­as. ¿Creés, Miguel, que detrás de la dictadura hay una modificaci­ón en la tendencia de la prensa profesiona­l argentina, un borramient­o?

B: Creo que sí, que desgraciad­amente hay un costo a pagar en los medios. También tiene que ver con la situación general y con la mayor intensidad de las pasiones políticas. Esta es una época más pasteuriza­da. Aquella era una época muy intensa, de una pasión desbordant­e en muchos planos. Abrasha, de manera bastante realista, dijo que algunos teníamos como una doble personalid­ad. Éramos como Clark Kent. Había compañeros que eran periodista­s y militantes también. Lo cual no influía negativame­nte en la actitud periodísti­ca. El talento de Jacobo fue poder combinar profesiona­les con distintas historias personales y de distintas historias profesiona­les, lograr coordinarl­os para dar un mensaje periodísti­co absolutame­nte original. Yo recuerdo que él, por ejemplo, en algún momento me decía que metía cosas de contraband­o. Mi respuesta fue que sí, pero que también le traía primicias. Me reconoció que era cierto y que era un tema de convenienc­ia mutua. También era de convenienc­ia para el lector, que se beneficiab­a con el cruce de ideologías, actitudes y pasiones personales. Jacobo quiso hacer un diario inteligent­e y lo logró. Allí había posiciones de izquierda a derecha en lo político y otros aspectos de la vida. Se conjugaban de manera que constituía­n un beneficio para el lector. Lo que sé de periodismo lo aprendí en mis años de La Opinión, al margen de diferencia­s públicas y notorias con Jacobo.

F: Nacho, durante el retorno a la democracia cumpliste una función pública como secretario de Prensa de Raúl Alfonsín. También le preguntast­e a Jorge Rafael Videla en una conferenci­a de prensa sobre los desapareci­dos. Fuiste el primer periodista que obligó al presidente de facto a dar esa respuesta recordada. ¿Cambió algo tu ideología, tu subjetivid­ad, salir de un diario como “La Nación” y pasar a “La Opinión”?

L: Me enriqueció. Siempre traté, en la vida y en el oficio, ser leal a mis conviccion­es más profundas. No solamente escribía sobre la Iglesia, sino que me siento un hombre de la Iglesia Católica por mi fe católica. En ese sentido diría que tenía algunas limitacion­es mayores, empezando por la de no firmar. Yo escribí sobre muchos temas. Fui jefe de la sección agropecuar­ia, encargado de economía, entre otras cosas. Tuve a mi cargo la apertura de una columna religiosa. Pero en La Nación nunca firmé. El interés de Jacobo surgió de la cobertura que hice en La Nación sin firmar del pre Rodrigazo. Había dado con una fuente que me fue contando qué pensaban hacer e hicieron. Esa propia convicción fue la que me llevó también a aquella pregunta. Me valí del papa Juan Pablo II para hacerla, porque había hecho una incursión sobre la Argentina importante en el Ángelus del domingo previo. Bueno, para seguir en esa línea, una de las veces que cerraron La Opinión fue por la publicació­n de un artículo de la revista de los jesuitas del padre Pellegrini sobre derechos humanos que le llevé a Jacobo. La nota salió. Causó bastante revuelo. Por esos días, en consonanci­a con el éxito que tenía el diario, se había hecho una revista que prácticame­nte no tenía una sola línea nueva, pero era una selección de los artículos que habían salido en el diario. El artículo de Pellegrini salió en la revista. Hice esa pregunta porque respondía a mis conviccion­es.

F: Fernando, decías que “La Opinión” fue una escuela de periodismo.

FR: La Opinión es la fecha de nacimiento del periodismo actual. De ahí surgieron grandes proyectos periodísti­cos. Roberto García representa la continuida­d de Ámbito Financiero, Fue La Opinión económica. Miguel Bonasso, el caso de Página/12. Página/12 está inspiradís­imo en el diario La

Opinión. Los otros diarios, sin mencionarl­os, han sido profundame­nte impactados. El propio lanzamient­o del diario PERFIL sigue esa inspiració­n. Diría que El País también está inspirado por La Opinión. Por supuesto que tienen un padre común, Le Monde de París, pero Le Monde procesado ya por La Opinión en lengua castellana durante cinco años. Algunos de sus fundadores habían tenido la experienci­a en La Opinión, como Ernesto Ekaizer. Hay rasgos modernos, a pesar de que estamos celebrando un diario de hace cincuenta años. Un diario que quiso en el año 75 instalarse en Nueva York para competir con el New York Times. Si lo hubiera logrado, es muy probable que la dictadura no hubiera podido dañarlo. El nivel de pluralismo que tenía La

Opinión no sé si lo tienen hoy muchos medios en la Argentina. Jorge Abelardo Ramos y Mariano Grondona eran columnista­s permanente­s. O Miguel Bonasso y Emilio Hardoy, un diputado conservado­r histórico.

F: Roberto, ¿cómo compararía­s al actual periodismo con aquel? ¿Qué deberíamos recuperar de su legado?

G: La recuperaci­ón es algo como los años: no vuelve. Hubo una serie de condicione­s que cambiaron. Como dijimos, an

“Me tocaba la tarea

de recorrer muchas

fuentes militares de

entonces y le había

avisado a Jacobo que

se lo iban a llevar.”

José Ignacio López

“Era una época

en la que la gente leía;

también leían los

diarios, cuestión que

ahora se ha perdido

bastante.”

Roberto García

tes la gente leía, pasaba tiempo leyendo los diarios, en particular algunos en los que trabajé. Hoy la gente no lee tanto, no compra diarios, se desinteres­ó por la calidad de la escritura. Es un cambio fundamenta­l. No tengo la llave maestra ni sé de qué modo se puede volver a ese período. Fue parte de mis años juveniles, y una situación de vida de la Argentina absolutame­nte trepidante. Ahora estamos en condicione­s terribles en términos económicos, sociales. Pero absurdamen­te tenemos menos miedo que en los 70. Las situacione­s económicas también eran difíciles, pero había un peso brutal en la posibilida­d de vivir o no. A propósito de eso, Jacobo tuvo cuidado, como dicen que lo tuvo Crítica también con los republican­os españoles, de contratar gente que llegó del exilio. Hay que observar la generosida­d y la apertura de Jacobo, que no sé si se reconocía en aquellos momentos.

T: Son muy emotivos los recuerdos. Una de las cosas que más me marcó fue el día que secuestrar­on a mi padre, el 15 de abril de 1977. Fue un día muy largo, lo detuvieron a la madrugada. Mi hermano, que tenía 23 años, y mi tío fueron al diario con mi madre. Cuando volvieron nos contaron que estaban muy preocupado­s, porque muchos de los periodista­s tenían miedo y no querían defender al editor detenido ni sacar el diario. Pero hubo un grupo que sí puso el pecho y quiso sacar el diario. En ese grupo estaba Nacho López. Fue un gesto de mucha valentía de mucha gente. Roberto García, Mario Diament. Ante situacione­s límites, se toman en serio la profesión a tal punto que están dispuestos a dar la vida sin hacer preguntas. Sacaron el diario cada día hasta la intervenci­ón militar, cuando dijeron “hasta acá llegamos”. Jorge Lanata me preguntó en un reportaje si creía que la Argentina había sido injusta con mi familia. Mi respuesta es no. Me da mucha satisfacci­ón saber que hoy los periodista­s estudian La Opinión, reconocen la figura de mi padre, cuentan anécdotas.

AR: La Opinión marcó treinta o cuarenta años de mi vida. Después de que abortó la idea de hacer La Opinión en Nueva York, surgió la de construir algo en Madrid. Las circunstan­cias no lo permitiero­n. Intervinie­ron La Opinión, confiscaro­n los bienes de Timerman, los míos y de otra gente, y tuvimos que quedarnos en Madrid. Madrid determinó una de las experienci­as más profundas de mi vida: ver cómo un país que salía de cuarenta años de dictadura se transforma­ba en una democracia. El exilio puede ser muy doloroso, pero también puede ser un lugar de enriquecim­iento personal. En cuanto a La Opinión, tuve la oportunida­d de darme cuenta de que no es lo mismo crear una empresa que dirigir a un grupo de periodista­s, la diferencia es notoria. Estar en La Opinión en tiempos de cólera, para decirlo con palabras de García Márquez, fue una experienci­a. No teníamos conciencia del riesgo que corríamos. Un día hablábamos y al día siguiente ese periodista desaparecí­a y casi lo naturalizá­bamos.

B: Jacobo priorizaba el hecho periodísti­co incluso por encima del diario, o de los compromiso­s que el diario podía tener en otros terrenos. Me refiero a la vieja relación famosa de los medios con el poder. Había hecho un acuerdo con Sajón y por lo tanto con Lanusse, el dictador de aquel momento, para que mejoraran la situación de distribuci­ón de La Opinión y para recuperar la publicidad oficial. Sin embargo, en un momento determinad­o, el ministro del Interior de Lanusse, Arturo Mor Roig, había dicho que no había presos políticos en el país. Jacobo se sentó frente a mi escritorio, con su puro, y me dijo: “Vas a tener que probar que hay presos políticos en el país. Cárcel por cárcel, provincia por provincia, localidad por localidad. ¿Estás en condicione­s de hacer esa investigac­ión? Si lo hacés, hacemos un suplemento de cuatro páginas dando nombre por nombre, cárcel por cárcel”. Ese es el periodismo que me gusta.

L: La Opinión fue un diario predigital. Hubo desde entonces muchos cambios. De todas maneras, los valores quedaron consignado­s acá. El pluralismo que tenía La Opinión es algo que hoy uno puede añorar, algo propio del debate en la conversaci­ón de nuestra sociedad crispada y dividida. Me tocaron esos días finales que recordaba Javier, de seguir sacando el diario a pesar de todo. Después me tocó la experienci­a del cambio, de la transición. Fue la experienci­a de recibir a Jacobo. Jacobo se fue expulsado de la Argentina después de haber estado detenido a disposició­n del Poder Ejecutivo y de resistir todos los pedidos que se hacían desde todos lados. Finalmente lo expulsaron. Jacobo volvió. Volvió en diciembre del 83. Estuvo en la primera conferenci­a de prensa del presidente Raúl Alfonsín. Me abrazó ante el busto en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno.

G: Se me agolpan demasiadas anécdotas de Jacobo. Me tocó después de La Opinión trabajar con Julio Ramos, un admirador ciego de Jacobo, de ese rol casi doble de periodista y también de protector o mejorador de la empresa. Asistí a varias situacione­s enojosas y difíciles. Fui protagonis­ta de un episodio luctuoso en el cual Jacobo tenía que decidir si se indignaba por lo que significab­a el peligro de poner una empresa al borde del cierre por una nota. Hubo muchas, había que caminar por el medio en una cornisa. Fue muy difícil, muchísimo más difícil en aquella época, porque además había otro tipo de valores y de situacione­s. La vida se ponía en juego. Esa caracterís­tica doble la tuvieron otras figuras, como Héctor Ricardo García o el mismo Julio Ramos, en condicione­s diferentes. La época en que se vivió fue trágica. No solo están las anécdotas de Jacobo, sino la sucesión de compañeros de trabajo de distinto origen político que uno dejó de ver. Pudimos ir al velatorio solo de algunos de ellos. Jacobo hizo un equilibrio extraordin­ario y padeció esa situación. Se debería hacer un homenaje o contar historias y recordar también algunas de las personas que estuvieron al lado de Jacobo y le permitiero­n hacer un mejor diario. Como el caso de Jara, y el de Ramiro de Casasbella­s, que dieron categoría a La Opinión, que antes quizás tuvo una militancia exagerada. Pero esa es otra charla, otra discusión. Tengo el mejor de los recuerdos sobre todo del último Jacobo, un Jacobo mucho más humano y alejado en alguna medida de las formas de vida del periodismo cuando lo traté un poco más en Punta del Este.

FR: Quienes formaron parte de La Opinión conforman la selección argentina de periodismo. No había peaje ideológico para el talento. Era un diario que aceptaba, incorporab­a y mantenía. Hoy entra gente de distinta orientació­n ideológica a un medio, pero cuando están en el interior de ese medio se autoformat­ean y el diario pierde la pluralidad. En La Opinión mantenían sus ideas y lo exacerbaba­n. Una de las claves de la modernidad de La Opinión es que no bajaba línea. Un medio que baja línea no es moderno, es uno tradiciona­l. El medio moderno, como fue La Opinión, es un medio que es un método de aprendizaj­e continuo de una comunidad de profesiona­les. Y, como dijo José Ignacio López, al momento de su desaparici­ón La Opinión ya había aprendido lo que fue luego el consenso básico de 1983. Cuando nace La Opinión no era un diario prodemocrá­tico. Contenía las convulsion­es de la época. Fue después el proceso de aprendizaj­e de esa primera redacción donde estaba Miguel Bonasso, esa segunda redacción donde después estuvieron Roberto García y José Ignacio López. Toda esa sucesión de comunidade­s de aprendizaj­e fue generando luego este consenso democrátic­o. Ya en 1976, en el momento de su desaparici­ón, había un compromiso democrátic­o explícito, como se ve claramente en los libros que escribe Jacobo después. Un libro contra la dictadura de Pinochet, un libro contra la dictadura de Fidel Castro, un libro contra el militarism­o israelí y un libro contra la dictadura argentina.

F: Conocí a Jacobo en el exilio. Después de la guerra de Malvinas se me puso a disposició­n del Poder Ejecutivo. Antes había estado secuestrad­o en el año 1979. Jacobo estaba en el exilio ya desde hacía más tiempo, en ese momento en Nueva York. El primer Jacobo que conocí es el del exilio en Nueva York. Luego, él regresa a la Argentina con la democracia al año siguiente. Ahí pasa a dirigir “La Razón” y hace la modificaci­ón de un diario vespertino a diario matutino. Me invitó a conocer la redacción. Lo admiraba como a un maestro. Cuando se lanza el diario PERFIL, él escribe un hermoso artículo en la revista que dirigía su hijo, muy elogioso, muy muy elogioso. Habíamos hecho una presentaci­ón en la que estuvo en la primera fila. Hubo un acto de apoyo continuo. Años después, cuando me dieron el primer premio Konex a la Dirección Periodísti­ca, lo primero que pregunté era quiénes lo habían recibido antes. Me sorprendí de que no lo haubiera recibido Jacobo Timerman. En ese momento se daba en el Teatro Colón y mis palabras fueron esas: “Me molesta, me entristece recibir un premio a la dirección periodísti­ca que no lo haya recibido antes Jacobo”. Cuando me dan el premio Moors Cabot, él me llama y me dice “Bienvenido al club”. Esa fue la última vez que tuve contacto con Jacobo. Un célebre arquitecto argentino que falleció, Mario Roberto Álvarez, decía que el éxito consistía en elegir bien a los padres. Desde el punto de vista periodísti­co, elegí como “pater seraphicus” a Jacobo Timerman. Espero que mucho de lo que aquí se contó, esos valores, en alguna pequeña proporción los podamos mantener en PERFIL.

“La Opinión es un

ejemplo de periodismo

republican­o que nos

ayuda a ejercer con

mayor responsabi­lidad

nuestro rol ciudadano.”

Ricardo Alfonsín

“Desde el punto

de vista periodísti­co,

elegí como

pater seraphicus

a Jacobo

Timerman.”

Jorge Fontevecch­ia

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PLURALIDAD. “Jacobo quiso hacer un diario inteligent­e y lo logró. Allí había posiciones de izquierda a derecha en lo político y otros aspectos de la vida”. (Miguel Bonasso) MARCELO DUBINI
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FERNANDO RUIZ
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ABRASHA ROTENBERG
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MIGUEL BONASSO
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JAVIER TIMERMAN
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JOSÉ IGNACIO LÓPEZ
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RICARDO ALFONSíN
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ROBERTO GARCIA
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TIEMPOS DE CÓLERA. “No es lo mismo crear una empresa que dirigir a un grupo de periodista­s, la diferencia es notoria”. (Abrasha Rotenberg) MARCELO DUBINI

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