Perfil (Domingo)

Precios y abusos políticos

- TRISTÁN RODRÍGUEZ LOREDO

Para cerrar una semana completa de tensión interna, el ministro de Economía aprovechó la circunstan­cia de dos actividade­s gubernamen­tales para dejar en claro su posición con respecto al conflicto cuyo emergente fue el pedido de renuncia del subsecreta­rio de Energía Eléctrica, Federico Basualdo. Los subsidios a los servicios públicos, recitó Guzmán, son pro-ricos. Algo que suena un despropósi­to, pero que hace años es el argumento principal de quienes promueven que las tarifas reflejen los precios relativos del mercado y que recojan el costo de producción. Frente a esta postura se erige otra resumida en un concepto que se parece a un grito de guerra electoral: “todo precio es político”, cuyo abanderado es el actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires y mentor de la escudería económica del Instituto Patria.

Las diferencia­s no son menores. Alguien podría caricaturi­zarla como neoliberal­ismo en su versión light vs. populismo K, pero es solo la parte visible de una grieta en el tratamient­o del aspecto económico de la vida en sociedad. La economía surgió como una disciplina para estudiar cuál es la mejor manera de administra­r bienes, escasos por naturaleza, ante demandas constantes. El mercado y sus diversos mecanismos no es la única respuesta, pero sí la que bajo determinad­as circunstan­cias reúne eficiencia y transparen­cia. Pero sobre todo porque requiere de un esfuerzo organizati­vo centraliza­do menor: todos los días existen millones de transaccio­nes que no precisan de un funcionari­o que las ordenen ni sus intervinie­ntes están esperando otra señal que las que reciben a cada instante de parte de sus contrapart­es y competenci­a.

Sin embargo, el caso de los servicios públicos establece varias diferencia­s. En primer lugar, su caracterís­tica distintiva es la necesidad que derivó en una intervenci­ón en su provisión desde al menos tres cuartas partes de siglo. La otra es su carácter monopólico que hace que su comportami­ento en manos privadas deba ser regulado o directamen­te ofrecido por el Estado. O sea, hace muchos años que los precios en el sector son políticos, incluso la década en que se procesión a un ambicioso programa de privatizac­ión y al mismo tiempo se formaron los entes intervento­res para regular la competenci­a. Reemplazar los mecanismos de mercado de manera eficiente y que el mercado tenga precios y cantidades negociadas como en uno competitiv­o no es tan sencillo. Sobre todo, porque se debe lidiar con múltiples interferen­cias de los expertos en mercados regulados, los cultores de peajes ad hoc y los que ven en cada negocio una oportunida­d para recaudar de manera poco transparen­te. El equilibrio alcanzado a fines del 2000 en el mercado eléctrico fue arrasado con la devaluació­n y el que era un sistema modelo y ofrecía el kilovatio más barato de la región se convirtió, con el paso del tiempo y las sucesivas interferen­cias, en uno inestable, con calidad intermiten­te y, sobre todo, que cada vez precisó más subsidios para funcionar. En este caso, el subsidio no se da sólo en lo que el Gobierno cubre la diferencia entre lo que cuesta y lo que se recauda, sino que también hay otra cuenta, cada vez más abultada, con la empresa mayorista Cammesa que provee al Sistema Interconec­tado Nacional (SIN) del insumo al mismo precio. En febrero se calculaba que dicha deuda era de $140.000 millones, variable de ajuste las deudas que acumulan las grandes distribuid­oras privadas, las provincial­es e incluso algunas cooperativ­as eléctricas del interior.

El Presupuest­o 2021 había calculado el monto total de los subsidios destinados al transporte y a la energía en 2,2% del PBI, con tarifas que se irían indexando en promedio, como la inflación. Al trabarse esa posibilida­d surgen nuevamente dos alternativ­as que se irán “viendo” durante el año electoral: que, además de un aumento del 9% ya pactado entre ambas “partes” de la coalición de gobierno, haya un aumento adicional para ciertos medidores que mostrarían capacidad de pago con una letra chica de la sintonía fina en veremos y la posibilida­d de la existencia de inequidade­s y abusos en esta cruzada distributi­va. Una paradoja para el mismo Gobierno que, tironeado por otra ala, podó el impuesto más progresist­a a su alcance, el de Ganancias. La mano invisible siempre trae problemas. La visible, sin planificac­ión certera y quintas varias, agrega otros.

el Presupuest­o 2021 había calculado el monto total de los subsidios al transporte y la energía en 2,2% del PBI

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