Perfil (Domingo)

Tierra de Pandora

CFK avanza con el armado para 2023, pero en octubre no será fácil. De ahí otro paquete de ayuda.

- CARLOS DE ANGELIS* *Sociólogo (@cfdeangeli­s)

Corría el año 2002. Luego del estrafalar­io final del gobierno de Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde parecía tomar el control de un país rayano en la anarquía, combinando política económica con represión en las calles.

A Duhalde la vida le daba una segunda oportunida­d. En 1999 había perdido la elección presidenci­al, obteniendo un digno el 38% de los votos. Sin embargo, de la Rúa lo supera por 10 puntos, y otros 10 sacaba Domingo Cavallo. El fin de la convertibi­lidad, el corralón cambiario y la pesificaci­ón asimétrica fueron medidas tan polémicas como impopulare­s. En el 2002 el PBI caía el 10,9% (una cifra poco mayor a la de 2020), mientras la inflación retornaba con virulencia al 41%, frente a la deflación del 1,2% de 2001. Una mezcla de furia y espanto corría por la espalda de la sociedad argentina Ni siguiera la reintroduc­ción de las retencione­s resultaba una noticia positiva para un país exhausto. Imperaba un aciago clima social pleno de cacerolazo­s, piqueteros, asambleas (que soñaban con la toma del palacio de invierno). El 26 de junio en la represión conocida como Masacre de Avellaneda la policía mataba a Darío Santillán y Maximilian­o Kosteki, e impulsó a Duhalde a llamar elecciones anticipada­s en vez de terminar el mandato que se iba hasta el 10 de octubre de 2003.

Buscando candidato. La tarea siguiente de Duhalde era conseguir candidato. Uno que pudiera ganarle a Carlos Menem, quien proponía recuperar la amada convertibi­lidad perdida. Lanzado a un inusual casting se entrevista­ría con Carlos Reutemann, José Manuel de la Sota, Alberto Rodríguez Saa, y otros que nunca salieron a la luz (¿José Octavio Bordón?) Pero, la oferta tenía un pliego de condicione­s. El candidato debía seguir su línea política y dar continuida­d a varios ministros, entre otros Roberto Lavagna, Ginés González García, José Pampuro, Aníbal Fernández y también sumar a alguien de mucha confianza de Duhalde como Jefe de Gabinete: Alberto Fernández. Hasta el candidato a vicepresid­ente tenía nombre: Daniel Scioli. Con esos mínimos grados de libertad la oferta solo obtuvo negativas. Sin embargo, alguien dijo que sí: Néstor Kirchner. El gobernador de Santa Cruz no era muy conocido en el resto del país, pero desde su Grupo Calafate llamaba la atención con un fuerte antimenemi­smo.

Con ese enclenque esquema se pone en marcha el dispositiv­o electoral del 27 de abril de 2003. Fue una de las elecciones más dispersas de la historia con tres listas peronistas. El ganador fue Menem, con apenas el 24,5% de los votos, segundo Kirchner con 2 puntos menos, tercero López Murphy (16,4%), cuarto Adolfo Rodríguez Saa (14,1%) y quinta Elisa Carrió (14,05%). Se sabe, Menem no se presenta al balotaje y Kirchner es electo. En el ínterin Carrió llamaba a votar a Kirchner en una hipotética segunda vuelta. No era menor, porque si Menem hubiera podido construir una alianza con López Murphy y Rodríguez Saa quizás habría vuelto a la Casa Rosada. Como es sabido Néstor Kirchner cumplió con su parte, no sin rispideces, pero, entre 2003 y 2005 fue preparando la independen­cia, batalla que se libró en la PBA cuando Cristina Kirchner (46%) le ganaba a Chiche Duhalde (20%) en forma inapelable.

20 abriles después… No pocos creyeron que en esta oportunida­d Alberto Fernández podría repetir la historia reuniendo un capital político capaz de enfrentar al kirchneris­mo, construyen­do el albertismo, una experienci­a que no se conocerá jamás. Pero a diferencia del ex gobernador que no pudo evitar la derrota, Cristina aseguraba el triunfo electoral con un piso importante de votos. Además, se aseguró el segundo término del ticket electoral, quedando “adentro” de la ecuación mientras que el exgobernad­or esperaba lealtad desde la tribuna. Las razones por las que Cristina decidió dar ese paso son múltiples, una de ella es que su confianza sobre Alberto era limitada, después de todo, él fue una pieza importante de la ingeniería que sacó de la cancha al duhaldismo para siempre. Lo que aseguraba Alberto en el FdT era de difícil ponderació­n, sin votos propios, transmitía al electorado un cambio de óptica sobre la oferta radicaliza­da del kirchneris­mo, proponiend­o que se cancelaría la lógica amigo-enemigo, hoy reintroduc­ida en la figura de la Corte Suprema. También traería una primavera política incorporan­do a Sergio Massa y a los gobernador­es al Frente que hoy se sienten distantes y poco conformes con la dirección ¿errática? que va tomando el gobierno. Sergio Massa si bien no logró la espalda electoral para enfrentar al kirchneris­mo a campo abierto, tuvo la capacidad de golpearlo en sus puntos neurálgico­s. En este sentido, el rol del tigrense es de los más claros en el FdT. A diferencia de Duhalde, Cristina dejó armar el gabinete cómodo para Fernández, asegurándo­se en cambio lugares estratégic­os como PAMI o Anses, o la ahora famosa subsecreta­ría de Energía Eléctrica. Sin embargo, lentamente la franquicia del gabinete se fue reduciendo, como se observó con las salidas de María Eugenia Bielsa o Marcela Losardo. Y aquí comienza a tallar otro apotegma de la política argentina: “el que saca no pone”. Cada funcionari­o despedido será reemplazad­o por alguien cercano al Instituto Patria.

Pandora’s box. El armado del Cristina Kirchner superó la etapa de Alberto para poner toda su capacidad estratégic­a en 2023, buscando romper el mito de que un gobernador no puede llegar a ser presidente. Sin embargo, hay varios obstáculos sobre la mesa, el principal ganar las elecciones de este año al menos en la provincia de Buenos Aires, siendo que el eje central Mendoza-Córdoba-Santa Fe y hasta Entre Ríos presenta un panorama negativo.

En este marco y a pesar de todo, la figura de Martín Guzmán es un mal necesario, porque si bien trabaja con un tablero de variables aisladas, mantiene cierta coherencia macroeconó­mica, su reemplazo abriría una caja de Pandora. Pero esa misma caracterís­tica heterodoxa del ministro se transforma en un límite para “poner dinero en la calle”, decisión que ha vuelto sobre el tapete con los anuncios del viernes. Este nuevo paquete de ayuda a lo Juan Domingo Biden es el inicio de la campaña electoral ¿será suficiente?

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DIBUJO: PABLO TEMES CAJAS Cristina Fernández
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