El expreso de la siesta
En julio de 1966, Walsh publicó El expreso de la siesta, para lo cual se subieron con el fotógrafo Pablo Alonso al tren “más chico, más lento, más exasperante y más divertido del mundo”. Que empezó a andar en 1892 y lo siguió haciendo a 7 kilómetros por hora hasta 1969. Salía puntualmente a las 5.30 para recorrer las 25 horas hasta su destino final.
La estación de Corrientes, lujosa y elegante, era su punto de partida: un caso de mucha estación y poco tren, como decían los lugareños. En los últimos tramos del recorrido, Walsh describe que el tren “ya no lleva gente a estas etapas finales del campo sino que las saca: las sirvientas que necesita la capital, los peones que reclaman las fábricas”. De esta manera, entonces, le baja el tono al color local y agrega pinceladas de reclamo y conciencia social.
Para Alonso, el ferrocarril fue la excusa para poder sacar fotos que huyeran de los lugares comunes, de lo turístico, de lo exótico.
Para Walsh, el Litoral, el encuentro con las injusticias, lo desconocido, la religión, lo sagrado y lo profano, lo que lleva y trae el río fue crucial en su experiencia de escritura. La crónica como narración, ese modelo de ficción y denuncia, son centrales en su pensamiento y su creatividad. El viaje y el río como formativos en una manera de mirar que es distintiva.