Perfil (Domingo)

Phil Lord y Chris Miller vuelven a realizar una obra maestra

- J.M.D.

Phil Lord y Chris Miller no deberían ser una sorpresa. Quizás lo sean para quienes, como este reciente siempre, creen que el cine es lo que postean en Twitter. Lord y Miller son comediante­s. Cineastas y comediante­s. Su fama global llegó con una comedia que generó un vigor que de inmediato se hizo de culto (eso, precisamen­te, pedía la película: ser más un consumo tóxico de amistad que un bronce de señores que dicen hablar de cine). Llego la secuela, llegó la película de Lego, llovieron hamburgues­as dos veces, llegó Batman y llegó Spider-Man: sea como mano de obra o como cerebro en producción, Lord y Miller ha reconfigur­ado la comedia animada, aunque el mundo se empecina con que Pixar nos diga como vivir mientras despide empleados y hace una y otra vez el mismo relato pero aprovechan­do la animación over the top del momento. Miller y Lord funciona de la misma forma que una fórmula autoral: allí donde van aparece, con el volumen a 11, el humor meta (ya más una forma corriente, en esta era de permanente­s referencia­s meta), el absurdo, el absurdo generado por el objeto en cuestión (los Lego, por ejemplo, o Batman saltando por los techos con un menor de edad), personajes sentidos pero masticable­s y, a veces, un corte un poco más profundo con todo eso, menos en plan surfista canchero y más en modo “oigan, vean lo que hacemos” (las Lego tienen más de eso). Su producida Spider-Man: Un nuevo universo tiene todo junto, perfecto y memorable. Y ahora llega Los Mitchell contra las máquinas.

La película dirigida por Mike Rianda y Jeff Rowe es otra joya de la corona Miller y Lord, que permiten, a diferencia de este texto, que sus directores respiren, generen una huella al mismo tiempo que están encerrados en la hiperkinet­ica dinámica LordMiller. Aquí el asunto son las máquinas, “como dependemos de ella” dirá la conductora de noticiero que quiere ser citada antes que pensada. Pero el asunto real es reírnos de nosotros. Desde el sci-fi. En ese sentido se recupera, por fin, el sentido revolucion­ario de la ciencia ficción intenciona­lmente plástica: no se trata tanto de una revolución sino que se trata, mucho más, de una alteración. Y se trata, claro, de vivir la animación como un mundo de viñetas cómicas humanistas, poderosas pero, uff, felizmente irresponsa­bles.

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GZA. NETFLIX COMEDIA. Inesperada para quienes ven poca animación y cine.

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