“con muchos dirigentes radicales del interior nos damos cuenta de que no tenemos diferencias”
—Aparece la palabra “militante” en tu autodefinición de Twitter. ¿Cambia en algo la perspectiva sobre la salud pública ser militante?
—Nosotros reivindicamos la militancia como una manera de concebir la vida, cambiar la realidad para mejor a través de la política. Se intentó desprestigiar mucho la palabra militante. Me considero un militante político. Tuve decenas de oportunidades de me colocaran en listas partidarias y nunca quise.
—Una definición clásica de política sanitaria dice que es aquella intervención de la sociedad sobre sí misma que pauta los modos en que se produce el proceso de integración social.
—Floreal Ferrara decía que la salud se define por nuestra capacidad psíquica, física y social de luchar todos los días contra el conflicto que es el vivir. Vivir nos produce cotidianamente un conflicto, y estar lo más sano posible es estar en las mejores condiciones para poder vencer en ese conflicto.
—¿Forma parte del Estado de bienestar esa estrategia de salud pública?
—Concebimos la salud en una dimensión amplia. No hay posibilidad de tener buena salud si una persona no tiene trabajo, ingresos y condiciones de mejorar la calidad de vida. No se puede concebir la salud separada de esa dimensión.
—¿Es una ventaja o una desventaja ser un técnico en la cuestión? ¿La militancia enriquece?
—No concebimos la salud si no es en el marco de un proyecto político. Hay un proyecto en la Argentina desde el año 1946 que planteó el desarrollo nacional, un posicionamiento internacional, el desarrollo de la industria, el ascenso de las clases medias. Y que establece la salud como derecho. En la otra visión, la salud no es un derecho. La salud es una oportunidad de negocio y debe regularse por el mercado.
—Ferrara fue ministro de Salud de Antonio Cafiero. En ese gabinete estaban Ginés González García, que fue su segundo ministro de Salud; Felipe Solá, que fue el primer ministro de Asuntos Agrarios; Alberto Cormillot, que fue el primer ministro de Asuntos de Acción Social; Jorge Remes Lenicov, que fue su segundo ministro de Economía; Eduardo Amadeo, que fue presidente del Banco Provincia; Mario Cafiero, que fue su secretario general en la Gobernación. Cuando uno mira la actitud anti K de Remes o de Amadeo, pareciera que el peronismo tiene muchos proyectos dentro de sí.
—El peronismo tiene visiones dentro de sí mismo, indudablemente, si no no se podría entender lo que sucedió en la década del 90. Muchos de los que nos sentimos peronistas planteamos que lo que sucedió en la década del 90 fue exactamente al revés del manual del peronismo. Nos abrimos circunstancialmente junto con el Grupo de los Ocho. Tampoco fuimos capaces de generar grandes cosas, habida cuenta de que ese movimiento terminó en el Frente Grande y luego en la Alianza. Hubo otros que siguieron dando la batalla desde las estructuras del Partido Justicialista. En el Frente de Todos, logramos asumir que aun en las diferencias, que las hay y que hay que asumirlas, se puede conformar un frente.
—¿Ginés ocupa un lugar en la lista de grandes sanitaristas argentinos?
—Ginés tuvo una posición muy trascendente sobre el aborto y una serie de medidas sanitarias que luego se plasman más adelante en el programa de médicos comunitarios y una serie de herramientas que ayudan o tienden a tratar de ir dándole algún tipo de gobernanza real al Ministerio de Salud de la Nación, más allá de normas que se puedan dictar sobre lo que es la cuestión operativa diaria de la salud en la Argentina. Esta pandemia puso en crisis lo que venía muy mal del sistema sanitario.
—¿Es un militante en salud pública y uno de los grandes sanitaristas?
—Ginés es un militante del Partido Justicialista. Es sanitarista, pero también es militante. Algunos dicen que no son militantes, pero todos un poco lo son.
—¿Cómo fue tu vínculo con Carla Vizzotti cuando eras ministro y ella responsable del plan de vacunación?
—Excelente. Tan es así que nosotros le jerarquizamos el cargo de directora a directora nacional. La dimensión que había tomado el plan de inmunizaciones en la Argentina era tan grande que necesitaba, por decirlo así, mayor capacidad de mando. Entonces, le generamos una dirección nacional para poder llevar adelante semejante plan. Pasamos de seis vacunas a 19. Carla lo desarrolló maravillosamente.
—¿Te pareció bien que continuara con el gobierno de Macri?
—Sí, claro. Ella se definía como una técnica y realmente me pareció bien que, si podía seguir sosteniendo lo que había hecho con nosotros, era bueno para la gente. Cuando la corrieron le dije que era una pena.
—¿Cómo definirías la ideología sanitaria del radicalismo actual?
—Me pongo a conversar con los dirigentes radicales, del interior de la provincia sobre todo, y nos damos cuenta de que no tenemos diferencias. Hacemos el mismo diagnóstico, el mismo análisis. Reivindico fuertemente a Arturo Oñativia y a Aldo Neri.
—¿Hay diferencias entre la escuela sanitarista de Arturo Illia y Alfonsín con la actual de Juntos por el Cambio?
—Absolutamente sí. Y me confunde y hasta me apena. En la provincia de Buenos Aires hubo achicamiento del presupuesto. Fue muy grande durante los cuatro años de María Eugenia Vidal. El poder adquisitivo de los trabajadores perdió un 25%. Se bajaron enormemente los recursos vinculados a los programas de la Provincia y de la asistencia a las regiones sanitarias.