Polémica y francofobia
La historia de la literatura policial en Argentina reconoció hasta no hace mucho, en 1942, una fecha de fundación. Fue el año en que Jorge Luis Borges publicó La muerte y la brújula, el cuento que representaba “el ideal del género”, según el dictamen de Rodolfo Walsh en el prólogo de la antología Diez cuentos policiales argentinos (1953), y los Seis problemas para don Isidro Parodi, escrito junto con Adolfo Bioy Casares. Y fue también el año en que sostuvo una polémica alrededor del género con el ensayista francés Roger Caillois.
En 1941 Caillois publicó por entregas, en el diario La Nación, un estudio sobre el género policial, que recopiló ese mismo año en Le roman policier. En la reseña del libro en francés (revista Sur número 91, abril de 1942), Borges centró su crítica en una página donde Caillois relacionó el surgimiento del género con la aparición de la policía secreta en Francia y el malestar público registrado por Balzac en la novela Un asunto tenebroso, de 1841, pasando por alto Los crímenes de la calle Morgue, el cuento de Edgar Allan Poe del mismo año, “espécimen perfecto del género”.
El mismo número de la revista, incluyó una “Rectificación a una nota de Jorge Luis Borges”, en que Caillois negó la postura determinista que le asignaba la reseña: “Solo me ocupaba de la difusión, de la boga de la novela policial, de la manera en que una técnica establecida de antemano ha encontrado una materia favorable que le conquista un público extenso”, protestó. Caso notable, probablemente único, en que el derecho a réplica se publica al mismo tiempo que la crítica.
Según Caillois, la novela de Balzac y el “éxito de librería sin precedentes” de las memorias de Eugéne-Francois Vidocq anticiparon las novelas de Eugéne Sué, Ponson du Terrail y Émile Gaboriau, “es decir las primeras novelas policiales bien caracterizadas y la primera figura del detective propiamente dicho”. Borges seleccionó esa observación y la redujo a un absurdo, al tiempo que se negó a discutir en los términos del ensayista: “Descreo de la historia; ignoro con plenitud la sociología; algo creo entender de literatura, ya que en mí no descubro otra pasión que la de las letras, ni casi otro ejercicio”. Las afirmaciones del ensayista francés contradecían las ideas que había planteado en la década anterior a través de artículos y reseñas en Sur y en El Hogar, y en particular su declaración respecto a que el género provenía de Poe, con abstracción de cualquier otra circunstancia. Borges cerró la polémica en el número siguiente de Sur, sin modificar su punto de vista: “El género policial es un ejercicio de las literaturas de idioma inglés, ¿por qué indagar su causalidad, su prehistoria, en una circunstancia francesa? En Francia, el género policial es un préstamo. Sus ejecutores son Gaboriau, Leblanc, Leroux, Véry, Simenon, literatos muy olvidables”. Una profesión de su conocida francofobia.