Ser mujer, lesbiana, trans y travesti
El movimiento feminista en los últimos años no solo se caracterizó por la masividad en términos de cantidad de gente movilizada en las calles, sino que también se impuso por su capacidad de abrir el debate y poner a circular múltiples conceptos y diagnósticos: del aborto a la deuda marca ese amplio, heterogéneo y complejo arco. Pero hay un escalón más: puso estas problemáticas en conexión, inaugurando cruces, intersecciones y vínculos subterráneos que pasaron a ser parte de un nuevo vocabulario común y de una inédita forma de comprensión colectiva. Por eso no se trata solo de una agenda, sino de la politización de cuestiones que fueron por mucho tiempo minoritarias o marginales o, directamente, secuestradas por grupos de expertos; y de la conexión de zonas de la explotación de la vida aparentemente desconectadas o tratadas como variables independientes en los informes de la economía mainstream.
Empecemos por el diagnóstico general. El movimiento feminista ha evidenciado y puesto en la agenda pública que la precariedad a la que nos arrojan las políticas neoliberales constituye una economía específica de las violencias que tiene en los femicidios y travesticidios su escena cúlmine.
Lo podríamos sintetizar así: hemos construido una comprensión múltiple de las violencias que complejiza también los desafíos de cómo desarmarlas. Si es posible establecer que los femicidios y travesticidios son crímenes políticos es porque también se ha dibujado previamente la conexión entre la violencia sexual y la violencia laboral, entre la violencia racista y la violencia institucional, entre la violencia del sistema judicial y la violencia económica y financiera. Lo que estalla como “violencia doméstica” es hoy incomprensible sin este mapa de conjunto, sin este diagrama de enlaces. Cuando hablamos de violencias contra mujeres, lesbianas, travestis y trans, tocamos el corazón del sistema de violencias del capitalismo, el que lo hace posible en su momento de crueldad actual.
Es este método de conexión el que es propiamente feminista, el que hace de la interseccionalidad también una política concreta: entender cómo la deuda organiza obediencia a nivel estatal es también empezar a visibilizar cómo organiza la cotidianeidad en cada casa; implica disputar la decisión sobre nuestros cuerpos y territorios en un reclamo que comprende en simultáneo el derecho al aborto y el repudio al extractivismo; logra evidenciar cómo se articula la norma heterosexual en la asignación de viviendas como criterio que va de la mano de la especulación inmobiliaria en la urbanización de los barrios populares y las villas. (…)
Para la deuda proponemos un método específico: sacarla del clóset. Sacar del clóset a la deuda significa hacerla visible y ponerla como problema común. Desindividualizarla. Porque sacarla del clóset implica desafiar su poder de avergonzar y su poder de funcionar como un “asunto privado”, con el cual nos enfrentamos haciendo cuentas a solas. Sacarla del clóset a la deuda es hablar de ella. Narrarla y conceptualizarla para entender cómo funciona. Investigar con qué economías se enhebra. Hacer visible de qué formas de vida se aprovecha y cómo interviene en los procesos de producción y de reproducción de la vida. En qué territorios se hace fuerte. Qué tipo de obediencias produce.
Pero sacar del clóset es también mostrar el modo diferencial en que la deuda funciona para las mujeres y las lesbianas, trans y travestis. Investigar qué diferencial de explotación se produce cuando las endeudadas, las que hacemos cuentas todo el día, somos mujeres, lesbianas, travestis y trans, amas de casa, jefas de familia, trabajadoras formales y trabajadoras de la economía popular, trabajadoras sexuales, migrantes, villeras o faveladas, negras, indígenas, campesinas, estudiantes.
Ambos movimientos –visibilizar y mostrar la deuda en su diferencia sexual y de géneros– son modos de quitarle su poder de abstracción. Ambos movimientos se inscriben también en una geopolítica: no es lo mismo la subjetividad endeudada del estudiante norteamericano de las universidades privadas que la de una trabajadora subsidiada de una cooperativa del barrio de Flores. Por eso, no se trata solo de ratificar “la fábrica del hombre endeudado” de la que habla Maurizio Lazzarato (2013) postulando una subjetividad universal de la relación acreedor-deudor, sino de poner de relieve dos cosas fundamentales que en su caracterización no se toman en cuenta: la diferencia de géneros y la potencia de desobediencia.
Por un lado, la diferencia de géneros opera de modos bien distintos en términos del endeudamiento. Y esto por varias cuestiones, ya que esa diferencia supone:
1) Un modo particular de moralización dirigida a las mujeres, lesbianas, travestis y trans;
2) un diferencial de explotación por las relaciones de subordinación implicadas;
3) una relación específica de la deuda con las tareas de reproducción;
4) un impacto también singular con respecto a las violencias machistas con las que la deuda se articula;
5) variaciones fundamentales sobre los posibles “a futuro” que involucra la obligación financiera en el caso de las mujeres, lesbianas, travestis y trans.
Esto no desmiente la deuda como dispositivo de explotación transversal, que opera capturando la producción de lo común. Pero nos parece decisivo poder afirmar que no hay una subjetividad del endeudamiento que pueda universalizarse ni una relación deudor-acreedor que pueda prescindir de sus situaciones concretas y en particular de la diferencia sexual, de géneros, de raza y de locación, porque justamente la deuda no homogeniza esas diferencias, sino que las explota. (…)
Sacar del clóset a la deuda es entonces un movimiento político contra la culpa, contra la abstracción de la dominación que quieren ejercer las finanzas y contra la moral de buenas pagadoras con que se propagandiza a las mujeres, lesbianas, travestis y trans como sujetxs responsables predilectos de la obligación financiera.
los femicidios y travesticidios han dibujado previamente la conexión entre la violencia sexual y laboral
Julio Cobos sobre la vacunación de Macri en EE.UU.
*/**Autoras de
Tinta Limón ediciones (Fragmento).
“No lo tendría que haber hecho.”