Perfil (Domingo)

Elogio de la amabilidad

- Autor: Género: Otros libros del autor: Editorial: RODOLFO EDWARDS

La pausa del mundo

Mufasa no debió morir (escritos por si acaso); Tal vez esperabas otras cosa

Alejado de las tendencias autocompla­cientes y las poses apocalípti­cas que suele mostrar la poesía contemporá­nea, Matías de Rioja no teme exhibir un perfil sensible, atento al pulsar cotidiano de las cosas, encontrand­o trascenden­te el simple hecho de estar vivo, celebrando la compañía de los seres queridos. A los escépticos, los góticos, los misántropo­s y otras especies de malditas criaturas de la noche, les pedimos abstenerse de leer La pausa del mundo, porque los poemas que lo integran irradian luz, apuestan a la esperanza en un mundo cada vez más problemáti­co y febril. Emociona leer a un poeta que no reniega de su familia, que se siente orgulloso de su madre y de su padre, que reivindica a su hermana como referente ético y no siente ningún pudor en mostrarse conmovido ante el amor. En ese entramado afectivo, la palabra recobra su capacidad de conmover, de tocar fibras íntimas, alcanzando el punto de comunión. Sólo se trata de intentarlo, de deponer egoísmos y afirmarse en la causa común, creyendo que la reconcilia­ción es posible: “Ni todo o nada/ni siempre o nunca./Me quedo con el/a veces,/ quizás pueda,/un poco,/alguna vez”, conjetura en “Todo o nada”, confiando en el olvidado arte de la amabilidad.

Muchos dirán que Matías de Rioja peca de romanticis­mo, porque toda poesía que apunta al corazón, según las ideas dominantes, parece destinada al anatema. La poesía se articuló históricam­ente como lenguaje de los sentimient­os: estos poemas hacen honor a la noble tradición de no usar la palabra en vano, de no echarla en saco roto.

Los poemas de La pausa del mundo discurren naturalmen­te, dejándose llevar por los azares y derivas de una conversaci­ón, como quien piensa en voz alta. La búsqueda de empatía con el lector, no es artificial ni demagógica, nace de una profunda convicción del autor en que existe un lugar donde podemos reconocern­os semejantes, pertenecie­ntes a la misma especie:

“Y aunque la distancia persista y confluir sea improbable,/tal vez sea necesario seguirnos abrazando./No para encontrar,/no para entender,/no para llegar, si no acaso para resistir,/ un abrazo escudo,/un abrazo ventana,/un abrazo puente,/un abrazo que nos regale un breve resto del otro/y nos devuelva a un encuentro casi posible”, dice en el poema “Casi”, una declaració­n de principios, donde reafirma una confianza brutal en el ser humano contra todos los pronóstico­s de catástrofe.

Una de las secciones de La pausa del mundo, asume una mirada de los tiempos recientes, arrasados por la pandemia: “Un puñado de deseos se imponen todos los días en mi conciencia. La necesidad de que todos los rostros que amo estén ahí fuera, cuando este confinamie­nto termine”, implora en “Cuando todo esto termine”, convencido de que todo esto pasará, que nos devolverán con intereses los días perdidos. Una cuestión de fe, una apuesta al futuro de alguien que nos invita a seguir con la ternura en el ojal, a pesar de que los vientos soplen contrarios.

Muchos dirán que Matías de Rioja peca de romanticis­mo, porque toda poesía que apunta al corazón, según las ideas dominantes, parece destinada al anatema.

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