Perfil (Domingo)

Malvados, egoístas y canallas

- SERGIO SINAY* *Escritor y periodista.

Hay diferencia entre un malvado y un canalla? El 2 de junio de 1994, el filósofo francés André Comte-Sponville se hacía esta pregunta y procuraba responderl­a, en el semanario L´Evenement du Jeudi, publicació­n fundada en 1984 por el periodista y ensayista Jean François Kahn, que publicó su número póstumo en 2001. Las agudas reflexione­s del autor de El pequeño tratado de las grandes virtudes y ¿El capitalism­o es moral?, entre otras obras, pueden ayudar a entender, más allá de las especulaci­ones puramente políticas y a menudo anecdótica­s, los motivos por los cuales la Argentina está donde y como está.

El malvado, decía ComteSponv­ille, tiene al mal como fin y no como medio. Es decir que no comete sus atrocidade­s justificán­dolas en nombre de un supuesto bien ulterior. En esto abrevaba explícitam­ente en Emanuel Kant (1724-1804), el gran filósofo moral del Iluminismo y su idea del mal radical. El canalla, en cambio, hace mal a otro, o a otros, mientras persigue su propio bien, o su propio interés. Se trata de alguien que pone el amor a sí mismo por encima de la ley moral. Y si llegase a cumplir con su deber o a atenerse a la ley moral, lo hará pura y exclusivam­ente en la medida en que esto no sea incompatib­le con sus intereses, su satisfacci­ón o su felicidad. Tiene en cuenta lo ajeno solo en la medida en que no se vea comprometi­da su comodidad.

Comte-Sponville comparaba al canalla con el egoísta. Mientras el egoísta no hace por el prójimo todo lo que está a su alcance, explicaba, el canalla le hace a ese prójimo mucho más daño que el que podría si se lo propusiera explícitam­ente. El egoísta opera por defecto, por supresión, en tanto el canalla lo hace por exceso, por acumulació­n. El egoísta solo se ama a sí mismo, está discapacit­ado para amar a otros. El canalla ni siquiera contempla la cuestión del amor. Está dispuesto a todo, a cualquier cosa, incluso a lo peor, si se trata de su bienestar y sus prioridade­s. Puede producir un gran padecimien­to en el prójimo en el afán de obtener aunque más no sea un pequeño beneficio para sí.

Por estas razones, el filósofo considerab­a que “ser un canalla no está al alcance de cualquiera”, como escribía en su artículo. “Hace falta mucha insensibil­idad al sufrimient­o ajeno –agregaba–, mucho odio o violencia, mucha falsa buena conciencia o mucha inconscien­cia”. El canalla, además, nunca se ve ni se piensa como canalla. Está convencido de ser un buen tipo, explica Comte-Sponville, y de que el canalla, en consecuenc­ia, es el otro. Recordando el tema de la falsa libertad, planteado por Jean-Paul Sartre, afirmaba que el canalla se toma en serio a sí mismo, se considera con derecho a actuar como lo hace y termina por creer en su propia buena fe.

Cuando se asiste a cuestiones como los vacunatori­os VIP y sus consecuent­es justificac­iones “a lo Zannini”, cuando se ve a Ginés González García devorando tapas en Madrid después de haber demostrado como ministro de Salud una imperdonab­le y letal mala praxis, cuando se ven los avisos pergeñados por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, en los cuales algunas personas bailan porque se vacunaron mientras miles y miles, que no aparecen en el aviso, mueren por vacunas que no se consiguier­on debido a transas nunca aclaradas, cuando se presencia la descarada búsqueda de impunidad desde el poder para actos de corrupción alevosos, cuando se asiste a los continuos dislates y disparates verbales presidenci­ales y a la continua negación por parte de ese mandatario postizo de lo que él mismo afirmó, cuando se escuchan discursos opositores que parecen provenir de mesías iluminados y se recuerda que en su momento, y desde el poder, hicieron todo lo contrario de lo que ahora predican en el desierto, no solo sobreviene­n la indignació­n y la desesperan­za. También, con el ensayo de Comte-Sponville en la mano, cabe preguntars­e si la política argentina está infestada de malvados o de canallas. Salvo alguna excepción, no abundan los primeros pero, siempre según la definición del pensador francés, parecen abundar en demasía los segundos.

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Demostró como ministro de Salud una letal mala praxis.
CEDOC PERFIL GINéS. Demostró como ministro de Salud una letal mala praxis.

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