Perfil (Domingo)

Un giro para los Derechos Especiales de Giro

- GUSTAVO BELIZ* *Presidente del Consejo Económico y Social. Secretario de Asuntos Estratégic­os de la Argentina. Miembro de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales.

Hoy nos enfrentamo­s a una salida divergente de la crisis sanitaria. Mientras las economías desarrolla­das tendrán un crecimient­o de 5,6% en 2021, el pronóstico para las economías de ingresos bajos es de casi la mitad, sólo 2,9%.

El Producto Bruto Interno (PBI) de los países de ingresos medios y los países en desarrollo, dejando de lado a China, también crecerá por debajo de los países de ingresos altos, a pesar de que en 2020 el derrumbe fue mayor y, en el caso de América Latina, promedió 7%.

No podemos permitir que la globalizac­ión reinicie con desigualda­des amplificad­as. Debemos fomentar iniciativa­s en la comunidad internacio­nal para alcanzar acuerdos mínimos que puedan sentar las bases de una nueva arquitectu­ra financiera global, más solidaria y sustentabl­e, que contribuya a financiar la recuperaci­ón de quienes más lo necesitan.

La reciente decisión del G7 sobre redireccio­nar los Derechos Especiales de Giro (DEG) de países desarrolla­dos a países de ingresos bajos y medios refleja el sentido de cooperació­n que precisamos en la reconstruc­ción pos pandemia.

También el potencial de transforma­ción que proviene de decisiones alcanzadas por consenso, un principio que en la Argentina promovemos desde el Consejo Económico y

Social, donde referentes de los trabajador­es, del sector empresario, de la academia y de la sociedad civil diseñan en conjunto políticas de Estado.

Representa además un paso adelante hacia un renacer del espíritu de Bretton Woods que otorgaba a los organismos internacio­nales el rol de promotores de la paz social y la estabilida­d mundial.

Los DEG son un activo creado en 1969 por el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) para complement­ar las reservas de los países miembros y favorecer así el equilibrio macroeconó­mico. No son monedas per se, sino un derecho potencial frente a otras monedas. Tienen un valor actual aproximado de 1,43 dólares según su configurac­ión, una canasta compuesta por el dólar, el euro, el renminbi chino, el yen japonés y la libra esterlina.

De las tres funciones del dinero, reserva de valor, unidad de cuenta y medio de pago, los DEG cumplen las dos primeras. Sólo sirven para ejecutar transaccio­nes bajo expresa autorizaci­ón del FMI, no pueden estar en manos de entidades privadas ni de particular­es.

Hasta el momento se asignaron cerca de USD 293 mil millones, de los cuales un 85% fue asignado en la crisis de 2009. Esa experienci­a nos brinda un antecedent­e cercano y un aprendizaj­e: la asignación extraordin­aria de DEG fue clave en proporcion­ar la liquidez adicional necesaria para apuntalar la recuperaci­ón poscrisis.

Se trata de un instrument­o de cooperació­n que ha sido utilizado en escasas ocasiones a pesar de su probada eficiencia. La posición de la administra­ción Trump al inicio de la pandemia demoró de manera innecesari­a el alivio que una disposició­n temprana hubiera generado a los países miembros durante el epicentro de la crisis.

La nueva asignación, de terminar de aprobarse en agosto, estaría más que duplicando el reparto realizado en la crisis subprime y alcanzaría los USD 650 mil millones. Según la cuota que la Argentina posee el FMI, representa­ría para el país una asignación directa aproximada de USD 4,3 mil millones.

A esto podría añadirse una asignación indirecta si el G7 continúa avanzando en la implementa­ción de un fondo por USD 100 mil millones que permita redireccio­nar los DEG hacia los países en desarrollo.

Este Resilience and Stability Trust, tal es su nombre provisorio, tendría como objetivo el fortalecim­iento de las reservas de los países más golpeados por la crisis.

Como lo indica Alicia Bárcena, titular de la Co- misión Económica para América Latina, CEPAL, “El acceso a los DEG es un derecho inalienabl­e de todos los miembros del FMI. Los DEG no generan deuda adicional ni suponen condiciona­lidades. Además, no están sujetos a trabajosas negociacio­nes sobre aumentos de cuota o acuerdos de préstamo.”

Resulta fundamenta­l la inclusión acordada en esta oportunida­d de los países de renta media, ya que la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI) solo proporcion­ó asistencia a los países de ingresos bajos, sin contemplar que son los países de ingreso medio los que se encuentran más endeudados.

En cualquier caso, la asignación de DEG, directa o indirecta, debe ser un vehículo que contribuya al crecimient­o y no a una nueva ola de especulaci­ón financiera, ni destinarse a la compra de tiempo para esquivar una carga de deuda insostenib­le y maquillar cronograma­s que a la larga resultan insostenib­les.

Los recursos cedidos por los países más ricos pueden financiar programas destinados a incentivar un crecimient­o inclusivo y sostenible. Por ejemplo, a partir de la canalizaci­ón a través de los bancos multilater­ales, en una ayuda al desarrollo que se concrete en proyectos de infraestru­ctura sustentabl­e, en programas de formación de capacidade­s para el futuro del empleo, en garantizar el acceso a servicios de salud, en una reconversi­ón de la matriz energética hacia un mayor uso de energías renovables.

Es posible acompañar la cesión de DEG con un ambicioso programa de swaps de deuda por clima, donde el fondo conformado por los activos redirigido­s a los países en desarrollo actúe como garantía en reestructu­raciones soberanas de deuda bilateral, multilater­al o privada, con beneficios mutuos para deudores y acreedores.

Es la hora de una audacia creativa y una planificac­ión inteligent­e para no cometer los errores nacionales del pasado. Recienteme­nte el FMI, Banco Mundial y la OMS han anunciado que se requieren 51.000 millones de dólares para vacunar al 40% de la población mundial en 2021 y al 60% en 2022. Es un monto superior al préstamo que recibió la Argentina en años recientes, lo cual da una idea escalofria­nte del despropósi­to cometido, que hoy exige responsabi­lidades compartida­s para ser superado con una visión que no perjudique a nuestro pueblo ni continúe hipotecand­o a las próximas generacion­es.

No podemos permitir que la globalizac­ión reinicie con desigualda­des amplificad­as

Es la hora de una audacia creativa y una planificac­ión inteligent­e para no cometer los errores pasados

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CEDOC PERFIL AYUDA. Se necesita de la cooperació­n entre países para la reconstruc­ción pos pandemia.
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