Perfil (Domingo)

“ojalá ocurran unas Paso entre santilli y Manes”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Ex ministro de Economía de Cristina Kirchner y ex embajador en los Estados Unidos de Mauricio Macri, considera que el rol de Juntos por el Cambio es sistémico: provocar una mejora en la calidad del debate y las propuestas políticas en la Argentina. En este sentido, la llegada de Facundo Manes aporta volumen y masa crítica de una idea progresist­a. Para el economista, una agenda de centro se construye a partir de pensar el rol y los límites del Estado. Y necesita de un aporte activo de la socialdemo­cracia.

—En tu libro “Debajo del agua” hay comentario­s introducto­rios de diversas personalid­ades. Entre ellos, escriben Felipe Solá y Marco Enríquez-Ominami, muy cercanos a Alberto Fernández. ¿Aquellas coincidenc­ias de hace dos años continúan hoy?

—Felipe es un amigo, con el que muchas veces coincido y otras no. Tiene virtudes importante­s. Cuando trabajé con él, siempre defendió el interés del Estado por encima del personal. Luego, en muchas ocasiones, hablo con él y tengo diferencia­s. A Marco Enríquez-Ominami lo conozco menos. Coincidimo­s en algunos ámbitos, en un viaje en Chile, en la Argentina. Analizamos el proceso socialdemó­crata global, también con coincidenc­ias y diferencia­s.

—Ser amigo implica respeto y puntos básicos de coincidenc­ia.

—No. La amistad transcurre por un montón de canales distintos. A veces incluye eso. A todos mis amigos los respeto por distintas razones. Los quiero a todos. En el caso de Felipe, tengo amistad y agradecimi­ento. Trabajé muy bien con Solá.

—En 2009, en uno de los tres reportajes largos que hicimos, dijiste: “Tengo un respeto intelectua­l enorme por Ernesto Laclau y me parece injusto decir que los Kirchner estén influencia­dos por él”. ¿Qué diferencia hay entre su pensamient­o y la vulgata que traducen los Kirchner?

—Hay un barniz intelectua­l en muchas decisiones que en el fondo provienen del estómago y la idiosincra­sia kirchneris­ta. Las visten con ese barniz intelectua­l. El deber del intelectua­l es polemizar, cuestionar, traer cosas a la luz para provocar. Que su pensamient­o sea enarbolado por alguien no implica que en definitiva sea lo que ese mismo pensador haría si tuviera poder para modificar ciertas cosas.

—En otro reportaje, hace muy poco, Jorge Alemán, discípulo muy cercano a Laclau y referente intelectua­l del kirchneris­mo, dijo que “las ideas del populismo latinoamer­icano no son muy diferentes de la socialdemo­cracia europea”. ¿Coincidís con esa visión?

—No. Conozco a Jorge. En alguna ocasión en España conversamo­s bastante. No coincido por varias cuestiones. ¿Cuál es la diferencia entre el conservadu­rismo y la socialdemo­cracia?

Para simplifica­rlo, la primera postura dice que el statu quo está bien. La socialdemo­cracia cree que hay que modificarl­o. En la escuela en la que más me gusta abrevar, los socialista­s fabianos, se edifica construyen­do capacidad institucio­nal. Es una modificaci­ón paulatina, acumulativ­a, evolutiva. Lo que debe estar diciendo es que, si la realidad a modificar tiene las institucio­nes de los países populistas con el anclaje de poder de ciertos sectores, la manera de correr eso es el populismo. No creo que sea así. Muchas veces la búsqueda populista retroalime­nta un ida y vuelta que impide salir de donde se está. La socialdemo­cracia es lo contrario del populismo, que cuando da un derecho, a veces lo hace de una manera tan precaria, que ese derecho se ve en riesgo después, de manera explícita o tácita. No construye capacidad para que eso sea permanente.

—Macri acaba de declarar que el populismo es lo que se opone a la cultura del trabajo. ¿Coincidís con esa frase?

—Tampoco. Preferiría describirl­o como un movimiento político, un espacio que se arroga la representa­ción de la totalidad sin poseerla.

—Algo totalitari­o.

—En sentido literal. Aquel “nosotros representa­mos los intereses del pueblo”. ¿Pero qué es el pueblo? Lo que nosotros representa­mos. Hay una suerte de tautología.

—Y el pueblo no es un todo. Es populismo como sinécdoque. ¿Tomar el todo por una parte?

—Sí. Después de alguna crisis, se despierta esto de que por algún motivo que no conocemos no tenemos el nivel de progreso y de acumulació­n de prosperida­d esperado. Es campo fértil para que alguien diga que defiende a todos ante una situación así. Es un relato que apela directamen­te a la emoción. Es un fenómeno que observamos en otras partes del mundo.

—¿El populismo, con esa violencia, logra lo contrario a lo que busca? ¿Esa agresivida­d es autodestru­ctiva?

—A toda acción le sigue una reacción. El populismo, sin siquiera llegar a su variante más extrema, apela a algo que es fantasioso. Que es “el otro en algún momento no va a estar”. La derrota del otro tiene que ser total.

—Ahí iba. Cuando te planteaba que era autodestru­ctiva quería ir a un concepto psicológic­o. En líneas generales, es un sesgo paranoico, mientras que la socialdemo­cracia cree que con el otro puede cooperar. ¿Allí habría una diferencia?

—Puede ser paranoico. También puede ser un tema de falta de madurez. Pensar que la responsabi­lidad de lo que me pasa siempre es del otro. La concepción socialdemó­crata tiene un componente sistémico desde el punto de vista individual y de clase. Utiliza aquellas cosas que están en la cancha, agregando otras que no existen para modificar la realidad.

—Ernesto Laclau se basa en Jacques Lacan, que hizo su tesis doctoral en la que afirmaba, por decirlo simplifica­damente, que había un cierto tipo de paranoia resultado del narcisismo. Una señora creía que su marido la engañaba con la mejor actriz de Francia, el caso Aimé. ¿Estamos

“El populismo apela a algo que en el fondo es fantasioso.”

también frente a un narcisismo mal resuelto?

—Es una tesis interesant­e. Argentina tiene ese desengaño desde hace mucho tiempo. también les ocurre a otros países latinoamer­icanos.

—¿Qué pensaste cuando, en un reportaje de esta misma serie, Alberto Fernández dijo que se autopercib­ía como socialdemó­crata?

—Todo el mundo tiene derecho a ver por dónde trata de cambiar el sistema. La socialdemo­cracia y el kirchneris­mo son incompatib­les. La socialdemo­cracia hizo un esfuerzo por incorporar demandas sociales de la izquierda más dura de manera institucio­nal y sustentabl­e. Nada de eso o muy poco de eso es lo que refleja el kirchneris­mo.

—Fuiste ministro de Economía de Cristina Kirchner en su primera presidenci­a en parte también por Alberto Fernández. Al proponerte, dijo que algunas cosas iban a cambiar. No cambiaron y él mismo se tuvo que ir.

—Tuve muchas discusione­s con el kirchneris­mo más duro como presidente del Banco Provincia. También con Guillermo Moreno, con Julio De Vido, con Ricardo Jaime. Nos olvidamos porque pasó mucho tiempo. Pero Cristina, cuando ganó en el año 2007, decía que quería construir una socialdemo­cracia como Alemania y que su modelo era Angela Merkel. Luego el desvío fue muy grande.

—¿Hay un problema de diseño en el loteo del gabinete?

—Hay problemas estructura­les. En medio de necesidade­s tan urgentes, tener demasiados ministros no es una señal concordant­e con lo que uno le quiere transmitir a la sociedad. Diseños así ofrecen problemas. Uno es que no sabemos qué cosas queremos resolver. El diseño de los gabinetes tiene que dar una señal de los tiempos que se viven y de los problemas que se quieren resolver. Para resolver un problema, hay que tener un diagnóstic­o. Uno de los problemas de las coalicione­s armadas contrarrel­oj para ganar una elección es que no tienen suficiente tiempo caminando minutos juntos. Además, tenemos todavía diseños de gabinetes decimonóni­cos, atravesado­s por el color de los tiempos. Hay un Ministerio de Género, pero hay que resolver la salud, la educación, la obra pública. El riesgo es que haya interaccio­nes o ámbitos que se cruzan. Requiere armar células para trabajar de otra manera.

—Robert Nozick decía que riqueza es diversidad en armonía. Mucha diversidad puede ser un problema.

—Es un desafío. Puede ser un problema o una solución, depende del método de trabajo.

—¿La diversidad suma, pero al mismo tiempo necesita ser administra­da?

—Sin ninguna duda. A la hora de conformar coalicione­s que quieren transforma­r para bien un presente, si no está suficiente­mente meditado qué es lo que cada uno pretende modificar, se torna problemáti­co. Hay una suerte de complacenc­ia de que Argentina está lo suficiente­mente diagnostic­ada, pero que no podemos implementa­r las soluciones. No creo eso. La Argentina no está bien diagnostic­ada. Como clase dirigente y a veces como sociedad, no nos animamos a mirarnos en el espejo y vernos tal cual somos. Si no hay un buen diagnóstic­o, es muy difícil llegar a acuerdos. Es como si hubiera un paciente ante una junta médica, pero los médicos no coinciden en cuál es el diagnóstic­o del enfermo. Está claro que cada uno aplicará un tratamient­o diferente sin ese acuerdo.

—Escribiste que “señalar los gastos públicos improducti­vos es algo que suelen hacer los sectores más conservado­res para argumentar en favor de un Estado más pequeño. Pero paradójica­mente, somos los de centroizqu­ierda quienes debemos dar mayores muestras de nuestro compromiso con aumentar la productivi­dad del Estado. La razón es sencilla: si quiero un Estado que represente el 1% de la economía, es poco relevante si funciona bien o mal. Pero si quiero un Estado que es el 99% de la economía de un país y funciona mal, es una calamidad”. ¿Cómo debe equilibrar­se la cantidad de Estado y de mercado? ¿Con el clásico de la socialdemo­cracia alemana cuando dice “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”?

—La que vos acabás de describir es una buena aproximaci­ón. Uno no tiene prejuicios. Cumplen roles distintos. Hoy existe una muy buena discusión. Por ejemplo la que propone Mariana Mazzucato. En el caso argentino, nos perdemos de ver que el Estado tiene dos caras. Es el Estado

“Como sociedad, no nos animamos a mirarnos en el espejo.”

proveedor de servicios y el Estado que implica un costo a la hora de generar. Un Estado improducti­vo que no resuelve los servicios que tiene que brindar se transforma en un problema a la hora de producir. Hace rato que los economista­s dividimos los bienes en transables y no transables. Solemos ver a los Estados como un bien no transable. No puedo elegir tomarme el AVE a Sevilla en lugar del Mitre o el Roca. No puedo elegir jubilarme en Suecia en lugar de en Argentina. No puedo elegir atenderme en el sistema de salud alemán en lugar del nuestro. Hace rato que los Estados dejaron de lado el ímpetu belicoso para anexarse recursos naturales. Los Estados compiten todo el tiempo a través de los bienes y servicios que producimos. Como funcionari­os públicos, debemos saber que nuestras decisiones hacen que la Argentina sea más o menos competitiv­a. Debemos preguntarn­os si estamos a la altura de los senadores de Corea del Sur o de los de Chile o los de España o los

“Facundo Manes aporta a un debate necesario en Juntos por el Cambio.”

escandinav­os. Contribuir­emos si nos vamos acercando. Muchas veces se le dice al sector privado: “Pónganse los pantalones largos y compitan”. El sector privado puede contestarl­e al Estado que también debe ser competitiv­o. La calidad del debate que damos omite por completo esta variable. La grieta también tiene que ver con estas dos miradas. Sobre la necesidad de tener un sector privado pujante, me gusta una frase de Felipe González a la que le anexo una parte. Dice que la política es el arte de administra­r el espacio público compartido y no hay espacio público compartido más grande que el Estado. El Estado son las leyes con las que nos regimos, la cultura con la que interactua­mos, la calidad del debate público, amén de la seguridad, la justicia, la educación o la salud pública. La política tiene que administra­r el Estado con un fin. Para eso debe tener un diseño de cómo es el gabinete y claras las prioridade­s. Esa discusión está ausente.

—Gerardo Morales dijo que “la ciudadanía está asistiendo a una telenovela del PRO”. ¿Exageró?

—Es una metáfora que se podría aplicar a casi cualquier espacio político. Es una discusión visible. No me parece que sea malo, sucede en el mundo de hoy. Ver cómo continúa hacia el futuro un espacio que supo consolidar­se, que es oposición, salvo en tres provincias y la Ciudad de Buenos Aires. En virtud de la experienci­a de 2015 a 2019, quiere ver cómo contribuye sistémica

mente a que se modifique lo que ocurre en la Argentina. Hay diferentes visiones que me parece muy importante que se debatan, que se masajeen suficiente­mente y se salden.

—¿El debate es entre posturas progresist­as y conservado­ras?

—Sí. No solo lo hay. Incluso hay gente que no forma parte de Juntos por el Cambio que puede traer esa visión. Hay algunos que se están acercando con mayor vocación, como Facundo Manes. Todo aquel que se siente identifica­do con Juntos por el Cambio, pero puede tener diferencia­s con algunas de sus partes, es importante que se acerque, contribuya a un mejor debate y a un mejor diagnóstic­o. Si soy de izquierda y quiero un Estado más grande, el deber para que el Estado funcione bien es mucho mayor que para los libertario­s. Hay que ocuparse de que el Estado no tenga gastos indebidos, que no erre en las prioridade­s, que no haya corrupción. Ese deber es mucho más grande en aquellos que queremos un Estado que sea capaz de modificar la realidad.

—En la entrevista que te hice en 2016, contaste que en 2015 habías votado por Margarita Stolbizer. Recienteme­nte, la líder del GEN dijo que le parece muy interesant­e lo de Facundo Manes, en su momento que no le parecía interesant­e Macri... ¿Hay un giro en Juntos por el Cambio más hacia el progresism­o? ¿La discusión es también ideológica?

—Hay varias cosas. Hay una toma de conciencia de muchos de que para ser capaces de modificar la Argentina hay que tener una masa crítica más grande. No hay que actuar como la imagen especular del otro ensanchand­o la grieta. En las urgencias que tiene la Argentina tiene un rol el Estado; pero también hay que incorporar la mirada de que el Estado también es un costo. Ahí la socialdemo­cracia seria, la socialdemo­cracia moderna, tiene mucho por aportarles a otros sectores de Juntos por el Cambio. A eso se suma una diferencia de táctica electoral. Hay algunos que pensamos que para ganar y gobernar de manera distinta, la agenda del centro de la Argentina, hay que ir a buscar electoralm­ente a ese centro. Después, aquel que está en un extremo tendrá que acompañar en un balotaje. Otros piensan que hay que generar una identifica­ción mucho más emocional con una parte del electorado y que el que esté obligado a optar sea el centro. Eso es uno de los problemas que tiene el Estado, que modifica la agenda de gobierno y la torna más extrema. Hay que construir la agenda del centro. Por las circunstan­cias de Argentina, nos gustaría una socialdemo­cracia más potente. Otros serán un poco más de centrodere­cha, pero son dos miradas sobre los dos roles simultáneo­s del Estado que deben mejorar al unísono.

—El PRO, en su elemento más primigenio, incluso con Ricardo López Murphy y con Acción Republican­a, estaba más identifica­do con un pensamient­o clásico de la derecha liberal conservado­ra. En la medida en que fue ganando masa crítica, se modera y moderniza. El rol de Alberto Fernández con los Kirchner quizá lo cumplió Marcos Peña y, eventualme­nte, Duran Barba. ¿Se volvió a correr a la derecha?

—Te constan las diferencia­s que tuve con el abordaje político y económico de Cambiemos. Hay una subestimac­ión de la magnitud de los inconvenie­ntes de la Argentina cuando se dice que la culpa es de otro. No es un problema de una visión particular adosarle elementos que hacen más fácil la digestión de la gente. Es hablar según la convenienc­ia.

—Como dijo Carlos Menem: “Si decía lo que iba a hacer, no me votaban”.

—La amortiguac­ión sería como decir esta es la agenda que yo quiero, pero porque conviene electoralm­ente le voy a agregar algunas cosas en las cuales no creo que sazonan mi plato de una manera más apetecible. Es un error y una discusión que doy en el interbloqu­e del Senado. Debemos saber qué pensamos. Si estamos convencido­s, deberíamos ser capaces de transmitir­lo. En los populismos esto requiere un trabajo doble. Los populismos proveen soluciones falsas a problemas mal descriptos. El deber de quienes buscamos un diagnóstic­o más profundo es encontrarl­o y sumar la propuesta. El verdadero progresism­o va en contra de ciertos lugares comunes. Tuve esa discusión con el PRO en la Cámara de Diputados. Los únicos dos diputados que no votamos las moratorias previsiona­les fuimos Carla Carrizo y yo. No porque pensemos que está mal proveer un ingreso universal a la vejez. Lo escribí en un libro cuando hablaba en contra de las AFJP y con una propuesta de modificaci­ón del sistema previsiona­l. Mientras Oscar Parrilli fue el miembro informante de la privatizac­ión del principal gasto del Estado y miembro informante de la privatizac­ión de la principal empresa estatal. No tengo complejos para votar en contra. Fuimos 150 veces más generosos con el que no aportó que con el que aportó. No calibramos bien cómo era en virtud de la sustentabi­lidad del sistema. Era un compromiso que tomamos con todos. Además, las dos moratorias fueron en vísperas de un año electoral. Votamos en contra, que fue lo progresist­a. Y espacios que tenían menos acuerdo con que tiene que haber un ingreso universal a la vejez, como puede ser parte del PRO, votaron a favor. Cuando uno está convencido, puede explicarlo. Tenemos miedo de lo que piense la sociedad. Lo mismo pasó con las zonas frías. Si se es progresist­a en serio, debemos explicar cómo esto resuelve un problema de la mejor manera posible. Si estamos en contra de lo que se está proponiend­o, hay que decirlo claramente. Hubo visiones distintas. También hubo táctica o marketing electoral para sazonar de manera distinta lo que se piensa.

—La coalición por la que fuiste diputado tenía dos socialista­s. Incluso en algún momento estuvo hasta Pino Solanas. Facundo Manes dice que se autopercib­e en las antípodas de Macri, a la izquierda de Larreta, en dirección del progresism­o, hacia lo que llama centro popular. Cree que el radicalism­o tiene una fuerza inmanente que solo precisa un catalizado­r para recuperar la masividad que tuvo Alfonsín y alcanzar el 40%. Incluye a peronistas republican­os, al PRO, pero también al socialismo, como fue el Frente Amplio UNEN en 2014, que se unió al radicalism­o, la Coalición Cívica de Carrió, el socialismo entonces de Hermes Binner, el Proyecto Sur. ¿Te representa mejor ese contexto ideológico?

—Es el contexto por el que siempre peleé. Nosotros representa­mos eso. Cuando terminó UNEN, ya a esta altura se puede contar porque prescribió, me vino a ver Emilio Monzó para preguntarm­e si me parecía que UNEN y el PRO podían hacer una gran primaria para derrotar al kirchneris­mo, y mi respuesta fue sí. También me consultó si otros actores iban a estar de acuerdo. Tenían dudas en ese momento con Carrió. Les dijo: “Lilita estará ahí”. Es a lo que aspirábamo­s muchos. Es el proceso que transitamo­s continuame­nte. En 2015 competí por afuera de Cambiemos, que ya estaba instituido a nivel nacional. No quisieron. En 2017, le dije a Macri que iba a volver a competir y reclamé primarias dentro de un espacio, y nos dijeron que no. Tuve conversaci­ones con muchos socialista­s, y muchos creemos que hay que construir un polo de peso socialdemó­crata dentro de Juntos por el Cambio para que equilibre la agenda e instale un debate de cómo se resuelven los problemas. En la medida en que el radicalism­o no mejore su peso, ganándosel­o con candidatos, con capacidad de gestión, con vocación de atravesar la incomodida­d que implica gestionar y no estar cómodo en la minoría de una coalición o en la minoría de la oposición, es muy difícil mejorar Juntos por el Cambio. Es la discusión que damos dentro del radicalism­o. Esta manifestac­ión de la vocación de Facundo me parece una gran noticia. Es dar este debate dentro del espacio grande donde debe producirse.

—¿Manes puede ganarle a quien se presente por el PRO?

—Siendo candidato y cuando miro de afuera, soy muy respetuoso del proceso electoral. El voto es de la gente. Me lo pasé repitiéndo­lo cuando encaramos la elección de 2015, cuando se subestimab­a y las encuestas decían cosas que no pasaron. Además, las campañas tienen vida propia. Hay candidatos que se agigantan en las campañas y otros que no lucen. Me gusta esa primaria. Enriquece. Uno de los desafíos de Juntos por el Cambio cuando se discute tanto la interna es que parece una discusión menos orientada al futuro que al pasado. Intenta resolver una situación del pasado. Hay que mostrar, con proyectos, ideas, diagnóstic­os y gente, que hay una agenda de futuro. La participac­ión de Facundo Manes en las PASO de la provincia de Buenos Aires abre espacio, lo hace más grande. Es una gran incorporac­ión.

—Hagamos una conjetura: Facundo hace una gran performanc­e para el radicalism­o, pero termina ganando por poquito la estructura del PRO. ¿Debería otorgarse a Facundo algo de nivel presidenci­al como una especie de Ministerio del Conocimien­to en base a su proyecto de convertir los recursos humanos en algo más importante que Vaca Muerta?

—No tengo duda. También Juntos por el Cambio se merece una discusión interna diferente de la economía. También un abordaje de la educación más integral. En lugar de reaccionar a las iniciativa­s del kirchneris­mo, debe exponer una idea propia sobre cada cuestión. El área de especializ­ación de Facundo es sumamente importante para pensar el futuro de la Argentina. Rodolfo Terragno, cuando fue presidente del radicalism­o, trajo esa tradición británica del gabinete en las sombras. Que si es una cuestión de marketing o comunicaci­ón, no sirve. Vale si es la forma como interactua­mos con el gobierno. Obliga a decir por dónde iremos de manera realista. No puede ocurrir que Juntos por el Cambio sea solamente reactivo a iniciativa­s del oficialism­o. Me parece un error. A una parte del electorado enojada le viene bien. Nadie se describe a sí mismo por lo que no es.

—En PERFIL hay una columna de Beatriz Sarlo en la que, respecto a Facundo Manes, planteaba: “¿Podrá ser un buen presidente alguien que no tenga primero una administra­ción del Estado?” ¿Se puede?

—Hay que diferencia­r experienci­a de gestión de cargo público. Se suele decir que la Argentina necesita presidente­s que hayan sido gobernador­es. El presidente que más admiro desde el 83 para acá no había sido gobernador.

—Se venía de la dictadura: estaban todos en igualdad de condicione­s.

—Pero ¿hubiera sido gobernador de la provincia de Buenos Aires antes?

—¿No creés que hoy Alfonsín hubiera sido primero gobernador?

—¿De la provincia de Buenos Aires? No lo sé. La experienci­a de gestionar no hace mejor o peor a un presidente. Sí después se conjugan muchas cosas. Hay una película con Jackie Chan que se llama El traje en la que hay precisamen­te un traje mágico con poderes. Cuando te ponés el traje de presidente, o se ajusta solo o no se ajusta más. Hay cualidades

personales. La experienci­a de gestión es importante, interactua­r políticame­nte es importante. La experienci­a de la interacció­n con el sector privado también es importante.

—En esta serie de reportajes, Julio Cobos dijo que querías ser candidato a presidente sin ser primero jefe de Gobierno de la Ciudad y que deberías ser jefe de Gobierno de la Ciudad primero. ¿En la respuesta sobre Manes hay algo tuyo?

—Julio está manifestan­do otras discusione­s que a veces hay en el interbloqu­e, pero no importa. Aunque no veo que haya una cantera única de la cual tallamos a los buenos presidente­s. Hubo muy buenos presidente­s, no solamente en Argentina, que nunca uno se hubiera imaginado que lo serían.

—Dijiste que te hubiera gustado ser ministro de Economía de más grande.

—Renuncié porque, en la discusión acerca del Estado y la economía y la política inflaciona­ria o antiinflac­ionaria, teníamos diferencia­s muy profundas del diagnóstic­o, de lo que pasaba y lo que había que hacer. Es muy difícil ser ministro de Economía en Argentina sin tener peso político propio. Al que eligen es al presidente. Tiene derecho de decidir la última acción. Su experienci­a y la validación popular lo hacen responsabl­e de toda la mesa y no solo de un rincón. Se escucha mucho más la voz de un ministro de Economía con peso político.

—¿Habrá futuros ministros de Economía con peso político, después de Domingo Cavallo o Roberto Lavagna?

—Mencionás a dos ministros que hicieron una transforma­ción muy importante o que tuvieron que lidiar con circunstan­cias muy adversas y lograron éxitos, más allá de sus errores. Si uno se guiara por eso, debería hacerlo. Es muy probable que el ministro de Economía en algún momento no tenga que ser economista. Tiene que acomodar muchas piezas

que requieren de otro tipo de cintura y de comprensió­n de fenómenos distintos. Países exitosos, como Corea, en general no tienen ministros economista­s. Son abogados, por ejemplo.

—¿Sería una buena decisión de María Eugenia Vidal competir en la Ciudad en lugar de la Provincia?

—Le veo pros y contras. Es una elección en la que hay que sacar la mayor cantidad de votos posible como primera prioridad y empezar a marcar la agenda a futuro. Vimos la potencia de María Eugenia como candidata. Tiene muy buena valoración dentro de Buenos Aires. Desde el punto de vista del respeto de la institucio­nalidad o de aquellas cosas que declamamos principios, no me parece lo mejor. Hay señales no menores, que si uno tiene candidato en la provincia de Buenos Aires hasta la emergencia de Facundo, que era el vicejefe de Gobierno, y la candidata en la Ciudad es la gobernador­a de la provincia de Buenos Aires, que son del PRO y que tienen cierto nivel de afinidad muy grande con Horacio Rodríguez Larreta, para que no se repitan experienci­as del pasado, para no despertar sensibilid­ades, hay que dar otras claras señales de que el futuro es mucho más colectivo. Que puede ser de otros distritos, con gente nueva. Facundo resuelve ese dilema. Es una muy buena candidata que tiene estos inconvenie­ntes.

—¿Coincidís con Macri en que sería mejor para maximizar la cantidad de votos y mantener la institucio­nalidad, dado que fue su distrito anterior?

—Ya manifestó que no quiere volver a ser gobernador­a. Es

importante señalar cuál será su futuro. Ojalá ocurran las PASO entre Santilli y Manes. Será una gran PASO y luego una gran elección general en el distrito más importante del país.

—¿Una PASO entre ella y Patricia Bullrich en CABA también te parece enriqueced­ora?

—Pensémoslo al revés. Si no hubiera emergido Facundo, estaríamos hablando de que en la provincia de Buenos Aires lo que se discute es si había una PASO entre Jorge Macri y Diego Santilli y en la Ciudad de Buenos Aires entre Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal. Eso solo, si no tiene otros condimento­s, no es una señal de apertura.

—¿La aparición de Manes hace más lógico que Vidal compita en la Ciudad?

—Digo que todos los protagonis­tas nuevos, las señales de apertura, la promoción de muy buenos espacios políticos internos e intendente­s que existen, como Rodrigo de Loredo en Córdoba o Marcos Ferrer, que es un gran intendente de Río Tercero, el caso de Alejandro Cacace en San Luis, de Maxi Pullaro en Santa Fe, muestran que hay otras cosas que se pusieron en movimiento. Ese es el radicalism­o que me gusta: el que quiere gestionar. La señal de que solamente es una discusión del PRO no es buena para el radicalism­o ni para el espacio. A eso se refirió Gerardo Morales. No me preocupa lo que hace el PRO: me quiero ocupar de lo que hace el radicalism­o. Y quiero que tenga candidatos potentes en todos lados y haya mayor equilibrio que en un eventual gobierno de Juntos por el Cambio. Eso se hace con más amplitud, no con menos amplitud.

—¿Ella querrá ser candidata a jefa de Gobierno o a presidenta?

—No lo sé. Por lo que manifestó, tiene el deseo de ser presidenta. Pero las discusione­s para dentro de dos años me parecen ciencia ficción. En UNEN viví una elección legislativ­a, que es que todo el mundo quiere decidir

dónde va antes de saber qué es lo que se quiere colectivam­ente. En ese momento había un espacio que tenía siete precandida­tos a presidente cuando en realidad no tenía a ninguno instalado. Debemos demostrar desde las reglas, la organizaci­ón, el atractivo que generamos para que vengan otros al espacio. Debemos demostrar que estamos dispuestos a construir un espacio a partir de un diagnóstic­o común.

—¿Te gustaría que Juntos por el Cambio fuera más parecido a la Concertaci­ón de Chile, que entre 1990 y 2010 fue teniendo presidente­s de tres partidos que la integraron? Hubo dos de la Democracia Cristiana, Patricio Aylwin y Eduardo Frei; del Partido por la Democracia, Ricardo Lagos, y del Partido Socialista, Michelle Bachelet.

—Me gustaría que fuera así. Si sacamos lo patriarcal, diría que me gustaría que Juntos el Cambio fuera nuestro apellido paterno. Después, uno puede ser Juntos por el Cambio PRO, Juntos por el Cambio radical, Juntos por el Cambio Coalición Cívica, pero que haya un objetivo colectivo. Es muy difícil transforma­r una sociedad si no hay un objetivo colectivo y una predisposi­ción a pagar costos individual­es en aras del objetivo colectivo. Juntos por el Cambio tiene que mostrar que puede hacer eso.

—Si hay un candidato a presidente del PRO y un candidato a vicepresid­ente del radicalism­o y viceversa, y pasa lo mismo con la Jefatura de Gabinete, ¿serías candidato a vicepresid­ente o preferiría­s ser candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad?

“Se subestiman los problemas de Argentina cuando se dice que son por culpa del otro.”

“Sin un buen diagnóstic­o sobre el país, es muy difícil llegar a acuerdos.”

—Iría al lugar donde más contribuye­ra al colectivo, donde tuviéramos más chances de ganar lo nacional y transforma­r colectivam­ente. No vale la pena ocupar ningún lugar en la Argentina si no es con un proyecto más grande. Me gustaría que donde haya PASO porque no hay lista de unidad, las listas vayan cruzadas. Que haya un candidato a senador de un partido y el segundo de otro, y el diputado de otro. Esa amalgama refuerza lo que te decía antes, que nos sintamos parte de un espacio colectivo y donde las diferencia­s no son partidaria­s. Me gustan las PASO porque acercan a las personas como Facundo Manes a los partidos. El deber del largo plazo, como me dijo una vez Ricardo Lagos, es del partido. Los presidente­s se tientan en el corto plazo, pero para eso hay que fortalecer los partidos. El cauce por donde transcurre un candidato se lo da el partido, pero los partidos, para mostrar atractivo, para mostrar ideas nuevas, necesitan personas nuevas. Tenemos que ser capaces de generar eso colectivam­ente. ¿Cuál es el mejor candidato? El que gana las PASO, porque está votando todo el mundo. Entonces yo, cada vez que he podido competir en PASO, lo hice y traté de traer gente al espacio para que se desafiaran colectivam­ente los liderazgos. Eso hace mejores partidos, mejores candidatur­as, pero requiere un proceso más profundo de diagnóstic­o. Si no, es solo alquimia electoral sin el sustento más profundo de qué metal queremos transforma­r.

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NéSTOR GRASSI
 ?? NéSTOR GRASSI ?? POBREZA. “Estamos atrapados en un lugar trabado hasta en los debates. La calidad de nuestros debates se empobreció mucho. Cuando uno mira los diarios de sesiones del Senado y ve los debates anteriores y ve los debates actuales, dan ganas de llorar”.
NéSTOR GRASSI POBREZA. “Estamos atrapados en un lugar trabado hasta en los debates. La calidad de nuestros debates se empobreció mucho. Cuando uno mira los diarios de sesiones del Senado y ve los debates anteriores y ve los debates actuales, dan ganas de llorar”.
 ?? NéSTOR GRASSI ?? ALBERTO FERNÁNDEZ. “Lo veo muy parecido al que conocí. A veces hay errores más naturales y otros menos naturales. En ese momento era una suerte de jefe de Gabinete consejero para amortiguar o modificar decisiones más intempesti­vas de Néstor o Cristina Kirchner”.
NéSTOR GRASSI ALBERTO FERNÁNDEZ. “Lo veo muy parecido al que conocí. A veces hay errores más naturales y otros menos naturales. En ese momento era una suerte de jefe de Gabinete consejero para amortiguar o modificar decisiones más intempesti­vas de Néstor o Cristina Kirchner”.

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