Perfil (Domingo)

Pobreza, desigualda­d y salud: un análisis desde el género

- Mabel Bianco

Es necesario entender que la salud es el completo bienestar físico, psíquico y social, por eso en tiempos con altos niveles de pobreza como los que teníamos y que incrementó la pandemia, la salud es casi imposible de alcanzar. En Argentina, los datos de pobreza alcanzados son alarmantes y siguen creciendo, como se informa en la nota en la sección Política el sábado pasado en PERFIL. Pero debemos señalar que la pobreza no se distribuye por igual: las mujeres, la niñez y las personas Lgbtqi+ son las más afectadas.

Dijimos antes en esta columna que la desigualda­d es una caracterís­tica de los países de la región, que crece en Argentina y se profundiza desde hace años por el modelo productivo y de redistribu­ción inequitati­vo de la riqueza, que concentra en un 10% de la población la mitad del producto nacional, y el grueso de los sectores con menores ingresos comparten alrededor del 5%. Esto es motivo de inestabili­dad social pero además afecta la salud en su concepto integral.

Por eso, cuando frente a la pandemia se plantea la falsa opción de privilegia­r la salud o la economía se comete un error porque no son independie­ntes. Tenemos que entender que con altos niveles de pobreza como los que tenemos en el país no es posible pensar en tener salud. Por eso, se debe tratar de disminuir al máximo lo que la afecte aun más de lo que está afectada por la pobreza.

Además, si por salud solo entendemos no morir, es algo que debe aclararse, porque eso es solo evitar el desenlace peor de la enfermedad. En ese caso, nuestro objetivo es evitar el mal mayor. Pero entonces lo que evitamos con las medidas para mantener la vida se nos escapa por el impacto de la economía.

Estos dilemas son los que se viven en todo el mundo frente a la pandemia. Esto no nos exime de no extremar la considerac­ión de las intervenci­ones y ser muy cuidadosos en su adopción. Por eso se requiere un enfoque multicausa­l que enfrente la atención de la pandemia evaluando y consideran­do las distintas causales y cómo, al Intervenir en una, se debe considerar el impacto en las otras.

Este enfoque multicausa­l y multisecto­rial exige enfrentar las distintas causales articulada­mente para que, ante las intervenci­ones sobre una de ellas, por ejemplo mantener la salud frente al virus, evaluemos en qué medida esto afecta a las otras, por ejemplo los ingresos de las personas, y así moderar o disminuir los efectos negativos. Pero en términos de salud, también hay que dimensiona­r la salud mental, que además impacta en forma diferente en las distintas etapas de la vida y en los distintos géneros.

Necesitamo­s una mirada más amplia, y esto es lo que no vemos.

Como las mujeres predominam­os en el sector informal del trabajo, sin los beneficios de la seguridad social ni otras formas de protección social es necesario atender la forma de superar esto frente a las medidas de aislamient­o y/o distanciam­iento social y las restriccio­nes en el transporte público. Porque el deterioro que la falta de ingresos produce genera una discrimina­ción que no es atendida y que debe considerar­se.

Para esto, la solución no es la IFE ya que muchas personas no cumplen los requisitos para obtenerla y por tanto no la pueden cobrar y, además, porque quieren trabajar y conservar sus trabajos pasada la pandemia. Ese enfoque es el que no vemos y nos preocupa. Sabemos que resolverlo no es fácil pero se debe considerar. Esto, al igual que para las personas de la diversidad, es imperioso. Esa perspectiv­a es la que necesitamo­s que urgentemen­te se empiece a adoptar.

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TELAM IMPACTO. La pandemia afecta duramente la economía, en especial para quienes no son hombres.
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