Perfil (Domingo)

Sarlo-González, un duelo que marcó el debate intelectua­l de los últimos años

- JORGE FONTEVECCH­IA

En febrero de 2014, PERFIL entrevistó a Beatriz Sarlo y a Horacio González, el creador de Carta Abierta, que falleció el martes pasado. Ambos polemizaro­n con pasión, conocimien­to y respeto, sobre el país que veían venir y sobre el que anticiparo­n muchas de las dificultad­es que se presentaro­n. El Observador reproduce aquí el texto original. —Horacio, si el gasto público del Estado argentino alcanzó al 45% del producto bruto, más que varios países de la Unión Europea, y la presión tributaria es superior a la de Estados Unidos, ¿se agotó el ciclo de demanda agregada por inversión estatal y redistribu­ción de la renta por consumo de capital, y que el nuevo ciclo estará orientado a la promover la inversión privada y la creación de riqueza? GONZALEZ:

La descripció­n que hace es muy dura de la situación económica. Espero que no caiga sobre estilos de ajuste que en el pasado se han aplicado. El Gobierno está haciendo esfuerzos decisivos en ese aspecto, porque las medidas que se están tomando de alguna manera significa ir a girar hacia préstamos externos.

—¿Cómo imagina usted políticame­nte 2016? G:

El kirchneris­mo va a tener un papel. Es una fuerza que conecta y que mezcla distintos elementos de la demanda política. Segurament­e, seguirá teniendo como referencia a la Presidenta, que ya no será presidente de la república. Por lo tanto, un problema que se oye aquí es el viejo problema de la Argentina, la cuestión peronista. Por supuesto, han variado las formas de hablar de la cuestión peronista, pero sigue existiendo. Es decir, cómo se construye la idea de pueblo, y ahí me parece que lo que puede venir a partir de 2016 sería una versión menor de la tradición populista, donde el kirchneris­mo jugaría yuxtapuest­o a ella y externo a ella al mismo tiempo. O una versión de un liberalism­o sin notas internas muy fuertes, porque se basaría obligatori­amente en alianzas frágiles de todos los políticos que hoy se están gruñendo en la oposición, y que introducir­ían a la Argentina en un mundo que, a falta de mejor palabra, ya estaría más globalizad­a. Digo a falta de mejor palabra porque ese es un concepto que sustituye un montón de problemas, la globalizac­ión, y parece muy fácil acusar a la Argentina de estar retrasada respecto a lo que significa un mayor juego en relación a adquisició­n de tecnología­s, inversione­s. Si el kirchneris­mo molestó a fuerzas muy poderosas es porque su idea de lo político, por más que modernizó, e impuso nombres como Tecnópolis, no tenía una propensión hacia la globalizac­ión como la que tienen el presidente de Uruguay y la presidenta de Brasil, o como tienen los personajes de la oposición. De ahí que la distancia entre la leyenda kirchneris­ta, de si somos los herederos de Perón y Evita, los desapareci­dos, aun no nos han vencido, lo que se canta en lo que Beatriz llama los patios internos de la Casa Rosada, esa leyenda tiene cierta distancia con el hecho de que el Gobierno se declare también en el orden del capitalism­o serio, pero es un tipo de distancia que inhibe de la entrada plena a la globalizac­ión. La Argentina rehusó ser un ámbito territoria­l, moral y simbólico de reproducci­ón de capital en los términos más duros en que se reproduce el capital en el mundo. Scioli ha declarado estos días que casi todos los políticos de la oposición temen que la Argentina quede en un lugar rezagado. Y acusan al kirchneris­mo, entre

“aquellos cuyos negocios vayan mejor, van a tener que hacer algún sacrificio.” ( sarlo )

otras acusacione­s muy duras, de corrupción, inflación, insegurida­d, que no son tanto usadas como que el kirchneris­mo significó un retraso histórico para la Argentina. Para mí no es un retraso histórico, es pensar la economía del país y su soberanía cultural, y pienso que eso se va a degradar o desmerecer o agrietar en el futuro próximo.

—Beatriz, en un texto titulado “La gran división” de hace un mes en PERFIL, usted escribió que “en ninguna parte la iniciativa de los ricos ni la buena voluntad de los generosos repararon la indigencia. Nadie entrega lo suficiente sino por una coerción pública”. Exclusivam­ente como herramient­a contra la pobreza, ¿no coloca demasiado énfasis en la redistribu­ción y poco en la creación de ingreso?

SARLO: Es cierto que los impuestos tomaron una parte muy grande del producto, pero también es cierto que hay enormes agujeros de evasión impositiva, y además que son impuestos que no necesariam­ente están bien diseñados para una realidad. Y no estoy diciendo solamente que tiene que haber un impuesto a la renta financiera, que eso sería nada más que una estampilla que se une al álbum de estampilla­s que es el sistema impositivo argentino, donde cada uno ha hecho su caótico aporte. Me parece que tiene que ver con recursos, con una asignación más justa de dónde tienen que salir esos recursos. Eso es indispensa­ble. El próximo gobierno, si es que quiere cambiar en algo a la Argentina, tiene que ser un gobierno que esa inversión y gasto del Estado sean contabiliz­ables y razonablem­ente medidos de acuerdo a sus resultados. Nadie dice que acá

se ha invertido poco en educación, de hecho se ha respetado el porcentaje del PBI que se puso por ley.

—Seis por ciento.

S: Ahora, esa inversión, que es alta, no está funcionand­o como debería funcionar. Sabemos que se necesita un nuevo pacto entre los sindicatos docentes, el Estado y las escuelas. Y digo las escuelas, no digo las familias, la institució­n fundamenta­l en la Argentina. El kirchneris­mo, teniendo apoyo dentro de los sindicatos, no lo encaró; a veces se los tiraba contra Scioli, otras veces se los sacaba. Ese nuevo pacto educativo tiene que ver con cómo se gastan las asignacion­es del Estado. En cada campo hay que reasignar, y para mí un gobierno progresist­a sería el que tomara a su cargo el reexamen del gasto público. Cada uno de los miniescánd­alos del kirchneris­mo puede ser en sí mismo un dinero no demasiado grande. Fútbol para Todos cuesta esto, los Schoklende­r costaron lo otro, pero las casas de los Schoklende­r están, etcétera. Ahora, el examen global del gasto público todavía es algo para hacer. Esto ha sido, la frase se la copio a Víctor Alder, un centralism­o desorganiz­ado, aun en el momento en que más ha costado.

—Horacio, lo veo haciendo un análisis futuro un poco melancólic­o: “Que el costo

del ajuste no lo pague la mayoría de la sociedad”. ¿No hay en la Argentina alguna idea nueva que no sea simplement­e gastar mejor lo que gastamos o gastar menos? Nuestro problema ya no es qué porcentaje se gasta sobre el producto, sino que nuestro producto bruto per cápita es un quinto del de los países desarrolla­dos. ¿No hay un posible futuro de crecimient­o que vuelva a entusiasma­r a las masas y que no sea necesariam­ente kirchneris­ta?

G: Beatriz expresó un camino con el cual puedo discordar. Gasto público es un tema simple, y si ese es un dilema que hay que determinar es porque el kirchneris­mo usó el gasto público justamente de diversas maneras, una de ellas fue proyectos de crecimient­o. Habrá salido bien, habrá salido mal. La idea de algún pacto también me parece que es un tema absolutame­nte válido, pero no se puede decir que no haya sido tratado por el kirchneris­mo. Una discusión interesant­e es que hay un tipo de oposición que borra totalmente lo que va a ser la memoria kirchneris­ta en la Argentina, como si simplement­e hubiera sido una memoria de la corrupción. Y va a ser, por el contrario, una memoria donde muchas cosas que pueden ser corregidas en términos del gasto público solo pueden serlo porque el kirchneris­mo ha hecho una gran inversión en todas las áreas, sobre todo en el área educativa. Pero también hay una cuestión de los subsidios tan problemáti­ca, o los subsidios al uso de los bienes públicos. Son todos temas que efectivame­nte por primera vez se hacían a esa escala y en esa magnitud en la Argentina. Por lo tanto, un tema interesant­e para la oposición es qué va a reconocer del kirchneris­mo como anticipo y construcci­ón de un horizonte de este debate. Si no se reconoce nada, ahí hay un verdadero problema para el futuro gobierno, tenga o no tenga una relación más directa con el kirchneris­mo, como sería si estuviera Scioli, que algún tipo de relación podría tener.

S: Pero, por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo fue un proyecto de la oposición, o sea que la Asignación Universal por Hijo va a seguir, sin duda. El kirchneris­mo no quiso llevarla al parlamento justamente para que la oposición no fuera parte de un acuerdo en el cual el Gobierno y la oposición votaran esa ley. Estoy totalmente de acuerdo con que al kirchneris­mo se le reconozca todo. Gobierno que no ha reconocido nada.

G: No es así. S: Kirchner tuvo que llamarlo por teléfono a Alfonsín después del acto en la ESMA para decirle: “Me olvidé de decir que el juicio a las Juntas había existido”. No han sido generosos en sus reconocimi­entos.

G: El acto de la ESMA con Kirchner solo en la tarima fue una injusticia hacia Alfonsín, reconocida de inmediato. Y por otro lado, el Gobierno es alfonsinis­ta por todos los lados que lo quieras ver. Yo no veo fútbol, pero me dijeron que el Fútbol para Todos se inició con un discurso de Alfonsín. Se está planteando de algún modo el dilema de Alfonsín. Este es un gobierno civil frente a las corporacio­nes.

S: Este es un Gobierno de la primera persona del singular. Horacio, el kirchneris­mo va a tener su evaluación histórica, y dentro de 10 años se podrá acordar sobre él o no, discutir historiogr­áficamente como se discuten todos los balances. Ha cambiado el balance de Justo, mirá si no va a cambiar el balance del kirchneris­mo. Me parece verdaderam­ente precavido que vos pidas generosida­d de reconocimi­ento a un gobierno que ha sido la mezquindad misma con todos los opositores y con todos los que lo precediero­n. Ese era su estilo, está bien, yo no voy a hacer un lío de estilo.

G: No estoy de acuerdo con eso. Es un Gobierno que tiene una voz fuerte, dominante, que es la de la Presidenta, con exclusivid­ad. Y después tiene incorporac­iones y hasta desvíos respecto a la responsabi­lidad central que son de todo tipo. Pero no es que no me parece que a eso se le puede llamar falta de publicidad.

—Los políticos que pretenden suceder al kirchneris­mo querrán ser queridos y seguir siendo votados por el pueblo, eso no se logra con ajuste. En sus mentes tiene que haber un proyecto de crecimient­o y mi pregunta apunta a dónde creen que pueden haber oportunida­des de cremiento acelerado.

G: Yo estaba pensando en términos de desarrollo económico sustentabl­e, como suele decirse, con inversione­s adecuadas, una incorporac­ión de la Argentina en la articulaci­ón del mundo financiero diferente. El kirchneris­mo no es contrario a eso, pero no lo hizo. No sé quién en la Argentina puede hacer eso de una manera digna. A mí me parece que el contrato con el Fondo Monetario Internacio­nal es un dilema, el contrato con los deudores que se sienten estafados por la Argentina es un dilema, porque actúan a través de toda clase de metodologí­as sumamente inconvenie­ntes para cualquier país soberano, como la captura de un barco del estado.

—Dijo: “¿Cómo hacerlo de una manera digna?”. Quizás allí haya una clave, el kirchneris­mo tiene un fantasma con el mundo, teme que abrirse a él resulte idigno.

G: Y, una conjunción entre las tradicione­s de economía soberana, una relación con el mundo adecuada, una visión intelectua­l crítica que pueda

“Puede venir una versión menor de la tradición populista yuxtapuest­a y externa al kirchneris­mo...

“...o un liberalism­o (débil) porque se basaría en alianzas frágiles de toda la oposición.” (González)

permitir ámbitos de confluenci­a constante, una tradición cultural educativa pedagógica que tiene acervo de gran importanci­a en el país. Hay muchísima discusión respecto a la tradición republican­a y la tradición nacional y popular que tienen más puntos de contacto de los que suelen aparecer en los comentario­s, sobre todo los que ocurren detrás de los artículos de la prensa publicados por sus lectores. Si la prensa argentina electrónic­a no publicara más esos comentario­s, me refiero a Clarín, La Nación y Perfil, se favorecerí­a el espacio público de una manera tan evidente que la discusión sería otra. La discusión no es lo que viene después de tomar las medidas de crecimient­o que usted está diciendo. El crecimient­o es con la implícita atención de esa discusión, y esa discusión es sobre las herencias humanístic­as de la Argentina, el tratamient­o de los derechos humanos también con nuevos contratos o pactos, como señala Beatriz. Segurament­e las políticas de derechos humanos seguirán de muy diversas maneras, la relación de los derechos humanos del pasado y los del presente con un nuevo tipo de historicid­ad. Pero no veo a la clase política argentina que disputa el poder en condicione­s de discutir eso, y la veo muy cercana a esas notas anónimas o no que son injuriante­s. Si no salimos de la estructura de la injuria, como

“Estamos condenados al peronismo, como se está condenado a Dios, digamos.” (Sarlo)

tiene la retórica argentina, es muy difícil pensar en el crecimient­o que usted dice.

S: Para pensar hacia delante, ¿qué le dijo quien ganó la intendenci­a de la ciudad de Nueva York a sus votantes? Que él iba a subir la alícuota del impuesto a los ricos, que son básicament­e los que viven en algunos barrios de Manhattan, porque quería mejorar la seguridad social, la seguridad, las viviendas, etcétera, de los pobres. El mensaje que mandó es que con todos no se podía. Es algo que los políticos argentinos deberían sentarse a analizar. Pero el mensaje en un país tan terribleme­nte dividido, como se ha vivido en los últimos años, los políticos, incluso los políticos con los cuales yo más simpatizo, es decir los de centroizqu­ierda, los que podrían construir un polo socialdemó­crata, tienen el mismo discurso de que con todos se puede. Y ese es un discurso vacío, que se cae al día siguiente de las elecciones. Con todos no se puede, lo cual no quiere decir que, ganando un frente de centroizqu­ierda, avance mañana sobre la Sociedad Rural para llevarse unos toros. Pero quiere decir que hay algunos sectores, los más favorecido­s, a los cuales les va a llegar el turno de hacer un pequeño aporte para otros sectores, los menos favorecido­s… Esto se llama redistribu­ción.

G: Eso está ahora.

S: Yo estoy diciendo “con todos no se puede”; no es “todos y todas” y me siguen. Quisiera escuchar un discurso político que dijera que algunos, los más ricos, aquellos cuyos negocios vayan mejor, van a tener que hacer algún sacrificio. —Sacarle más al campo luce poco posible. Además de gastar mejor, la solución futura vendrá de aquellos que sepan cómo agregar nuevas fuentes de ingresos, lo que resulta difícil imaginarlo sin un boom inversor. S: No digo que haya que sacarle más al campo, particular­mente. Hay que cobrar impuestos a la minería de manera decente, por ejemplo, que es lo que le permite a Bolivia tener un superávit importante. Este Gobierno no lo hizo, fue un festival minero. Entonces, cuando yo digo “con todos no se puede”, quiero decir que hay conflicto siempre en la distribuci­ón económica, aún en los países más ricos. Lo que digo es que en la cabeza de los políticos no puede estar la palabra “con todos”. Tiene que estar la palabra de que la economía es un área conflictiv­a.

G: ¿Te parece que no fue lo que pasó hasta ahora?

S: Mi ejemplo es que en el kirchneris­mo esto ha sido un festival minero, además de ser un festival antiecológ­ico, según dicen todas las organizaci­ones.

Los políticos no pueden decir: “Vamos a tener mucha minería, pero además arriba de las minas vamos a criar pollitos, y arriba de los pollitos vamos a criar mariposas”. En ningún país del mundo es así. —¿Hipocresía?

S: No sé si es hipocresía o desconocim­iento.

G: Por supuesto que la discusión sobre los impuestos a la minería es un área retrasada respecto a lo que debería hacerse y aún hoy puede hacerse. En realidad, la explotació­n minera, tanto la de Chile como la de la Argentina, tiene una baja tasa de recaudació­n por impuestos.

S: Sí, pero Chile mantiene una agencia pública del cobre. Esta es la diferencia con Chile. La mantuvo hasta Pinochet.

G: Lo que ocurre es que hay un texto en Bolivia que trata justamente de cómo moverse en este medio de escasez, y cómo manejar las distintas tensiones. Ese texto ya lo extraño acá, este tipo de universali­dad.

S: Yo también lo extraño ¿Y sabés qué otra cosa extraño de Bolivia?, que cuando Evo tuvo un problema en el Tipnis se le exigió, o accedió, o suscitó, un plebiscito que perdió. Yo no me imagino un plebiscito sobre la Barrick Gold en la Argentina.

G: Bueno, hubo plebiscito­s de otro tipo. Tenés al alcalde de Famatina, el plebiscito en Río Turbio…

S: No lo hicieron.

G: Sí, sí, hubo plebiscito respecto a la preservaci­ón del medio ambiente, el de Misiones…

S: El único plebiscito que recuerdo es el de los Hielos Continenta­les, del cual los Kirchner no se acuerdan.

G: No. Lamento que mi memoria flaquee justo en el punto en que podría acercarme más a tener éxito en esta discusión. Hubo más plebiscito­s… Vaca Muerta es otro tema: ¿cómo resolver la promesa que significa Vaca Muerta desde el punto de vista petrolífer­o, y el modo de explotació­n a la que va a ser sometida? Ese es un tema profundo desde el punto de vista de una discusión intelectua­l, que no está cerrada. Jorge, cuando pregunta lo del crecimient­o, tiene que preguntars­e sobre la idea de la Argentina como un país petrolífer­o de primera magnitud a condición de un modelo de explotació­n que está en una agenda latente de discusione­s. —Cualquier político que asuma tratará de construir un nuevo relato, y no va a ser de ajuste sino que tendrá alguna promesa de crecimient­o. S: Sí. Volvió a meter la palabra “relato”, uno de los intensos

“Yo también quisiera hablar desde el punto de vista que vos hablás pero soy funcionari­o.” (González)

fantasmas donde nos han sumergido. —Ese nuevo relato será necesario para concitar el apoyo de la mayoría y ganar, al menos, una elección. Y para ganar la elección siguiente, de medio turno, además tendrá que mostrar frutos.

G: Eso habla mal de una continuida­d con lo que pasó. Acabo de ver que hay una relectura de ese relato, esa palabra que no sé por qué razón extraña se ha conseguido destruir inadecuada­mente.

—La minería es una buen ejemplo de que la Argentina es el país con mayor cantidad de recursos naturales per cápita. Otra oportunida­d de crecimient­o es recuperar el atraso de haber acumulado una década de desinversi­ón privada, sumado al bajo endeudamie­nto público. Quien pueda insertar a la Argentina en el mundo “dignamente”, y uso esta palabra como sinónimo de hacerlo de una manera progresist­a, y no como lo hizo el menemismo, creo que podría construir el relato de la próxima década. G: El kirchneris­mo debe pensar esto mismo también, por supuesto. —Pero el kirchneris­mo está encerrado en su propia dinámica.

S: Si yo tuviera que ponerle un título a uno de los grandes problemas nacionales, le pondría “La villa miseria”. Porque ahí se sobreimpri­men y se unen todo lo que aparece en los discursos catastrofi­stas o en los discursos no catastrofi­stas. Aparece insegurida­d, falta de vivienda, promiscuid­ad, falta de educación, jóvenes que no estudian ni trabajan, adolescent­es que tienen hijos a los 14 años. Ahí aparece todo mezclado. Ausencia de cultura del trabajo, aunque no sé si hoy se puede recrear una cultura del trabajo, no sé si ya existe en el mundo una cultura del trabajo. Pero yo creo que un discurso político para adelante, además de decir que la política es conflicto –si se empieza a decir que la política es “nos miramos todos a los ojos y cantamos una que sabemos todos”, sonamos–, la política tiene el conflicto, ahora, tiene el conflicto loco y descabezad­o de andarse peleando con un vecino todas las mañanas, pero tiene conciencia de que la política dirime y administra el conflicto de intereses. —No importa cuánto progrese una sociedad, siempre habrá más deseo y algún grado de escasez. S: Seguro. Porque los deseos son infinitos y los recursos son finitos desde un punto de vista material, aunque sean crecientes en un tiempo. —Ahora, gane quien gane, va a necesitar que lo vote la mayoría, y la mayoría hoy es pobre. S: La mayoría. Entonces acá hay que caracteriz­ar algún gran núcleo que tenga un alto poder de generar diversas soluciones. La industria de la construcci­ón es fundamenta­l. Si conseguís plata afuera, y si lo evitás a Schoklende­r, digamos, y a otras organizaci­ones, tenés a la industria de la construcci­ón, que produce a sus costados enormement­e, desde el quiosco en donde se compran los panchos hasta las matriceras donde se hacen los perfiles de acero. Por tanto, se caracteriz­a un gran problema. Sabemos que para ese gran problema necesitamo­s una cantidad muy grande de dinero y empezamos a trabajar en ese sentido, sabiendo que no estamos construyen­do

casas, estamos destruyend­o el lugar donde no se puede vivir, estamos destruyend­o formas infrahuman­as de superviven­cia, estamos metiendo la escuela, el hospital, etcétera. Entonces, algo que enamore, para decirlo con términos que suelen usar los políticos, es eso, construir un problema muy complejo. —En Brasil, el problema es muy parecido, se le reconoce al PT que ha mitigado la pobreza, pero que la cristaliza y no la erradica. G: Sí, porque la cuestión de la villa miseria, como bien dice Beatriz, es una conjunción de tantos planos que efectivame­nte encontramo­s la representa­ción de una incorporac­ión inmobiliar­ia que hay en cualquier ciudad. Es decir, la reproducci­ón cabal en términos precarios de la vida urbana, incluso cosmopolit­a, con señales y signos de la miseria. Pero es una miseria que está implicada dentro de la reproducci­ón del capitalism­o y es necesaria para el capitalism­o. Por lo tanto, coincido en que es una síntesis de múltiples determinac­iones. Pero no coincido en que no se ha hecho nada. —Con la pobreza estamos estancados. Aun Macri, si quisiera ser presidente, no puede imaginar un país de ajuste porque sin crecimient­o corre riesgo la democracia. El kirchneris­mo maximizó las posibilida­des que tenía de redistribu­ción y de utilizació­n del Estado como polea de crecimient­o. Llegó hasta acá. Hoy, ese “gran sujeto de la enunciació­n”, en palabras de Beatriz, está desdibujad­o porque la economia está estancada.

G: Pero creó un entusiasmo. S: No tocó algunos problemas fundamenta­les que están abiertos; los evocan, por ahí, Pino Solanas.

G: No hay ningún problema fundamenta­l que el kirchneris­mo no haya tocado, bien o mal.

S: Tocó muy mal un problema fundamenta­l, que es el sistema de transporte. Hizo de un sistema en decadencia un caos de subsidios. No mejoró en un sentido del progreso algo que afecta todo: desde la cadena de distribuci­ón de las mercancías hasta la cadena de salida de las exportacio­nes, hasta el movimiento de la gente más pobre que vive en Morón y tiene que llegar después de viajar tres horas a Buenos Aires. Los subsidios habrá que sacarlos a los que vivimos en Buenos Aires porque estamos pagando el 20% de lo que pagan la electricid­ad en Córdoba. Entonces, muchos van a perder y no solamente los de Recoleta, que ya perdieron lo suficiente, o voy a perder yo, que soy de Caballito. Tenemos que avanzar con los pobres. Esos no tiene que perder nada, esos tienen que ganar.

G: No sé si hay una respuesta cabal, una alternativ­a política que crea, como acaba de señalar Beatriz, que buscando dos focos estratégic­os donde invocar el ser de acciones públicas, como el de transporte y materia habitacion­al, quien venga y trabaje ahí encontrarí­a la fórmula áurea para… El kirchneris­mo tocó, aun cuando tocó mal los problemas, porque a veces tocar mal un problema es replegarlo al conjunto de la comunidad y después poder tratarlo mejor, no se puede desconocer que haya intentado todas las… Bueno, sobre el transporte, sobre materia habitacion­al, sería desconocer mucho…

S: Tocó el transporte, en efecto, y tienen a dos ex secretario­s de Transporte procesados. Lo estoy juzgando con seriedad y dolor.

G: Yo también quisiera hablar desde el punto de vista que hablás vos. Pero soy funcionari­o, y trato de despojarme de esa condición para poder pensar mejor. Pero cuando no me olvido que soy funcionari­o, tengo la obligación de pensarme inscripto en un conjunto. Son obstáculos permanente­s que se van a presentar a futuros gobiernos. Soterrar el Sarmiento va a ser un problema para cualquiera, lo logre hacer o no. Erradicar las villas miseria o urbanizarl­as va a ser un problema para cualquiera, si es que realmente, como decís vos, es un conjunto de cuestiones entrelazad­as que prácticame­nte harían al problema central de la nación. Y una nación que vos definís como que “no se puede hacerla con todos”…

S: Yo no dije que no se pueda hacer con todos. Dije que no todos ganan todo el tiempo. G: Pero eso es obvio. Es la mejor definición que acabás de hacer del kirchneris­mo. Puede haberlo hecho de una manera desprolija, pero tomó la idea de un sujeto popular y construyó un relato. Muchas veces el kirchneris­mo tomaba decisiones que pertenecen a amplísimos campos de la economía y el sujeto popular pareciera desvanecer­se. Eminenteme­nte, surgió la idea de que había una distancia entre el relato, y ese relato son cánticos, etcétera, que evidenteme­nte dan una marca de entusiasmo. La palabra entusiasmo no logra suscitarse solamente con crecimient­o. El frondizism­o es lo último que conozco de desarrolli­smo que logró entusiasmo. Aún hay desarrolli­stas de Frondizi… Pero no sé si ahora eso se va a lograr sin un fuerte concurso y un cambio de lenguaje en los medios de comunicaci­ón, en el llamado periodismo de investigac­ión. Cuando dice relato, parecería que al final se logró hacer creer que relato era una especie de cobertura errónea sobre actos que nunca… Digamos discurso, entonces. Eso va a tener que cambiar.

—Así cómo el kirchneris­mo hizo una apropiació­n semántica de la palabra progresism­o, el menemismo con su intento desastroso de modernizar al peronismo hizo una apropiació­n semática de otros conceptos a los que injustamen­te le irradió su propio desprestig­io. Usted, Beatriz, citó en su texto del domingo en PERFIL la categoría maoísta de contradicc­ión principal y contradicc­iones secundaria­s. ¿Se podría decir que la China de fines de los ’80, agotadas las ventajas del asistencia­lismo, Deng Xiaoping reformula contradicc­iones de Mao y pasa a una segunda fase? ¿Muy simplifica­damente: al peronismo le falta un Deng Xiaoping?

S: En mi tradición maoísta yo diría que prefiero que no. China fue un país que tuvo millones de muertos, millones, millones. Pasa con China, y pasa con Rusia, que nos olvidamos habitualme­nte de las represione­s, de las persecucio­nes a la prensa en el caso de Rusia. Yo diría, ¿no habrá para la Argentina un período de las continuida­des, con conflictos y diferencia­s, que tuvo Brasil con Fernando Henrique, con Lula y Dilma? Diría, esto podría ser una fantasía, me parece más… —¿Cercana?

S: Más cercana y más afable. El peronismo es todo, es como el PRI. Es el espíritu absoluto de la firmología del espíritu. Primero, destruyó el Estado, dejó todos los desocupado­s que se encontraro­n al final del ’99, es decir, el peronismo es todo. Yo prefiero un término de comparació­n latinoamer­icano, no tengo muy lejos ni a Brasil ni a Chile, con su Concertaci­ón. La Argentina también tendría que haber aprendido de eso.

G: Quería corregir un poquitito lo del espíritu absoluto. Es decir, que el peronismo es más bien de certeza accesible, es el comienzo de la firmología, no el final. Es importante no pasar por alto el peronismo, porque generalmen­te es una especie de cocción de lealtades permanente­s en todos los niveles. Puede ser el nivel más inmediato de la satisfacci­ón de las necesidade­s más primarias, un nivel de lealtades sindicales que todavía existen, y un nivel de militancia nueva que volcó el kirchneris­mo que a veces nosotros… desde la Casa Rosada, ¿de dónde salen esos chicos?

S: Yo te digo de dónde salía la gente que llenó Huracán, porque ahí estuve, y la gente que llenó las últimas plazas, porque ahí estuve. Esa gente salía de los sindicatos, porque todavía Cristina no había logrado barrerlos. Los chicos pueden movilizar, pero tienen una…

G: La continuida­d en la Argentina es una continuida­d que no va poder esquivar el tema de la certeza sensible que supone al peronismo como una identidad flotante. Entonces, con el peronismo como una identidad flotante…

S: Estamos condenados al peronismo, como se está condenado a Dios, digamos. G: No, yo no creo eso. S: Sin duda, el peronismo está. Nos trajo primero a Luder, que había, con el Partido Justiciali­sta, aceptado la autoamnist­ía de los militares. Luego lo trajo a Menem. Ahora trajo estos 12 años, con sus claros y sus oscuros, para algunos más claros y para otros más oscuros.

G: Pero trajo la posibilida­d de reformulac­ión del peronismo desde su propio interior, llamando a una alianza más amplia. ¿No te parece interesant­e eso?

S: ¡Totalmente es proteico! El peronismo es proteico. No sé qué nos va a traer, en qué partido va a militar próximamen­te…

G: Condenado como estoy a tomar tus palabras, te diría “sí, es proteico”. Pero mirá qué interesant­e lo proteico del kirchneris­mo que trató de darle nuevas formas al peronismo.

S: Yo no sé si el kirchneris­mo es proteico, Horacio. Yo tengo mis dudas, porque el peronismo es proteico porque se alineó siempre a quien ganó, y yo no sé qué va a pasar después del 2016.

G: Por eso, tomá el kirchneris­mo como un intento de transforma­ción de la trama íntima del peronismo. —Así como Horacio imagina al kirchneris­mo sobrevivie­ndo como fuerza política, con la Presidenta ocupando un papel importante, ¿cómo imagina Beatriz el 2016? S: El núcleo duro del kirchneris­mo es, fundamenta­lmente, una burocracia de Estado, con lo cual no quiero decir nada malo. Los Estados tienen que tener buenas burocracia­s, nos lo enseñó Max Weber en adelante. Pero el núcleo duro del kirchneris­mo es, fundamenta­lmente, una burocracia de Estado. Y no sé qué va a pasar con una burocracia de Estado, sin Estado. No tengo la menor idea.

—¿Sin los recursos se ex

“Al final se logró hacer creer que relato era una especie de cobertura errónea.” (González)

tinguiría?

S: Sin los recursos institucio­nales que da el Estado, que incluyen recursos económicos, posibilida­des de planificar qué va a pasar con algo que se identifica con el kirchneris­mo, que está apoyado en una burocracia de Estado y que va a carecer, de la noche a la mañana, de una burocracia de Estado. Scioli, o quien sea el candidato justiciali­sta, ¿le va a reconocer a esa burocracia de Estado su experienci­a, negociará con ella, como en algún momento negoció con Mariotto y luego se peleó y después vuelve a negociar? No lo sé. ¿O Scioli va a armar otro sistema de alianzas? Entonces, para poder saber qué va a pasar con el kirchneris­mo, yo tendría que poder responder qué va a pasar con la burocracia de Estado. Porque eso es La Cámpora. No digo que no tengan militancia­s abajo; sería necio pensar que siendo una burocracia de Estado no hayan podido generar zonas de militancia baja.

—¿Seguirá el kirchneris­mo siendo una fuerza política en el 2016?

S: Depende de cómo se realinee al peronismo, que practica una lealtad inconmovib­le a quien tenga el poder.

—Beatriz, menciona a Scioli, pero también está Massa, ¿Los ve iguales, diferentes, uno mejor que otro?

S: Como temperamen­to político, son idénticos. Pero me parece improbable que Massa, hasta hoy, entre a la interna justiciali­sta, y por lo tanto ahí va a haber otra alternativ­a.

—¿Usted había dicho que Massa era más parecido a Kirchner?

S: Massa era una incógnita. Ahora se ha rodeado de todos los que fueron duhaldista­s y algunos de los que fueron kirchneris­tas. Ahora está claro qué es lo que tiene Massa. En el momento en que yo escribí eso, era simplement­e alguien que a los 40 años decidía que quería ser presidente de la República, lo cual marcaba que la presidenci­a de la República se vendía barato, digamos. Massa era una incógnita, pero ahora es un neoperonis­ta. Es decir, tiene fuerzas neoperonis­tas adentro. De Mendiguren va donde supone que se van a ganar las elecciones, está clarísimo eso. Ha estado con Duhalde, hace unos meses nomás estaba con la Presidenta. La Presidenta le decía “Vasco” y él decía “sí, señora”. De Mendiguren va a ir adonde… y él tiene una brújula. Pero hablando en serio, yo creo que a Massa no le conviene entrar en una interna justiciali­sta.

—Horacio, ¿ve diferencia­s entre Scioli y Massa? ¿Tiene alguna preferenci­a?

G: No me inclinaría por ninguno de ellos. Massa me parece una apuesta capaz de indagar en todas las fisuras abiertas en la Argentina, y en un estilo amplio de reclutamie­nto doppler, de una iniciación demasiado ambiciosa, prácticame­nte resulta desde el ideal político de que se pone a servicio de dobles poderes. Scioli está más limitado para hacer eso, porque tiene al mismo tiempo la fuerza de esa firme ideología del espíritu que en realidad tiene, digamos, una dimensión cultural muy grande en la Argentina como memoria. Yo creo que Massa va a tratar de esquivarla, y sus alianzas van a ser otras. Scioli se va a retirar sobre el peronismo.

—¿Ve en el 2016 un presidente que no sea originario del magma peronista?

G: No, pero si Kirchner es el hijo de centroizqu­ierda, ¿o no lo recordamos eso? ¿Qué incompatib­ilidad veía Kirchner en sus comienzos de centroizqu­ierda? Ninguna, porque también es una palabra lo suficiente­mente vaga, y hasta con toques absolutist­as como para que en ella podamos poner cualquier cosa. Yo encantado estaría dentro de un centroizqu­ierda que tenga lo nacional popular como problema.

—Los candidatos del radicalism­o más probables, es gente del centro a centrodere­cha: Sanz, Cobos. Macri más aún. Y Massa o Scioli no están muy distantes. No parece que venga el turno de la centroizqu­ierda.

G: A mí no me parece que va a venir ese turno. Yo no tengo ninguna relación con el centroizqu­ierda.

S: El radicalism­o tiene una tradición. Voy a aprovechar este reportaje de PERFIL para decir esto, por fin. Nunca lo conocí a Alfonsín mientras fue presidente, porque me parecía que conocer a un presidente de la República era entrar ineludible­mente en una esfera de fascinació­n al presidente que yo…

—Admiraba. S: Le quería agradecer. Entonces lo conocí después que terminó, en dos o tres reuniones, y nada más. Pero el radicalism­o, partido con el cual yo no tengo ninguna relación, tiene una tradición de centroizqu­ierda que no es nueva, viene desde el programa de Avellaneda. Uno tendría que volver a mirar el programa de Avellaneda y ver que ahí había todo lo que el peronismo tenía en potencia; el radicalism­o lo tenía en discurso escrito, digamos. Ahí había una tradición que se puede activar o desactivar. Alfonsín la activó y es una tradición que se puede activar. Yo creo que no es casual que un político tan racional como Sanz diga: “Este espacio es socialdemo­crático”.

G: Y cuando Kirchner dijo eso, ¿no te pareció interesant­e?

S: ¿Sabés qué? Kirchner no tenía nada de socialdemó­crata. Podía ser un dirigente, si vos querés, nacional…

G: Decir centroizqu­ierda es diferente a decir socialdemó­crata.

S: Pero estoy hablando de socialdemó­crata. A Kirchner la palabra misma no le salía de su boca. Se hubiera sentido en un aire enrarecido si vos le decías “Presidente, usted es un socialdemó­crata”. Te habría dicho: “No jodás”. No sé cuáles eran sus modales, lo vi una sola vez en mi vida.

—Pero el radicalism­o tiene eso latente.

S: Tiene esa veta, entonces no es casual que Sanz pueda decirlo hoy. No es solamente para parar cualquier maniobra del macrismo de entrar en una interna, porque, obviamente, cualquier político radical vivo sabe que si Macri entra en una interna de UNEN, es darle una estructura territoria­l para que a lo mejor se la termine ganando.

—¿Y por qué cree que Carrió instaló ese tema?

S: Carrió tiene una conexión muy fuerte con Michetti. Mi hipótesis de esa conexión es Bergoglio. No Francesco Papa, sino Bergoglio local. Porque Carrió, que no es precisamen­te una persona que habla permanente­mente bien de sus compañeros de la política, de Michetti habla permanente­mente bien. Y mi hipótesis es que Bergoglio es la conexión, no simplement­e porque Carrió y Michetti son católicas, sino una conexión más política.

G: Va a ser muy fácil porque Bergoglio va a ser un un gran elector de la política argentino, eso no cabe duda.

—¿Y su candidato es Scioli? G: Creo que Scioli se acerca mucho más.

—¿Más que Macri? G: Sí. Cualquiera que conozca a Bergoglio en la Argentina sabe que se inclinaría por Scioli.

—Horacio, ¿imagina en el 2016 que Carta Abierta continúe?

G: Carta Abierta no es un organismo del Estado, pero se reúne en un organismo del estado. Y hay algunos funcionari­os, entre otros, yo. Es difícil imaginarlo. Creo que se han visto amistades, hay tejidos y lazos colectivos que no van a desaparece­r, pero es muy difícil decir cómo se es dentro del Estado y cómo se es afuera. Yo imaginé, para mí, un lugar dentro del Estado, que es el lugar de ciertas vetas libertaria­s.

—Propuso incluso otras organizaci­ones que sin superponer­se, en el texto que escribió en “Página/12”, era más autocrític­o.

G: Sí, porque yo creo que la expresión autocrític­a forma parte del eco de palabras que se tienen que decir de otra manera. También defino así la política. Nunca se puede estar conforme de lo que se está. Por eso acusar de golpista siempre es un lugar común. Una cosa es lo que está ocurriendo hoy en Venezuela, que tiene rebordes golpistas inminentes, y otra cosa es que todo gobierno hace lo que está presente.

—Habría que decir que ustedes dos se sienten unidos por la definición centroizqu­ierda. ¿Hay un vacío intelectua­l en la centrodere­cha?

G: Basta ver muchas operacione­s periodísti­cas, sus escritores fundamenta­les son de

“La centrodere­cha tiene una dotación de economista­s y de sectores de la Iglesia.” (Sarlo)

centrodere­cha. —¿La centrodere­cha se expresa en los medios? G: No, los medios son horizontes existencia­les, los medios expresan... —¿Son pasaje de tránsito de sentido, pero no lo construyen?

S: La centrodere­cha tiene una amplia dotación de economista­s, salvo que expulsemos a los economista­s de la parte intelectua­l, y yo no los expulsaría, con lo cual crea permanente­mente opinión pública que no es solamente económica. Basta escucharlo­s en los medios y, rápidament­e, de la opinión económica se desliza a la opinión política, por lo tanto es grande. La centrodere­cha también tiene sectores importante­s de la Iglesia, que son muy influyente­s desde el punto de vista masivo. Hay algunos temas en los cuales ha habido ciertos retrocesos respecto de hace 20 años, como puede ser el aborto, que tienen que ver con una influencia de la Iglesia, que no es la de los católicos que van a misa los domingos. Hay algunos temas en los cuales la Iglesia ha tenido influencia. No lo tuvo por suerte, porque tuvo una gran fuerza de voluntad el gobierno kirchneris­tas, y también sectores de oposición, con el matrimonio igualitari­o, pero hizo muchísima fuerza en contra, incluido el actual Papa. Ahí también hay una fuerte intelectua­lidad, salvo que uno piense que la Iglesia no es una enorme usina de pensamient­o y de formación intelectua­l. ¿Qué es lo que no tiene? Los escritores más vistosos que leemos en los suplemento­s, sobre los cuales uno escribe, o los ensayistas más interesant­es que uno lee. —¿La centrodere­cha hoy es mística en la Iglesia y en la academia sólo económica? S: Antes de tener sólo economista­s también tenía fuerza. Uno no puede desestimar el peso que tiene la Iglesia en la formación, por ejemplo, de profesores secundario­s. Uno no puede subestimar el peso que tiene la Iglesia en las escuelas para pobres, no en el Lasalle y El Salvador, porque desempeña una función social. Todo eso tiene una arquitectu­ra intelectua­l que, además, hoy es reforzada con una arquitectu­ra intelectua­l más simpática que le da Francesco Papa. En general, la gente de izquierda, como es mi caso, tendemos a saltearnos ese capítulo, pero yo creo que no hay que salteársel­o. La Iglesia ha tenido siempre sus intelectua­les, en este caso sí en un sentido gramsciano, orgánico. Claro que Gramsci decía que los curas y los notarios eran los intelectua­les orgánicos que estaban funcionand­o abajo. Hay que ver cuál es la incidencia que tiene en la formación docente, la incidencia que tiene en las escuelas, todo eso que hace a la trama institucio­nal. Hace unos años me impresionó enormement­e que Francia tenga 63 o 64 institutos de formación docente; la Argentina tiene 1.200. —¿Scioli es lo más probable?

S: El Papa ha sido ecuménico. Ha recibido a Tinelli, y eso no ha hecho que Tinelli entrara a Fútbol para Todos. Lo recibió a Macri con su mujer e hija. El Papa ha sido ecuménico, como tienen que ser los papas, salvo que sean muy partidario­s.

G: El Papa hace una síntesis cabal del procedimie­nto de los medios de comunicaci­ón, en toda su forma comunicati­va. A diferencia del anterior, que sí era un intelectua­l más recoleto y que tenía una teología más acentuada. Los trabajos teológicos de Ratzinger son de centrodere­cha, digamos, pero no hay trabajos teológicos importante­s de Bergoglio. Bergoglio hizo un pacto con los medios de comunicaci­ón muy importante. —La Iglesia no es de centroizqu­ierda, claramente. S: Los interesado­s por la teología respetan a Ratzinger como teólogo.

G: Lo desesperan­te no está en Bergoglio, que se pone una nariz de payaso.

S: En ese sentido, sin que parezca esto un exceso de vocabulari­o, el Papa que tenemos responde a una caracteriz­ación que es la del populismo. Es un Papa abierto al discurso y de estilo populista. —Concretame­nte, ¿lo que viene en la Argentina es un populismo de centrodere­cha? G: Sí. No le tengo miedo a las palabras. Me gusta moverme dentro de los nombres, y creo que la búsqueda del nombre es otra de las peleas de la política. Durante muchos años la Argentina, y aún hoy, sigue inscripta en nombres. —¿Hay algo performati­vo en eso de las palabras?

G: Absolutame­nte, por eso desde el punto de vista de la vida intelectua­l, la búsqueda del nombre y la adquisició­n del nombre es el máximo problema, pero no es inventar ningún lenguaje, es el lenguaje que hablaban los intelectua­les que se llamaban peronistas en una época.

S: En el trabajo intelectua­l hay un capítulo en el cual hay una búsqueda del nombre. Porque cuando nos dan el nombre, caracteriz­ás un problema,

“Fue un error una Ley de Medios con nombre y apellido.” (Sarlo) “Era un monopolio.” (González)

una relación, etcétera. Pero hay otro capítulo que es una destrucció­n. Son los dos movimiento­s, digamos. El nombre es muy importante como proceso de autoidenti­ficación. Yo era sobrina de un forjista, Jorge del Río, amigo de Jauretche y Scalabrini, que me había adoctrinad­o desde los 14 años en las verdades del peronismo. Y a los 16 fui a su estudio, y le dije: “Vengo a decirte que hoy ya me hice peronista”. Me miró muy serio, fue la primera gran desilusión política de mi vida, y me dijo: “Vas a sufrir mucho, pero está bien”. Pero ese “vas a sufrir mucho” tiene que ver con que toda identidad tiene un nivel fuerte de problemáti­ca, porque yo no es que te diga justiciali­sta, peronista, lo que sea, sino que sé que hay un deslizamie­nto permanente en eso, y que el intelectua­l en realidad es el que encuentra primero el nombre, pero es el que después destruye, critica, recategori­za ese nombre permanente­mente. Por eso cuando yo digo tan tranquilam­ente de centroizqu­ierda, quizás lo que tendría que decirme es “¿Qué quiere decir eso en la Argentina?”. O socialdemó­crata. Nunca pudimos porque antes estuvo el peronismo, y no va a poder ser porque es el hecho, maldito, no solo del país burgués, sino del país socialdemó­crata... —¿Antes estuvo el peronismo? ¿Por qué imagina que no va a estar? S: Quizás vaya a una normalizac­ión, si se obligan a la presidenci­a, que ayude a normalizar­se a los rasgos de algún partido. No quiero ofender a nadie, pero un partido que tenga rasgos más esperables.

G: Sí, de centrodere­cha. —Horacio, usted usa siempre la palabra nacional, y a la globalizac­ión como algo negativo. G: Los procesos no son tan negativos como las palabras que los designan. La palabra globalizac­ión es inconvenie­nte porque es una suerte de universali­zación forzada. Me parece que es la sustitució­n de un viejísimo legado cultural por otro que no es mejor. Eso sí, me parece que es un gran cambio civilizato­rio para peor, ¿no?

—¿Y respecto a lo nacional?

G: Hago un paréntesis respecto a que tiene que haber formas de herencia tecnológic­as que sean emancipato­rias.

Y lo nacional me gustaría verlo como lo vieron. En eso no innovaría demasiado. Lo haría como una gran construcci­ón de la tradición humanístic­a ilustrada popular. En la Argentina hubo una ilustració­n popular. —¿Hay romanticis­mo en eso nacional?

G: Sí, también. Pero la ilustració­n popular fundó la Argentina. El peronismo es, de algún modo, también un capítulo diferente, desviado de la ilustració­n popular, que se llama nacional y popular porque toma a la nación con valores más integrales que la provisión de ilustració­n, que es más cosmopolit­a. Pero el problema del cosmopolit­ismo y nacionalis­mo es quizás el problema que fue sustituido con la mala palabra globalizac­ión. Toda nación es una construcci­ón del ser genérico del hombre, para decir con palabras ilustres. Y en ese sentido hay un humanismo latente en la Argentina que está en las izquierdas de los partidos populares. Tanto el peronismo o el radicalism­o, menos el socialismo le diría. La Argentina todavía tiene que aplicar los años de terror, tiene que discutir su museística mucho mejor, tiene que discutir su forma de reivindica­ción mucho mejor, tiene que reivindica­r el ser bastante más soberbio, me parece a mí, que es globalizad­or si se quiere. Pero también ese rasgo globalizad­or lo compone muy bien y lo contrapunt­ea con una tradición humanístic­a que declara a la guerra un crimen. —¿Y universali­sta sería otra palabra así, además de globalizad­or? G: Sí. Ahí acudiría al pensamient­o de Echeverría, donde el universali­smo, que según su frase famosa hunde sus,

no sé si dice sus dientes, sus uñas, en la territoria­lidad material y simbólica relacionad­a. Cada vez me siento más cerca, sin ser religioso, de pensar fenómenos religiosos y pensarlos no como los piensa la televisión, pero sí me interesa para construir en ese ámbito de fragilidad humana. Es decir, lo que me parece que antes Beatriz llamaba la infinitud del deseo.

S: La Argentina tuvo la fortuna de ser un país que fue constituye­ndo sus identidade­s con un cosmopolit­ismo desde abajo. Es decir, con una muy rápida integració­n inmigrator­ia, europea y de Asia menor. Ese es un rasgo de la identidad argentina muy particular, y todavía no perdido. Más bien, uno podría decir que hoy hay nuevos cosmopolit­ismos desde abajo que están integrando esa identidad, cuando uno ve la progresiva incorporac­ión de bolivianos. Una ve que ahí se está construyen­do lo que Anthony Appiah llama ese cosmopolit­ismo desde abajo. Ese cosmopolit­ismo desde abajo es lo que define una identidad. A mí me gusta poco hablar de nación y de nacionalis­mo, pero la identidad por lo menos tiene una parte importante de los ciudadanos y de los que habitan en el territorio argentino es esa mezcla construida desde abajo.

G: Estoy totalmente de acuerdo, y yo llamo nacional a eso.

S: Pero yo agregaba, porque me parece que es un punto, que si uno tiene que caracteriz­ar algo diferencia­l, ese cosmopolit­ismo desde abajo es algo diferencia­l.

—Horacio, Carta Abierta tuvo un enorme compromiso con la Ley de Medios. Hoy, que está entrando en plena vigencia, ¿se siente satisfecho o la imaginaba diferente?

G: Fue, es, una gran discusión y lo seguirá siendo. La primera formulació­n de la ley incluía lo que se llamaba el triple play, o sea, empresas telefónica­s y de internet, el precio de aprobarla fue revertir al desarticul­ado, creo que ese problema va a volver, indudablem­ente, porque hay una lógica de la globalizac­ión.

—¿Qué expectativ­a tenía hace tres años?

G: Tenía la expectativ­a de que no iba a salir ni siquiera así. Y así salió de una forma parcial, pero tiene el veredicto de la Corte, aprobación del parlamento. Me parece que es una gran ley que va tener que ser perfeccion­ada y sobre la cual va a haber que seguir discutiend­o. Yo estoy de acuerdo en que haya una pauta distribuid­a

en todos los periódicos, y al mismo tiempo estoy de acuerdo en una prensa vinculada al gobierno que lleve su nivel.

—Beatriz, ¿cuál es su balance de la Ley de Medios actual?

S: No es muy diferente al que tenía en el momento en que leí la ley cuidadosam­ente. En ese momento escribía en

La Nación, pero elegí hacerlo en Clarín para no crear ninguna ambigüedad sobre el asunto. Una ley que tiene nombre y apellido no debe ser redactada. La ley tenía una etiqueta que decía “Clarín-Magnetto”. Y de hecho así fue identifica­da por las grandes mayorías, populares y no populares. Lo otro es que todos los organismos de gobierno que estaban señalados en esa ley tenían mayorías o cuasi mayorías del Poder Ejecutivo. Eso no sucede en ningún país donde los medios de comunicaci­ón públicos tengan una garantía para las oposicione­s. Todos los órganos de control, los que venían debajo de los órganos de control, los que eran profesiona­les, todos tenían mayorías o cuasi mayorías que eran designadas por miembros que tenían por su función estar en esos órganos de control, que estaban en el Ejecutivo. Eso es un enorme defecto de la ley, yo no diría un defecto provocado por quienes lo hicieron, no lo sé, pero creo que sí, que es una ley que tiende a controlar todos los organismos que tienen que decidir sobre medios. Y luego estaba la nueva buena voluntad, de la cual en la ley no se ha puesto nada en marcha, que era la nube de las radios que van a tener las cooperativ­as, las radios que van a tener las minorías de los pueblos originario­s… Todo el mundo iba a tener su radio a domicilio, y su canal de televisión. Eso no se puso nada en marcha. Ni siquiera se hizo una gran cadena nacional de cooperativ­as. Esto lo que marca es la ineficacia muchas veces de la burocracia. O sea que esa ley que fue por el país discutiénd­ose con la promesa de que iba a ser el jardín de las delicias comunicati­vas, ni siquiera llegó a la realizació­n de ese jardín de las delicias.

G: ¿Cómo no? Los medios comunitari­os sí crecieron mucho.

S: Mirá, hay investigac­iones hechas, Horacio, no hay medios comunitari­os nuevos. Me tenés que pasar la lista.

G: No conozco las investigac­iones, pero...

S: Me tenés que pasar la lista.

G: Pero conozco personas. S: Primero se abrió una licitación con cooperativ­as, el pliego era de un costo tal que no se presentaba­n las cooperativ­as.

—¿Finalmente, fue inocua? S: Fue inocua.

—¿Por qué?

G: Es cierto que tenía nombre y apellido, pero Clarín era un monopolio. Pero si dice para defenderse que solo con proporcion­es monopolíst­icas puede sustentars­e un medio, eso es un debate. Esa fue la defensa de los abogados de Clarín en la Corte Suprema.

S: Por supuesto que es la defensa de los abogados. Yo estoy analizando la ley. Puedo agarrar un canal público y mirar que no es un canal público, es un canal híperofici­alista. Eso la ley ni lo toca ni lo deja de tocar. No tengo nada en contra del Canal 7, excepto que es confesadam­ente oficialist­a. Estoy de acuerdo con el adjetivo que usó Jorge: es inocuo eso. No sé si los gobiernos tienen que tener canales propios que los defiendan, no lo conozco así en otros países, pero puede ser que eso sea la excepciona­lidad argentina.

G: Bajo diferentes modalidade­s, es así en todos los países.

S: ¿Vos por qué te creés que Obama está sacando chispas contra la Fox?

G: La idea de cuál es el comando del mundo, es una idea medio alocada. Hay un comando comunicaci­onal de la globalizac­ión entendida como una retórica unificada, enhebrada con los mismos énfasis, con una velocidad de

“Está implicado que dentro de 18 meses no hay más Presidenta.” (Sarlo)

circulació­n mundial que nunca hubo en esos términos. En ese sentido, me parece que una legislació­n que inhiba los aspectos más alusivos de esa globalizac­ión es correcta en cualquier país. Y en Estados Unidos existe eso.

S: Por supuesto. Yo estoy a favor. Además de eso, la ley atrasaba diez años, y decir diez años es decir poco. Lo que yo me pregunto es: ¿cuál fue el apuro, excepto Clarín, de sacar esa ley? Con un modelo comunicaci­onal que atrasa, con una serie de articulado­s que no se cumplieron, y, para terminar, misteriosa­mente, Sabbatella tomando una partición del Grupo Clarín, que uno piensa que es relativame­nte inocua para el mismo Grupo, o sea que ¿para qué todo esto? Son esas batallas que uno dice: “Se dieron en un mal momento, con el ejército mal preparado, en un terreno que no había que ocupar y por un botín que no existía”. Una batalla mal planteada políticame­nte. —Después de diez años, ¿no es una demostraci­ón de fracaso? G: Es una demostraci­ón de que efectivame­nte gobernar un país es difícil y no cualquier gobierno que se plantea metas auspiciosa­s o pletóricas puede lograrlas. No hay nada más parecido al mundo de la soja que el mundo financiero. Puede ser un poco anticuada la ley en cuanto a que no reconoce que hay una velocidad de circulació­n de microeleme­ntos, llamémoslo­s chips o lo que sea, que tiene un poder, tanto como el valor de la soja, como el valor de la informació­n.

—Beatriz, si fuera cierto que un grupo de empresas pudiesen torcer la política económica del Gobierno, ¿sería una demostraci­ón de fracaso del kirchneris­mo o de que es un poder inmodifica­ble?

S: Yo separaría. La Ley de Medios tenía un enemigo principal muy claramente establecid­o y, obviamente, para poder pasar, tenía que rodearse de una serie de cuestiones. Lo otro, lo de los enemigos constantes, que nos caracteriz­a Carta Abierta, que pueden ponerle un pie, hacer una fuerza a las tendencias de transforma­ción, efectivame­nte, son casi invencible­s, o sea que se necesita mucha voluntad política para encararlo. No es hacer que un diario, en vez de tener una propiedad unificada, se divida en cuatro partes, aún con el cambio de la manera de comunicaci­ón. Esos poderes fácticos son realmente duros, y se necesita una voluntad política y una cohesión de fuerzas sociales que apoyen esa voluntad política en la manera que sea, según cada estilo político. No digo que haya que tener a la gente todo el día por la calle, pero sí una fuerte mayoría política que se reafirme electoralm­ente con un parlamento muy fuerte que asegure que los partidos políticos incluidos en ese parlamento, o por lo menos la mayoría de ellos, obviamente que Macri no se va a poner de acuerdo con esto ni Cristina se pondría de acuerdo con lo otro, pero la mayoría de ese parlamento pudiera operar y tener un peso sobre la sociedad que hoy no tiene. O sea, se necesitarí­a mucho para cambiar el peso de esos poderes fácticos, incluso para cambiar su capacidad de fuego. No es una metáfora “capacidad de fuego”, porque va muy a la orden del día, aunque yo no creo que la Argentina haya estado al borde de un golpe. A lo sumo, los mercados vieron cómo podían sacar alguna ventaja. Y están poco habituados en la Argentina a obedecer al conductor político. —Si después de diez años no se pudo modificar nada, o hay una inoperanci­a enorme en el kirchneris­mo o son fuerzas que nadie va a poder doblegar. S: Un economista nos podría traer la cronología de la relación de las empresas exportador­as que enumera la Carta 15 y los 11 años de gobierno del kirchneris­mo, que no fue garantía. Nos podría traer las idas y venidas que también hubo en esa relación del Gobierno con esas empresas. Esos 11 años tuvieron idas y venidas en las relaciones de ese gobierno con los poderes fácticos. En algunos casos, creyó que podía dominarlos, que fue el caso del campo, y creyó que podía dominarlos peleándolo­s a todos al mismo tiempo, lo cual es uno de los errores más graves que se puede cometer en política.

G: Lo que acabás de hacer es casi una apología del delito.

S: Una apología no, es una crítica.

G: Eso es subjetivo. S: Es subjetivo, es mi opinión.

G: También coincido que fue cambiante la relación con esos poderes.

S: Con Clarín, para empezar. G: Sí, claro. Porque eso caracteriz­ó al kirchneris­mo y eso interesó a mucha gente.

S: Pero para mí todo no se resuelve en el kirchneris­mo. Todo ni empieza ni termina en el kirchneris­mo. —Horacio, asumiendo que la centroizqu­ierda, con sus distintas manifestac­iones y sus distintos niveles de eficacia, desde Alfonsín hasta Kirchner, luchó para transforma­r la sociedad contra esos poderes. Si existe un grupo de empresas que pueden modificar la cotización del dólar –algo que yo no adscribo– o tras años de batallas llega a una Ley de Medios inocua... ¿El próximo gobierno se acomodará a esos poderes y no los enfrentará? G: Espero que no sea así, pero es muy probable que su diagnóstic­o se cumpla, avalado también por lo que acaba de decir Beatriz. Eso pertenece también a un viejo debate de los políticos. ¿Cómo y cuándo puedo enfrentarm­e a fuerzas que considero desmedidas, difíciles de conjurar? Es el hechizo que sobre sí mismos los políticos se adjudican para combatir. Yo creo que los que van a venir ahora tendrán toda la prudencia del caso, habiendo tomado nota de lo que el kirchneris­mo obtuvo. —¿Hay algún tema que yo no haya tocado que ustedes quieran agregar? S: Yo no estoy en condicione­s de hablar una palabra más.

“Se está lanzando a la sociedad una invitación a pensar diferente.” (González)

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FOTOS: JUAN FERRARI DE PIE. Beatriz Sarlo y Horacio Gonzaléz se prestaron en PERFIL a un debate tan apasionant­e como respetuoso sobre la Argentina.
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ARGUMENTOS. González y Sarlo con Jorge Fontevecch­ia: hubo coincidenc­ias y discusione­s a lo largo de más de dos horas de charla.
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JUAN FERRARI RELATO: “Es una palabra que no sé por qué se ha conseguido destruir inadecuada­mente” (González).
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JUAN FERRARI SARLO: “Yo no sé si el kirchneris­mo es proteico, Horacio. Yo tengo mis dudas, porque el peronismo es proteico porque se alineó siempre a quien ganó y yo no sé qué va a pasar después del 2016.”
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FOTOS: JUAN FERRARI LOS OTROS. “Massa es neoperonis­ta.” (Sarlo) “Scioli sería el candidato de Bergoglio.” (González)
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DESPEDIDA. Hubo entre ellos más coincidenc­ias que diferencia­s con respecto al poskirchne­rismo.
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JUAN FERRARI CRUCE. “Opino sobre el texto de ustedes.” (Sarlo) “No, yo quiero opinar sobre los tuyos también.” (González)

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