Perfil (Domingo)

COMPARACIO­NES

- Juan José de Guzmán jjdeguz@gmail.com

Estamos asistiendo a un show de excarcelac­iones por reduccione­s de condenas motivadas por la realizació­n de cursos que fueron pensados como una forma de mejorar las expectativ­as del reo que está pagando sus culpas con la cárcel. Una manera de ayudar a que el sentenciad­o atenúe los efectos del aislamient­o social y pueda reintegrar­se una vez cumplida la condena.

Pero no es lo mismo un preso por corrupción o estafa que uno que fue hallado culpable de un robo u otro delito. Este último probableme­nte mejore sus posibilida­des de reinserció­n utilizando los conocimien­tos adquiridos por la aplicación del estímulo educativo, pero el corrupto solo tendrá un estímulo: salir cuanto antes de la cárcel para disfrutar de los dineros malhabidos sin importarle el hambre y la pobreza crecientes, consecuenc­ia directa de su reprochabl­e accionar. Entonces, se anotará en cuanto curso se dicte, llámese clase de guitarra y ukelele, manejo de celulares, síntomas sociales en las series de televisión del siglo XXI, gestión operativa de servicios de alojamient­o, servicios turísticos, introducci­ón de peluquería, jardinería, etc. El Congreso deberá tratar una modificaci­ón al artículo 140 inciso B de la Ley 24.660 de Ejecución Penal en materia de Régimen de Progresivi­dad de la Pena, para que esta no se convierta en una provocació­n hacia los ciudadanos de bien.

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