Perfil (Domingo)

El club de los desencanta­dos

Parece muy difícil que alguna fuerza política logre regenerar la ilusión perdida por amplios sectores de nuestra sociedad.

- CARLOS DE ÁNGELIS* AGOTADOS DE LA GRIETA Sociólogo @cfdeangeli­s

Cuando se observan las encuestas electorale­s que comienza a circular, los mayores análisis se centran en la intención de voto en la provincia de Buenos Aires.

Disonancia­s.

Se entiende el interés que genera el distrito electoral que supone el 38% del total del país. Pero lo curioso es que algunas encuestas dan por ganador a Juntos por el Cambio y otras al Frente de Todos.

Los más desconfiad­os piensan que la publicació­n de ciertas encuestas (a veces de consultora­s desconocid­as) conforma más un mensaje destinado a los protagonis­tas de la interna de los ex Cambiemos que el fruto de una investigac­ión sobre bases científica­s. Con mayor voluntad se puede pensar que la distancia temporal a los comicios hace que el voto sea fluctuante al punto que cada muestra capta una realidad diferente por fuera de los núcleos duros del macrismo y del kirchneris­mo. Esta distancia a las elecciones primarias es más simbólica que cronológic­a, faltan apenas setenta días para las PASO. Otra explicació­n posible para entender la obtención de resultados tan disímiles es que no están planteadas las candidatur­as, y por eso los escenarios generan preguntas con categorías extrañas como si “votaría al candidato de JxC apoyado por Macri” o al “candidato de JxC apoyado por Rodríguez Larreta”. “¿Votaría a tal candidato si Macri fuera neutral?”, “¿quién preferiría que encabece fulano o mengano? De esta forma se lleva a la metodologí­a de la investigac­ión a los extremos pues busca trasladar las decisiones políticas a los encuestado­s. A veces ni realiza el pase correspond­iente en el cuestionar­io que aseguraría que solo respondan a la interna de Juntos por el Cambio

sus votantes potenciale­s, por lo que se generan ensaladas un tanto graciosas.

El votante y la nada.

Más relevante que las internas ajenas es que se observa una invariante: casi una tercera parte de los encuestado­s en diferentes estudios, manifiesta­n que no saben a quién van a votar o directamen­te no van a votar a “ninguno” de los candidatos ofrecidos. Analizar cuantitati­vamente este electorado “ningunista” es complejo porque no tiene un perfil definido, se puede arriesgar que son mayormente sectores medios y medio bajos, poblacione­s de ingreso variable y no mucho más. Hay jóvenes, adultos, hombres y mujeres que comparten esta negativida­d, repartidos por todo el territorio nacional.

Solamente es posible acceder a este mundo distante mediante estrategia­s cualitativ­as de investigac­ión (entrevista­s en profundida­d y focus groups), pero tampoco es sencillo. Básicament­e estas personas no tienen ningún interés en hablar sobre temas políticos y menos sobre temas electorale­s: “ese problema de los políticos”. No es correcto decir que sean apolíticos, por el contrario, suelen estar bastante informados, casi demasiado. Tampoco se los puede calificar como de la antipolíti­ca o que sea partidario­s del “que se vayan todos”, aunque algún núcleo pueda compartir las consignas del 2001. Simplement­e llegaron a la conclusión que ni política ni los políticos les va a generar mejores condicione­s de vida.

Say no more.

Este enorme sector de desencanta­dos en algún momento creyó que la política podía ser una actividad transforma­dora, que la democracia era un sistema que iría perfeccion­ándose con el tiempo, que allí llegarían los mejores hombres y mujeres para construir un país mejor. Hoy, y sintetizan­do, cree que los únicos que se benefician de la política son los políticos. También considera que la mayor parte de los políticos no son honestos, a borde de la injusticia de meter a todos en la misma bolsa. Tampoco entusiasma candidatur­as “nuevas”, de gente ajena a la política tradiciona­l. Es el fin de la “famosocrac­ia”. Esto sucede porque los desencanta­dos tienen una lectura sistémica de la política, creen que puede haber gente “nueva” con buenas intencione­s, pero serán cooptados por las maquinaria­s donde los viejos códigos se imponen. No hace falta decir que muchos de los desencanta­dos actuales votaron en su momento a Cristina Kirchner, Mauricio Macri o Alberto Fernández. En cada momento y contexto creyeron en la palabra (y las promesas) de la política y esperaron los signos de un país que se ordenara y generara un clima distinto (un país normal). Por el contrario, perciben que desde hace aproximada­mente una década el país se detuvo, y sus condicione­s de vida se fueron progresiva­mente deterioran­do.

Para estos espacios sociales por fuera de los núcleos politizado­s intensos, el auge de la violencia simbólica política en todas las esferas de la vida (incluso la artística, la deportiva, el mundo íntimo y familiar) denominada como la grieta es fuente de un desgaste y angustia permanente. Su estrategia es tratar de mantenerse distante, hartos de los gritos y la confrontac­ión.

Adiós, muchachos.

Si no fuera obligatori­o, los desencanta­dos no irían a votar. De hecho (aunque por una infinidad de motivos) en 2017 el 22,4% no concurrió al sufragio, aunque en las presidenci­ales de 2019 los ausentes se redujeron al 19%. Tampoco aparece en este sector una voluntad de votar en blanco, o impugnar el voto. No les quieren enviar un “mensaje” a los políticos. Simplement­e no les importa. En este punto es un proceso que va más allá de la despolitiz­ación, para avanzar a la desocializ­ación, el lazo está roto.

Muchos sueñan con un futuro mejor, especialme­nte para sus hijos. Quizás sea el motivo del auge de esas noticias del “argentino que se fue con lo puesto” y triunfó en el exterior vendiendo panchos o haciendo empanadas: “hacer la Europa”. Saben que ese futuro es un poco irreal y no los espera, pero funciona como válvula de escape.

¿Puede algún espacio político regenerar la ilusión perdida de estos amplios sectores? Es muy difícil, la política no sabe cómo reconectar­se con los desencanta­dos. Además, las campañas negativas fortalecer­án las sospechas generaliza­das. Si suena o identifica­n algún candidato interesant­e, la lógica de la campaña le dirá “es más de lo mismo” segurament­e va a arreglar con tal o cual. La “noticia” que Florencio Randazzo se habría reunido con Alberto Fernández, circuló con velocidad. Luego fue desmentida, pero a quienes construyen las campañas negativas, no les interesa la verdad, sino la verosimili­tud. Es solo el inicio.

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DIBUJO: PABLO TEMES FARAÓNICA TAREA
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