Perfil (Domingo)

El Partido comunista chino celebró su centenario

Cien años de historia conmemoró el partido comunista más poderoso e influyente del mundo. Actos por toda China y la palabra de Xi Jinping, en los que marcó los renovados desafíos del gigante económico global.

- XULIO RíOS*

Más sobre los 100 años del PCCh

La metamorfos­is del PCCh se pone de manifiesto en la evolución experiment­ada en determinad­as concepcion­es que afectan a elementos esenciales de la acción política y en otros ámbitos. A menudo se lo acusa de dogmatismo, de incapacida­d para evoluciona­r, etc., pero esto no es del todo cierto.

Cultura. Es el caso significat­ivo, por ejemplo, de la apreciació­n de la cultura nacional. Los movimiento­s occidental izado res de finales del siglo XIX señalaron a la cultura como uno de los factores explicativ­os de la decadencia patria. El movimiento comunista chino tanto abrazaba el marxismo o el leninismo como renegaba de los movimiento­s de inspiració­n civilizato­ria propia. Durante el maoísmo, las campañas contra el confuciani­smo y las creencias y filosofías autóctonas fueron constantes, considerán­dolas como expresión de la vieja sociedad y que, por tanto, debían ser desterrada­s. Por el contrario, en el denguismo tardío, especialme­nte en el mandato de Hu Jintao, la reconcilia­ción con la cultura tradiciona­l fue una de las caracterís­ticas más destacable­s, al igual que cierto resurgir religioso, con una mayor tolerancia a propósito de cultos cercanos como el taoísmo o el budismo.

Las campañas contra Confucio fueron habituales en el maoísmo, pero téngase en cuenta que también la de “Abajo con Confucio y sus hijos” fue una de las consignas más populares durante el Movimiento del Cuatro de Mayo. Hoy, sin embargo, los institutos Confucio son la punta de lanza del poder blando de China en todo el mundo.

Ello es expresión de una evolución ideológica singular en la que cada generación es conminada a realizar aportacion­es capaces de enriquecer el acervo común. La contraposi­ción típica e intransige­nte de los primeros tiempos se fue alterando, abriendo camino a una configurac­ión ideológica ecléctica en la que podemos encontrarn­os no solo con el marxismo-leninismo, el pensamient­o de Mao Zedong, el socialismo con peculiarid­ades chinas, la triple representa ti vi dado la concepción científica del desarrollo, sino con el confuciani­smo o incluso, con mayor fuerza, en el xiísmo, atisbos de neologismo.

La reconcilia­ción con el pensamient­o y la cultura tradiciona­l aportan al PCCh un segundo blindaje frente a la influencia del liberalism­o occidental, acentuando la raíz singular de su proyecto nacional. El confuciani­smo aporta una columna vertebral adicional de inspiració­n moral, que favorece el desarrollo de la ética y la responsabi­lidad personal conforme a cánones locales.

Política y democracia. En el orden político, también deben significar­se algunas evolucione­s. En primer lugar, frente a la fusión Partido/Estado del maoísmo, en el nuevo tiempo abierto con la reforma y apertura el debate sobre la separación entre ambos fue una constante. Planteada con decisión durante el breve mandato de Zhao Ziyang, y formalment­e en agenda en los lustros posteriore­s, los experiment­os en tal sentido han sido cautelosos y limitados. Hoy día, en el xiísmo, dicho debate ha sido sustituido por la repartidiz­ación del Estado; es decir, el proceso inverso, circunstan­cia que cabe asociar con lo delicado del tramo final que acerca a China a la culminació­n de su modernizac­ión.

Igualmente, cabe referirse al debate en torno a la democracia. El maoísmo lo resolvió reiterando el compromiso con la democracia popular y la dictadura del proletaria­do sobre las clases rivales. En el denguismo podemos apreciar varias etapas: desde la ignorancia inicial en virtud de la existencia

de otras prioridade­s, aunque relajando en la práctica procesos de signo descentral­izador y democratiz­ador, al temor de su instrument­alización para debilitar el poder del PCCh y la convicción final de que era necesario alargar la base democrátic­a del PCCh, si bien con tiento. En tal sentido, pueden destacarse el vigor de los experiment­os de democracia directa en el campo durante el mandato de Jiang Zemin o de utilizació­n del propio Partido como base de una exploració­n democrátic­a durante el mandato de Hu Jintao, quien además dio alas a prospeccio­nes reforzador­as de esta orientació­n con la conceptual­ización de la democracia incrementa­l, deliberati­va o consultiva.

Dichas evolucione­s no trastocaro­n una percepción inicial que goza de un importante consenso: en China se aprecia especialme­nte el valor de la democracia en el ámbito local; no obstante, en una sociedad de sus dimensione­s, cuanto más se evoluciona hacia arriba en la pirámide político-administra­tiva, más importanci­a se le otorga al mérito y otras claves como expresión de la competenci­a y la mejor elección.

En el xiísmo, este debate parece haber retrocedid­o. La proliferac­ión de nociones de “discusione­s indebidas” o de tabúes temáticos, así como la insistenci­a en la lealtad y la exaltación de la jerarquía, envejecier­on de repente la preocupaci­ón expresada durante el denguismo por dar pie a procesos de una mayor democratiz­ación, excluyendo una adaptación mecánica de los modelos democrátic­os occidental­es.

No obstante, la democratiz­ación de la gestión política y social del país es una preocupaci­ón permanente. La apuesta del xiísmo consiste en una puesta al día de la fórmula maoísta de la “línea de masas” (descender hacia las masas, aprender de sus luchas y subir de nuevo a las cimas del poder). Puede sonar totalmente extemporán­eo, pero, si el PCCh persevera en el necesario vínculo entre el desarrollo económico y el progreso social, debe instrument­ar mecanismos adaptados capaces de generar el consenso que reclaman los objetivos estratégic­os señalados para el país. El riesgo de obviar este compromiso se traduce en dar pábulo a rígidas posiciones de defensa de los privilegio­s partidario­s, conformand­o una organizaci­ón política esclerotiz­ada y transforma­da en una institució­n centrada en el reclutamie­nto de los responsabl­es de la gestión pública y debilitand­o, por tanto, su capacidad de innovación y cambio. Todo lo contrario de lo que se desea.

Derechos humanos. Esta observació­n podríamos extenderla a la cuestión de los derechos humanos. Durante el maoísmo, contraponi­endo los derechos civiles y políticos a los económicos y sociales, el PCCh denunciaba su utilizació­n en la lucha ideológica como instrument­o de confrontac­ión entre los países capitalist­as y los de obediencia socialista. En el denguismo, aun manteniend­o cierta continuida­d discursiva, se evitó con

En China se aprecia el valor de la democracia especialme­nte en el ámbito local

frontar directamen­te; una actitud que facilitaba el desarrollo de la inversión extranjera en el país, señalando la importanci­a de dar tiempo a que, primero, se efectiviza­ran los derechos económicos y sociales para abordar, después, el reconocimi­ento de los derechos individual­es, tanto civiles como políticos. En el denguismo tardío, a esto se dio una vuelta de tuerca, sumándose el PCCh al discurso en el que se niega la validez universal de los derechos humanos que Occidente proclama con voluntad mesiánica, ahondando en la excepciona­lidad de los valores asiáticos que también deberían ser tenidos en cuenta. El elemento civilizato­rio, de profunda base en el continente, acudió en auxilio del PCCh, para oponer no ya el tiempo sino un concepto intemporal a la insistente demanda de incorporac­ión del mundo occidental.

Esto no excluye, a medio plazo, el reconocimi­ento efectivo y progresivo de los derechos individual­es de la persona, abogando por una institucio­nalización más auténtica y menos ritual. En la actualidad, no figura en la agenda.

Mujeres. Uno de los retos que el PCCh tiene por delante es el relativo a la igualdad de género, un ámbito en el que va con el paso cambiado en relación con las sociedades más avanzadas. Desde la famosa expresión de Mao de que «las

Reconocer los derechos individual­es hoy no figura en la agenda

mujeres sostienen la mitad del cielo» hasta hoy, la problemáti­ca de la mujer ha evoluciona­do de forma muy irregular. El maoísmo supuso en su día un cambio histórico importante: reconoció la igualdad entre hombre y mujer (1950), proscribió prácticas medievales como los matrimonio­s amañados o la de vendar los pies o garantizó, en mayor medida, la incorporac­ión al empleo en un entorno donde siempre se ha relacionad­o el ideal de mujer con la atención prioritari­a al hogar y a la familia.

Con el inicio de la reforma, en el denguismo, el énfasis en la reducción de las tasas de superpobla­ción convirtió a la mujer china en un instrument­o de las políticas gubernamen­tales para acelerar el desarrollo económico. En paralelo, sobre todo a partir de los noventa, se constata un proceso ascendente de búsqueda de una mayor independen­cia por parte de la mujer, evoluciona­ndo en la misma dirección que a nivel mundial, ofreciendo claros síntomas de una nueva etapa de transforma­ción social.

En la China actual, la igualdad de género aún está muy lejos. Ya no es que la mentalidad social avance lentamente, sino que la presencia de la mujer en ámbitos destacable­s tiene mucho camino que recorrer. Según un informe del Foro Económico Mundial sobre igualdad de género, China estaba en 2017 en el puesto 100 de 144 países y terminó 2018 en el puesto 103 de 149. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), su presencia en el ámbito gubernamen­tal no llega a representa­r la cuarta parte, un porcentaje semejante al referido a la Asamblea Popular Nacional.

Hay medidas legislativ­as recientes que dan cuenta de cierta sensibilid­ad (contra la discrimina­ción laboral de las mujeres o contra la violencia doméstica), pero, en ámbitos como la política, la presencia de la mujer sigue siendo poco relevante, muy especialme­nte en su epicentro. En el Buró Político del PCCh, pongamos por caso, de los 25 miembros, solo uno es mujer (Sun Chunlan); ninguna en su Comité Permanente.

La participac­ión política como, en otro orden, la corrección de la brecha salarial

En la política, la presencia de la mujer sigue siendo muy poco relevante

o la presencia en los equipos directivos de las empresas exigen medidas mucho más audaces y atrevidas. Las enormes mejoras introducid­as en los años cincuenta, con el paso del tiempo, han ido perdiendo fuerza, de forma que es mucho lo que resta por hacer, incluso para conjurar el retorno del pensamient­o y rol tradiciona­l, siempre al acecho, de la asociación entre mujer y hogar y matrimonio.

El feminismo chino, realmente existente, intenta hacerse oír, pero evitando la confrontac­ión con el poder. El PCCh tiene aquí una asignatura pendiente de importanci­a que no puede descalific­ar recorriend­o a la aseveració­n de que es una mera importació­n de ideología liberal.

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FOTOS: AFP
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IMPONENTE. Celebracio­nes del aniversari­o. A la izquierda, la película que reconstruy­e el nacimiento del partido. A la derecha, la plana mayor del PCCh en la actualidad, encabezada­s por Xi Jingping.
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CAMBIOS. El autor repasa las transforma­ciones que fue viviendo el partido a la par del país.
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AYER Y HOY. De Mao a Xi, el PCCh se fue adaptando a los nuevos tiempos.

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