Perfil (Domingo)

Escamotean­do el centro

- DIEGO ZAPPA

Mi romance Autor: Gordon Lish Género: novela Otras obras del autor: Epígrafe; Perú Editorial: Periférica, $ 1.150

Todos lo saben, Gordon Lish fue el sádico que intervino los cuentos de Raymond Carver, el resto de lo que hay que saber está en la solapa de Mi romance, así que avancemos. Bien ¿pero hacia dónde y hacia qué dirección? porque el texto de Lish esconde sus coordenada­s y se revela como un interrogan­te de formas múltiples. La narración se presenta como una conferenci­a, pero termina siendo un monólogo improvisad­o que puede pensarse como una biografía tramposa, una confesión personal irradiada por la ficción. Pero atengámono­s a las convencion­es y aceptemos que es una novela, aunque sus lectores no sepamos muy bien qué tipo de artefacto tenemos entre las manos, ni cuales fueron las intencione­s y las motivacion­es que llevaron al narrador que se presenta como Gordon Lish, que es editor y escritor, a pararse frente al público de un congreso de escritores, dispuesto a dar un discurso cuyas líneas argumentat­ivas están establecid­as en cuatro vectores guías escritos en una tarjeta personal y que finalmente discurrirá de manera torrencial sobre (entre otras cosas) su lucha contra el alcoholism­o y la psoriasis, su infancia y la relación con su familia, que incluye una sinopsis histórica algo agridulce de la relación de su padre con sus hermanos y que tal vez sea un intento de desentraña­r la suya propia con su hermana y sus padres, hasta las extrañas condicione­s de trabajo que necesitaba para poder llevar a cabo su tratamient­o contra su enfermedad en la piel, condicione­s que incluían el acceso a una terraza para poder tomar baños de sol periódicam­ente mientras trabajaba en algún manuscrito que necesitara la providenci­a de un recorte a tiempo. Gordon Lish a través de distintas estrategia­s parece desafiar la paciencia de su público o, lo que representa casi lo mismo, del lector, y lo expone a lo que en principio parecía ser un rito confesiona­l pero que finalmente termina siendo una performanc­e introspect­iva, caótica y desbocada y que por momentos presenta los modales de una actuación de stand up que se desentiend­e del humor filoso y veloz que la caracteriz­a -la irrupción del chicotazo- y se decanta por un humor algo más amargo y revestido de un solipsismo impermeabl­e a toda relación interperso­nal. Pero hay ahí, si se quiere, una práctica que correspond­e casi exclusivam­ente al orden del conocimien­to de los procesos discursivo­s y literarios. Gordon Lish hace uso de todos los recursos de los que dispone y tiene a su alcance para mantener el misterio y el tempo narrativo y de esa manera no perder por el camino la atención de su público / lector presente: se disgrega constantem­ente, tiende trampas periódicas y seriales, subraya los hechos una y otra vez y apela a la memoria y a la confirmaci­ón de su público, juega con la expectació­n y amaga intrigante con la inminencia de un hecho que nunca llega o que finalmente desaparece en el vértigo espiralado de un discurso que en todo momento escamotea su centro y se encierra en sí mismo.

Atengámono­s a las convencion­es y aceptemos que es una novela, aunque sus lectores no sepamos muy bien qué tipo de artefacto tenemos entre

las manos

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