Escamoteando el centro
Mi romance Autor: Gordon Lish Género: novela Otras obras del autor: Epígrafe; Perú Editorial: Periférica, $ 1.150
Todos lo saben, Gordon Lish fue el sádico que intervino los cuentos de Raymond Carver, el resto de lo que hay que saber está en la solapa de Mi romance, así que avancemos. Bien ¿pero hacia dónde y hacia qué dirección? porque el texto de Lish esconde sus coordenadas y se revela como un interrogante de formas múltiples. La narración se presenta como una conferencia, pero termina siendo un monólogo improvisado que puede pensarse como una biografía tramposa, una confesión personal irradiada por la ficción. Pero atengámonos a las convenciones y aceptemos que es una novela, aunque sus lectores no sepamos muy bien qué tipo de artefacto tenemos entre las manos, ni cuales fueron las intenciones y las motivaciones que llevaron al narrador que se presenta como Gordon Lish, que es editor y escritor, a pararse frente al público de un congreso de escritores, dispuesto a dar un discurso cuyas líneas argumentativas están establecidas en cuatro vectores guías escritos en una tarjeta personal y que finalmente discurrirá de manera torrencial sobre (entre otras cosas) su lucha contra el alcoholismo y la psoriasis, su infancia y la relación con su familia, que incluye una sinopsis histórica algo agridulce de la relación de su padre con sus hermanos y que tal vez sea un intento de desentrañar la suya propia con su hermana y sus padres, hasta las extrañas condiciones de trabajo que necesitaba para poder llevar a cabo su tratamiento contra su enfermedad en la piel, condiciones que incluían el acceso a una terraza para poder tomar baños de sol periódicamente mientras trabajaba en algún manuscrito que necesitara la providencia de un recorte a tiempo. Gordon Lish a través de distintas estrategias parece desafiar la paciencia de su público o, lo que representa casi lo mismo, del lector, y lo expone a lo que en principio parecía ser un rito confesional pero que finalmente termina siendo una performance introspectiva, caótica y desbocada y que por momentos presenta los modales de una actuación de stand up que se desentiende del humor filoso y veloz que la caracteriza -la irrupción del chicotazo- y se decanta por un humor algo más amargo y revestido de un solipsismo impermeable a toda relación interpersonal. Pero hay ahí, si se quiere, una práctica que corresponde casi exclusivamente al orden del conocimiento de los procesos discursivos y literarios. Gordon Lish hace uso de todos los recursos de los que dispone y tiene a su alcance para mantener el misterio y el tempo narrativo y de esa manera no perder por el camino la atención de su público / lector presente: se disgrega constantemente, tiende trampas periódicas y seriales, subraya los hechos una y otra vez y apela a la memoria y a la confirmación de su público, juega con la expectación y amaga intrigante con la inminencia de un hecho que nunca llega o que finalmente desaparece en el vértigo espiralado de un discurso que en todo momento escamotea su centro y se encierra en sí mismo.
Atengámonos a las convenciones y aceptemos que es una novela, aunque sus lectores no sepamos muy bien qué tipo de artefacto tenemos entre
las manos