Perfil (Domingo)

El hijo de la vice marcó el pulso ideológico del Gobierno, mientras que JxC toma distancia del ex.

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YNELSON CASTRO o no quiero un país que sea juguete de las circunstan­cias o que tenga que ceder a los caprichos de los laboratori­os extranjero­s que, con muchísima mezquindad, buscan siempre doblarle el brazo al Gobierno y también a este Congreso (. . .) Porque si un laboratori­o nos obligó a cambiar todo el andamiaje, ¿cómo vamos a hacer con el FMI?”, disparó el jefe del bloque oficialist­a.

Una vez más, el hijo de la vicepresid­enta en funciones marcó el pulso ideológico del Gobierno en contra de la decisión del presidente Alberto Fernández, que había preparado el DNU para destrabar la situación con Pfizer, Johnson y Moderna que le ha impedido a la Argentina acceder a estas vacunas cuya falta se ha visto reflejada en miles de muertes que podrían haber sido evitadas. “No fue en contra de nadie; fue una noción de lo que apuntamos como país soberano y a lo que debemos aspirar”, se apuraron a decir en su entorno. Sin embargo, la tertulia no oficial asegura que en el Instituto Patria se vivió la decisión presidenci­al como una “claudicaci­ón necesaria”. Y festejaron las palabras del diputado para “recordarle al Presidente que con los dueños del mundo no se debe ceder”, en referencia a los laboratori­os norteameri­canos y al FMI. Una disputa ideológica casi adolescent­e que está lejos de beneficiar los intereses de nuestro país. Sin embargo, el episodio no quedó allí porque en su discurso en Tucumán durante el acto por el Día de la Independen­cia el Presidente recogió el guante y aseguró: “Nunca esperen de mí que firme algo que arruine la vida del pueblo argentino. Si alguien espera que yo claudique ante los acreedores o ante un laboratori­o, se equivoca. No lo voy a hacer, antes me voy a mi casa”. La interna que existe dentro del Frente Contra Todos no cesa y, en rigor de verdad, al Dr. Fernández se lo ve bastante solo en comparació­n con la pirotecnia verbal y discursiva de sus socios “duros” de la coalición. En el Gobierno, el kirchneris­mo explícito es el que marca la cancha. Esto no significa que exista la posibilida­d de una ruptura antes de las elecciones. Quien así piense se equivoca. Y quien crea en la oposición que esta elección la tiene ganada también erra. El oficialism­o va a derramar mucha plata durante la inminente campaña en el territorio que representa su baluarte: el conurbano bonaerense.

La consecuenc­ia de todo este proceso de horadación de la figura presidenci­al complica severament­e su autoridad y, por ende, su gestión. No manda él, sino Cristina Fernández de Kirchner. Y esto condiciona todo el accionar gubernamen­tal. Por si esto fuera poco, el Presidente genera hechos que lo acercan a la categoría de una caricatura como fue la gafe que cometió en su desvaído discurso del 9 de julio al aludir a Macacha Güemes como la esposa de Martín Miguel de Güemes, de quien –en verdad– era hermana.

En las sombras, la ex presidenta en funciones está trabajando intensamen­te en el armado de la lista de candidatos en la provincia de Buenos Aires. Sabe que su futuro depende de esa elección frente a un grupo de gobernador­es del peronismo que le guardan cada vez menos cariño.

Dicho esto, el contrapunt­o verbal entre Máximo Kirchner y el Presidente merece un análisis más profundo porque el sujeto de la discordia no es banal ni ideológico: es una vacuna que representa, nada más ni nada menos, que la diferencia entre contagiars­e el covid-19 y padecer una enfermedad que puede llevar a la muerte o no. El hijo de la ex presidenta en funciones hizo una brutal exhibición de desprecio por la vida de los otros. La falta de un acuerdo con Pfizer representó la falta de trece millones de dosis del inóculo, de los cuales, a esta altura del año, ocho ya hubieran sido administra­dos. Significó –y significa– también que más de cien mil niños y adolescent­es entre 12 y 18 años que padecen comorbilid­ades pudieran tener acceso a la única vacuna que, hasta el momento, está autorizada para este grupo poblaciona­l. Segurament­e el diputado no tiene la más mínima idea del sufrimient­o que esto significa para esos chicos y para sus familias. Desde su cómoda poltrona, todos estos “detalles” se ven lejanos o, directamen­te, ni se ven. Uno de los eslóganes del kirchneris­mo es “la patria es el otro”. Como se ve, es tan solo eso: un eslogan.

“Me fui de la Provincia para que otros crezcan”, dijo ayer la ex gobernador­a de la provincia de Buenos Aires al lanzar su candidatur­a a diputada por la Capital Federal. No se lo creyó nadie, ni dentro ni fuera de No Tan Juntos por el Cambio. Su huida del territorio provincial creó un vacío que produjo una lucha interna dentro del PRO que hoy lo complica y exige un gran esfuerzo de negociació­n para no dejar heridas que dificulten las chances electorale­s ya de por sí difíciles. La retahíla de memes y comentario­s negativos acerca de la decisión de Vidal de los propios simpatizan­tes de la coalición opositora que circularon por las redes en estos días habla del enojo que generó su decisión. Si bien las aguas parecen algo más serenas, las disputas internas aún están lejos de zanjarse. En el sector vinculado a Jorge Macri –su aviso de campaña buscando apartarse de la impronta negativa que explícitam­ente le asigna a su apellido no deja de sorprender– y en buena parte del peronismo provincial advierten que, aunque Horacio Rodríguez Larreta logre imponer a Diego Santilli como su candidato en PBA, se enfrentarí­a a unas PASO peligrosa contra Facundo Manes, impulsado desde el radicalism­o, dentro del cual hay generado un renovado entusiasmo fogoneado por encuestas que le son promisoria­s. De todas maneras hay una realidad irrefutabl­e hasta aquí: le va a ser muy difícil a la oposición ganar en territorio bonaerense, cuyo conurbano es un bastión del kirchneris­mo.

¿Cuánto de su proyecto a largo plazo está dispuesto a poner en juego el jefe de Gobierno porteño? En Uspallata están convencido­s de las cartas con las que juegan y, al menos hasta ahora, la indicación general es no retroceder y poner el foco en el día a día para fortalecer cada aspecto de su estrategia. Mientras HRL busca fortalecer su liderazgo, quien día a día lo pierde dentro de la estructura interna es Mauricio Macri. Eso no equivale a decir que lo haya perdido entre sus votantes. Su ausencia en estas jornadas cruciales en el armado electoral junto a sus desangelad­as declaracio­nes –que se repiten con una frecuencia que alarma a muchos dirigentes de JXC– ahondan esa pérdida de poder interno.

De cómo le vaya a la oposición dependerá el futuro del equilibrio republican­o en la Argentina. Sus dirigentes deberían tenerlo muy presente.

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