“El ajuste de Guzmán fue por inflación”
nomía y el horizonte económico que tienen en mente el Presidente y el Gobierno. Se debaten frente a posiciones puntuales sobre determinados temas que surgen básicamente del Instituto Patria y del círculo íntimo de la vicepresidenta. Si esto sigue ocurriendo, el pronóstico será muy malo para la Argentina. Si el Gobierno recibe una señal fuerte de que las cosas andan mal, a lo mejor se verá obligado a reorganizar el gobierno y cambiar la orientación. Pero no sabemos qué hará.
—El cálculo de Fábrega en realidad es bastante simple. Plantea que se está corrigiendo el tipo de cambio al 1% mensual con un 3% de inflación. Entonces, de acá a fin de año se va a acumular un atraso cambiario de entre el 15% y el 20%. Gane o pierda.
—Sí. Pero la mejor forma de ver si hay un gran atraso cambiario o no es mirar la brecha. También depende mucho de lo que hagan con los impuestos. Mientras más énfasis pongan en impuestos a las exportaciones, más significativo va a ser el atraso cambiario. Si corrigieran los impuestos a las exportaciones, ya no estaría tan atrasado. La brecha cambiaria refleja las expectativas respecto del manejo fiscal y monetario. No es fácil hablar y medir el atraso cambiario en circunstancias como estas. Hay que definir hacia qué economía avanzamos. Por ejemplo, si vamos a una economía libre, integrada al mundo, sin cepos cambiarios ni controles de precios. En ese caso, el tipo de cambio real lo fijará el mercado a un nivel diferente del de la economía desorganizada actual.
—¿Qué pensó cuando Cristina Kirchner dijo que habría que enfrentar de una vez por todas el problema del bimonetarismo, que la Argentina era una economía bimonetaria? ¿Puede estar evolucionando su pensamiento hacia una forma de convertibilidad para el país?
—Está sugiriendo que hay que prohibir todo tipo de transacción, no solo financiera, sino comercial, y hasta de circulación de dólares físicos. Dada la forma de pensar de quienes la rodean, no creo que estén pensando en habilitar el uso del dólar como moneda alternativa al peso, el bimonetarismo eficaz que tiene por ejemplo Perú y que tuvo también Argentina con la convertibilidad. Argentina fijó el tipo de cambio. En Perú, el bimonetarismo funcionó sin que se fijara el tipo de cambio. Lograron un tipo de cambio estable por buen manejo de la política monetaria y fiscal en ese país. Ahora hay un cambio de gobierno. Mucha gente está muy asustada respecto de qué posiciones pueda tener Pedro Castillo, el presidente aparentemente electo de Perú. Sin embargo, envió una buena señal. Confirmó al presidente del Banco Central, Julio Velarde. Viene manejando el Banco Central muy eficazmente desde el año 2000. Fue una buena decisión. Más allá de las ideas de Castillo en otros aspectos, que vamos a ver si después realmente se transforman en decisiones de gobierno, es un buen síntoma. No quiere desprenderse de un sistema monetario que le aseguró estabilidad al Perú. Cuando Cristina Kirchner habla de bimonetarismo, lo hace pensando en prohibir lisa y llanamente el uso del dólar en todo tipo de transacciones. Quiere que la gente use el peso compulsivamente. Ojalá algún día todos los argentinos nos sintamos mucho más cómodos manejándonos en pesos. Será cuando se hayan adoptado las medidas necesarias para que la gente pueda confiar. Es un proceso muy largo. Si hubiera un monetarismo bien manejado, sería más fácil que la gente fuera convenciéndose de que el peso es una buena moneda, a partir de lograr estabilizar su cotización. Es un tema que solamente se puede discutir cuando un gobierno tiene ideas muy claras. Y no es este el caso. Hablar de un sistema monetario diferente al actual es inconducente.
—Con la historia económica de Argentina, parecería plausible que, aunque hubiera una dolarización, quedaría la sospecha de que mañana un presidente pueda disponer la confiscación de todos los dólares y convertirlos a pesos.
—El sistema monetario siempre lo enmarco dentro del sistema de la organización económica integral. No se puede trabajar con el sistema monetario independientemente
“Es probable que siga
esta estanflación, pero no
sé si el Gobierno podrá
evitar una hiperinflación
antes de 2023.”
“No creo que se
produzca un fenómeno
—Juan Carlos Fábrega elogió la disciplina fiscal de Martín Guzmán. Dijo: “Está haciendo el apriete más grande que se pueda hacer, pero sin decirlo”. ¿Coincide?
—Se produjo un ajuste fiscal, pero es de raíz inflacionaria. Se aceleró la inflación. Eso ayudó a que aumentara la recaudación, además de los aumentos de impuestos, que fueron una mala política. Aun así dieron resultado. Como el cambio del ajuste de las jubilaciones fue un cálculo totalmente equivocado del Gobierno, creyeron que de esa forma iban a mejorar las jubilaciones y en realidad las desmejoraron en términos reales. Lo único que habrá logrado en materia de ajuste fiscal Guzmán es que los aumentos de salarios en el sector público no hayan sido tan altos como la propia inflación. No veo un ajuste estructural que realmente lleve a una disminución permanente del nivel de gasto público y del déficit fiscal. Al contrario. Las iniciativas apuntan a que cada vez haya más déficit. Hablan de estatizar la hidrovía y eventualmente los puertos privados. Está escondida la idea que tienen de volver a estatizar todo lo que se relacione de las otras reformas. Si en el año 91 no hubiéramos avanzado hacia la apertura de la economía, eliminado las retenciones a las exportaciones, desregulado, privatizado y abierto muchas oportunidades de inversión, no hubiéramos logrado estabilidad. Lamentablemente, esas reglas de juego luego se fueron revirtiendo. La tendencia a la reversión es una tendencia del país. Tiene que ver con la dirigencia política de Argentina.
—Usted fue presidente del Banco Central un año después de que el ministro de Economía anterior, que se hizo célebre por la frase “el que apuesta al dólar pierde”, Lorenzo Sigaut, generó un seguro de cambio para las deudas en dólares después de la tablita de José Alfredo Martínez de Hoz. Poco después de que usted se fue, incluso muchos se lo achacan a usted también, directamente
de aceleración
inflacionaria
en el mundo.”
con la logística para el comercio exterior y el comercio exterior mismo. Basta recordar lo que eran los puertos y las obras que tenían que ver con el dragado del Paraná cuando las hacía la Administración General de Puertos, y todo lo que costó avanzar en la privatización para darse cuenta de lo absurdo que es el planteo. Implicará muy malos servicios, que se van a cargar sobre los exportadores de granos.
—En una conferencia que usted dio en la UCA recientemente, dijo que gran parte del aumento de las exportaciones de la Argentina tuvo que ver no solamente con las ventajas que la tecnología permitió y con la inversión, sino también con poder exportar a través de la hidrovía y la mejora en los puertos.
—En todo el sistema logístico. La gente del campo seguro recuerda que, hasta las reformas de los 90, lo que se pagaba para transportar el grano hasta los puertos, lo que se pagaba para los servicios portuarios y luego el transporte fluvial y marítimo, todo eso junto con, también, la ineficiencia de los elevadores de granos y toda la logística, se cargaba como costo sobre el productor, que además soportaba el nuevo presidente del Banco Central decidió absorber toda la deuda privada, que eran 17 mil millones en aquel momento como deuda pública. Podríamos decir groseramente que aquello fue una pesificación como la de 2002. Parecería ser que cada tanto el sector privado argentino pide una pesificación para licuar deudas impagables. Federico Sturzenegger escribió un artículo en PERFIL diciendo que el impuesto inflacionario le generaba al Gobierno cerca de dos puntos del producto bruto en recaudación. ¿Cómo saldrá la Argentina de esa cultura?
—La idea de que finalmente las deudas no se pagarán es lo que lleva a que de vez en cuando haya un default de la deuda externa o en dólares bajo ley extranjera; y que de vez en cuando haya una superdevaluación y una inflación mucho más alta que la anterior para licuar las deudas en pesos es una tendencia muy arraigada en la cultura de todos los operadores económicos. También de los ahorristas. Por eso mismo los ahorristas le escapan a ahorrar en pesos. Saben que finalmente van a terminar siendo ellos los que palas retenciones. Le llegaba al productor menos de la mitad del valor de su producción en los mercados internacionales. Gran parte de eso se corrigió con la privatización de los puertos, de la hidrovía, de los elevadores de granos, de los trenes. Facilitó una mayor eficiencia y menor costo de toda esa logística. Todo eso redundó en mayores ingresos para los productores. Y eso permitió a los productores incorporar tecnología y hacer inversiones, expandir la frontera agropecuaria. Se pasó de 30 millones de toneladas de granos a 130 millones. Todo eso ahora entra en un cono de sombras. Basta escuchar a los ideólogos de estas medidas, como Claudio Lozano, director del Banco de la Nación, o Fernanda Vallejos o, lamentablemente, al que está ahora al frente del sistema de la hidrovía, que es el senador Jorge Taiana. Uno tiene que concluir que quieren volver a aquel sistema que existió hasta principios de los 90. Por eso la gente de campo, con razón, está manifestando su oposición. Todavía no explicitaron lo que tienen en mente, pero está sugerido a través de las posiciones de estos personajes. Revela que vamos en muy mala dirección.
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