Yo te prefiero fuera de foco
Las fotos que sacó Alejandro Kuropatwa en Nueva York al comienzo de la década de los años 80 parecen una preparación. Había nacido en 1956, estudiado pintura con Dermijian, dibujo con Smoje y llegado a esa ciudad en 1979 para estudiar fotografía en el Fashion Institute of Technology y en Parsons School of Design.
No hay que ubicarlas como un ejercicio en blanco y negro con esos esfumados que lograba sobre los rostros desconocidos en cada uno de los revelados. Mejor verlas como un antecedente. El hallazgo de una forma que, al ser encontrada por el artista, contenía su destrucción. Pero, también, una prefiguración de lo que luego sería un núcleo central de su obra: los retratos. Con eso se transformó en precursor de sí mismo. No solamente fueron esas incursiones formales en ese arte las que forjaron su estilo. Inquieto y alentado por una vida neoyorquina ajetreada, salidora y curiosa, los borrones de ese tiempo son deudores de una estética que se afirma, al tiempo que desaparece.
En todas esas caras, las de la serie Fuera de foco, hay algo de lo que vendrá: se parecen mucho a Federico Moura, Charly García o Gustavo Cerati con sus raros peinados nuevos. Todas ya estaban en las tomas de Nueva York para volverse tapas de disco, unos años después. Estaban en su mente. Se habían hecho parte de su carne y su locura por dar cuenta de manera personal, poniendo el propio cuerpo, de una estética que se iba a pagar caro. Kuropatwa, en todo caso, no hizo sino retratarse todas las veces a sí mismo. En las caras difuminadas de su paso por la Gran Manzana, en los músicos, en las letras, en las pastillas de su propia enfermedad.