Una poética del gesto
La fantasma
“Mi vida no tiene sentido y tampoco tengo cigarrillos”, reflexiona Amanda Kohen en el capítulo 13 de La fantasma. Y nada define mejor el statu quo de la protagonista de la ópera prima de Nuri Abramowicz, una novela hecha libro —¡y qué libro!— por las ocho mujeres que integran Odelia Editora, joven sello argentino que le hace honor al concepto de horizontalidad.
Por decisión consensuada, entonces, conocemos la historia de Amanda; entre veinte y treinta, clase media instruida, familia dispersa, escritora solapada que trabaja guionando programas de televisión: lo que venga. Su vida transcurre según una especie de instinto de supervivencia posmourbana: necesita trabajo porque necesita plata, y ya. Claro que en realidad necesita unas cuantas cosas más, pero no se detiene mucho en ellas; las carencias duelen y no tiene tiempo para atravesar dolores. ¿Y los deseos? Bien, gracias. Porque si hay algo que Amanda tiene claro es que no tiene claro qué quiere y cómo conseguirlo.
Hasta que ese azar que la zamarrea sin que ella oponga demasiada resistencia la cruza con Miseria, un astrólogo singular. Miseria es un impresentable, un canchero de malos modales, chiquilín, cínico y antisocial. Un tipo al que podría describirse como un astrólogo negativo y brutal que, en las antípodas de las lecturas edificantes de la influencia celeste sobre la vida humana, propone un enfoque pesimista que destaca las bajezas que aguardan en cada destino. Y es justo para el nuevo programa de Miseria —que detesta palabras motivadoras como transformación, resiliencia y creatividad— para el que Amanda debe escribir.
Abrimos el libro, leemos dos renglones y ya estamos adentro. Con una prosa fluida como agua de deshielo y un ritmo narrativo imparable, Abramowicz nos cuenta en primera persona el derrotero vacilante de Amanda, sus pasos de pata criolla, sus trompicones. Y lo hace con un humor nacido del error y el desacierto, ese humor que nos saca una sonrisa porque en el fondo sabemos que tenemos algo de Amanda. Aquí, la comedia se origina en la tragedia y en la identificación; en los hechos desafortunados que van dando por tierra con las ingenuas ilusiones de Amanda en un contraste que no necesita justificaciones. Ella es su propio bufón.
Y así somos testigos de una mujer que va tropezando por sus mejores años, se va deslizando por un tobogán mojado hasta despatarrarse en suelo duro: trabajo, pareja, planes de familia, nuevas perspectivas románticas, todo cae por la borda. Una madre frívola y antagonista, un novio engañador, un rumbo laboral incierto, nada ayuda a Amanda la sufrida. Pero…
Eso: pero… La fantasma es una novela sobre lo que se aprende en el suelo: que a pesar de que desde ahí abajo el cielo se vea inalcanzable, sólo hay que ponerse de pie para volver a tenerlo a tiro. Y que hay que hacerlo con el bastón que tengamos a mano, aunque sea el más impensado. Después de todo, y en palabras de Miseria, “no se llega a un lugar de poder sin conocer íntimamente lo que se siente ser cucaracha”.
Somos testigos de una mujer que va tropezando por sus mejores años, se va deslizando por un tobogán mojado hasta despatarrarse en suelo duro