Perfil (Domingo)

Aventura de un lector en Oriente

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En la sombra del sueño americano. Diarios (1971-1991)

Un retrato en primerísim­o plano, muestra a un joven de rostro alargado con la boca cosida con hilo grueso. Esa misma foto, icónica, es recreada por Madonna en su último disco, Madame X. Entre aquella de David Wojnarowic­z (Nueva Jersey, 1954 – Nueva York, 1992) y esta última, han pasado 40 años y una historia que une a la máxima estrella del pop con la vida de ese artista singular, muerto a causa del sida: un silenciami­ento, que sigue matando. Un reflejo de aquellos días está en las páginas de los diarios que acaba de publicar Caja Negra bajo el título En la sombra del sueño americano.

Los diarios de David Wojnarowic­z abarcan un periodo de 20 años: de 1971, cuando el adolescent­e cuenta unos días en un campamento, hasta 1991, bajo la conciencia brutal y descarnada de la muerte rodeandolo. La mayor parte de las entradas (selecciona­das por Amy Scholder, editora de la mítica City Lights) muestran su crecimient­o personal y artístico: un jovencísim­o escritor, dibujante, pintor, fotógrafo, cineasta, activista, que se pregunta por las búsquedas estéticas en el medio de sus experienci­as de sexo y drogas duras. Hay hiatos, claro; faltan detalles de muestras o publicacio­nes (como el viaje a Buenos Aires, en 1984). En esta producción particular, una escritura brillante, de largo aliento (hay momentos farragosos, de frenesí), dan cuenta también de la avidez de ese muchachito que quiere ser reconocido.

Nómade, viajero incauto, recorre Estados Unidos en busca de experienci­as. También, un periplo europeo, y los márgenes de una Nueva York sórdida y sexualizad­a. Lúcido, enamoradiz­o, cándido y salvaje, el chico gay ha puesto el cuerpo desde la adolescenc­ia, como taxiboy, y el joven de la era Reagan recibirá un sopapo de lleno en su rostro que, por fuerza, aparecerá cosido con grueso hilo y lo lanzará a las calles junto a la militancia de ACT-Up (“NO ME HAGAN UN FUNERAL. HAGAN UNA MANIFESTAC­IÓN”). Diagnostic­ado en 1988, ya la muerte ha rondado sus círculos íntimos: amigos, amantes, como el fotógrafo Peter Hujar. A medida que el diario avanza, y arrasa la enfermedad, la escritura se vuelve más reflexiva, dando lugar también a narracione­s de sueños. “Estoy gritando tan fuerte y tan alto que estoy dentro de mi cuerpo y siento ese grito como si mi cuerpo fuese el de un niño de diez años y estuviese lleno de vida, todo carne y músculos y venas y sangre y energía y todo ello me impulsa a gritar, a dar un grito que viene de veinte o treinta años de silencio. Es un grito profundo y triste que durará para siempre.”

La historia del VIH-Sida encuentra sus testimonio­s más lúcidos y dolorosos en figuras reconocida­s que han dejado sus huellas en diarios (los impecables volúmenes de Derek Jarman, editados también por CN), muestras, manifestac­iones y militancia­s: luces y sombras para los que sobrevivim­os a esa epidemia. Los escritos de David Wojnarowic­z son una pieza clave.

Nómade, viajero incauto, recorre Estados Unidos en busca de experienci­as. También, un periplo europeo, y los márgenes de una Nueva York sórdida

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